Retrato del Rey Sol realizado en 1701 por Hyacinthe Rigaud, para su nieto, el rey Felipe V de España, aunque finalmente el lienzo no fue enviado a España.
Louis Dieudonné fue el 64º rey de Francia; 44º de Navarra y tercero de la dinastía Borbón. Su reinado, de 72 años, es uno de los más largos de la historia de Europa, y, en todo caso, el más prolongado de la de Francia.
Después de La Fronda, y tras la muerte de Mazarino asumió el poder, prácticamente en solitario. Desde entonces, ya no hubo más reclamaciones, revueltas nobiliarias, parlamentarias, protestantes, campesinas o ciudadanas, pues impuso la obediencia, poniendo, además, coto a toda “opinión” ya fuera política, literaria o religiosa, como el jansenismo y el protestantismo. Su omnipotencia fue completa y definitiva tras la muerte de los ministros, Colbert, en 1683 y Louvois, en 1691.
Nacido el 5 de septiembre de 1638; coronado en Reims el 7 de junio de 1654; gobernante efectivo desde la muerte de Mazarino, el 9 de marzo de 1661, aunque con la intervención directa y necesaria de Colbert, ya que él era demasiado joven e inexperto.
A partir de 1682 gobernó desde Versalles, rodeado de una nobleza ya sometida y ocupada en intranscendentes y serviles deberes cortesanos.
Poseído por el concepto de su gloria personal y su derecho divino, Luis XIV, eliminó de su entorno y su reino cuanto le pareció opuesto a tal consideración y así se convirtió en el modelo ideal y explícito de lo que representa el término absolutismo.
No es necesario recordar que este descendiente “milagro” de Luis XIII y Ana de Austria, lo era de las dos dinastías más poderosas de Europa: Borbón y Habsburgo; sus abuelos paternos, Enrique IV y María de Médicis, eran, Borbón franco-navarro y florentina y los maternos, Felipe III y Margarita de Austria-Estiria; los dos Habsburgo -español y austríaca-.
Como curiosidad, recordamos un estudio de C. Carretier, según el cual, Luis XIV tendría un 36% de sangre española; un 28% francesa; 11% germánica; 8% italiana y el 17% restante, estaría constituido por sangre eslava, inglesa, saboyana y lorenesa. (F. Bluche, Louis XIV).
Al final de su reinado -murió en 1715-, sufrió varios reveses que parecieron destruir el edificio levantado por él a lo largo de siete décadas, pero, si bien en algún momento, pareció que el sistema terminaría con su desaparición, no fue así. Finalmente, y a pesar de todo, el absolutismo, por el que introdujo radicales reformas, algunas de las cuales se mostraron necesarias en principio, el personal estilo de Luis XIV siguió en pie.
Los protestantes, hartos de persecuciones desde 1666, optaron por abandonar el reino, a pesar de la prohibición expresa de hacerlo, lo que constituyó un grave retroceso económico.
Dos terribles hambrunas, en 1693 y 1709, causaron dos millones de muertos en Francia.
Se produjo la revuelta de los Camisards y, finalmente, murieron todos sus hijos y nietos -excepto Felipe V, que ya ocupaba el trono de España, con renuncia expresa al de Francia-, debiendo sucederle su biznieto, Luis XV bajo la regencia del “liberal” Felipe de Orleans.
-Además de someter a la nobleza, extinguiendo en su raíz el menor intento de rebeldía o autonomía, sometió de igual forma y drásticamente, a todos sus súbditos.
-Aniquiló toda disidencia de carácter religioso, e incluso se distanció de la obediencia a Roma por medio del “galicanismo”.
-Impuso la influencia francesa en Europa a través de su intervención en varias guerras; enfrentado siempre y esencialmente a los Habsburgo, aunque no sólo; participó personalmente en numerosos enfrentamientos bélicos, hasta el punto de que, al parecer, antes de morir, confesó a Luis XV: «j'ai trop aimé la guerre».-Me gustó demasiado la guerra.
