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jueves, 30 de mayo de 2019

LA EVOLUCIÓN DEL NACIONALISMO EN ESPAÑA



III.- La Transición Democrática
 
La muerte del general Francisco Franco ocurrió el 20 de noviembre de 1975, casi cuarenta años después de finalizar nuestra Guerra Civil. Y a pesar del tiempo transcurrido entre un suceso y otro, todavía no se había producido la deseada reconciliación de los bandos que protagonizaron aquel traumático enfrentamiento entre españoles. Ya era hora, por lo tanto, de aparcar diferencias y sellar la paz, para dedicarse a construir juntos una España cada vez mejor y enteramente democrática.
Con la intención de acercar posturas entre ambos bandos, los franquistas más abiertos en aquel momento, por iniciativa en primer lugar de Manuel Fraga Iribarne y después de Adolfo Suarez, comenzaron a implementar medidas y reformas creíbles, con posibilidad de ser plenamente aceptadas por las fuerzas de la oposición. Entre las medidas más llamativas estaba, creo yo, la concesión de una amnistía general para todos los delitos políticos del pasado.
Y los adictos al viejo bando republicano, que deseaban fervientemente salir de la clandestinidad y acabar con tantos años de incomprensión y de enfrentamientos, aceptaron sin más esos cambios y comenzaron a negociar el famoso y complejo proceso de transición o reforma política. Conscientes  de la importancia de esos acuerdos, olvidaron sus posturas más  maximalistas y renunciaron definitivamente a la ansiada ruptura democrática con el franquismo. Y yendo aún mucho más lejos, estaban dispuestos incluso a respetar la necesaria intangibilidad del cuerpo de funcionarios y de los militares incondicionales de Franco.
Y para que no se malograra ese deseado cambio de régimen, el Gobierno de Suarez mantuvo varios contactos discretos con la oposición. Gracias a esos encuentros, apareció, en primer lugar, la última  de las Leyes Fundamentales del Reino que promulgó el franquismo: la conocida Ley para la Reforma Política. Esta Ley fue aprobada seguidamente por las Cortes y, sometida a referéndum el 15 de diciembre de 1976. Y el resultado fue francamente contundente, ya que,  con una participación del 77,7%, obtuvo un 94,1% de síes. Y Suarez completó la faena el 9 de abril de 1977, con la legalización del Partido Comunista en plena Semana Santa.
Había llegado, por lo tanto, el momento de redactar una Constitución para regular convenientemente el nuevo ordenamiento jurídico de los españoles. El correspondiente anteproyecto de Constitución fue elaborado por los siete ponentes, que fueron seleccionados por la Comisión de Asuntos Constitucionales  y Libertades Públicas del Congreso de los Diputados. También debemos a esos siete ponentes, llamados  padres de la Constitución, el modelo de organización territorial instalado en España, que resultó ser bastante más controvertido y polémico que cualquier otra decisión constitucional.

