Hay atardeceres inertes,
de tenebrosos días sin alegría.
Momentos oscuros,
en que solo tus ojos me consolarían.
Pero sé que lejos
se han ido, contigo,
y tú con ellos,
desaparecido.
Al anochecer caen
lágrimas lentas de los míos
las de ese
llanto mudo que va encorvando el estilo
y que poco a
poco, seca la fuente de los sentidos.
Pero luego de
esos días y noches tan solitarias,
de hondas penas
y punzante dolor en el pecho,
florecen
amaneceres en que una extraña calma
inunda mis venas,
mi iris y mis horas, querido.
Es la paz justa y
necesaria para seguir aquí
respirando,
sintiendo y entendiendo la vida.
Para avanzar meditando
y contemplar el cielo
y por instantes
infinitos, saber con profunda fe
que mientras más
avanza el tiempo
más pronto han
de abrazarse nuestras almas.
Así lo creo y así
será:
amor puro… amor
ido…
amor eterno… ¡amor
mío!
P-Car
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