-Unificó las decisiones de gobierno eligiendo con precisión a unos pocos que debían ejecutar estrictamente sus deseos.
-Transformó radicalmente el sistema de financiación del Estado –que era, fundamentalmente, su persona, aunque él nunca pronunciara la famosa frase-.
-Implantó el “Code Noir” para unificar la legislación sobre la trata de esclavos, a los que dicho texto consideraba como bienes muebles, si bien establecía la humanitaria obligación de procurarles alimento.
-A pesar de su escasa formación, tuvo el acierto de apoyar a algunos importantes escritores y músicos.
-Llevó a cabo construcciones memorables, como el palacio de Versalles.
-Su intervención fue decisiva para la llegada de los Borbón al trono de España.
-Tuvo numerosas amantes e hijos ilegítimos, pero no un heredero directo.
Ana de Austria y el futuro rey Luis XIV. Autor desconocido. Palacio de Versalles
El Cardenal Mazarino, que había apadrinado a Luis XIV en su bautismo, además de sus funciones como ministro, recibió, por parte de la reina, en 1646, el encargo de ocuparse de la educación del joven rey y de su hermano Felipe de Orleans, el Petit Monsieur.
Luis XIII había fallecido en 1643 y el sucesor, que ya tenía siete años, debía salir del cuidado de las mujeres. Mazarino encomendó su formación al Mariscal de Villeroy, cuyo hijo terminó siendo amigo de Luis XIV de por vida, pero a pesar de sus esfuerzos, los preceptores seleccionados, no alcanzaron a despertar el interés del reyecito por el Latín, la Historia o las Matemáticas, aunque sí le atrajeron, la pintura, la arquitectura, la música y la danza, esta última, considerada imprescindible en la educación de cualquier gentilhombre en la época.
Luis XIV a los 10 años. Henri Testelin. Versalles
Aprendió singularmente, a tocar la guitarra con el italiano Francesco Corbetta, uno de los más grandes virtuosos de la guitarra barroca.
También recibió una especie de aprendizaje sexual, pues, al parecer, su madre pidió a la baronesa de Beauvais, su doncella y confidente, que se encargara de iniciar al niño en aquella materia, entre los catorce y los dieciséis años, lo que le aportó una notable pensión a la maestra, así como el título de Barón para su marido.
Además de librarse, casi por milagro, de morir ahogado en uno de los estanques del Palacio Real a los cinco años, Luis se salvó del mismo modo de diversas enfermedades, en algunos casos consideradas mortales, especialmente a los 19 años, cuando contrajo el tifus, del que salió, gracias a la ingestión de un preparado del médico de Ana de Austria, aunque perdió casi todo el pelo, por lo que ya desde entonces usó pelucas, diferentes, según los distintos eventos que requerían su presencia.
Louis XIV par Juste d'Egmont, en 1654, a los 16 años.
En 1648 -tenía él 10 años-, terminó la Guerra de los Treinta Años (1618-48), y empezó la guerra civil de la Primera Fronde, a la que seguiría una segunda en 1650, para entonces, Luis ya había cumplido los doce, y empezó a asistir al Consejo.
Paz de Westfalia en Münster, fragmento. De Gerard Terborch, 1648. Rijksmuseum
El Tratado de Münster, fue firmado en 1648 entre las Provincias Unidas de los Países Bajos y España. La Corona española, finalmente reconocía la independencia de las Provincias Unidas. El tratado formó parte de la Paz de Westfalia que acabó con la guerra de los Treinta Años y también, con la de los Ochenta Años.
La Fronda, producida entre 1648 y 1653, durante la minoría de edad de Luis XIV, y, por tanto, bajo la regencia de Ana de Austria, fue la última batalla librada entre los Grandes del reino y la Corona. Cuando terminó, empezó la guerra hispano-francesa de 1653 y 1659, pues ese último año prescribía la Paz de los Pirineos, aunque el enfrentamiento venía ya desde 1635 y estaba relacionado con las Guerras de Treinta y Ochenta Años, esta última, contra las Provincias Unidas.