martes, 21 de mayo de 2019

LA EVOLUCIÓN DEL NACIONALISMO EN ESPAÑA

II.- Los nacionalismos periféricos con Franco




Es verdad que Franco, al igual que los demás generales africanistas de la generación de 1915, siempre había sido partidario de la unidad entre los hombres y las tierras de España. Pero con la Guerra Civil Española, que estalló evidentemente por la división y la falta de una convivencia pacífica entre españoles, afianzó aún más su deseo de mantener intacta esa ansiada unidad entre las personas y los territorios de España.
Con una sociedad tan polarizada en bandos, que mantenían entre si disensiones profundas y hasta enfrentamientos frecuentes, era muy difícil evitar esa guerra. Y mucho más, si tenemos en cuenta que la economía española estaba tan atrasada de aquella que no lograba satisfacer las necesidades del pueblo. Y por si todo esto fuera poco, había también una diferencia abismal entre pobres y ricos y prácticamente no existía la clase media que podía, hasta cierto punto, equilibrar la balanza.
Y con la intención de evitar otro colosal fracaso colectivo, similar al que provocó aquella guerra cainita, Franco se ocupó personalmente de mejorar la situación de los más desfavorecidos, dando vida así a una clase media y poniendo en marcha un estado de bienestar desconocido hasta entonces. Y no contento con esto, el 17 de mayo de 1958 promulga la llamada Ley de Principios del Movimiento Nacional, que fue aprobada mediante aclamación por las Cortes y que es una de las siete Leyes Fundamentales de aquel régimen.
El capítulo IV de la Ley de Principios del Movimiento Nacional es sumamente claro: “La unidad entre los hombres y las tierras de España es intangible. La integridad de la Patria y su independencia son exigencias supremas de la comunidad nacional”. Pero defender con tesón y firmeza el concepto de lo nacional, que no es nada más que salvaguardar nuestra personalidad histórica forjada a través de los tiempos, no implica que tengamos que obviar la rica diversidad de nuestra nación.
Y si es importante preservar nuestro glorioso pasado, no lo es menos mantener la diversidad cultural de cada una de nuestras regiones, que al ser perfectamente armónica, termina integrándose nacionalmente y enriqueciendo nuestro bagaje histórico. Eso es lo que intenta el que fuera caudillo de España, dejándonos ese mensaje póstumo, al final de su vida, en su testamento o ‘despedida’: “Mantened la unidad de las tierras de España, exaltando la rica multiplicidad de sus regiones como fuente de la fortaleza de la unidad de la Patria”
Siguiendo el consejo de Franco, cómo no, debemos ser extremadamente cuidadosos para prevenir los movimientos subversivos que se producen inevitablemente, como es el caso actual de Cataluña, con la desviación de los sentimientos nacionalistas y regionalistas. Más que nada, porque o se aborta o corrige desde el principio, o termina enquistándose y poniendo en peligro la necesaria unidad de España.

sábado, 23 de febrero de 2019

LOS CHIRINGUITOS DEL PSOE



Según una vieja leyenda de la mitología griega, el titán Prometeo subió al monte Olimpo y robó el fuego de los dioses y se lo dio a los hombres, para que pudieran calentarse. Y Zeus, que se sintió burlado por ese hecho, decidió vengarse de la humanidad y de su improvisado benefactor.  Y encargó a Hefesto, el dios del fuego y de la forja y protector de los artesanos,  que hiciese una mujer de arcilla, la famosa Pandora. Y después de infundir vida a esa imagen, Zeus se la envió a Epimeteo, el hermano de Prometeo.

Y aunque Epimeteo había sido aleccionado por su hermano para que no aceptara ningún regalo de los dioses, la belleza de aquella mujer le subyugó y terminó casándose con ella. Pandora recibió, como regalo de boda,  una misteriosa caja, con la recomendación precisa de no abrirla bajo ningún concepto. Pero Pandora, que era extremadamente curiosa, no pudo resistir la tentación y abrió la dichosa caja para ver qué había dentro. Y fue entonces cuando se escaparon de su interior todos los males del mundo, y se alojaron entre los humanos.

Entre los perversos espíritus que se escaparon de la caja de Pandora estaban los Pseudologos (Ψευδολογος), esa especie de daimones que encarnan las mentiras y las falsedades. Es cierto que, por su propia naturaleza, los Pseudologos se oponen radicalmente a Alétheia (ἀλήθεια), que es la personificación de la verdad. Hay que tener en cuenta, que los Pseudologos griegos se corresponden con los Mendacium de la mitología romana

Y los Pseudologos prófugos, o los Mendacium, que se escaparon de la caja de Pandora enturbiaron considerablemente la política, contaminando en mayor o menor medida a todos los partidos políticos. Pero fue en el Partido Socialista, donde entraron a saco y causaron los mayores estragos. Es verdad que, para conquistar el poder, todos los partidos, tanto si son de izquierdas como de derechas, recurren normalmente a las presiones, a la compra de voluntades, a la mentira y al engaño. Pero la chusma del PSOE se lleva la palma, porque utiliza todos esos recursos de una manera mucho más desvergonzada y abyecta que los demás.

