Sábado, 23 de noviembre
FLOTADOR
Nado en
el mar de los días agarrado al flotador de la costumbre. A veces suelto una
mano; en alguna rara ocasión, y por muy poco tiempo, las dos. ¿Aprenderé algún
día a bracear libremente y sin andaderas ? No lo creo.
“Morir es perder la costumbre de
vivir”, escribió González-Ruano. Yo me aferro cada vez más, como un niño
miedoso, a la tabla de las costumbres que me permiten sobrevivir en un mar que
se va volviendo de día en día más tempestuoso.
Domingo, 24 de noviembre
VIAJAR EN EL
TIEMPO
Los
últimos meses que estuvo al frente de la República, Alcalá-Zamora escribió un
diario, desaparecido durante la guerra civil, reaparecido muchos años después,
publicado por primera vez en 2011. Yo he tardado algún tiempo más en leerlo,
por prejuicios contra el autor y contra el editor, que lo enmarca en una
campaña contra la supuesta historia oficial, escrita desde la izquierda, de la
Segunda República.
Leer
estas páginas es contemplar unos días cruciales de la historia de España desde
una óptica privilegiada, la del presidente de la República. Aparecen muchas
minucias que el tiempo ha ido borrando. Queda clara su incompatibilidad con los
políticos principales de los dos bloques que enfrentaron en las elecciones del
36. Odiaba a Gil Robles no menos que a Azaña; su dimisión o su destitución
parecía inevitable, ganara quien ganara.
No
hay demasiada objetividad en estas anotaciones que quieren ser imparciales. Refiriéndose
a un mitin del 9 de febrero de 1936 en el cine Montecarlo de Madrid, anota que
Azaña se “irritó por el público nada literato que le correspondió ayer en los
barrios bajos, habiéndole sacado de tino el hecho de haber ocupado la primera
fila unos gitanos. La exasperación de sus refinamientos poco democráticos le
puso fuera de sí, y al terminar, refiriéndose a este palacio, dijo que entraría
a codazos en el sitio donde había entrado dando portazos”.
Pero
el disgusto de Azaña parece que tuvo otros motivos, según se deduce de la nota
el editor. En sus palabras no hubo una queja hacia el auditorio, sino a las
condiciones auditivas del local: “Venimos al mitin a hablar de lo que sepamos y
podamos y a escuchar lo que podamos escuchar, dada la mala instalación de los
aparatos. Incluso oír es un acto de disciplina y de adhesión. El que no oiga,
que tenga la bondad de dispensar y espere para otro día. Es de suponer –estoy
seguro-- que el objetivo final que perseguimos
con estas concentraciones y con estas demostraciones va a ser mucho más lucido
y brillante que estos pequeños accidentes que nos ocurren hoy. Y eso es lo que
importa”.
¿Quién
le contaría a Alcalá Zamora que Azaña puso mala cara al ver en primera fila a
unos gitanos? Si no hemos sido testigos presenciales de lo que se cuenta en un
diario conviene indicar cómo nos hemos enterado.
Miércoles, 27 de noviembre
AÚN NO
Una
entrada en Facebook de editorial Renacimiento comienza así: “Queridos amigos,
hemos recibido la información del propio Enrique Baltanás de que está vivo”. Se
repite la anécdota protagonizada por Mark Twain. Tras leer la información de su
fallecimiento en un periódico, envió un telegrama al director: “La noticia
sobre mi fallecimiento es un poco exagerada”.
La
noticia de la muerte de Baltanás había sido dada a conocer por la propia
Renacimiento. La habían conocido por Antonio Cáceres, un poeta amigo de
Baltanás, y habría ocurrido, al parecer, hacía ya una semana. La editorial
publicó una sentida necrológica, como suele ser habitual en estos casos, y los
comentarios se llenaron de condolencias. “Todavía sigo vivo”, tuvo que afirmar
el presunto fallecido.
¿Cuándo se perdió la costumbre de
verificar las noticias? Nos llega cualquier rumor y al instante lo echamos al
vuelo. Y quienes lo leen o escuchan siguen repicando las campanas de las redes
sociales. Nadie se detiene a comprobar si es cierto.
¿Y qué amigo es ese que al parecer recibe en
sueños la noticia de la muerte de Enrique Baltanás y ni siquiera se preocupa de
llamar a la familia? ¿O es que Baltanás vivía solo, sin contacto con nadie?
