Sábado, 24 de
diciembre
NAVIDAD SIN LÁGRIMAS NO ES NAVIDAD
Después del ajetreo de la cena familiar, en
la vieja casa de Rivero, ya en la habitación del hotel, descorro las cortinas
de la ventana y contemplo el parque iluminado por la luna. “Si esto fuera una
película –me digo–, es el momento en que me ponga a recordar a los ausentes y sienta cómo los ojos se me
llenan de lágrimas. A fin de cuentas, sin llorar un poco cuando te quedas a
solas, no hay Navidad verdaderamente feliz”.
El
parque a la luz de la luna y el rumor en el gran silencio, qué buen escenario
para una película. El parque de Ferrera… Tendría yo trece o catorce años cuando
por una apuesta, una noche de verano, salté los altos muros para permanecer
dentro por lo menos una hora, sin miedo a los fantasmas. Pero regresé de
inmediato perseguido por un mastín que se parecía mucho al de la novela de
Sherlock Holmes. Luego, ya parque abierto al público, allá por 1976, me tropecé
por única vez con el anterior jefe del Estado, que lo cruzaba para inaugurarlo.
Entonces era alto, joven, sonriente, y estrechaba manos con campechano empeño.
Yo me hice a un lado para no darle la mía. Diez años después, en ese mismo
lugar, asistí atónito al estallido del poeta Francisco Brines, con todo el
mundo tan sabio y ecuánime, salvo aquel día conmigo. Había venido a Avilés a
participar como jurado en el premio Ana de Valle. Nada más bajar el avión
Marian Suárez le alargó el último número de Los Cuadernos del Norte en
el que yo comentaba sus Poemas a DK. Algo debí decir allí que le irritó
profundamente. Disimuló lo que pudo, pero sirviéndole yo de guía por Avilés
hubo un momento en que no pudo más y allí, en el parque, le vi convertirse en
un inesperado mister Hide. Solo tiempo después creí entender lo que había
pasado.
El
parque de Ferrera… Paseo con Víctor Botas recitando poemas de Borges. Él uno,
yo otro y pierde el primero al que no se ocurra ninguno (como en el Palacio Nacional
de Cultura, en Sofía, con Luis Alberto de Cuenca). Y otra vez, bajo esta alta
palmera, en que alguien me advirtió “no se te ocurra enamorarte de mí”, ya un
poco tarde como para que el aviso fuera de alguna utilidad. O aquel otro día,
poco después, en que acababa de recibir la revista Camp de l’Arpa y me
vine aquí, todavía sin abrir el sobre, a disfrutarla. Y lo primero que leí
fueron unos versos de Carlos Sahagún, que no he podido olvidar desde entonces:
“Una vez más nos vemos desamados, / desasistidos, solos, / y aún esperamos al
pie del camino / la más leve noticia de la vida”.
¿Estoy
llorando? Bah, solo los ojos un poco empañados. Como nadie me ve, ni nadie se
va a enterar, no tengo por qué negarlo. Ahora ya mi Nochebuena del 2016 –“la
Nochebuena se viene, / la Nochebuena se va…”– está completa, ahora ya puedo
irme a dormir tranquilo. Dejo abiertas las cortinas de las ventanas para que me
despierte la luz del amanecer. Es mi regalo preferido de Navidad.
Lunes, 26 de
diciembre
UN VIAJE EXTREMEÑO
Los libros, como las personas, nos
defraudan por los pequeños detalles. Me las prometía muy felices con Estar
no estando, de Antonio Moreno, donde cuenta un viaje a pie por la ruta de
la Plata entre Mérida y Baños de Montemayor, unas tierras que conozco bien.
Comienzo
por el final, por lo que dice de mi pueblo: “El caminante repasa las últimas
anotaciones de su cuaderno, escritas hace poco más de tres horas en un bar de
Aldeanueva del Camino. Por dos euros allí ha almorzado lo siguiente: unos
trozos de pan, una tapa de salchichas, un revuelto con patatas, cebollas y
pimentón de la Vera y, por último un café”.
