Llegó un tiempo
distinto
en que la nada tiene
presencia.
En que las
lágrimas saben a lluvia fresca
y los labios suaves
y amorosos del silencio
besan con
cadencia mi espalda.
En este tiempo,
llegó el tiempo
en que ningún
suceso es demasiado bueno
o extremadamente
mal hecho.
En que si de
sentimientos se trata
ya no determino,
sumo ni resto.
Tiempo bendito
en que
no me nace
juzgar
y no quiero
mentir.
Ya no soy víctima,
niña o diva.
Fluyo como el
agua y si quiero…
soy esa agua.
Se siente bien.
Hoy, en que la vida,
millonaria y templada,
mece mi aire y entra
dulce por mi aliento
contemplativa me
entrego
a la mística muerte
estrellada.
Sin ayer, sin
mañana,
sin culpas, sin proyectos…
entendí que soy infinita
unidad
con mi fe y la única
verdad,
con el cielo y
la eternidad,
con mi alma y la
totalidad.
Existo, cavilo y
danzo
en este todo de
amor
y con certeza…
¡no necesito
más!
P-Car
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