Yo te vi, tan, tan de lejos y
te ceñí a mí, por tan poco
sin creer del todo
en el manantial de tu piel
y en el brillo de tus ojos.
Mi cabeza era un torbellino
mi corazón, un alazán del monte
-sin patrono, sin control, sin norte-
sangrando heridas en el herbaje.
Te vi, te tuve, te sentí...
y sin saber qué hacer
con tanto sentir
te solté, dejándote ir.
Sensible y bello tú, que jamás te fuiste
del todo
y sabio el tiempo, que sostuvo firmes
las pilastras
de nuestro calendario con símbolos de oro.
Hoy, después de tanto -que es nada-
estamos aquí, genuinos y sin maniobras,
uno frente al otro, en este nuevo alba
de la estación más tibia de la vida.
Nuestras miradas, cuerpos y palabras
hoy expresan lo que el alma,
entre relato y relato, clama.
Creo que es hora, de dejarle el turno a
la esencia
para, amorosamente, ambos simplemente ser,
puros para cada uno y para el otro
olvidando los traspiés del ayer.
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P-Car
Paty Carvajal-Chile
N°1654 – 06.04.2024
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