Y ahora, que hace décadas que desapareció Franco, los socialistas ‘patrios’ presumen de ser de izquierdas y más antifranquistas y más demócratas que nadie. Por consiguiente, se consideran moralmente muy superiores a los demás, y se arrogan el derecho a gobernar y a disfrutar del poder. Y aunque no se ocupan nada más que de sí mismos y de sus familiares y amigos, se olvidan de la decencia y mienten con toda desfachatez afirmando que son ellos, y nada más que ellos, los que defienden y protegen al pueblo. Son ellos, por lo tanto, los únicos que merecen el apoyo de los ciudadanos para gobernar.

viernes, 11 de enero de 2019

LAS ANDANZAS DEL PSOE

       X.-La obsesión freudiana de Pedro Sánchez

















2ª  Parte

El problema se complicó aún más, cuando Pedro Sánchez irrumpió en La Moncloa por la puerta de atrás y sin el conveniente dictamen de las urnas. Está tan obsesionado contra quien puso en su sitio a las viejas glorias del socialismo patrio, que asume el papel de un acomplejado imán antifranquista, y utiliza interesadamente la Memoria Histórica como si fuera una cruzada militar contra Franco y contra su obra. Y como necesita algo más en ese enfrentamiento desigual,  pretende crear una Comisión de la Verdad para que fije los hechos perpetrados por el extinto régimen durante la Guerra Civil y en su larga Dictadura.

Para Pedro Sánchez tiene muy poca importancia, que los hechos cacareados por esa Comisión de la Verdad sean ficticios o subjetivos o estén claramente manipulados. En cualquier caso, la versión aportada por esa Comisión, se convierte inmediatamente en verdad inapelable, aunque no se parezca en nada a lo que sucedió realmente hace ya más de 40 años. Y si dice que Franco es el malo de la película, que violó despóticamente hasta los derechos humanos más elementales, tendremos que aceptarlo como artículo de fe, para no vernos inmersos en alguna sanción administrativa.

Es evidente que Pedro Sánchez tendrá que recurrir al psicoanálisis si quiere liberarse de sus problemas emocionales y acabar de una vez por todas con esa obsesión freudiana contra el franquismo, que no le deja vivir. Desde que logró sentar sus reales en La Moncloa con demagogia y sin depender de las urnas, su agenda estaba totalmente ocupada con Franco, su dictadura y con el Valle de los Caídos. Y trata de salir airoso y resolver nuestros problemas tradicionales de convivencia, atribuyendo a Franco todas las fechorías y los delitos que cometieron los socialistas que tenían voz y mando en el Frente Popular de 1936.

Como el doctor trampa que nos ‘desgobierna’, tuvo que emplear demasiado tiempo para plagiar su tesis doctoral, no pudo enterarse  de las bravatas envenenadas que lanzaba diariamente el estalinista Francisco Largo Caballero contra la democracia y contra la libertad. Y en consecuencia, sigue pensando, que este viejo líder socialista era un personaje honesto y extremadamente respetuoso con las decisiones que tomaban las mayorías sociales. Lo contrario que Franco, que se levantó contra un Gobierno perfectamente democrático.

Y no es verdad. Para empezar, Largo Caballero, con la ayuda de Indalecio Prieto y otros colaboradores directos, aplastó inmisericordemente al grupo de los moderados que dirigía Julián Besteiro y los desplazó del poder en el PSOE y en la UGT. Y después, como estaba tan subyugado por el maximalismo bolchevique, se lanzó de lleno y sin contratiempo alguno, a sovietizar al partido socialista primero, y después a España, cumpliendo así, lo que había escrito en El Socialista el 9 de febrero de 1936: “Estamos decididos a hacer en España lo que se ha hecho en Rusia. El plan del socialismo español y del comunismo ruso es el mismo”.

sábado, 5 de enero de 2019

LAS ANDANZAS DEL PSOE


X.-La obsesión freudiana de Pedro Sánchez



1ª . Parte

Allá por el año 629 de nuestra era, un monje budista chino, llamado Xuanzang, abandona Luoyang y marcha en peregrinaje a la India. Entre otros lugares sumamente interesantes, estuvo en la ciudad de Bamiyán, donde se entremezclan elementos de arte griego, el persa y budista, dando origen a una modalidad artística que conocemos colmo arte greco-budista.

En sus correrías por la famosa Ruta de la Seda, Xuanzang visitó a los monjes de los monasterios theravāda, que vivían austeramente en cuevas talladas en los mismos acantilados de la ciudad  y pudo admirar las dos estatuas de Budas gigantes, esculpidas en la roca por los propios monjes para embellecer sus celdas. La altura de estas estatuas, una alcanzaba los 55 metros y la otra 37. Y tal como reflejó Xuanzang en su crónica, ambos Budas estaban “decorados  con oro y finas joyas”. Y estas estatuas,  de un valor histórico incalculable por su evidente antigüedad, fueron reconocidas por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad.

