domingo, 28 de mayo de 2017

Sin trampa ni cartón: El hoy es malo, pero el mañana es mío


Sábado, 20 de mayo
LO QUE ME ESPERA

“Yo hace tiempo que no puedo comprar ningún libro. ¡No me caben en casa!”, me dice un amigo, más o menos de mi edad, cuando le enseño el último que he publicado.
            “Y me imagino que tampoco te cabrán ideas nuevas en la cabeza”, pienso yo, aunque no digo nada, me limito a sonreír.
            ¿Ese es el porvenir que me espera? En lo de los libros, no creo (pasan por casa cada semana para llevarse los libros que van quedando obsoletos o los que me llegan sin pedir ni necesitar); y en cuanto a las ideas, de momento todavía me caben algunas más.


Domingo, 21 de mayo
ENHORABUENA

Salgo de ver El caso Sloane. de John Madden, un trepidante y algo tramposo thriller sobre las zonas oscuras de la democracia americana, enciendo el teléfono e inmediatamente recibo una llamada de Xuan Bello.
            ––Enhorabuena, Martín.
            ––¿Ya se saben los resultados? Desde que voté esta mañana no he querido escuchar ninguna noticia.
            ––¡Ha ganado Pedro Sánchez!
            ––¿Pero ya ha terminado el recuento?
.           ––No, pero ya todo está claro, Martín, ya todo está claro.
            Soy una persona muy desconfiada, siempre me temo lo peor, nunca vendo la piel del oso antes de cazarlo ni pongo el carro delante de los bueyes. Hasta que no llego a casa, enciendo el televisor y veo el programa de la Sexta, no respiro aliviado.
            Si he de ser sincero, tenía bastantes esperanzas desde que fui al primer mitin de Pedro Sánchez en Gijón. Ahí me di cuenta de que la rabia y la indignación que yo sentía eran compartidas por mucha gente.
            Ahora toca olvidar la ofensa y perdonar a los ofensores. Perdonar me va a costar un poco (me temo que soy algo rencoroso), pero olvidar no me cuesta nada. Seguro que dentro de dos o tres días ya ni me acuerdo de ese buen hombre –¿cómo se llamaba?-- al que los gonzález, los cebrianes y otras manos invisibles del mercado pusieron al frente de la gestora. Quien no se va a olvidar de lo que hizo seguro que es él. Si “un bel morir tutta la vita honora”, una pifia final puede embarrar cualquier trayectoria. Seguro que cada noche, antes de dormir, se repite “Dios mío, Dios mío, ¿en qué estaría yo pensando? Después de lo de Fernández Villa, esto”.
            Me voy a la cama feliz. ¡Ha ganado Pedro Sánchez! Los problemas no han desaparecido, pero hemos evitado la tormenta perfecta. Si la izquierda queda en manos de Pablo Iglesias, el rey del espectáculo, y de la campechana Susana Díaz (una especie de Esperanza Aguirre en versión de los hermanos Quintero, no de Arniches), la derecha, apoyada cuando hiciera falta en la muleta socialista, gobernaría en España para toda la eternidad.



Lunes, 22 de mayo
NO SE LE PUEDE NEGAR

La verdad es que tenemos una idea muy equivocada de nosotros mismos. Yo creo ser una persona discreta, que no habla en público de sus problemas personales, tampoco de sus opciones políticas (sean las que sean siempre van a molestar a alguien), pero parece que soy bastante más transparente de lo que creía. Me paso buena parte de la noche de ayer y casi todo el día de hoy, recibiendo felicitaciones, como si yo fuera Adriana Lastra.
            Procuro ser discreto en cuestiones políticas porque sé que mis lectores piensan de la más diversa manera (no me gustaría perder a ninguno) y también mis amigos: los de mi edad se inclinan por el PP o Ciudadanos; los más jóvenes, por Podemos.
            Procuro mantenerme ecuánime, como el jefe del Estado (el único cargo político que me habría gustado desempeñar), pero a veces –también yo soy humano, aunque algunos lo duden–, resulta imposible.
            ¿Cómo no reaccionar si te dan una patada en la espinilla o un bofetón en la cara? Fue lo que hizo ese señor, ¿cómo se llamaba?, que volvió del revés mi voto contra Rajoy para convertirlo en el apoyo que le hacía falta. Pero hay que decir a su favor que, al contrario que los nacionalistas vascos, que lo hicieron a cambio de conseguir unos cuantos millones de euros para mejorar la vida quienes les habían votado, él lo hizo desinteresadamente, sin beneficio para nadie (que se sepa), salvo para Rajoy. Esa generosidad con sus oponentes políticos, ese sacrificio en defensa de las ideas ajenas, no se le puede negar.


Martes, 23 de mayo
CULTURA POLÍTICA

A la salida de Las Salesas, muy contento porque el camarero de mi cafetería habitual me ha felicitado por mi artículo del domingo, me encuentro con Amelia Valcárcel y con Lluis Álvarez. A ella la admiro desde siempre, él me parece una de las personas más divertidas y cultas que conozco.  “¿Qué llevas ahí?·, me pregunta la catedrática de Ética y miembro de todos los patronatos habidos y por haber. Le enseño la biografía de Pessoa, de Joao Gaspar Simoes, que estoy releyendo, y luego añado, por decir algo:        
            ––¿Qué te ha parecido lo que ha pasado?
            ––¿Qué me ha parecido qué?
            ––Pues lo que ha mí me ha hecho tan feliz y tanto ha fastidiado a otros.
            ––No sé a qué te refieres.
            ––Mujer, a qué va a ser, a las primarias –interviene su marido, el catedrático de Estética.
            Y solo entonces me fijo en la cara de Amelia, que tiene el mismo rictus de despecho que el de Susana Díaz la noche electoral, y comprendo que he metido la pata.
            ––¿Así que estás muy contento? Se ve que no andas muy sobrado de cultura política.
            No sé si ando muy sobrado o poco de cultura política, pero de lo que estoy seguro que no ando sobrado es de tacto y diplomacia.


Miércoles, 24 de mayo
LABERINTO

A veces, de toda la obra de un poeta, solo nos quedan unos versos en la memoria. De Mário de Sá-Carneiro, a quien releo estos días, solo me acompañan, desde los tiempos de Coimbra, estos dos: “Me perdí dentro de mí / porque yo era laberinto”.
            Sigo siendo laberinto, pero un laberinto en el que Teseo y el Minotauro se han hecho buenos amigos y no echan en falta a ninguna Ariadna.


