¡Qué maravilla un jardín
en medio de tanto fuego!
Capaz de acoger cualquiera
de entre las diversas formas
mi corazón se ha tornado:
Es prado para gacelas
y convento para el monje;
para los ídolos, templo, |
Kaaba de quien le da vueltas;
es las Tablas de la Tora
y es el Libro del Corán.
La religión del amor
sigo adonde se encaminen
sus monturas, que el amor
es mi práctica y mi fe.
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Ibn Arabi, Taryumân al-ashwâq (El intérprete de los deseos). Casida XI. (Trad. P. Beneito)
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Muhammad
Ibn Ali Ibn al-Arabi nació en Murcia, en el sureste de España, en 1165
d. C. (año 560 de la Hégira), en un momento de esplendor de la cultura
andalusí.
Desde
la llegada de los musulmanes a la Península Ibérica en el 711 d.C., el
sur de la Península se había arabizado, y el árabe se había convertido
en la lengua común de toda la gente culta. En al-Andalus las tres
tradiciones abrahámicas principales, es decir, el judaísmo, el
cristianismo y el islam prosperaron conjuntamente con una cierta
armonía, y fueron muchos los que las consideraron como caminos
diferentes hacia un mismo final. Era un mundo enormemente rico y
talentoso, como todavía podemos apreciar en edificios como la Alhambra
de Granada, o la Mezquita de Córdoba; un mundo donde los grandes
clásicos de la literatura griega, sobre todo Aristóteles y Platón,
fueron traducidos (primero al árabe y luego al latín) y estudiados junto
con las enseñanzas espirituales de las tres religiones abrahámicas.
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La puerta de la Mezquita de Córdoba, donde Ibn Arabi asistió a diversos cultos. |
Ibn
Arabi creció en una atmósfera empapada en las ideas científicas,
religiosas y filosóficas más importantes de su época. En una época en la
que la comunicación de masas era inexistente, esto fue un ingrediente
esencial en la formación de una de las mentes más brillantes del mundo
occidental. Como se muestra en el poema anterior, Ibn Arabi no se
contentaba simplemente con saber sobre las cosas, ni con seguir un
camino en particular. Aunque muchos escritores lo hayan caracterizado
como un gran maestro sufí firmemente arraigado en el mundo islámico,
sería una equivocación limitar su atractivo al público musulmán o verlo
simplemente como un gran pensador medieval. Su objetivo exclusivo y
principal era conocer la realidad tal y como es, sin importar de qué
modo se represente. Lógicamente, se expresaba dentro del contexto
cultural que él mismo conocía, pero da por sentado que sus lectores
tendrán la misma actitud resuelta, enfocada a la pasión por la verdad, y
sus escritos tienen un tono muy contemporáneo: “todo lo que nos deja la
tradición, son meras palabras. Está en nuestras manos averiguar lo que
significan”.
Esta
pasión se manifestó en él desde una edad muy temprana. Durante su
adolescencia, como muchos adolescentes antes que él y sin duda desde
entonces, solía dividir su tiempo entre ser un estudiante serio, que
estudia el Corán, la ley islámica, etc., y pasárselo bien con sus
amigos. En medio de una de estas fiestas nocturnas en Sevilla oyó una
voz que le llamaba: "Oh Muhammad, no fuiste creado para esto". Se alejó
consternado y durante varios días permaneció en retiro espiritual junto a
unas tumbas. Aquí fue donde sucedió un evento fundamental: su triple
visión, en la que se encontró con Jesús, Moisés y Muhammad (Mahoma) y
fue instruído por ellos. Fue una iluminación que simultáneamente lo
inició en el camino espiritual y lo asentó en su función de maestro.
Esta visión ocurrió en el mundus imaginalis (Mundo Imaginal, o barzaj),la
presencia imaginativa donde Dios se le manifiesta directamente al
aspirante espiritual, e Ibn Arabi recibiría muchas iluminaciones de esta
clase a lo largo de su vida. A partir de este entendimiento emprendió
el viaje de su vida; un viaje que no sólo le llevaría de un extremo a
otro del mundo arabófono, sino que también le revelaría la intensidad
plena de la vida espiritual más notable, que mediante sus obras ha
marcado, formado y transformado a todo aquel que ha entrado en contacto
con ellas.
Principio de Unidad
Es
difícil transmitir algo más que unas pinceladas de las enseñanzas de
Ibn Arabi, porque sea cual sea el punto de partida, sea cual sea el
punto de vista que se sostenga como verdadero, es como adentrarse en un
océano. Como en el caso de Bach, incluso la cantidad de su producción
literaria asombra, con aproximadamente 300 libros, tratados y
colecciones de poesía, de las cuales quizás se conserven todavía 200
(una de ellas, al-Futûhât al-makkiyya o Las iluminaciones de La Meca),
se estima que llegaría a las 17.000 páginas en su nueva edición). Sin
embargo, en realidad el problema no es el volumen total de trabajo, que
requeriría toda una vida o más de estudio, sino la extraordinaria
calidad del material, que exige mucho al lector.
La primera página de al-Futûhât al-makkiya, .Manuscrito de Konya, escrito a mano por Ibn Arabí.
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A
pesar de todo, se nos da una clave para comprender: la visión triple de
los tres grandes profetas de la tradición abrahámica, que para Ibn
Arabi transmiten el mismo mensaje, esto es, la misma religión esencial
del amor. El autor considera a todos los profetas y santos como maestros
de esta religión fundamental.
No
hay más conocimiento que el tomado de Dios, ya que solo Él es el
Omnisciente…. los profetas, a pesar de su gran número y de los largos
períodos de tiempo que los separan, no tenían ningún desacuerdo en el
conocimiento de Dios, ya que lo tomaron de Dios.
Al-futûhât al-Makkiyya (Las iluminaciones de La Meca) II. 290.
Trad. al inglés por W. Chittick, “The Sufi Path of Knowledge”.
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Artículo: escrito por Stephen Hirtenstein
Foto: de internet (abeja Daysipoda Toraki, macho)