Aunque los musulmanes siempre han sido iconoclastas e intransigentes con las imágenes budistas, el patrimonio artístico de Bamiyán, siempre había sido escrupulosamente respetado. Pero en el año 2001, los talibanes rompen con esa tradición y deciden poner fin a casi 1.500 años de historia, demoliendo con explosivos las dos estatuas de Buda, que adornaban el milenario monasterio budista de esa ciudad afgana.

Se trata, cómo no, de un acto extremadamente violento, condenado expresamente hasta por la misma Organización de la Conferencia Islámica, que sentó un peligroso antecedente para el mundo musulmán más fundamentalista y que ha sido copiado, en más de una ocasión, por otros combatientes del Estado Islámico. La voladura de los Budas gigantes ha sido también un mal ejemplo para nuestros fundamentalistas particulares, que intentan  aniquilar hasta el más mínimo vestigio dejado por Franco en nuestra historia reciente.

Los yihadistas culturales, que soportamos, querrían ir mucho más lejos, pero han tenido que conformarse con simples amenazas. Los muyahidines, que militan en formaciones políticas tan mesiánicas y ultraizquierdistas como Podemos, estarían completamente dispuestos a dinamitar el portentoso conjunto monumental del Valle de los Caídos, construido  por Franco en el valle de Cuelgamuros. Tampoco se quedarían atrás los talibanes patrios que, desde puestos clave del PSOE, harán todo lo posible para minimizar al máximo la obra de quien sacó definitivamente a los españoles de su pernicioso ostracismo tradicional.

martes, 27 de octubre de 2015

IZQUIERDA Y TAUROMAQUIA

En septiembre de 1940, Alemania ya sospechaba que algunos de los países no beligerantes terminarían indefectiblemente engrosando la lista de sus enemigos. Para curarse en Salud, Alemania se adelanta a esa posibilidad y firmó con Italia y con Japón un pacto de asistencia mutua, tanto en el aspecto económico, como en el político y militar. Y el Führer, Adolf Hitler, que esperaba convencer a España para que se alineara también con las Potencias del Eje, envió a Madrid al jefe de las SS, Heinrich Himmler, para organizar la famosa entrevista de Hendaya.

El Reichsführer SS H. Himmler llega a España el 19 de octubre de 1940. Al día siguiente se entrevista en el Palacio del Pardo con Franco para preparar cuidadosamente las medidas de seguridad necesarias para el encuentro que, ambos mandatarios, celebrarían cuatro días más tarde en la estación de trenes de la localidad de esa localidad francesa. Ya por la tarde, el Jefe del Estado Español invitó a Himmler y a su comitiva a una corrida de toros que se celebraba, cómo no, en la plaza madrileña de las Ventas.

En el cartel de aquel festejo taurino intervenían los diestros Marcial Lalanda, Rafael Ortega “Gallito y Pepe Luis Vázquez, que confirmaba su alternativa. Se lidiaban seis toros de las ganaderías de Bernardo Escudero y Manuel Arranz. Aquella tarde, Pepe Luis Vázquez se lució con el tercer toro, que era el de su confirmación, al que hizo una de las mejores faenas de su carrera en los ruedos. Tras la lidia de este toro, llamado “Carmoneño”, comenzó a llover torrencialmente y tuvieron que suspender la corrida.

Esa inoportuna lluvia, que privó a los diestros de redondear una tarde de gloria, fue sin embargo una auténtica bendición para el máximo responsable de las SS, ya que,  según dijo cuando se puso fin al fiesta taurina, sufrió nauseas mientras duró la lidia, porque era incapaz de soportar el martirio y el sufrimiento que se daba a aquellos pobres animales. Y no acabaron aquí los comentarios claramente negativos de Heinrich Himmler. Ya en Alemania, el Reichsführer no se anduvo con tapujos y describió las corridas de toros como “un espectáculo deleznable y extremadamente sangriento”.

