viernes, agosto 11, 2017

El siglo de un instante

Por un instante olvidé
que fui olvidada.
Y te recordé
como aprendí se recuerda
lo jamás olvidable.

Y te llevé conmigo a mi mundo
así como el viento a las hojas secas
elevadas al primer contacto.

Y te amé…
-sin reservas de nada-
llenándote la escasez de mí
y contemplándote hondo el alma.

Y te miré radiante -insistente-
como el fuego con sus llamas más candentes
si con perseverancia quiere alcanzar
al más lejano y hermoso lucero.

Todo fue, eterno y fugaz
porque simplemente sucedió
como si el tiempo y los pecados,
la lejanía y la ausencia
no fuesen más que palabras leves
desechables en un segundo.

Bordé delicada -y apurada-
cada segundo que se iba…
te conté mil cosas de mí
en medio del espiral flotante
de estar nuevamente contigo.
Y feliz.

De pronto enmudecí y
mis labios fueron palomas
que emigraron quizás dónde:
tal vez a la promesa de la montaña
-o quizás a morir cerca del cielo-
cuando por algo recordé
que fui desdeñada.

O fue la mirada del invierno
que luego de un extasiado instante
se apodera de tus ojos y besos
y puede más, misteriosamente más…
que todo mi amor y mis versos.

O tal vez fue recelo -absoluto miedo-
de que me amaras de verdad e infinitamente…
por indeterminada vez…
¡de nuevo!



P-Car

lunes, agosto 07, 2017

Saber que me amas

Calma es…
una manta, un mar, un recuerdo,
una melodía, un puñado de versos,
y suspirar hondo la vida
bajo un cúmulo de estrellas.

Pero más allá del océano,
del horizonte y del cielo…
tan solo para mi alma
existe un arco iris único:
la sublime tranquilidad
de saber que me amas.

Por lo que…
suponiendo llegar a mi fin
culpa de una escasez total
-sin agua, sin calor, sin luz-
mi oasis espiritual
no puede sumar riqueza mayor
ni dibujar paz más bella y perfecta
que imaginar cerrar por siempre mis ojos
estando en tus brazos.



P-Car