Cuándo caminamos por la honda...
Esa qué no sabemos la mayor parte del tiempo,
hasta qué la vemos, viendo un cierto conocimiento,
qué nos deriva, qué nos desplaza y encauza, observando,
es el poder del observador, el qué todo...lo ve,
o gran parte.
En cuánto a la necesidad de hacerlo, de pararse,
a veces, en el análisis, fluyendo esencialmente,
nos sentimos, y nos llega sentimientos, ideas, percepciones,
situaciones qué de otra forma no veríamos,
y es cuándo aparecen la toma de decisiones, con una cierta comprensión,
en silencio, en esa calma interna qué nos desplaza, canalizando,
lo existente, nuestro propósito acorde a lo más justo necesario,
sí sé puede, porque a veces vemos la conveniencia de dejar ir,
de salir de un lugar, una posición, un sentimiento, una acción qué no lleva a nada,
solo a discordia incluso con nosotros mismos,
ejerciendo lo más idóneo para nosotros mismos,
porqué cuándo no se hace, no se ve, la existencia, la vida,
nos irá presentando idénticas situaciones, momentos y así el emerger interno,
no llevadero, no acorde en muchas ocasiones con lo qué en verdad somos,
ni tan siquiera con nuestro verdadero propósito de vida, nuestras verdaderas necesidades esenciales,
y en todo el vorágine presentado, en un tiempo... espacio determinado, se nos presenta,
para qué lo veamos, reaccionemos, con todas las propuestas, con todo lo sucedido,
llevándonos a dónde y cómo debemos estar, decidiendo, encontrándonos,
con nosotros mismos, en ese punto, qué demanda, lo conveniente,
y así afloramos, a un nuevo amanecer, el ansiado.
No hay espera sin reclamo.
Por Montse Cobas.
Ya no son tiempos de discordia, son tiempos, espacio, de encuentros.
Viendo y saliendo del atolladero de tiempo.
Comentarios