Yo
tuve una buena relación con él hace algunos años. Colaboró con frecuencia en
las revistas que yo dirigía, me envió sus libros, era un buen poeta y un
excelente estudioso de los Machado. Ideológicamente fue virando, como tantos,
de una izquierda moderada a una derecha radical. Eso quizá nos distanció un
poco. La última reseña que le dediqué era sobre una reedición de su biografía
de Antonio Machado, en la que se acentuaban los toques revisionistas y antirrepublicanos.
La noticia de la muerte de Baltanás,
como la de cualquiera de los que vamos cumpliendo años, es solo un poco
apresurada. Y una señal de que ya hemos comenzado a desaparecer.
Hay
escritores que mueren estando vivos y otros de los que solo nos enteramos de
que seguían vivos cuando nos llega la noticia de su muerte.
Jueves, 28 de noviembre
EL ABRAZO DE
VERGARA
“No
hablaste de mi poesía, solo de algo que te sabes muy bien, las guerras literarias
de los ochenta”, me reprocha Olvido García Valdés en la cena que sigue a su
intervención en la cátedra Alarcos.
Es cierto no hablé, o hablé poco de
su poesía, porque sabía que ella lo iba a hacer por extenso en su charla. Y lo
hizo muy bien, como es habitual. A mí me interesa mucho más lo que dice de su
poesía que los propios poemas, un poco borrosamente intercambiables (aunque
esto puede ser solo una impresión mía, que tengo otros gustos).
Hablé
de que ese estar los dos sentados en la misma mesa, me recordaba al abrazo de
Vergara que puso fin a la primera guerra carlista, allá por 1839.
La
guerra poética de los años ochenta y noventa acabó por cansancio de los
contendientes y por victoria de ambos bandos. Luis García Montero se coronó virrey
del Cervantes y se dedicó a preparar su camino al Nobel. Olvido García Valdés ha
recibido todos los galardones habidos y por haber y algún nombramiento oficial.
Antonio Gamoneda, antirrealista, guía espiritual de uno de los bandos, afirmó
que el realismo es el lenguaje del poder. Y lo dijo mientras era llevado en
andas por el presidente del gobierno y el ministro de cultura.
Como
al final de la guerra carlista, el botín se repartió entre las primeras espadas
mientras los seguidores de la poesía de la experiencia o de la diferencia se
repartían las migajas en forma de premio literario más o menos municipal y espeso
y publicado por Visor.
No
entré en estos detalles en la presentación, por supuesto. Me limité a enumerar
nombres y características de la poesía de unos y otros. Yo participé
alegremente en los combates. Ahora añoro aquellos buenos tiempos en que un
suplemento andaluz, Cuadernos del Sur, y un panfleto multicopiado, La
fiera literaria, arremetían contra mí un número sí y otro también.
“Si no molestas a nadie, no eres
nadie”, digo en un momento de la cena. “Pues si es por eso, no te preocupes,
que tú todavía sigues molestando a bastante gente”.
Viernes, 29 de noviembre
TODO LO CONTRARIO
Un
músico, Pablo Moras, presentó ayer el nuevo libro de Javier Almuzara, Esperanza
de vida. Aparte de los obligados elogios, dijo cosas muy precisas e
inteligentes, pero dos que no lo eran tanto. Son las que yo comento a la
salida, según mi estilo de abogado del diablo vocacional.
Tiene
la primera que ver con su sugerencia de leer los poemas prescindiendo de la
pausa versal. “Sólo así veremos si el poema tiene ritmo”, afirma. Pero sin
pausa, que puede coincidir o no con una pausa gramatical, no hay verso. Y el
que no coincida permite el recurso del encabalgamiento. Solo los malos lectores
de poesía, admirado Pablo Moras (zapatero a tus batutas), leen sin hacer la
pausa versal.
La
segunda discrepancia se refiere al poema “La cárcel de papel”, que leyó y que
me está dedicado. En él se me retrata como era hace treinta años, no como soy:
“Has pasado los años, / los días y las páginas / creyendo vanamente que si
ahora / no estás tan vivo como los demás / cuando te mueras no estarás tan
muerto”. Pablo Moras cree que esos versos elogian la poesía como una manera de
vencer a la muerte. No se da cuenta de que califican de vana esa creencia.
No
sé yo si cuando me muera estaré tan muerto como los demás, o un poquito menos
(a mí no me molestaría estar tan muerto como Manrique o Machado), lo que sí sé es
que ya los libros no son una cárcel que me separa del mundo, sino una ventana o
una atalaya para observarlo mejor, y que estoy tan vivo como cualquiera, o un
poquito más. Vivito y goleando.
