Estuve
increíblemente
atareada,
obsesivamente
abnegada,
vertiginosamente
ocupada.
Falsifiqué momentos
del tiempo
por obviar tu tácita
mirada.
De nubes abultadas
con duelos
me llovió el
arrepentimiento.
Éste es, mi enajenado
llanto de yerros:
noches
asintomáticas de esperanza
arropadas entre vacíos
urdidos de
ausencias.
Al alba, las vacilaciones
ofenden:
¿dónde navegan tus
ojos?
¿de qué gaviotas
son tus besos?
¿alguna piel
sabe de tus atajos al cielo?
De amor y pena
mi corazón se
detiene.
Y por no morir
antes de mi muerte
en la bohemia de
mis confesiones
dreno en
palabras, lo que queda de mi alma.
Encumbro, loas,
rimas, plegarias
que una a una, se
posan en las estrellas:
ilusión de un manifiesto
perpetuo
visible para
navíos sin reina.
Los tripulantes
me llaman poeta.
Ignota sobreviviente
soy, nada más
que en ocasos de
olas mecedoras
tu piel de sol
y ojos de mar…
aún sueña
encontrar.
P-Car