Jueves, 25 de mayo
UN DÍA EN SEVILLA

Nada más levantarme, recién amanecido, subo a la terraza del hotel y me encuentro de pronto en el escenario de una de mis fotografías favoritas: Borges y Torrente Ballester conversan apaciblemente mientras tras ellos se alza, esbelta y deslumbrante, la Giralda. Me uno a la conversación, más atento a las chispeantes ocurrencias de Borges que a la lenta sabiduría del novelista gallego, que me interesó un tiempo remoto, pero que luego me fue interesando cada vez menos (su decadencia fue tanta que creo que llegó a ganar incluso el Planeta).
            Desayuno con José Luna Borge, compañero de estudios en aquella Facultad de Alarcos, Gustavo Bueno y Martínez Cachero, que hoy mismo se acaba de jubilar. Los conocidos que se encuentran le felicitan, cuando yo creo que deberían darle el pésame. Pero luego lo comprendo cuando me entero de su trabajo en el Instituto Andaluz de la Juventud, no más trabajoso que el mío, pero acompañado de una condena de arresto: a las ocho debe fichar y permanecer en la oficina hasta las tres, tenga o no tenga algo que hacer. De ese arresto kafkianamente funcionarial es de la que ha quedado libre.
            Con el poeta Juan Lamillar visito el palacio de las Dueñas. Él ya lo conocía: había sido invitado por Jesús Aguirre, aquel duque de Alba que convirtió la alta comedia y la astracanada, para escucharle leer sus poemas. Para mí ningún hecho de su historia tiene tanta importancia como que en él naciera Antonio Machado y ninguna de sus estancias más o menos neomoriscas me emociona tanto como el huerto claro donde madura el limonero, deslumbrante en esta mañana de primavera.
            Aquilino Duque, que sigue tan incansable como siempre en sus arremetidas contra el mundo moderno, me cuenta que está escribiendo un libro sobre los cuatro nuevos jinetes del Apocalipsis: el feminismo, el nacionalismo, el ecologismo y el pacifismo. Todo el mundo ve en esa enumeración tres disparates; parece que yo soy el único que veo cuatro.
            Visito el consulado de Portugal, lo que queda del antiguo pabellón de ese país en la Exposición Iberoamericana de 1929, y me sorprende el retrato oficial del nuevo presidente de la República, Marcelo Rebelo de Sousa: se le fotografía al aire libre, con el sol dándole de lleno y resaltando sus arrugas, como un abuelito en el parque disfrazado con la banda presidencial. Contrasta esa apariencia –muy acorde con su campechana e hiperactiva manera de entender la presidencia– con este suntuoso pabellón. Portugal fue invitado a la exposición, pero no tenía demasiado interés. Eran tiempos de inestabilidad política y preocupaban otras cosas. Pero en esto llegó Salazar y buscó un espacio mejor y mayor y en menos de un año construyó el más suntuoso pabellón (lo que hoy nos admira es solo una parte): había que demostrar que Portugal no era un país pequeño, que seguía siendo un imperio.
            Jorge Monteiro, el cónsul de Portugal en Sevilla, me pregunta de dónde vino mi interés por Portugal, y yo le respondo que tuvo dos causas: una fue Fernando Pessoa, de quien no había oído hablar cuando encontré las poesías de Álvaro de Campos en la vieja edición de Ática; la otra, el 25 de abril, aquel hecho prodigioso que nos deslumbró en las postrimerías de la larga noche de piedra del franquismo. Tantos años después, aquel abril no ha perdido para mí su capacidad de fascinación;  ni tampoco Pessoa, mi alter ego favorito.
            Hablo, en el espléndido salón de actos bajo la historiada cúpula, de la relación entre Pessoa y Sá-Carneiro. Fernando Pessoa inventaba poetas que hacía pasar por personas reales, sus heterónimos, y convertía en personajes de su “drama en gente” a los poetas amigos. Lo mejor de António Botto, lo único que nos interesa de él, es lo que tiene de semiheterónimo de Pessoa; lo mismo pasa con el desdichado Sá-Carneiro, cuyo suicidio, tan teatralmente preparado, tuvo mucho de sacrificio expiatorio, como el del amante de Adriano, Antinoo, que Pessoa glosó en uno de sus poemas ingleses.


Viernes, 26 de mayo
UNA FÁCIL PROFECÍA


El PSOE obsoleto (el de próceres y varones sobrados de educación política) le dio alas a Podemos; el nuevo PSOE viene para cortárselas.


domingo, 21 de mayo de 2017

Sin trampa ni cartón: Otra manera de hacer política


Viernes, 12 de mayo
POR QUIÉN DOBLAN LAS CAMPANAS

Hablábamos distraídamente en la tertulia de esto y de aquello, o contra esto y aquello, como de costumbre, cuando apareció Javier Almuzara con gesto desolado, contra su costumbre.
            ––Mariano Arias se muere –dijo–. El sábado pasado habíamos quedado, como cada sábado, para tomar un café, pero no pudimos hacerlo porque yo estaba en Madrid. Mañana ya no podremos ni ningún sábado más. Se sentía cansado y desanimado, pero lo atribuía a motivos psicológicos. Los médicos no le encontraban nada. Cuando se lo encontraron, hace tres o cuatro días, ya no había nada que hacer. Las células dañadas se habían escondido bien, fueron maestras en el arte de la emboscada: no asomaron la nariz hasta que ya todo el campo de batalla era suyo.
            Y de pronto yo –con ese egoísmo que caracteriza a los humanos, y yo en eso soy muy humano– siento, más que tristeza, terror. ¿Quién me dice que en mi interior no aguarda ya el enemigo invisible y, mientras disfruto despreocupado del día a día, no va tomando posiciones para dejarme, en el momento menos pensado, sin escapatoria?
            “No me asusta lo que hay después de la muerte –le oí repetir a Ángel González–, sino lo que hay antes”.
            A mí lo que hay después –la nada, la maravillosa nada de la que venimos– no solo no me asusta, sino que me parece preferible a ninguna eternidad en esta vida o en la otra. Me aterra el dolor de los que quedan, el desgarro que supone la muerte para quienes queremos y nos quieren.
             
Sábado, 13 de mayo
EN PRIMERA PERSONA

Me gusta presumir de vanidoso, pero ya se sabe que de lo que más se presume es de lo que más se carece.
            Le temo más a un gran amor que a una enfermedad mortal.
            Si pudiera volver a la juventud, volvería a los sesenta y seis años, diez meses y veintiséis días que tengo ahora.
            Me basta ser feliz una hora al día y no ser desdichado las horas restantes.
            Si no fuera quien soy, me gustaría ser quien soy.
            Soy un hombre poco ambicioso: he vivido entera la segunda mitad del siglo XX, me conformaría con vivir enterita la primera mitad del siglo XXI.
            ¿Soy único o soy como todo el mundo? Depende de si me miras de cerca o de lejos.
            Soy tan egoísta que, aparte de mí, no me interesa nada en el mundo, salvo tú y el resto del mundo.
            Me gusta aprender bien las cosas para poder olvidarlas mejor.
            Escribo para fastidiar a mis amigos.


