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Wednesday, December 4, 2013

Colofón: Relaciones sentimentales como meta-texto o amores de la vida real que se entrecruzan con “La estafeta romántica” de Benito Pérez Galdós

Con  “La estafeta romántica”, Episodios Nacionales Serie 3, 26, de Benito Pérez Galdós (BPG) se entrecruzan varias relaciones sentimentales de la vida real de una forma o de otra, casi diría yo que dialogando con ella. Una especie de meta-texto que está presente para el lector  capaz de leer entre líneas y que nos ofrece una panorámica,  incluso internacional, de relaciones amorosas a fines del Siglo XVIII y primera mitad del  XIX, relaciones, dentro de las que se cuentan  las propias del autor, sin decir, diciendo. Relaciones  en las que  seguramente BPG meditó mucho e incluso, podría suponer, que comparó con las que describió en su obra y que tan bien reflejan  (Entradas uno y dos) la alta sociedad burguesa española de esa época.



La primera de ellas es la de  José Mariano Larra y Dolores Armijo: “Suicidado…. por despecho amoroso de la rabia que le dieron los desdenes de su amante, la cual era casada”  (sg Maria Tirgo en Carta I) y que  “Se mató por contrariados amores con una casada: ¡qué abominación!” (sg Juana Teresa, Carta II). Carta ficticia de Miguel de los Santos, escrita en realidad por Pilar adosada a  XI: “¿Y ella?” “por huir del pecado, había surgido la espantosa tragedia”.  Sin embargo Demetria  considera "que el difunto suicida -Larra -era un hombre que con sus propios pensamientos, como la cicuta, se amargaba y envenenaba la vida (según lo  cuenta su  tía Maria Tirgo en Carta IV). El suicidio de Larra va a ser un leitmotiv en La Estafeta, apareciendo en varias cartas y del cual se habla desde distintas perspectivas, pero siempre reprobándolo y temiendo alguno de los personajes (Pilar,  Valvanera, Demetria) que  otro personaje,  Fernando, se suicide, cosa que él deja claro en Carta V al cura Hillo que no desea hacer  ni es una opción válida para él, claro que el muchacho tendrá que elaborar su duelo por el amor perdido.  De hecho,  toda la Estafeta comienza una semana después del suicido de Larra.

En Carta VII incluso, Fernando sueña con Larra, quien se le aparece y le dice --_“debemos matarlas a ellas (a las mujeres)  y a nosotros no” “¿Qué culpa tenemos nosotros de sus traiciones?”.

Cómo es sabido (Ver texto de Carmen de Burgos) si bien es cierto que Dolores no fue el primer amor de José Mariano Larra -que incluso estaba casado desde 1829 con Josefa (Pepita) Wettoret,  con la cual tuvo tres hijos, que abandona en 1933 o 34- la relación sentimental entre ambos dura desde 1832 hasta la muerte de Larra el 13 de Febrero de 1837, momentos posteriores a que ella haya ido a su casa a pedirle que le regresara las cartas. Dolores Armijo estaba casada con José Cambronero  que había sido destinado a un alto cargo gubernamental en las Filipinas, con quien desea volver a reunirse después de la separación de los cónyuges motivada por el escándalo. El barco  nunca llega a destino, naufragando en altamar. No hubo sobrevivientes.

Otra relación que también está presente es  la  de Goethe  y Charlotte Kestner, (reflejada en los personajes de Werther y Lotte). En la obra de Goethe “Las desventuras del Joven Werther”   en el enamoramiento  del personaje Werther por Lotte que está por casarse con Albert, 11 años mayor que ella, Goethe ha puesto mucho del amor juvenil  que él sintió por Charlote Buff Kestner, una mujer  que conoció en un baile que organizó la tía  abuela de Goethe en 1772 en  Wetzlar, Alemania. A pesar de que en el baile Carlotte bailara mucho con Goethe,  no mostró,  al parecer, interés sentimental en él y poco después se casó con Johann Ch.  Kestner, un diplomático   y coleccionista de arte. Cortés y valiente,  Goethe,  les regaló los añillos de boda y  acto seguido se puso a escribir el libro de “Las desventuras del Joven Werther”, el escritor tenía entonces, 24 años.    Según se dice, Goethe se ha arrepentido en su vejez de haber escrito ese libro.  Lo interesante aquí, es el suicido simbólico de Goethe a través del suicidio de su personaje. En cierta medida podemos decir, que la escritura de esta obra, en su momento, fue terapéutica para Goethe, (no  así para los muchos jóvenes románticos que hubieran seguido el ejemplo de lo que se llamó “el efecto Werther”, suicidándose  por un fracaso sentimental).  Goethe sublima en  la obra cualquier impulso hacia ese sentido que, como joven despechado y dolido, pudiera haber tenido.