El Presidente Molé interpelado por un frondista. François-André Vincent, 1779. Palais Bourbon
La revuelta empezó con la Fronda Parlamentaria o Vieja Fronde, y la Fronda de los Príncipes, la continuó y amplió hasta terminar derrotada, víctima, en parte, de sí misma.
En realidad, empezó a causa de la crisis económica y el aumento de la presión fiscal generados por la Guerra de los Treinta Años, cuando Mazarino, considerando que Francia podía sostenerla, aumentó cuantiosamente los impuestos, obligando incluso a París, hasta entonces exenta, a contribuir.
La Fronda degeneró en una lucha de intrigas, una puja por el poder y el control, sin llegar a ser una guerra propiamente dicha; sus líderes eran príncipes descontentos y nobles, entre los que destacarían:
-Gastón de Francia, eterno conspirador, que se oponía a Mazarino, igual que su hija la Gran Mademoiselle.
-El príncipe de Condé y su hermana la Duquesa de Longueville, que querían formar parte del Consejo Real.
-Jean-François Paul de Gondi, futuro cardenal de Retz, coadjutor de París; deseoso de obtener un cargo político y el capelo cardenalicio.
FRONDA PARLAMENTARIA
El 15 de enero de 1648, Ana de Austria acudió al Parlément para solicitar, en sesión privada, el registro de varios edictos fiscales. Al día siguiente se anuló lo acordado en aquella sesión. Ante las maniobras de Mazarino para controlar las sesiones, las Cortes presentaron el 13 de mayo el "cese de sesiones", reuniendo las cortes en una sola asamblea -prácticamente, un nuevo Parlamento-, que se reuniría en la Cámara de San Luis del Palacio de Justicia. Los magistrados redactaron una lista de 27 artículos, exigiendo la vuelta de los intendentes, la sumisión obligatoria de las subidas de impuestos a la aprobación de las Cortes y la garantía de las libertades individuales. Se enfrentaba así, en la práctica, al absolutismo real.
La regente accedió, en principio, a todo lo solicitado, pero el 20 de agosto, con la victoria de Condé en Lens sobre los españoles, el contexto cambió, y Mazarino vio llegado el momento de asestar el gran golpe.
El 26 de agosto hizo arrestar a los cabecillas de la Cámara de San Luis, y, sobre todo, al anciano presidente Pierre Broussel, que era muy querido y popular. La medida sublevó a París y provocó el Día de las barricadas. La muchedumbre persiguió al canciller Séguier e incendió el palacete de Luynes dónde este se había refugiado. Las milicias burguesas patrullaron por las proximidades del Palacio Real – anteriormente, Palacio-Cardenal, pues había sido construido por Richelieu quien lo legó a Luis XIII-.
Mazarino se opuso a la liberación de Broussel y el 13 de septiembre, Ana de Austria, junto con la Corte, se instaló prudentemente en el palacio de Rueil. En aquel momento, Condé se puso a su disposición. El día 24, la Corona aceptó un acuerdo, convalidando algunos de los artículos emitidos por la Cámara, aunque no más de 15 en total y el rey volvió a París.
LA PRIMERA GUERRA DE LA FRONDA
Mazarino convocó entonces a los cuatro mil mercenarios alemanes del ejército de Condé. Por su parte, Gondi se ocupó de organizar la Fronda y propuso a Condé como jefe, pero éste rechazó el nombramiento, diciendo que «no podía aceptar convertirse en el general de un ejército de locos». Gondi llamó entonces a Conti, hermano menor de Condé.
La corte volvió a abandonar París, trasladándose al palacio de Saint-Germain-en-Laye la noche del 6 de enero de 1649. El joven Luis XIV tuvo que pasar la noche en un palacio en obras y dormir sobre paja, pagada a precio de oro.