Domingo, 14 de mayo
NO LAS TENGO TODAS CONMIGO

Cómo me he reído leyendo hoy la columna "Ortografía pringosa", de Alex Grijelmo. Habla de la famosa (pero ya olvidada) carta que un tal Javier Fernández (pronto también olvidado) dirigió a Pablo Iglesias. Estaba escrita de su puño y letra, sin ayuda de nadie, algo raro en un político, algo que a Pedro de Silva le pareció insólito y admirable. Creo que incluso comparaba esa epístola con las de Cicerón.
            Alex Grijelmo, el más sensato e informado comentarista actual sobre cuestiones gramaticales, es de otra opinión: "Sobran siete comas, faltan cinco, dos tildes se quedaron escondidas en el tintero, se aprecian tres errores sintácticos y una ausencia de dos puntos, hay una confusión semántica, saltan a la vista dos erratas y las mayúsculas y minúsculas se repartieron a voleo". Y todo eso en pocas líneas más de las que se necesitan para enumerarlo.
            ¿Ortografía pringosa? Sospecho que la ortografía de quien se atrevió a ponerse al frente, como testarudo testaferro, de la conjura contra los votantes del PSOE no es lo más pringoso que hay en el partido.
            A ver qué pasa el próximo domingo, a ver si logramos mandar por fin al museo de cera a todas las beneméritas momias que ya son, como el rey Juan Carlos, historia antigua, afortunadamente; a ver si logramos mandar a la basura a tantos otros que convirtieron el partido en una agencia de colocaciones y en un club de los negocios raros. Pero yo no las tengo todas conmigo. Los partidos, ya lo dijo El Roto, son cada vez más de los accionistas y menos de los militantes.

Lunes, 15 de mayo
LA MÚSICA, EL ÉXITO Y EL CHOCOLATE

Con la música me pasa lo mismo que con el éxito y el chocolate. No me desagradan, incluso me atrevería a decir que me gustan bastante, pero puedo prescindir perfectamente de ellos.


Martes, 16 de mayo
TODO LO QUE SE PRODIGA

Me llegan los primeros ejemplares de mi, por el momento, último libro. Es de aforismos y se titula Todo lo que se prodiga cansa, pero como yo no me canso, por mucho que prodigue (aunque canse), lo celebro llenando sus páginas en blanco con más aforismos mientras me tomo un café en Los Porches.
            El futuro solo llega rápido cuando no quieres que llegue.
            El universo tiene el tamaño de nuestro cerebro.
            La admiración se falsifica con facilidad.
            Mejor que ser protagonista de la historia, ser el testigo que desde un rincón lo ve todo y vive para contarlo.
            En las parejas de dos, siempre hay uno que falta o uno que sobra.
            A la gente demasiado inteligente se la engaña con facilidad.
            Los sueños son sueños porque de ellos se despierta.
            El pasado solo importa cuando aún no ha pasado del todo.
            A veces acertamos al equivocarnos.
            Las cosas que no tienen precio acaban saliendo demasiado caras.
            El silencio no se calla nunca.
            El ignorante no sabe lo mucho que sabe.
            Despacio se llega lejos, pero deprisa se vuelve primero a casa.
            Cuando un amor termina, descubrimos que no ha empezado nunca.
            El mayor explorador es el que descubre nuevos mundos sin salir de casa.           
            Tres amores equivalen a un incendio.
            Las primeras bodas casi nunca salen bien; yo creo que la gente debería casarse solo por segunda vez.
            Nos tranquilizan las explicaciones, aunque sean falsas, y por eso tienen tanto éxito la religión, la filosofía y la física cuántica.
            El amor comienza siendo un deslumbramiento y acaba convirtiéndose en una mala costumbre.
            Tras vivir un amor eterno, en el cielo se divorciaron: dos eternidades juntos ya sería demasiado.
            Hay cosas que, aunque no acaban nunca, acaban antes de tiempo.


Miércoles, 17 de mayo
UNA NOVELA EN CLAVE

Hace una semana, comía con mi amiga Rosa Navarro Durán en un restaurante del Carrer Tallers, en la vieja Barcelona, a la que hacía años que no volvía. La escuchaba hablar de La Lozana Andaluza, la novela de la ramería romana, que tanto le gustaba a Rafael Alberti, cuando entre el ir y venir de la gente por la estrecha calle, creí reconocer a una vieja sombra que se me quedó mirando un momento y luego siguió su camino.           ¿Cuántos años han pasado desde que nos vimos por última vez? Pronto hará treinta, si no me equivoco. Aquel mismo año había estado yo en Sao Paulo, en un congreso dedicado al primer centenario de Fernando Pessoa.
            Nunca he contado aquella historia, de la que no me siento especialmente orgulloso, tampoco me apetece contarla ahora. Me alojaba yo en el hotel Oriente, el mismo desde el que Cristian Andersen, como recuerda una placa, contempló la gran tormenta que inundó la ciudad a mediados del siglo XIX.
            Rosa seguía hablando de las claves que ha encontrado en la novela, que parece hablar de una cosa y según ella habla de otra muy distinta; yo la escuchaba con un cierto escepticismo (soy un investigador de la escuela positivista: mi maestro es Sherlock Holmes), tratando de no prestar atención a la borrosa cinta de amor y terror que se iba proyectando en mi memoria.
            Una poeta cordobesa, que vivía con una amiga medio bruja, nos llevó a su destartalado piso del Raval, todavía un aguafuerte entre Goya y Genet, y yo acerté a marcharme poco antes de que llegara la policía (oí las sirenas mientras me alejaba). Durante muchos años, en mis pesadillas, soñé que daban conmigo y venían a buscarme para que testificara sobre lo que allí había pasado.
            ¿Y qué fue lo que pasó? Si lo cuento ahora, me parecería un cuento. Pero yo te vi caer, arrojarte desde los tejados, como te vi hace una semana cruzar ante el alargado ventanal del Restaurant Pelai, mirarme un momento con la misma sonrisa que entonces y desaparecer una vez más para siempre, o para nunca, de mi vida.
            Rosa seguía hablando de las claves que ha encontrado en la novela de Francisco Delicado. Algunas las ha enunciado ya en la revista Clarín, todas ellas quedarán pronto minuciosamente explicadas en un libro que le va a publicar Renacimiento. Y yo, que no puedo dejar de pensar desde entonces en aquel encuentro, pienso que mi vida es también una novela en clave de la que nunca tendrá nadie la clave. Como cualquier vida.


 Jueves, 18 de mayo
DIOS Y YO O ELOGIO DE LA MODESTIA

Dios no se cansa nunca de oír hablar de Dios y todas las alabanzas le parecen pocas. Yo soy bastante más modesto y me canso pronto, aunque parezca lo contrario.