F-R. de Chateaubriand y Mme Récamier: Chateaubriand es mencionado como parte de la copiosa literatura que leen Demetria y Gracia, esta última  cuenta  a Fernando que leyó “Atala”, y luego leerá también “Los Mártires”, dos obras de François-René  de Chateaubriand (Papelito adjunto a Carta XVIII). Ambos,  F-R.  de Chateaubriand y Mme J. Récamier son mencionados también porque Juana Teresa encontró papeles de ellos en el archivo de Dn Beltrán (Carta II).  El vizconde de Chateaubriand se casó de muy joven, a los 24 años, con una amiga de su hermana  Lucile, Céleste Buisson de La Vigne,  noble, rica -que luego perdió (por culpa del tío) su fortuna-  y huérfana,  más por presión de sus hermanas  Julie y Lucile que por amor, en realidad él en esa época no estaba bien anímicamente, según queda reflejado en sus “Memorias de Ultratumba”.   Un año después, en 1794, cuando su familia estaba siendo encarcelada y decapitada, partió apresuradamente  al exilio, solo, por aprox. unos 12 años, lo que de por sí impidió que  ambos cónyuges se aprendieran a conocer y  ambos, en realidad,  no podían ser más diferentes, más dispares en  gustos, forma de pensar y caracteres. Sin embargo, Celeste  le quería, pero  era incapaz por su temperamento práctico y muy concreto,  de llegar a entender a su marido en lo profundo. Hay una anécdota en “Le Cahier Rouge” –Parte del libro de Memorias y cartas de Mme de Chateaubriand, Jadis et Naguère, Paris, 1929-  una anécdota que relata con ternura pero que refleja los sobresaltos a los que su marido la sometía.   François-René de Chateaubriand se había opuesto tenazmente a Napoleón, a partir del asesinato del Duque de Enghien en 1804,  incluso, había renunciado ante M. de Talleyrand, el entonces  Ministro de Relaciones Exteriores,  su reciente nombramiento como Ministro en La Rep. de Valois, (Suiza). En el año 1814, M. de Chateaubriand -cuenta Céleste- estaba escribiendo su folleto “De Buonaparte et des Bourbons”, si este escrito caía en manos de las autoridades, la sentencia sería, sin duda, dice ella, la guillotina. A pesar de ello, F-R. de Chateaubriand, era muy negligente para esconderlo, razón por la cual ella velaba por su resguardo: “seguido ocurría que cuando él salía, lo olvidaba sobre la mesa (…). Y yo estaba en trances mortales, así que agarraba el manuscrito y me lo metía en la ropa. Un día atravesando Les Tuilleries, me doy cuenta de que no lo tengo más y estando bien segura de haberlo sentido al salir de casa, no dudo de que lo perdí en el camino; veo el escrito fatal caer en manos de la Policía y M. de Chateaubriand arrestado, literalmente me desmayo  en medio del jardín, me asiste buena gente, inmediatamente me conducen de regreso a mi casa de donde no me había alejado mucho. Qué suplicio subiendo la escalera, yo flotaba en un pavor que era más bien la certeza  esa (de haberlo perdido) y a la vez,   quería tener una vaga esperanza de haberme olvidado el folleto en casa!. Al acercarme al cuarto de mi marido, me siento nuevamente desfallecer, entro al fin: nada sobre la mesa, me acerco a la cama, toco primero la almohada, no siento nada,  la levanto, veo el rollo de papel: el corazón me bate fuerte cada vez que  pienso en ello. Nunca sentí una alegría mayor en mi vida. Cierto, puedo decirlo sinceramente,  no hubiera sido mayor la alegría si hubiera sido yo la que estaría al pie de la Guillotina, porque en realidad era alguien que me era más querido que yo misma  a quien veía en ese peligro mortal” (Trad mia, Op. Cit.  P 53 y 54.-  F. René de Chateaubriand también refiere algo de este episodio en sus “Memorias de Ultratumba”) 

Volviendo a F-R. de Chateaubriand, tuvo  varias amantes, sí,  entre las que se cuentan Mme Custine (en un breve romance, de quien también existe un libro  con sus Cartas),  Mme Pauline de Beaumont que fue a morir de tuberculosis en sus brazos a Roma, cuando él era Embajador allí,  en 1804, a quien no sólo cuidó hasta su muerte, también vendió muebles para pagar su entierro; Mme  Natalie de Noailles (con quien se encontró en España a su regreso del viaje a Tierra Santa, Egipto, Turquía y Grecia y del casi naufragio en Lampedusa), etc,  pero la mujer que lo acompañó  siempre -la que fue el amor de su vida-  sin lugar a dudas,  fue Mme Récamier, a quien conoció en casa de Mme  Staël ,  durante una breve visita  suya en 1801, pero que  16 años más tarde  volvió a encontrar y desde entonces, fueron inseparables  por casi 30 años (salvo cuando ella se fue a Roma, un año y medio). Mme  Juliette Récamier era capaz de entender en lo profundo y transitar las oscuras y atormentadas celdas del alma  de F-R. de Chateaubriand, y ella como nadie,  era capaz de calmar sus ansiedades en una época extremadamente convulsa e inestable políticamente,  en la que el terror era moneda corriente y nadie mejor que Mme Récamier también, para valorar sus escritos, porque es cierto, Mme de Chateaubriand, si bien contribuyó  con su marido a fechar ciertos eventos puntuales, nunca leyó, por ejemplo,  sus “Memorias de Ultratumba”. Y así, Mme Récamier y R-F. de Chateaubriand se visitaron a diario hasta el fin de sus días, ella  casi ciega por cataratas mal operadas, él hemiplégico.

Espronceda   nombrado en la carta adjunta a Carta XI y el no dicho romance con Teresa, pero  por muchos harto conocido y  del cual se desahoga en su Canto a Teresa. Un romance pasional pero prohibido y condenado severamente por la sociedad de la época, incluso de forma muy cruel.

Y por último,  no podemos obviar la propia vida del  autor: Benito Pérez Galdós y sus mujeres: aunque fuera soltero toda su vida, mantuvo sin embargo, largos romances  por ejemplo,   con  Lorenza Cobián de la cual hasta tuvo una hija,  con Concha Ruth Morell,  que visitaba en Santander, primero y luego  incluso llegó a mudarse allí,  y con  la Condesa Emilia Pardo Bazán con quien tuvo, al parecer,  un romance de  más de 20 años.



Contribución a la lectura colectiva virtual que hacemos bajo la conducción de Pedro Ojeda  desde su blog La Acequia.   ©  Myriam Goldenberg