Condé rodeó París y se dice que, en medio de un invierno polar, asoló los campos e hizo meter a sus prisioneros, desnudos, en el Sena. París, ya sitiado por el hambre, sufrió, además, una inundación.
Los caudillos de la Fronda pidieron ayuda a Felipe IV de España, quien aprobó el envío de una flota de apoyo a la ría de Burdeos. El vizconde de Turenne, recluido en su mansión y descontento por su discriminación, se unió a la Fronda con el ejército de Alemania.
Entre tanto, en París, los libelistas enfurecidos, redactaron más de cinco mil mazarinades, burlándose de la afición al lucro del abad de los veinte capítulos, ya que percibía los diezmos de veinte abadías sin administrarlas.
Preocupados por la amenazadora situación, los presidentes Molé y de Mesmes, suplicaron a Ana de Austria que iniciara negociaciones. Mazarino firmó un acuerdo con ellos y pidió a Barthélémy Herwart que despidiera a los oficiales del ejército alemán, lo que supuso el ya insoportable gasto de un millón y medio de libras para pagar y retirar a los ocho regimientos de Turenne.
El 7 de marzo de 1649, Turenne fue declarado culpable de un crimen de lesa majestad. Gondi negoció, urgentemente, un codicilo en el que se aseguraban para él y para sus amigos títulos, cargos y otros honores. El presidente Molé hizo publicar dicho codicilo, lo que provocó la indignación de París.
Ana de Austria firmó, entonces, la Paz de Rueil el 11 de marzo de 1649, por la que otorgaba una amnistía general, que incluía a Turenne. El rey volvió a París el 18 de agosto, donde fue acogido con gran alegría. La Fronda, entonces, sólo parecía haber sido un mal sueño.
LA FRONDA DE LOS PRÍNCIPES
El príncipe de Condé fue, junto con Gastón de Francia, el gran vencedor de la Fronda Parlamentaria. Obligó a la reina a conceder honores a su hermano Conti y a su hermana, Madame de Longueville, pero, tras una nueva insolencia de Condé, Ana de Austria le hizo arrestar, el 18 de enero de 1650, junto con Conti y el duque de Longueville, que fueron encarcelados en Vincennes.
En provincias, la Fronda se reavivó. La duquesa de Longueville huyó a Normandía acompañada por el duque François de La Rochefoucauld; Turenne permaneció fiel a Condé; Mazarino reaccionó, y distribuyó el poder entre sus adeptos, retirando a los antiguos frondistas.
Para comprobar que los nobles de las provincias le eran fieles, Ana de Austria, acompañada por Luis XIV, realizó una gira por Francia.
La duquesa de Longueville se reunió con Turenne en Meuse y firmó un acuerdo con Felipe IV de España.
El ejército de Turenne se unió al de Leopoldo Guillaume, gobernador de los Países Bajos borgoñones. Ante el empuje de la Fronda de los Príncipes, la reina llevó al rey a Guyenne, donde los frondistas acababan de conquistar Burdeos, y dejó a Monsieur el gobierno general del reino. Ante la amenaza de Turenne, llevaron a los prisioneros a Vincennes y Marcoussis. El 5 de septiembre, empezó el asedio de Burdeos.
En París, Mazarino cometió el error de negar el capelo a Gondi, -después, Cardenal de Retz-, impulsando al coadjutor a idear nuevas conspiraciones.
En diciembre, el Parlamento reclamó a la reina la liberación de los príncipes y el cese de Mazarino que, el 6 de febrero intentó huir a Saint-Germain-en-Laye. La reina y el rey tenían que reunirse con él. Monsieur, al tanto de las intenciones de huida de Mazarino le denunció a Gondi y la noche del 8 al 9, las milicias burguesas cerraron las puertas de París.
Soliviantados por el coadjutor -Gondi-, quisieron comprobar que el rey no estaba preparado para marcharse, y Ana de Austria, atemorizada, tuvo que poner guardias en la habitación de su hijo.