Viernes, 19 de mayo
ESPAÑA EN MARCHA

“Este domingo es el gran día”, me dice el camarero de Los Porches. “¡Hay sí que harían falta observadores internacionales y no en las elecciones de Venezuela!”
            Pienso lo mismo, pero no digo nada. Me limito a sonreír. Como votante del partido socialista estafado pude decir lo que pensaba de los estafadores que convirtieron mi voto en contra de Rajoy en la otra muleta de los corruptos; como militante, he de guardar las formas.
            Y conservar la esperanza hasta el último momento. El domingo no se debata una cuestión interna de un partido, se enfrentan dos maneras antitéticas de hacer política, la del juancarlismo, que tanto nos abochorna, y la que representa el nuevo jefe del Estado, que tanto nos ilusiona.




domingo, 14 de mayo de 2017

Sin trampa ni cartón: No tengo enmienda


Sábado, 6 de mayo
UN PREMIO

Mientras paseo por el parque Ferrera, en Avilés, me llama Xuan Bello para preguntarme qué me pareció el acto de ayer, la entrega del Primer Premio Nacional de Lliteratura Asturiana en el Campoamor.
            “Recuerda que eres mortal, habría que decirte como a los emperadores romanos cuando recorrían la ciudad en apoteosis. Estuviste muy bien. Fue un acto sobrio y emocionante. A mí me alegró que citaras a la tertulia Óliver como una de tus influencias, allá por los primeros ochenta, porque resulta que yo acababa de dejar la tertulia para asistir al acto y a las nueve y media en punto dejé el teatro para regresar a ella. Sentí que el tiempo, que ni vuelve ni tropieza, había algo que respetaba. Una ilusión, ya lo sé. Pero que por un instante –solo por un instante– me sentí como favorecido por el don de la perpetua juventud. A ti te dieron un premio solemne y merecido, pero a mí sin que nadie se enterara me dieron otro mejor”


Domingo, 7 de mayo
PERDIDO Y ESPERÁNDOTE

Veo Z. La ciudad perdida, de James Gray, con la misma emoción con que en mi adolescencia leía las novelas de aventuras geográficas de Julio Verne. Qué bien suenan los versos de Kipling: “Hay algo oculto. Ve y descúbrelo. Ve y mira tras las montañas / Algo hay perdido tras las montañas. Perdido y esperándote. ¡Ve!”
            Percy Fawcett, el explorador que vuelve una y otra vez al Amazonas en busca de una ciudad soñada, hasta no regresar jamás, es el hombre que yo hubiera querido ser.
            Yo también tuve un sueño, como él, como tantos, pero me rendí al primer fracaso.
            Quizá aún hay tiempo, quizá aún hay algo que está perdido y esperándome detrás de las montañas. ¿Algo o alguien?


Lunes, 8 de mayo
UN BANCO EN LA PLAZA

Tengo tendencia a pasarme de listo, ya lo sé. Mi amigo Hilario Barrero, durante la presentación de su libro Educación nocturna, lee un poema que se titula “Plaza de San Marcos, Venecia”. El primer verso dice así: “Sentados en un banco, bajo los soportales”.
            Yo, de inmediato, replico: “Bajo los soportales de la plaza de San Marcos no hay ningún banco, solo las mesas del Florian y del Quadri. Quienes no tienen dinero para pagar sus abultados precios se sientan en los escalones de mármol que separan el paseo soportalado del pavimento de la plaza, a menudo apoyados en alguna de las columnas. Yo mismo lo he hecho muchas veces, esperando encontrar a alguien que me ayudara a no pasar la noche solo”.
            Hilario Barrero me responde: “Pues tengo fotos, si quieres te las enseño”.
            Y yo, cuando las veo: “¡Pero esos son los arcos del Palacio Ducal! Esa no es la Piazza de San Marco, sino la Piazzeta”. Como si eso tuviera alguna importancia.
            En sueños vuelvo muchas veces a quedarme solo, ya bien entrada la noche, en la Piazza de San Marco o en la Piazzeta, esperando el encuentro con alguna otra sombra solitaria. Como aquella vez.
            Que no ha vuelto a repetirse, aunque yo vuelva una y otra vez, y no solo en sueños.
           

Martes, 9 de mayo
CINE Y LITERATURA

“Mi amado enemigo” me llama Juan Manuel de Prada cuando agradece mi presentación a su conferencia en la Cátedra Alarcos. ¡Hombre, tampoco hay que exagerar! Ni una cosa ni otra.
            Habla de cine y de literatura durante algo más de una hora y las dos únicas ideas que yo encuentro en la larga charla son: 1/ que se trata de dos actividades artísticas que tienen mucho menos en común de lo que la gente cree porque adaptar una obra maestra de la literatura al cine rara vez da como resultado otra obra maestra, y 2/ que la literatura copia cada vez al cine desvirtuándose así como literatura y no logrando el éxito de masas que pretende. Bueno, también formuló otra idea, pero esta era tan falsa que no valía la pena rebatirla: que la palabra (o sea la literatura) tiene que ver con la razón mientras que la imagen (el cine) tiene que ver con el sentimiento y el mito.
            Naturalmente, muy en mi papel de telonero, no le repliqué en el coloquio final, pero como soy tan maleducadamente transparente, a la salida se me acercó alguien del público: “Se le veía en la cara que no estaba de acuerdo, debería haber dicho algo”. Y yo: “Se lo diré luego, en la cena”. Y él: “Mejor lo cuenta el domingo en el diario y así nos enteramos todos”.
            Durante la cena, en el Club de Tenis, un escenario que no debería faltar en una nueva versión de La Regenta, apenas si tuvimos ocasión de hablar de estas cuestiones. Pero yo, ya al final, no pude reprimir la tentación de reprocharle que, en su último artículo de XL Semanal, volviera a repetir, aplicada esta vez a Alex de la Iglesia, la frase que le dedicó, como supuesto elogio, a Mel Gibson: “Preparaos, patulea, porque vuelve Alex y os va a partir la jeta a pollazos”. Partir la jeta, pase, pero lo demás… Da un poco grima leerlo, suena a porno cutre gay.
            ´”Qué delicado eres, Martín” fue toda su respuesta. Parece que se siente muy orgulloso de tal aporte a la crítica cinematográfica.