Está visto que para Himmler, que era uno de los principales responsables de los terribles horrores del Holocausto, los animales están siempre por encima de las personas, especialmente si estas son judías.  Para este monstruo, lo de Auschwitz era  totalmente razonable y, por lo que parece, los animales tenían bastantes más derechos que los seres humanos, sobre todo si estos eran judíos.

lunes, 1 de abril de 2013

INTEGRACIÓN DE ESPAÑA EN EUROPA



Consumado el Desastre del 98, España liquida los últimos restos del vasto Imperio colonial español. Después de ceder obligatoriamente a Estados Unidos Filipinas, Puerto Rico y Guam, vendemos a Alemania los Archipiélagos de las Islas Carolinas y Marianas por 25 millones de pesetas. Estos hechos provocaron en la sociedad española un gran pesimismo y una profunda desilusión. Y los intelectuales de entonces, primero los de la Generación del 98 y después los de la Generación del 14, comenzaron a replantearse nuevos desafíos. Empezaron exigiendo la modernización de la sociedad y la renovación política y hasta se permitieron debatir sobre el mismo ser de España.

Aparte de los planteamientos regeneracionistas para recuperar la moral y de tratar de superar la diferencia abismal existente entre la España real y la España legal, los intelectuales ponen su mirada en Europa. No quieren quedar culturalmente aislados. Algunos, como Miguel de Unamuno, abogan por desembarcar en Europa, pero llevando nuestra cultura y nuestro particular modo de entender la vida. Defendían la “españolización de Europa”. Los más jóvenes, como José Ortega y Gasset, reivindicaban la “europeización de España”.

Aunque todos los países compartan la misma cultura, pueden colisionar gravemente sus intereses políticos y económicos y terminar a veces en auténticos enfrentamientos bélicos. Es lo que pasó desgraciadamente en Europa. Y no estaban aún restañadas las heridas provocadas por la Segunda Guerra Mundial, cuando al político luxemburgués Robert Schuman se le ocurre la idea de que,  unificando los intereses políticos y económicos, pueden evitarse también  esas guerras desoladoras entre los distintos pueblos.

Varios países valoran positivamente la idea aportada por Robert Schuman y, con la firma del Tratado de París en abril de 1951, crean la Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA). Este acuerdo fue firmado por la República Federal de Alemania, Bélgica, Francia, Italia, Luxemburgo y los Países Bajos. Seis años más tarde, en marzo de  1957, se da un paso más y, con los Tratados de Roma, esos mismos países  crean la Comunidad Económica Europea (CEE) y la Comunidad Europea de la Energía Atómica (EURATOM). Y es entonces cuando nace realmente  el Parlamento Europeo y la mayor parte de sus instituciones. En abril de 1965, con la firma del Tratado de Bruselas o Tratado de Fusión, unifican  estas tres Comunidades en una sola Comisión Europea y en un solo Consejo para optimizar todas sus funciones.

domingo, 6 de enero de 2013

VII.- CATALUÑA EN TIEMPOS DE FRANCO


La tribu catalanista, que creció y se fortaleció al amparo del Estado de las Autonomías,  ha propagado interesadamente el bulo de que Franco había proscrito el catalán y perseguía sin piedad a los se atrevían a utilizarlo. Y son muchos, dentro y fuera de Cataluña, los que se han creído semejante infundio. De ahí que nos encontremos a veces con personas que meten en el mismo saco al anterior jefe del Estado y a los actuales soberanistas cuando dicen: "se está haciendo con el castellano lo que en época de Franco se hizo con el catalán".

Es cierto que los nacionalistas, ante la dejación incomprensible del Poder central,  llevan ya mucho tiempo poniendo todo tipo de trabas a la enseñanza del español. Han impuesto un sistema de inmersión lingüística totalmente injusto con la intención perversa de marginar el castellano y hacer que desaparezca prácticamente de la enseñanza obligatoria. Han tenido incluso la desfachatez  de sancionar a los comerciantes por emplear el español al rotular sus establecimientos y sus servicios. Y Franco nunca hizo eso. Persiguió, eso sí, a los que  hacían un uso político del catalán y lo utilizaban intencionadamente como arma de construcción nacional, pero nunca al catalán como lengua.

Aunque los nacionalistas excluyentes han esgrimido profusamente esa acusación, nadie podrá encontrar documento alguno que nos demuestre que, durante el franquismo, se prohibió alguna vez expresarse en catalán. Si encontramos, sin embargo, abundantes datos que nos indican el apoyo incondicional del régimen a las manifestaciones culturales de dicha lengua. Ahí están, por ejemplo, los certámenes creados durante esa época para premiar obras escritas en catalán, lo que demuestra que no hubo inquina por parte de Franco contra el catalán. También hubo, durante esa época, multitud  de exposiciones de libros catalanes, organizadas por el poeta y crítico literario de Manresa, Guillermo Díaz Plaja.