El 10 de febrero liberaron a los príncipes y el 17, el Parlamento abrió un proceso contra Mazarino.
Durante los meses siguientes, se llevaron a cabo en París reuniones informales de los gentilhombres, de las que Monsieur fue el portavoz. La nobleza pedía la intervención de los Estados Generales, su idea era tener una monarquía mixta en la que la aristocracia tuviese un papel decisivo. Esta perspectiva no satisfacía a nadie, ni aun a los líderes de la nueva Fronda, aunque estaban divididos por conflictos internos. Condé rechazó proclamarse regente, y el clero, incitado por Gondi se opuso al Parlamento.
El 7 de septiembre de 1651, Luis XIV alcanzaba la mayoría de edad.
LA FRONDA DEL GRAN CONDÉ
El 6 de septiembre, el príncipe de Condé, se retiró a Trie-en-Vexin, refugiándose en la mansión del duque de Longueville. Sin un motivo claro que justificara su inquina por Mazarino, se embarcó en una batalla personal contra él. Firmó un acuerdo con los españoles, prometiendo entregarles un puerto francés: Bourg (Gironda), a cambio de quinientos mil escudos para pagar a sus tropas. El rey y la reina tuvieron que marcharse de nuevo.
En enero de 1652, Ana de Austria llamó a Mazarino y este negoció la lealtad de Turenne y del duque de Bouillon. Sin embargo, su vuelta inesperada indignó de nuevo a París. El Parlamento puso precio a su cabeza y Monsieur firmó con Condé un manifiesto en el que se pedía la expulsión del cardenal. Condé trató de sorprender al ejército real que avanzaba por el Loira, pero Turenne lo paró en Bléneau.
Carlos IV de Lorena entró en Francia en mayo, en nombre de los españoles. Su objetivo era liberar al ejército de los príncipes, rodeado por Turenne en Étampes. Las tropas reales y las de Condé jugaban al escondite en torno a París. El 2 de julio, cuando se libraba un combate en el barrio de San Antonio, la Gran Mademoiselle hizo bombardear a la caballería real y las partes altas de Charonne, desde donde Luis XIV y Mazarino observaban la acción.
Condé pudo refugiarse dentro de la ciudad, que fue devastada por el pillaje, a la vez que el ayuntamiento, en el que estaban reunidos los ediles favorables al rey, fue quemado, y sus ocupantes masacrados por los soldados de Condé disfrazados de obreros.
A estas alturas y ante la inutilidad de todo lo sucedido, se produjo una especie de cansancio general.
-Mazarino decidió retirarse a Bouillon (momentáneamente) para calmar la situación.
-Condé abandonó Francia y pasó a Flandes, poniéndose al servicio de España.
-El 21 de octubre de 1652 Luis XIV entró, triunfante, en París y se instaló en el Louvre, más seguro que el Palacio Real.
-El cardenal de Retz fue encarcelado.
-Condé, fue desposeído de su título de príncipe de sangre real y condenado a muerte.
-Conti se casó con una sobrina de Mazarino para evitar su caída en desgracia.
-La Gran Mademoiselle se encerró en Saint-Fargeau, donde permaneció hasta 1657.
-Una Cámara de justicia, con sede en el Louvre, prohibió a los magistrados "tomar ninguna medida respecto a los asuntos del Estado".
Pero Mazarino volvió el 3 de febrero de 1653, y fue recibido con aplausos, mientras que Burdeos, última ciudad que apoyó la Fronda, cayó en julio de 1653.