Miércoles 10 de mayo
HIJA Y NIETA DE CAMBORIOS

Cena con algunos amigos, y amigos de amigos, en un restaurante vasco de Barcelona. En estos casos, siempre conviene evitar el tema político, si queremos tener la fiesta en paz. Pero quienes me tocan cerca son votantes socialistas desencantados y no podemos evitar aludir a las primarias. Yo digo que estoy muy ilusionado con la posible victoria de Pedro Sánchez.
            ––¿Y tú crees que eso va a cambiar algo? ¡Pero si tenemos a Rajoy presidente porque Sánchez no se atrevió a pactar con Podemos!
            Lo más educadamente que puedo, que no es mucho, les explico que ese pacto no fue posible porque, para empezar a negociarlo, Pablo Iglesias exigió primero que se rompiera un pacto anterior, el de Ciudadanos, y porque, antes de nada, exigió que a él se le diera el puesto de vicepresidente. “Algo que se puede pactar, pero no exigir, porque, según la constitución, ese nombramiento es una competencia exclusiva del presidente del Gobierno”.
            En fin, que doy la tabarra durante una hora sobre ese tema y sobre los candidatos a liderar el partido y al final Xaime Martínez, que también asiste a la cena, me dice:
            ––En conclusión, que para ti Susana Díaz es el Pablo Iglesias del PSOE, el candidato preferido por Rajoy, y Pedro Sánchez es el Íñigo Errejón.
            ––Algo de eso hay, salvado las distancias intelectuales –infinitas– entre Susana Díaz e Iglesias. La andaluza se parece más a Esperanza Aguirre: es lista y simpática en las distancias cortas, pero nada más. ¿En todas las declaraciones políticas de estos días alguien ha sido capaz de encontrar una sola idea?
            ––Pero las dos ganan elecciones. Sí, la una con dinero de la Gurtel, que financiaba bajo cuerda las campañas…
            ––¿Y la otra?
            ––-De la otra prefiero no hablar.
            ––Para no hablar de los ERE, ¿no? ¿Os habéis dado cuenta de que “el mayor escándalo de la democracia” ha desaparecido de los periódicos? Ahora ya las noticias que tapan la corrupción del PP son exclusivamente las del caso Pujol.
            ––No te preocupes, que si Susana Díaz, hija y nieta de Camborios imputados, es elegida secretaria de los socialistas, al día siguiente volverán  los ERE a primera plana y servirán de réplica cada vez que “el primer partido de la oposición” saque el tema de la corrupción a Rajoy. Ese olvido momentáneo, para ayudar a la candidata, no es casualidad.


Jueves, 11 de mayo
LOS PAPELES DE ALEIXANDRE

Soy la persona más torpe del mundo. Cuando hablo con algún amigo siempre trato de evitar los temas que le pueden molestar, pero al final, no sé cómo me las arreglo, no hablo de otra cosa. Quedo con Alejandro Duque Amusco, a quien aprecio y admiro desde hace cuarenta años, en la cafetería del hotel 1898, que está en La Ramblas, en lo que fue sede de la Compañía de Tabacos de Filipinas, donde trabajó Jaime Gil de Biedma.
            Con Duque Amusco no quería hablar de su antología última sobre Francisco Brines ni, muy especialmente, del tema catalán.
            Sobre ese asunto yo trato de no tomar partido y, cuando me preguntan, siempre respondo lo mismo: “España será lo que quieran los españoles y Cataluña lo que quieran los catalanes. Si los catalanes, en unas elecciones libres y sin coacciones, deciden seguir formando parte del Estado español, contarán con todo mi apoyo, exactamente igual que si toman la decisión contraria”.
            Pero esa postura mía irrita a muchos. Parece que no tomar partido y atenerse al sentido común democrático ya es tomar partido.
            Duque Amusco, el mayor experto en la vida y en la obra de Aleixandre, sabe mucho del asunto de sus papeles y del pleito entre Ruth Bousoño y los herederos del poeta (fue incluso testigo en el juicio).
            Ese pleito (que finalmente ganó la viuda) daría para una fascinante novela. Yo me entero de algunos detalles que desconocía: muchos de esos papeles los tenía Bousoño en su casa porque se los había prestado o regalado Aleixandre para sus estudios, pero otros estaban en carpetas que se llevaron después de la muerte del poeta. Y en esas carpetas había de todo: cartas, borradores, viejos certificados médicos e incluso facturas de la luz.
            Hablamos de literatura y de la vida erótica de algunos poetas admirados (en ese aspecto todos somos un poco contertulios de Sálvame), pero de pronto, no sé cómo, surge el tema catalán y yo siento luego el mal rato que he hecho pasar a Duque Amusco, profesor de Instituto que vio como su materia –la lengua y la literatura española– iba perdiendo peso, hasta casi desaparecer.
            “Aunque tú seas como un robot, como una máquina que razona en el vacío, los demás tenemos sentimientos”. Y yo me esfuerzo en respetarlos, aunque no lo consiga. La mentira abriga, pero yo prefiero morirme de frío.





domingo, 7 de mayo de 2017

Si trampa ni cartón: No quieras decirlo todo


Sábado, 29 de abril
EL SECRETO DE OPORTO

“Las ciudades son como las personas, tienen sus secretos y a veces los guardan muy bien guardados”, escribió Eugénio de Andrade en su libro sobre Oporto.
            ¿Y dónde guarda sus secretos esta ciudad? No en el centro histórico, que parece haberse convertido en un parque temático para uso y disfrute del turista. Qué tristeza acercarse a la Casa Oriental, junto a la torre de los Clérigos, y ver en qué se ha convertido. El “cha, café e chocolate”, que vendía antes, los balaos y las cajas de frutas se han convertido en ridículos cachivaches turísticos,
            En cambio, la colas que aguardan para entrar en la librería Lello me dan risa: podrían desaparecer todos sus libros, ser sustituidos por papel pintado o doradas encuadernaciones vacías y el éxito sería el mismo.
            La Rua de las Flores, que tanta memoria mía guarda, me da la impresión de una repintada cortesana.
            “Porto ha expulsado del centro a los tripeiros”, me escribe un amigo de la ciudad. Es la misma queja que en Venecia o Barcelona. Las ciudades, como las personas, también pueden morir de éxito.
            Pero Oporto sigue siendo Oporto y tras la primera impresión no tarda en volver a seducirme. En el Largo da Pena Ventosa, en las callejuelas que bajan de la Sé hasta la Ribeira, continúa el fresco silencio de siempre, la ropa tendida en las ventanas, el alma popular de la ciudad.
            Subo y bajo solitarias escaleras, llego hasta el mirador de la Victoria, con su dorada cochambre frente al amontonamiento de los tejados, las torres, el puente y el río, y pienso en Camilo y en Agostina y en Aquilino  y en Vitorino Nemésio y en tantos amigos como me descubrieron esta ciudad.
            Muchos de ellos la amaban y la odiaban, o tardaron en amarla, como Eugénio de Andrade, que tuvo casa mucho años en la Rúa Duque de Palmela y luego en el Passeio Alegre, donde le visité una tarde y me enseñó su biblioteca y la puesta de sol sobre la Foz del Douro.
            A mi la peñascosa pesadumbre de Oporto me sedujo desde el primer momento. Y no debería entristecerme, sino alegrarme, compartir esa pasión con cada vez más gente.
            Vuelvo al hotel, en la Praça da Batalha, tras el primer paseo agridulce, y cuando salgo ya no soy un turista más que abomina de los turistas. Estoy en casa, tengo mis costumbres. Bajo a la FNAC, compro un libro (los Diarios de Al Berto, aunque me dan la impresión de ser más documento que literatura), paseo lentamente por la Rua de Santa Catarina, deteniéndome en los escaparates como un porteño más, dejo a un lado el concurrido Majestic y me voy a tomar un café y a leer a Al Berto al centro comercial. Exactamente como en Oviedo. Ceno allí mismo, en uno de los puestos de comida rápida que tanto detestan mis amigos, todos ellos exquisitos gastrónomos: cuando vienen por aquí, cenan siempre en un restaurante típico, uno de estos restaurantes tan típicos que jamás entra en ellos ningún cliente portugués.
            Al pasar delante del Grande Hotel do Porto, donde me alojé alguna remota vez, siempre tengo un recuerdo para la desdichada Florbela Espanca, que en sus salones conoció a su último amante.
            Las ciudades, como las personas, tienen sus secretos y Oporto guarda el suyo con tanto pudor como yo los míos. Con tanto pudor y tanta transparencia.