Destacan, entre otros certámenes,  el “Rafael Campalans”, creado para premiar estudios sociales relevantes; el “Amadeu Oller” para poesía; y nada menos que tres certámenes, el “Folch i Torras”, el “Ruyra” y el “Sagarra”, para premiar obras de teatro. Hasta se creó el “Carles Cardó” destinado a premiar ensayos religiosos destacados. En 1945, por ejemplo, el régimen franquista contribuye con su apoyo, y la correspondiente subvención, al éxito de la celebración del centenario de Mossen Cinto Verdaguer, el llamado “Principe de los poetas catalanes”. En 1947 se concede el premio “Joan Martorell”, para novela escrita en catalán, a Celia Suñol y a María Aurelia Campmany.

Colaboraron con el franquismo personajes catalanes de la talla de Eugenio d’Ors que, en plena Guerra Civil, se traslada de París a Pamplona desde donde colaboró positivamente en la reorganización de las instituciones culturales del llamado bando nacional, en el que combatían sus tres hijos. Fue Eugenio d’Ors el que consiguió la recuperación de los fondos del Museo del Prado, que habían sido sacados de España por el  Gobierno de la República durante la guerra. Y durante muchos años, representó decorosamente al franquismo en los distintos foros culturales europeos. También José Pla, el escritor más leído en lengua catalana, abandonó apresuradamente la Cataluña republicana en septiembre de 1936, para regresar dos años más tarde a San Sebastián, que estaba ya en poder de Franco. Y en enero de 1939 entra en Barcelona formando parte del ejército nacional.

Ante el avance imparable de las tropas de Franco por Cataluña, y la huida precipitada del Gobierno de la República, se produce la gran desbandada del ejército republicano, completamente hundido y desmoralizado, camino de la frontera con Francia. La entrada en Barcelona del ejército nacional fue apoteósica.  En ninguna de las otras ciudades conquistadas hasta entonces hubo el entusiasmo desbordante,  la alegría y la cordialidad que en la toma de Barcelona. Una marea humana se echo espontáneamente a la calle para aclamar y aplaudir a unas Fuerzas Armadas que llegaban presumiblemente con pan  y con ley bajo el brazo.

Los conversos de última hora al anti franquismo, que comenzaron a aparecer a partir de la transición democrática, lo niegan categóricamente. Pero Franco fue recibido con vítores y aplausos en Barcelona en el desfile de la Victoria de febrero de 1939 y en todas sus posteriores visitas a Cataluña. Hay cantidad de documentos gráficos que lo atestiguan. Y Franco nunca olvidó esos recibimientos, como tampoco olvidó que Barcelona le dio  más voluntarios para la Guerra Civil que ninguna otra provincia española. Y supo agradecérselo sinceramente poniendo en marcha un colosal  programa de inversiones en Cataluña.

Por supuesto que trajo a raya a los catalanes rebeldes, empecinados en hacer política y  no porque quisieran precisamente una Cataluña independiente. Por razones obvias, no consentía veleidades peligrosas y enfoques políticos distintos a los suyos, ni a los catalanes, ni a los ciudadanos de las demás regiones españolas. Estaba aún muy cercana la terrible tragedia derivada del comportamiento totalmente irresponsable de los políticos de entonces, que llegaron hasta institucionalizar la violencia para conseguir por las buenas o por las malas sus propios intereses partidistas.

Es cierto que, a medida que pasaban los años y se alejaba el fantasma de la fratricida Guerra Civil, comenzaron a surgir antifranquistas ocasionales, sobre todo en zonas industriales y mineras. La estrategia era siempre la misma, en las provincias catalanas y en las demás provincias españolas. Trataban de introducirse clandestinamente en las estructuras mismas del régimen, sobre todo en el sindicato vertical. Y en esto eran especialmente maestros los comunistas. Buscaban la manera más efectiva de debilitar al franquismo, combatiéndolo desde dentro.

