Como rocío al amanecer,
para ser, necesito de silencios.
Silencio original, selecto y
brutal.
Romántica emancipada
busco nutrirme del silencio
que no calla el habla al amar.
O de aquel que me expulsó
a verbalizar ira y compasión
fuera del agua primogénita.
Espero algún eclipse volver
-por un instante mágico quizás-
al momento cero
en que el útero me acogió
y conocí el mutis primero:
Silencio carcelario, de tapias
blandas.
Silencio culto, de lenguas incultas.
Silencio sagrado, de luz incauta.
Silencio, silencio, puro y cabal.
Gracias a esa danza sensorial
en un oscurecimiento de mi vida
benévola fue la calma de mi sueño
en que, un silencio sabio del
cielo
sanó la afonía de mi corazón y
cuerpo.
Y porque del mal silencio, ninfa renací,
procuro aquel, florecido de versos
que, si mis ritos fustigan la
cábula,
en mansedumbre global, fuerte exclama,
lo inaugural y mejor de mí.
P-Car