Domingo, 30 de abril
LO QUE QUEDA DE ABRIL

Los solitarios tenemos un sexto sentido para reconocernos. Ceno solo en un bullicioso local de la Praça da Liberdade, que antes fue el más hermoso café de Oporto, cuando oigo mi nombre y luego un barbudo sonriente me pregunta si puede sentarse a mi mesa: “Posso?”. Puede, por supuesto.
            Resulta que es uno de esos cinco mil amigos, conocidos y desconocidos, que uno tiene en Facebook. ¡Y luego dicen que las redes sociales no sirven para nada!
            Charlamos de esto y de aquello, como si nos conociéramos de toda la vida, y al final le acompaño al Cine Batalha, al lado mismo de mi hotel. Para conmemorar el 25 de abril y el 1 de mayo, el Bloco de Esquerda ha organizado un ciclo de cine insumiso, “Desobedoc 2017”. Proyectan la película “A felicidade”, de Aleksandr Medvedkin, un film mudo al que ponen banda sonora en directo –“vozes, vinis e barulhos de muita espécie”– Ana Deus y Diana Combo.
            Muchas veces pasé por delante del Batalha, y admiré su elegante curvatura y la cristalera del “foyer” que abarca todos los pisos, pero nunca tuve ocasión de entrar. Ahora lo comparto con “lo que queda de abril”, con quienes no han perdido del todo la esperanza de convertir en realidad las ilusiones de entonces.


Lunes, 1 de mayo
RÍO DUERO, RÍO DUERO

El barco se desliza lento por el ancho río, se detiene en las angostas esclusas. Yo me canso pronto de contemplar el pintoresco discurrir de las dos orillas (no estoy hecho para la vida contemplativa, ciertamente), me siento en una esquina, abro el cuaderno y me pongo a escribir versos. A escribir o a transcribir porque es como si una voz cantara unas coplas de amor y paradoja.
           
            Ya están juntos para siempre
            el amor que no tuviste
            y el que tuviste y no tienes.
           
            No lamento lo perdido.
            Lo que tuve no lo tengo
            porque nunca lo he tenido.
           
            Cuando tú me dejas solo,
            siempre te alejas conmigo
            y yo me quedo más solo.
           
            Amar es haber amado
            y estar contigo alejarse
            para siempre de tu lado.
           
            Vino un día Dios a verme,
            pero yo había salido
            y te perdí para siempre.
           
            Mira que cosa más rara,
            ya no quiero que me quieras
            y te quiero más que a nada.


Martes, 2 de mayo
GRITAR O SUSURRAR

La arquitectura de Álvaro Siza resulta un buen pretexto para darse una vuelta por Oporto. Es una arquitectura que no llama la atención, que habla en voz muy baja, casi susurrando, como hablan los portugueses (o así nos parece a los españoles). Que una de sus primeras obras maestras sean unas piscinas, tan mimetizadas con el paisaje que casi no se ven, resulta significativo. Inevitable resulta la comparación con Calatrava, cuyos edificios siempre parecen estar diciendo “aquí estoy yo”.
            Cuando vamos hasta Leça das Palmeiras para ver las Piscinas das Marés, el Atlántico se muestra airado y en todo su esplendor. El oleaje parece engullir la obra de Siza.
            Los edificios de Calatrava dejaban con la boca abierta a todo el mundo. Por eso fue el arquitecto preferido por los políticos durante tantos años: no solo votan los entendidos en arquitectura. Los de Siza requieren que nos detengamos, que nos fijemos en los detalles, que los expliquen.
            La Facultad de Arquitectura dicen que es una lección de arquitectura, pero a la gente no le suele gustar que le den lecciones. Yo comparo su Casa de Té sobre las rocas con la ermita que hay al lado o el faro un poco más lejos; la Casa de Té es hermosamente camaleónica; su belleza requiere acercarse a ella, abrir deslumbrados los ojos por el regalo que nos aguarda dentro, el mar enmarcado y que parece sentarse a nuestra mesa como un comensal más. Pero a mí no me gustan menos la ermita y el faro, que se ven desde lejos, orgullosos de ser lo que son.
            El barrio obrero de Bouça me trae viejos recuerdos. Sé lo que son estos barrios: crecí en uno de ellos. El de Bouça está cerca del centro de Oporto. Se comenzó a construir tras la Revolución de Abril y el arquitecto pretendía ponerse al servicio de las clases populares. Los barrios obreros de Avilés se construyeron en las afueras, como una especie de guetos, por eso el centro se ha conservado intacto. Recuerdo la desilusión cuando no nos tocó una vivienda en el Barrio de la Luz, que entonces parecía casi de lujo. Nos concedieron un piso, al año siguiente, en La Carriona, junto al cementerio. Yo hice poca vida de barrio, iba mañana y tarde hasta Avilés, al instituto o a la biblioteca, siempre a pie (quizá por eso no me molesta caminar los kilómetros que haga falta). Allí en la Carriona escribí mi primer libro de poemas, allí vivía cuando se publicó, recibí las primeras cartas de escritores (la primera de todas, lo he contado muchas veces, de Vicente Aleixandre). No tenía a nadie con quien hablar de literatura ni de nada de lo que me interesaba; me sentía un poco como extraterrestre (hace tiempo que no). Pero no guardo malos recuerdos de aquel pequeño piso en que se amontaba una familia numerosa. Yo leía con la televisión encendida y rodeado del barullo familiar; no había en la casa un rincón tranquilo para hacerlo. Quizá por eso me guste leer en los centros comerciales. No necesito el silencio para concentrarme. Todo lo contrario.
            No me acaban de convencer estos bloques de viviendas de Bouça, con sus estrechas escaleras al patio y sus corredores comunales. Tampoco los que vi en Campo di Marte, en la Giudecca, durante la Biennale de 2016 (se les dedicó una exposición a Siza y a Aldo Rossi). Habría que entrar en uno de los pisos y preguntar a los que en él viven.
            Siempre me sorprendió que Álvaro Siza, minimalista y un tanto soso, llamara al primer edificio que construyó fuera de Portugal, un curvilíneo bloque en el Berlín anterior al muro, “Bonjour Tristesse”. Me divierte enterarme que todo fue obra del azar y la economía. Resulta que, con el bloque aún no terminado, unos grafiteros escribieron esa frase en la fachada. Siza cree que fue obra de un grupo de extrema derecha que contó con la complicidad del guarda (al parecer protestaban contra la llegada de inmigrantes turcos al barrio). El caso es que, al borrar las letras, quedaba una mancha en la fachada, lo que obligaría a repintarla entera. Tuvieron que dejarla y lo que iba a ser  un bloque sin nombre en Schlesisches Tor se convirtió en el sugerente Edificio Bonjour Tristesse.