Mientras vivió Franco, hubo en Cataluña, como en toda España, algún que otro antifranquista ocasional, pero no muchos. El más significativo fue indudablemente el discutido monje Dom Aureli María Escarré, Abad del  Monasterio de Montserrat, convertido posteriormente en todo un mito del independentismo actual. La propaganda catalanista, además de como alguien de los suyos, nos lo presenta como un dechado de virtudes cristianas y monacales totalmente excepcionales. Hasta su mismo  lema abacial, propter domum Domini, podría hacernos pensar que vivió y trabajó exclusivamente para la casa del Señor.

Pero ni la propaganda interesada de los independentistas catalanes es cierta, ni concuerda su vida con  lo que reza su lema abacial. El Abad Escarré fue un monje benedictino tremendamente ambicioso y oportunista. Según cuentan otros monjes compañeros suyos, hasta se olvidaba con frecuencia de cumplir debidamente con su voto monástico de pobreza. Y más que un monje, preocupado por vivir íntimamente el Evangelio, parecía un falangista más de los que abundaban en aquella época.  Y por supuesto, era tan autoritario como ellos.

Por su ideología y por su manera de concebir la vida, no es de extrañar que se llevara muy bien  con los miembros del Gobierno de Franco, con quien mantuvo, durante un tiempo, una estrecha amistad.  Fruto de esa amistad personal con el anterior jefe de Estado fue la Gran Cruz de la Orden Civil de Alfonso X el Sabio, que se le concedió en el año 1945. Pero la ambición desmedida del Abad Escarré no conocía límites y quiso convertirse en Cardenal Arzobispo de Tarragona, pretensión que mantuvo durante varios años. Y mientras llegaba y no ese nombramiento, se le antojó ocupar la abadía del Monasterio de la Santa Cruz del Valle de los Caídos, cuyas obras estaban a punto de finalizar.

Pero Franco optó por el benedictino Fray Justo Pérez de Urbel, otro falangista bastante más fiable y mucho mejor preparado intelectualmente que el Abad Escarré, para hacerse cargo de esa nueva abadía. Fray Justo Pérez de Urbel formaba parte de los entresijos del régimen y, en aquel momento, era miembro del Consejo Nacional del Movimiento y procurador en las Cortes Españolas. El orgullo del abad de Montserrat no aguantó más. Despechado y lleno de rencor, inicia su etapa crítica con el franquismo con unas declaraciones explosivas en el periódico francés “Le Monde” del 3 de diciembre de 1963.  “Donde no hay libertad auténtica -decía-, no hay justicia, y esto es lo que ocurre en España”. Y agregaba: “No tenemos tras nosotros veinticinco años de paz, sino veinticinco años de victoria. Los vencedores, la Iglesia incluida, que fue obligada a luchar al lado de ellos, no ha hecho nada para acabar con la división entre vencedores y vencidos”.

A partir de esta fecha, las desavenencias de Aureli María Escarré con el régimen fueron en aumento y, al final, no tuvo más remedio que abandonar España y exiliarse a Italia. Esto fue aprovechado interesadamente por los disidentes franquistas de entonces para hacer del Abad Escarré todo un mito popular del catalanismo. Los nacionalistas de hoy día mantienen ese mito y nos le presentan como el más valiente de los separatistas catalanes. Obvian intencionadamente una frase suya, posterior a las polémicas declaraciones a “Le Monde”: “Los catalanes en gran mayoría, no somos separatistas. Cataluña es una nación entre las nacionalidades españolas. Tenemos derecho como cualquier otra minoría, a nuestra cultura, a nuestra historia, a nuestras costumbres que tienen su propia personalidad dentro de España. Somos españoles, no castellanos”. No niega su españolidad; dice simplemente que no es castellano.

Con la transición española a la democracia, se produce la mayor desbandada de eminentes  franquistas que aterrizan precipitadamente en el nacionalismo catalán más extremo, de corte claramente independentista. Fueron muchos los jerarcas  del régimen que,  acostándose franquistas, despertaron al día siguiente siendo consumados demócratas, prestos a ocupar puestos destacados en las listas de CiU o en las del PSC. Entre los que estrenaron nueva chaqueta ideológica con la transición, tenemos a Miguel Montaña, a Enrique Olive, a José María Coll, a Joaquín Molins López-Rodo  y a José Torras Trías.