"los propios poemas [de Olvido García Valdés], un poco borrosamente intercambiables"
ResponderEliminarY sobre todo antipoéticos y con frecuencia incomprensibles. Algunos ejemplos de su típica prosa cortada:
"Sólo lo que hagas y digas eres, incierto lo que piensas, invisible lo que sientes dentro de ti. ¿Qué significa dentro de ti? Nada eres si, como dicen, no es intersubjetivamente comprobado (al menos comprobable). [...] ¿Qué significa intersubjetivamente? ¿Cuántos sujetos hacen falta?"
*
"Cézanne elevó la nature morte a una altura en que las cosas exteriormente muertas cobran vida, dice Kandinsky. Vida es emoción. Pero quedará de vosotros lo que ha quedado de los hombres que vivieron antes, previene Lucrecio. Es poco: polvo, alguna imagen tópica y restos de edificios. El alma muere con el cuerpo. El alma es el cuerpo. [...] Cuerpo es lo otro. Irreconocible. Dolor. Sólo cuerpo. Cuerpo es no yo. No yo."
*
"En la noche corro por un campo que desciende, corro entre arbustos y choco con algo vivo que trata de ovillarse, de encogerse. Es un niño pequeño, le pregunto quién es y contesta que nadie."
*
"La no materialidad de las palabras nos da calor y extrañeza."
*
Y no encuentro ahora el archivo donde copié uno de sus poemas en el que la primera mitad es un plagio descarado (por no decir una cita sin comillas) de no sé qué clásico español del siglo XVI.
Sólo en un país tan inculto como España Olvido García Valdés puede ser considerada como una gran poeta.
*
"Luis García Montero se coronó virrey del Cervantes y se dedicó a preparar su camino al Nobel."
L.G.M. merecería más el Premio Nobel de la Paz por su labor política que el de Literatura por su obra poética.
"Vivito y goleando". Que sea por muchos años y en muchos estadios.
ResponderEliminarQue vaya a la liga saudí. ¿Por qué tenemos muchos la imagen de un Azaña malhumorado? Sobre la dana, espeluznante testimonio de Santiago Posteguillo en el Senado. Víctima y testigo de un escenario apocalíptico. Terrible.
ResponderEliminarY en España no dimite ni Dios. O, mejor dicho, Dios es el único que ha dimitido.
Ni expropian Aucalsa ni investigan si ha podido haber malversación de fondos para el mantenimiento de una autopista que cobra peaje ilegamente, etc… Ay Víctor, qué diferente esta España de aquella de Franco donde no había incompetencia, corrupción ni nada que se le pareciese…
Eliminar¿Consideras Dios a Íñigo Errejón, Víctor? Me parece un poco exagerado.
EliminarBrevemente
Eliminar1. A Amelia. Yo a Franco sólo lo conocí en las pesetas, o sea poco.
2. A JLGM. Me refería a Majon. Tenía que haber dimitido todo el gobierno de Valencia en bloque.
ResponderEliminarIntelectuales de izquierda lo planearon, ETA lo perpetró e intentaron culpar a la extrema derecha.
El documental «Un viernes y 13. 1974: La primera masacre de ETA» desvela con rigor histórico y 50 años después la verdad del atentado de la calle del Correo.
https://www.eldebate.com/espana/20241203/intelectuales-izquierda-planearon-eta-perpetro-e-intentaron-culpar-extrema-derecha_249973.html
Hay libros con más detalles, como el de Xuan Cándano, "Operación caperucita". Falta añadir que la justicia española dejó libres a los autores y nunca quiso celebrar el juicio que aclarara los hechos. Tubo tiempo entre 1974 y 1977. Desde 1975, al menos, lo tenía todo claro, según el sumario ahora revelado.
ResponderEliminarLas cosas por su nombre.
ResponderEliminarSi desde 1975 por lo menos, ya estaba «todo claro, según el sumario ahora revelado» (y teniendo en cuenta que el régimen del 39 se prolonga más allá de la muerte de Franco, hasta diciembre de 1978), no fue la justicia española la que «nunca quiso celebrar el juicio que aclarara los hechos», sino la justicia española de aquel momento, es decir, la justicia franquista.
Qué tontería, Amelia, dicho sea con todos los respetos. Franquista o juancarlista, la justicia española no juzgó una masacre y dejó a las víctimas (y a sus familiares) en la peor de las situaciones, con la peor de las ofensas: los asesinos (los que pusieron la bomba) viviendo felices y comiendo perdices (todavía lo hacen), sin recibir, no la pena correspondiente, sino la más mínima molestia. Y eso que eran de ETA. Eso es lo que no tiene justificación ninguna y nadie (salvo yo) se ha ocupado de señalar. Parece que a nadie más que a mí le escandaliza.
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