            La arquitectura debe respetar el entorno, pero no demasiado. También tienta alzar la cabeza y decir “estoy aquí, miradme”. Por eso me gusta la Casa de Música, en la Rotonda de Boavista, muy cerca del cementerio de Agramonte, donde me enredo largo rato con  mis melancolías. Un soldado de bronce que toca la corneta me hace de pronto sonreír. Qué sorpresa se van a llevar los muertos si el otro mundo es solo un cuartel. Y los arcángeles que tocan a gloria, sargentos chusqueros.


Miércoles, 3 de mayo
QUIZÁ

Las ciudades que más me gustan están hechas sobre todo de tinta y de papel. Las personas que más me gustan son las que no conozco demasiado bien. Quizá la felicidad solo es posible en los lugares de paso, en los encuentros de una noche.


Viernes, 5 de mayo
UN CONSEJO

            No quieras decirlo todo.
            Las cosas que más te importan
            guárdalas para ti solo.



lunes, 1 de mayo de 2017

Sin trampa ni cartón: Dar la cara


Domingo, 23 de abril
A MANO Y A PLUMA

“Cuando esto escribo, hace solo cuatro días que terminé una novela, 526 páginas de mi vieja máquina Olympia Carrera de Luxe, la cual, me temo, está a punto de fenecer tras el tute a que la he sometido (cada página tecleada tres veces como media). Empieza a fallar, y si no consigo reponerla dejaré de escribir, supongo: a estas alturas de mi vida no me veo capacitado para pasar a un ordenador, renunciar al papel y a las correcciones a mano y a pluma sobre cada versión de cada página”.
            Leo en voz alta a unos amigos el comienzo del artículo en El País Semanal de Javier Marías y luego nos ponemos a discutir si el autor es un sabio despistado o simplemente se hace el tonto.
            –-Se hace el tonto –dice uno–, no puede ser que todavía no se haya enterado de que existen las impresoras. de que puede imprimir cada página de su novela y corregirla “a mano y a pluma” tantas veces como haga falta.
            ––Pues a lo mejor no se ha enterado –digo yo–, ya ha escrito más de un artículo defendiendo la máquina de escribir por esa razón.
            ––¿Y no tiene cerca un alma caritativa que le explique que está haciendo el ridículo en público? ¿No tiene cerca alguien que se apiade de él y le regale un ordenador con impresora?
            ––A lo mejor sus amigos no le dicen nada para ver si se le escacharra la vieja máquina, no encuentra otra y de verdad cumple su promesa y deja de escribir?
            ––¿Y no se le ha ocurrido escribir a mano? Es lo que hacía Cela y es lo que hace Juan Manuel de Prada.
            ––No sé si es así o se hace el tonto –concluyo yo–, pero de lo que no hay duda es que toma por tontos a sus no escasos lectores.


Lunes, 24 de abril
PERPLEJIDADES

Cada semana comento un libro desde hace no sé cuántos años. Mando la reseña al periódico el martes, pero hoy es lunes y todavía no sé sobre qué libro escribir.
            Pensé primero en El silencio de oro, un libro inédito de Juan Ramón Jiménez. La edición de José Antonio Expósito Hernández es modélica. Da todos los datos necesarios en apéndice; los poemas aparecen limpios en la página, sin engorrosas notas, como le habría gustado a Juan Ramón Jiménez. Pero son poemas descoloridos y consabidos que en su mayor parte carecen de interés. Con los que Juan Ramón publicó en sus antologías, basta y sobra. El resto no añade nada a su obra. Más bien, resta.
            Me entusiasmé luego con El abismo verde, una novela de Manuel Moyano que homenajea a H. Rider Haggard, el autor de Las aventuras de Allan Quatermain y sobre todo a Kipling y al Conrad de El corazón de las tinieblas. Se lee con gusto, pero en seguida comienza a desinflarse y al final se queda en nada.
            ¿Y por qué no hablar de La lucha por el vuelo, el último premio Adonais? (Hace tiempo que no hablo de ese premio ni de poetas jóvenes.) Pues porque, como le dije a su autor. Sergio Navarro, a la salida de la comida en el Palacio Real (la diplomacia no es lo mío), se trata de un libro correcto, pero prescindible, sin demasiada fuerza.
            Los ritmos rojos, de Jesús Munárriz, un poeta que aprecio, podría ser otra opción. Tardó diez años en escribirlo, se lee en diez minutos, y más que un libro de poemas podría ser un reportaje sobre las ilusiones de cambiar el mundo que trajo la Revolución rusa y como se fueron frustrando. Hay pasajes redactados con cierta brillantez, pero ni una idea que no sea consabida.
            Álvaro Tato glosa la lírica tradicional en una de las secciones de Vuelavoz y lo hace con acierto, un poco a la manera de los poetas neopopularistas de los años veinte. Todo su libro tiene un tono cancioneril e ingenioso, pero finalmente sabe a poco. Seguro que con música y en voz alta resulta más seductor. Sus jueguecitos de palabras no acaban de convencer: “Menteoros” (¿meteoros de la mente?) titula una sección de poemas entre el haiku y el aforismo: “Costa de la ilusión, / enciende el faro”.
            Lo más trabajoso, ya lo he dicho más de una vez, no es comentar un libro cada semana, sino decidir cuál. Mis colegas de Babelia, Mercurio o El Cultural no tiene ese problema: les mandan el libro del que tienen que hablar y asunto concluido. La libertad de elección, en esta como en tantas otras cuestiones, acaba siendo un incordio.