Y
eso es todo lo que tiene que contarnos sobre Aldeanueva en un libro de
trescientas páginas. En Galisteo, un panadero se queja de que pronto tendrá que
cerrar porque la gente del pueblo, por ahorrarse unos céntimos, “coge el coche,
hace más de veinte kilómetros hasta Plasencia, llena el maletero de pan y lo
almacena en cámaras frigoríficas”. De inmediato llamo a un amigo de Galisteo,
que se ríe mucho con esa observación. Subrayo en otra página “Es una antigua y
noble tradición ofrecer la casa. Pero la mayor parte de la gente ya no vive en
casas…”.
¿Cómo
es eso de que la gente ya no vive en casas? ¡Ah, el bueno de Antonio Moreno
llama casa a un chalet individual! Pero cuando un amigo te invita a visitar su
casa nadie entiende que se trate de un edificio exente y para él solo.
Con
los libros pasa como con las personas, cuando nos defraudan ya no encontramos
más que defectos. Elogia Antonio Moreno la escritura de Josep Pla y eso le
lleva a un pintoresco rechazo del adjetivo: “De la carne, por cierto, a lo sumo
diremos que es la carne, o del mar que es el mar. No es fácil afirmar esto –la
carne es la carne; el mar es el mar– porque nos tientan los adjetivos, y en
ellos no va incluido la realidad sino nuestros propios afectos, nuestras
propensiones e intereses, como el deseo de que el mar esté en calma y sea azul.
No es fácil lograr la despojada inteligencia de los sustantivos, sin adhesiones
ni parciales circunstancias añadidas”.
No
es fácil escribir tantas simplezas. ¿Qué es eso de que resulta difícil escribir
que el mar es el mar? La tautología está siempre al alcance de cualquier
fortuna intelectual. ¿Y si es mar está gris o azul o verde o “color de vino”,
como en Homero, es solo por mis propios afectos, propensiones e intereses? Qué
cosas. ¿La realidad carece de color? ¿No se le puede aplicar ningún adjetivo?
Y
como cuando uno encuentra a buscar defectos ya no para habría que decirle que
esos hermosos versos de Alfred de Musset que su mujer le envía por teléfono
(“Es un alto en el viaje y bajamos de coche; caminando al azar, dejo atrás unas
casas, / harto ya de caballos, del camino, del látigo, / fatigados los ojos,
doloridos los huesos”) en realidad son tan de Musset como de Carlos Pujol,
aunque por la red circulen sin el nombre de un traductor que es casi coautor.
Iba
a dedicarle mi próxima reseña a este viaje extremeño de un poeta que siempre he
admirado, pero prefiero no hacerlo. Si no puedes hablar bien de un libro, mejor
no hablar.
Martes, 27 de
diciembre
ENCUENTRO EN GIJÓN
No he mirado bien la dirección de la
librería dónde debo presentar un libro y doy vueltas y más vueltas por las
calles más anodinas del centro de Gijón. De pronto me vienen a la memoria unos
versos de Rilke: “¿Puede decirme alguien dónde / he olvidado mi vida?”. Me los repito también en un precario alemán
(“Kann mir einer sagen, wohin”) y el extravío de esta tarde se convierte en
símbolo de otro extravío mayor.
Se
me acerca entonces una pareja de desconocidos. “¿José Luis García Martín? Soy
Antonio Pau”. Abro los ojos asombrado.
Estoy pensando en Rilke y me encuentro con el autor de Vida de Rainer Maria
Rilke. La belleza y el espanto, la mejor biografía del poeta de las
escritas en español.
“Ando
buscando una librería, La buena letra”, “Precisamente venimos nosotros
de allí”, me dice. Y me acompaña hasta la librería donde hablaré de Pertinaz
freelance, de Sergio C. Fanjul.