Personajes que apoyaron al Rey:
-La regente, Ana de Austria
-El Cardenal Mazarino
Frondistas
-Jean-François Paul de Gondi, futuro cardenal de Retz
-Príncipe de Conti
-Mademoiselle de Montpensier, llamada la Gran Mademoiselle
-El duque y la duquesa de Longueville
-La duquesa de Chevreuse y la duquesa de Montbazon
Alternativamente apoyaron o atacaron ambos bandos:
-El Vizconde de Turenne
-El Gran Condé
LOS PERSONAJES
Gaston de France, Duque de Orléans en 1634. Anthony van Dyck. Musée Condé
Gaston, duque d’Orléans, único hermano de Louis XIII; ambicioso y sin voluntad. Aliado alternativmente con Chalais, Montmorency y Cinq-Mars, que sólo actuaron bajo sus órdenes, los abandonó ante el cadalso, sin hacer, para salvarlos, más esfuerzo que unas humildes súplicas, que él mismo sabía que ibas a ser inútiles.
Val-de-Grâce
Anne d’Autriche / Ana de Austria, casada con Louis XIII desde hacía 28 años, siempre fue infeliz, pues su marido nunca la amó y Richelieu le hizo sufrir toda clase de persecuciones. Convertida en madre de dos hijos, veintitrés años después de su boda, el doble acontecimiento no provocó la ternura del rey. Anne no tenía más consuelo que depositar sus penas ante los altares, de modo que se dedicó a embellecer la iglesia de Val-de-Grâce, su lugar de recogimiento preferido, donde pasaba largas horas hablando con Vicente de Paul, que era el depositario de su caridad.
Se hicieron célebres unos versos populares:
La reina dijo al salir de la ciudad:
Me acordaré de esto.
Sabed, franceses, que soy de Castilla
Y que me vengaré.
Si no pierdo la memoria
Y volvió, Dama Ana volvió.
Condé. Autor desconocido. Museo Condé
Henri, Prince of Condé / Enrique, Príncipe de Condé (1588–1646) agotado por el dolor y las fatigas, más que por los años, se unió a todos los conflictos del reinado y lo pagó con cinco años de prisión. Su mujer, la bella Charlotte-Marguerite de Montmorency, vio morir en el cadalso a un hermano al que amaba tiernamente, y profundamente afligida, se lo reprochó a la reina, de la que después llegó a hacerse amiga íntima.
Ella y Condé tuvieron tres hijos: el Duque de Enghien, la Duquesa de Longueville y el Príncipe de Contí.
El Duque de Enghien, que llevaría con tanta gloria el nombre de Gran Condé, todavía no tenía 22 años, cuando su reputación militar estaba demostrada, y Luis XIII, reconociendo una gran ambición, se enorgulleció de aislarlo de los partidos al confiarle el mando del ejército de Flandes, que pronto iba a luchar contra don Francisco de Melos.
Cuando se casó con Charlotte, hija de Henri I Duque de Montmorency en su segundo matrimonio, en 1610, María de Médicis, la mujer de Henri IV le regaló el Hôtel Condé en París, que desde entonces, se convirtió en residencia de los Condé, hasta 1764. Sus tres hijos estuvieron comprometidos con La Fronda.
La Duquesa de Longueville. De Charles y Henry Beaubrun. Versalles
La Duquesa de Longueville se ganó la admiración general con su espíritu delicado, su excelente gusto y su presencia, notable por su belleza. Se decía que tenía algo angelical. Se conocen los famosos versos escritos por del Duque de La Rochefoucauld en el reverso de un retrato de la duquesa:
Pour captiver son coeur, pour plaire à ses beaux yeux,
J’ai fait la guerre aux rois: je l’aurais faite aux dieux.
Por cautivar su corazón, por complacer a sus bellos ojos,
Hice la guerra a los reyes; se la habría hecho a los dioses.
Armand de Bourbon (1629-1666).
El Príncipe de Conti, nació débil y deforme, y sus padres lo destinaban a la carrera eclesiástica, pero la influencia de su hermana, la única a la que él amaba, le hizo volverse hacia la carrera de las armas.
François de Bourbon, Duque de Beaufort (1616-1669) Jean Nocret.
Baltimore Museum of Art.