Miércoles, 26 de abril
PORTUGAL EXTREMEÑO

Cualquier pretexto es bueno para darse una vuelta por Plasencia. En este caso se trata de presentar un libro y de asistir al estreno extremeño de cierto documental que me trae a mal traer. Coincido allí con Nuno Júdice, que presenta su novela Implosión, y el encuentro acaba convirtiéndose en una tertulia portuguesa-española. Se pasa de una lengua a otra insensiblemente y se habla de autores de acá y de allá.
            Es Manuela Júdice quien lleva la voz cantante y nos cuenta anécdotas de cuando dirigía la Casa Fernando Pessoa, de los tiempos de la revista Hablar / Falar de poesía. Nuno Júdice habla poco y de vez en cuando se distrae mirando el televisor del fondo, que transmite no sé qué partido de fútbol. Y yo recuerdo aquel encuentro de poetas portugueses, franceses y españoles en Royamont, la antigua abadía francesa tan llena de historia. Paseé un rato solo por los jardines y cuando volví al recinto del monasterio lo encontré vacío. No había nadie en el claustro, en la iglesia, en ninguna de las ojivales dependencias. Acabé por asustarme. Temí que aquella invitación inesperada y aquel viaje hubiera sido un sueño. Que la abadía estuviera encantada, como en un relato de M. R. James. Pero entonces oí gritar “¡gol!” y descubrí en una pequeña estancia anexa a la cocina a la media docena de poetas y a los dos o tres empleados que habían abierto el recinto para nosotros. Estaban todos arracimados en torno a un pequeño televisor. Creo recordar que jugaban la selección de Portugal y la de Francia. El fútbol, más que la poesía, es el lenguaje universal que une a los pueblos.
            Nuno Júdice me regala su novela, publicada en una pequeña editorial extremeña que dirige Mario Quintana. La hojeo: la maquetación resulta deplorable y la traducción, del propio editor en seguida me rechina. No digo nada por supuesto, pero no puedo por menos de ironizar un poco: “¿Y cómo te has decidido por publicar tu novela en Letour y no en Alfaguara? ¿Tan sustancioso ha sido el anticipo?”
            Sigo ironizando amablemente hasta conseguir irritar al joven Mario Quintana, que ha publicado unos cuantos libros de poesía de autores locales y solo quiere distribuirlos en grandes cadenas –El Corte Inglés, La Casa del Libro– porque son las únicas que piden los libros de cien en cien y los pagan a tocateja. “Las pequeñas librerías que tanto os gustan a los exquisitos, luego nunca pagan”, añade.
            ¡Pobre!, pienso yo, ya veremos los cientos de ejemplares que vende en El Corte Inglés de la novela de Júdice, una “novela estática” en la que dos amigos arremeten contra la Europa de la troika.          


Jueves, 27 de abril
UN LUGAR EN EL MUNDO

Aprovecho el viaje a Plasencia para pasar por Aldeanueva del Camino, si no “el origen del mundo”, como en la película de Manuel Oliveira, sí el origen de mi mundo.
            Un paseo breve: aparcamos el coche junto a la carretera, muy cerca del caserón de piedra, con su patio y su pozo, que ya solo existe en mi memoria, pero al que sigo volviendo a menudo. Cruzo después la garganta hasta la plaza del Mercado, me detengo sobre el puente romano escuchando el murmullo del agua (en verano, que es cuando suelo venir por aquí, la garganta está seca), voy hasta la iglesia de la Parte Arriba, donde me bautizaron, y recuerdo los tiempos en que subía hasta la torre, por la temerosa escalera exterior, para tocar las campanas. No encuentro a nadie en las calles, el pueblo parece abandonado, el escenario de una vieja película que sobrevive a la intemperie. En la Pista, frente a las escuelas, echo en falta el tronco carcomido de los viejos olmos, de los inmensos olmos que cobijaron mis juegos y ensueños infantiles. Ya no queda ni rastro de ellos. Pero ahí sigue la fuente con sus dos caños manando la misma agua fresca de siempre y el abrevadero de los animales cubierto de verdín.
            En el jardín de la Masides, frente a mi casa, en el primer jardín que es símbolo de todos los jardines, el majestuoso castaño en flor por el que no pasan los años, al contrario que por mí y por todo lo demás.
            Mi nostalgia se sacia pronto. Con media hora tengo bastante. Luego otra vez al coche y carretera adelante hasta Baños de Montemayor y la Sierra de Béjar.
            Un lugar de nacimiento no es más que un punto de partida. Todos nacemos en el centro de la rosa de los vientos. Nuestra patria es el ancho mundo, aunque a algunos, como a mí, nos guste escoger un rincón y no movernos demasiado de él.
            Pero mi rincón no está en Aldeanueva. Está en cualquier lugar donde tenga cerca un quiosco para comprar la prensa, dos o tres buenas librerías, alguna biblioteca, varias cafeterías donde leer y charlar con los amigos, un centro comercial con al menos media docena de salas de cine… Mi rincón está en cualquier lugar donde se pueda llevar una vida medianamente civilizada sin necesidad de utilizar ninguna prótesis mecánica (el omnipresente automóvil). Por eso detesto yo el campo y la naturaleza. Obliga a llevar una vida demasiado artificial.


Viernes, 28 de abril
VÓMITOS ANÓNIMOS

Ayer, cuando miré los comentarios al blog en que pongo al alcance de los lectores distantes mis reseñas de libros, me encontré con unas vergonzosas líneas de uno de los comentaristas habituales. Firma Paseante y dice que lo hace con otros pseudónimos. Soy una persona bastante polémica, me gusta discutir con todo el mundo. Incluso lo hago con anónimos, algo que me reprocha mi amigo Abelardo Linares. Yo acepto muy bien las discrepancias, aunque a veces me impaciente ante alguna tontería, y no me molesta nada –al contrario, lo agradezco– que me señalen mis errores y me rebatan con razones. Me encanta rectificar: eso supone que me he librado de un error.
            Pero todo tiene un límite. Lo de Paseante era como un maloliente vómito. Lo di de paso, como hago siempre que no insultan a otras personas, pero luego pensé que era mejor borrarlo e ir a lavarme las manos y desinfectar la pantalla. Hay mala gente en el mundo, almas podridas, para qué nos vamos a engañar.
            Pero ya había gente así antes de Internet. También por correo ordinario llegaban anónimos insultantes. Si no has recibido ninguno, es que no eres nadie. 
             Todos envidiamos a alguien. Yo, a cualquiera que valga más que yo (no a quien tenga más éxito). Por ejemplo, a Carlos López Otín, el investigador y la persona cabal que me hubiera gustado ser. Pero no se me ocurre vomitarle encima mi frustración, como hace conmigo este pobre hombre, incapaz de dar la cara, que firma Paseante.