“¿Una
presentación a favor o en contra?”, me pregunta Mario Vega. “Las presentaciones
siempre son a favor”. Pero no puedo dejar de hacer alguna observación a
propósito de esos poetas que confunden modernidad con WhatsApp y redes
sociales. Cito a Juan Ramón a propósito de los ultraístas: “Creen ser modernos
por hablar en sus versos del teléfono, los aeroplanos o los anuncios de la
Puerta del Sol”.
Miércoles, 28 de
diciembre
DOS SALPICADURAS
“¿Vas a seguir sin hablar de política?”, me
preguntan en la tertulia.
Sigo
con mi propósito de no hablar del tema, que ahora sería hablar por hablar.
Hasta que haya nuevas elecciones (primero en el partido de los tránsfugas,
luego en España) la izquierda democrática tiene las manos atadas y bien atadas.
Y por supuesto no voy a hablar en público de algo que me preocupa, el que los
asesores del jefe del Estado no hayan sabido preservar del todo su papel
institucional y dejaran que el gobierno le haya hecho aplaudir –o parecer que
aplaudía– el amaño que permitió seguir gobernando a Rajoy contra la voluntad
explícita del Parlamento y sin que cambiara ese parlamento. Deberían haber sido
más hábiles y evitar que pareciera que tomaba partido. Tras las nuevas
elecciones, con una mayoría de izquierdas, es posible que se cree una comisión
de investigación para determinar las razones que llevaron a un determinado
partido político a contrariar el mandato recibido de sus electores. No sé si ya
será posible impedir que la figura del jefe del Estado sea cuestionada por los
que hasta ahora no la cuestionaban. Quien representaba a la nueva política ha
recibido, con el discurso de Nochebuena, una pequeña salpicadura de la vieja
política. La segunda. La anterior ocurrió en la inauguración de las Cortes.
Jueves, 29 de
diciembre
ESCRIBIR NO SIEMPRE RESULTA INÚTIL
Recibo una carta de la Asamblea de carteros
de Oviedo: “Somos un grupo de trabajadores de reparto de correspondencia en la
ciudad que unificamos fuerzas para luchar contra el desmantelamiento y
privatización de Correos y de los servicios públicos en general. Desde hace
aproximadamente dos meses nos fue comunicada por parte de la Jefatura la orden
‘verbal’ de no llevar a domicilio los envíos ordinarios cuyas dimensiones (a
criterio del empleado) no permitieses su depósito en el casillero domiciliario,
confeccionando el correspondiente aviso de llegada en la oficina y siempre
antes de salir a realizar las labores del reparto. Un grupo de empleados nos
negamos a acatar dicha orden, orden absurda y que vulnera los derechos de la
ciudadanía, que paga cada vez más por un servicio más deficiente. Nuestra
intención es combatir tal situación, pero es imprescindible que los ciudadanos
denuncien estas deficiencias y, por ello, tras leer su artículo ‘Quien te ha
visto y quien te ve’, donde se refleja muy bien un síntoma de la paulatina
destrucción de Correos, nos gustaría mantener con usted una reunión para
cambiar impresiones sobre este asunto”.
Recibo
esta carta y, cuando voy a tomar el café de las doce en Las Salesas, se me
acerca un señor y me dice: “Perdone que le moleste un momento. Soy el encargado
de la sección de reparto en Oviedo. Creo que la orden de no llevar ciertos
envíos a domicilio ha sido malinterpretada. No sé por qué dejaron de llevarle a
usted los libros que le llevaban desde hace más de veinte años. Era más bien
por razones de seguridad. Ahora se hacen muchas compras por Internet, sobre
todo en China, y las envían por correo ordinario para ahorrarse costes. Ya he
hablado con su cartera”.
El
encargado es muy amable, pero las razones de esa orden absurda que a mí me
irritó tanto no están muy claras. O demasiado: acabar con el reparto de la
correspondencia ordinaria a domicilio, ahora que apenas hay cartas, y obligar a
contratar otros servicios más costosos. Eliminar la figura del cartero, al
menos tal como lo hemos entendido a lo largo de los últimos trescientos años,
como un servidor público. La Asamblea de Oviedo puede contar conmigo.