Después de la Casa de Condé, la más poderosa fue la de Vendôme. El Duque de Beaufort, segundo hijo de César, Duque de Vendôme, animoso como su antepasado, Enrique IV, pero menos dotado de inteligencia y de carácter, estaba destinado a convertirse en el instrumento flexible del primer faccioso que supiera hacerse con él. Su gran atractivo le hizo muy querido, incluso entre la multitud, que más tarde, le apodaría Le Roi des Halles.
Duque de Bouillon y Vizconde de Turena
Frédéric-Maurice, Duque de Bouillon, fue despojado de la ciudad de Sedán por Richelieu. Su hermano Henri, Vizconde de Turenne, mostró muy pronto los talentos que le colocarían en el rango de los grandes generales.
Marie y Anne de Gonzague, perseguidas por Richelieu, y muy próximas a madame de Longueville; siendo muy jóvenes todavía, eran ya muy hábiles para la intriga.
La Duchesse de Montbazon, dominada por un sentimiento excesivo de avaricia, sólo pensaba en enriquecerse. Su belleza era sorprendente y los contemporáneos la comparaban con las estatuas antiguas. «En la danza hacía sombra a todas las demás,», decía Tallemant des Réaux. El cardenal de Retz la juzgaba más severamente: «Nunca conocí a nadie que mostrara en el vicio, tan poco respeto a la virtud».
La Duchesse de Chevreuse (Marie de Rohan) desterrada desde los 18 años por Richelieu, mantuvo correspondencia secreta con la reina, que la quería muchísimo. Después de recorrer diversos estados, en los que tramó numerosas intrigas, esperó en Bruselas la muerte de Luis XIII para volver a Francia.
J. F. -Paul de Gondi, después, Cardenal de Retz
Junto a toda esta nobleza aparecían otros personajes destinados a representar importantes papeles en los vaivenes de la regencia.
El primero, Jean-Framçois-Paul de Gondi, futuro Cardenal de Retz, que acababa de recibir el bonete de doctor en La Sorbonne, y aspiraba a convertirse en el coadjutor de su tío, Pierre de Gondi, Arzobispo de París.
No poseía virtudes eclesiásticas. Su genio audaz, inquieto y rebelde, le llevó a participar en conjuras y planes secretos, y a pesar de sus esperanzas episcopales, llevaba una vida muy mundana, tanto, que en ocasiones, hasta se batió en duelo.
De Gondi fue juzgado diversamente; fue muy alabado y muy difamado. Madame de Sevigné, por ejemplo, le llamaba “El héroe del Breviario” y Chateaubriand, recalca, con exactitud, que, “privado de acontecimientos, se volvió inofensivo”, y que como escritor era más bien anodino, como en todo lo demás.
Refiriéndonos ya al Parlamento, Matthieu Molé, primer presidente, y Omer Talon, abogado general, ambos distinguidos por eminentes virtudes, eran fieles y entregados a los principios monárquicos, pero, no pudieron evitar un cierto espíritu de oposición, provocado por una administración tanto tiempo opresiva y arbitraria.
Hay, finalmente, toda una confusa multitud de intrigantes y oscuros descontentos entre consejeros, burgueses, cortesanos y rufianes, todos ellos ávidos de desórdenes y cambios.
Mazarino
El ministerio estaba formado por criaturas del cardenal Richelieu. Divididos en sus opiniones, se detestaban unos a otros e intrigaban continuamente para que el nuevo poder los mantuviera en sus puestos. Mazarino era el único superior del Consejo de Estado.
Originario de Sicilia, fue primero militar, después eclesiástico; alcanzó la púrpura y después, en el ministerio, con mucha flexibilidad, prestó algunos servicios importantes a Francia. Encargado por Richelieu de los Asuntos Exteriores, los manejó con destreza.
Aunque era completamente opuesto a su superior, mostró tanta humildad, suavidad y modestia, que ante Richelieu, había hecho parecer elevación de miras, lo que en realidad era inflexibilidad y orgullo.
