A veces ella
quisiera oír respuestas
de preguntas
que aún no modula.
De tanto en
tanto, ella oye una voz
-otro
lenguaje- que murmura.
En escasos
instantes
ella
interpela un abrazo
-uno bello y
extenso-
¡que la
ensamble!
Hechizada de
luna y estrellas,
de vez en
cuando, ella se estremece
noches
enteras -eternas-
hasta que
amanece.
Exaltada,
entre dispares relojes,
acatando el
hambre del cuerpo
ella se hace
témpano
de sol a sol.
Más, al
entrar a casa
y ver sus
ojos en el espejo
necesitando
comulgar
en su nido,
en su altar,
ella no se
encuentra.
Sobreviviente
en su copia,
espantada, no
logra hallar
su versión original.
La oriunda
esperanza es
que en su
textura infinita,
ella aún está
ahí, íntima,
genuina
¡avasalladora!
Con su mudez
dolorosa,
atascada en
la garganta
de pronto,
algo leve musita
pero muchas
más veces,
ella rotunda
muere
de tanto
morir.
Todo se trata
de seguir ahí:
resistir, no resistir,
resistir.
¡Qué
admirable! (o pavoroso)
Revés tras
revés, luto tras luto.
Aguardar
algo, pero que ella
-y su devota
réplica-
ignoren qué
es.
Balada a
balada…
en su mística
ventana.
Miradas
empañadas.
Ella con
ella, un alma sola
espeluznada
de existencia
y de solidez
vacía. Dolor.
Alondra sin
su alba,
ola sin su
mar,
hora a hora.
Deseo que se
sueña deseable,
sueño que se
desea asimismo.
Esencia, epidermis,
sexo,
ataúd, huesos,
olvido.
¡Vida tras
vida!
¡fe infinita!
¡Amor!
.
.
.
P-Car
Paty Carvajal-Chile
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Imagen: Adam Martinakis