Mazarino tomó la palabra en el Luxemburgo, pero su acento italiano hizo que se perdiera la gravedad de su discurso; en lugar de decir “arrêt d’union” – “cese de la unión”, decía “arrêt d’ognon” – que sonaba como “cese de la cebolla” y aquel error, simplemente una mala pronunciación, dio lugar a muchas burlas.
Louis XIII, que temía las intrigas que iban a producir tantos intereses opuestos; pidió a sus ministros un plan de regencia en el que la reina y Gastón tuviesen la menor autoridad posible. El ministerio le sometió inmediatamente un plan conforme a sus desconfianzas. La reina era nombrada regente, Gastón lugarteniente general y el príncipe de Condé, presidente del Consejo de Ministros.
La ordenanza fue llevada al Parlamento, que la registró sin quejas, pero Ana de Austria, escribió una protesta a mano y la registró ante un notario.
Sus partidarios se unieron a su resentimiento y el duque de Beaufort le ofreció la ayuda de la Casa de Vendôme. La Casa de Condé se mostró contrariada por el hecho de que aquellos se le adelantaran, pero recibió magníficas promesas que los decidieron a declararse también a favor de la reina. Al mismo tiempo Mazarino halagaba a la futura regente, dándole seguridad sobre su adhesión, pero no no obtuvo más que algunas esperanzas.
Y así terminó esta Guerra de La Fronda, que preparó de antemano una época de triunfo popular, y que sería seguida inmediatamente por el reinado más brillante de la monarquía. Los hombres se entregaron a fondo a aquellos cambios, disensiones y luchas; los espíritus cobraron energía, con un ardor y una actividad singular, por la que Francia le debe a la Fronda una parte de la gloria del gran siglo al que dio paso.
Toda la literatura del gran siglo, dice Fortoul -político, hombre de letras e historiador, 1811-1856-, se inundó con aquellas tempestades y adquiriró un conocimiento verdadero de los asuntos de los hombres que la distinguiría.
La Rochefoucauld, autor de las Maximes, fue uno de los héroes de la Fronde.
Pascal se inspiró en ella.
Molière empezó entonces, y pronto se convirtió en un admirable representante de su espíritu.
Saint-Evremond le debe su alegría y también su exilio.
Madame de Sévigné, la animada gracia de su charla.
La Fontaine, las libertades y la profundidad de su raciocinio.
Corneille, que hasta entonces había pintado los personajes más heroicos de la antigüedad y de su tiempo, aprendió a poner en escena las intrigas de la corte y a desarrollar discusiones políticas.
Boileau incluso, que trabajaba entonces para un frondista apasionado, introdujo en los enfrentamientos un sentimiento democrático que nunca desapareció del todo de su alma y que produjo la Epístola a Dangeau, sobre la nobleza, una obra tan atrevida como el Tartuffe.
Bossuet pudo hallar entonces todas las grandezas de la elocuente voz que le acompañó hasta el fin de su vida.
De este modo, la Fronda -añade Fortoul-, fue una excelente escuela de la que salió todo lo que el genio de la nación produjo de más grande y más bello, de modo que la Fronda no murió, sino que siguió viviendo en la literatura francesa.
Sin embargo al enumerar a los personajes a los que la Fronda formó, hemos olvidado a uno: Luis XIV. La insurrección y la guerra civil se encargaron de educar a este príncipe, al que su madre y el cardenal descuidaron tanto. Forzado por la necesidad de huir de París, vio la suerte de su corona sometida al azar de las luchas, y la monarquía, a dos dedos de su pérdida.
Durante algún tiempo pudo dudar si terminaría su vida en el trono o fuera de Francia, pero la espada de Turenne, decidió la custión en Gien, y volvió a abrir al monarca el camino hacia París, que Condé acababa de disputarle.
Entre aquellos límites extremos, Luis XIV pudo instruirse en la forma de gobernar, aunque no supo aprovechar la lección, sino para legar peligros mucho mayores a sus sucesores.
Continúa: Parte II • LUIS XIV MONARCA EFECTIVO
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