Todos estos conversos fueron ampliamente premiados por Franco por su lealtad inquebrantable al régimen. Todos ellos fueron nombrados directamente por Franco alcaldes de Lérida, de Tarragona, de Sant Celoni, de Barcelona y de Badalona respectivamente. Todos ellos formaban parte del famoso Movimiento y algunos desempeñaron además el honroso cargo de procurador en las Cortes de Franco.

Gijón, 10 de diciembre de 2012

José Luis Valladares Fernández 

lunes, 16 de abril de 2012

¡VAYA REFERENTE DEMOCRÁTICO!

Ya va siendo hora de que olvidemos definitivamente los terribles delitos cometidos por unos y otros durante la Guerra Civil, en la que  Santiago Carrillo no fue precisamente un santo. Pues han pasado ya casi 80 años desde entonces y todos aquellos prescribieron ya en vida del propio Franco,  incluidos los cometidos por Carrillo,  flamante consejero de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid. Así lo atestigua un decreto de 1969, declarando prescritos los delitos cometidos antes del 1 de abril de 1939. Y por si esto fuera poco, tenemos también la amnistía de la transición democrática de 1977.

Pero es el propio Santiago Carrillo y quienes quieren hacer de él “un referente sabio y democrático” los que no nos dejan olvidar los desgraciados sucesos de aquellos años trágicos, en los que Carrillo tuvo un protagonismo muy especial. Aunque desempeñó un papel aceptable durante la transición, contribuyendo positivamente al éxito de la misma y a la instauración de la democracia en España, no tardó mucho en aparecer de nuevo el Carrillo siniestro, repartiendo condenas y llamando fascistas a los que no forman parte de la llamada   “casa común de la izquierda”. Sus palabras ante el Pleno del Ayuntamiento de Gijón, al recibir su título honorífico de “Hijo Predilecto”, le delatan: “para mi es un orgullo que los que han luchado contra la libertad del pueblo y tiranizado cuarenta años este país me consideren un adversario; lo contrario me daría vergüenza”.

En vez de huir intencionadamente de los focos mediáticos y llevar un retiro discreto, huye de la sensatez y se empeña en estar continuamente en el ojo del huracán. Y para colmo de males no hace más que mendigar honores que no se merece. No se si sería la ley de Memoria Histórica la que despertó en él antiguos estereotipos ideológicos. El caso es que se olvidó muy pronto de los acuerdos de la transición democrática, sellados incluso con históricos apretones de manos. El comportamiento posterior de Carrillo da a entender que no fue sincero su abandono de la tesis de “ruptura” de su partido, aceptando aparentemente de manera entusiástica la “reforma” política. Su comportamiento posterior da a entender que lo hizo por puro interés personal y para no quedar políticamente aislado.

El comportamiento de Santiago Carrillo deja mucho que desear. Le gusta dar clases de ética y pontificar sobre “buenos” y “malos” y se presenta como un firme defensor de la libertad y de la democracia. Lo hace frecuentemente ante los micrófonos de la Cadena SER y lo hizo el pasado  día 7 de abril en el programa “Informe Semanal” de TVE. Según Carrillo, los que le acogieron y con él prometieron solemnemente hacer “tabula rasa" del pasado, son unos fachas y, además,  han tiranizando a los españoles durante cuarenta largos años. Con estas acusaciones tan directas de Carrillo, es normal que no se olviden sus crímenes, que fueron muchos, cometidos contra indefensos ciudadanos que no pensaban como él, o que eran sacerdotes o religiosos, o tenían la fea costumbre de asistir a misa.

El arrepentimiento de Santiago Carrillo duró muy poco y volvió a ser el mismo de siempre, el marxista irredento que se enorgullece de su pasado cuajado de horrendos crímenes. De los elogios desgranados por la alcaldesa de Gijón, Paz Fernández Felgueroso, en la entrega del inmerecido título de “Hijo Predilecto”, solamente es verdad que tiene una dilatada vida política y una enorme facilidad dialéctica.  Lo demás son simplemente ditirambos ocasionales que no tienen nada que ver con la realidad. Aunque lo diga la alcaldesa, no es cierto que Carrillo sea un dechado de moderación y tolerancia. No ha tenido nunca lealtad hacia nada ni hacia nadie. Tampoco ha sido un hombre valeroso y su dignidad política y personal ha brillado siempre por su ausencia. No es valeroso ni tiene dignidad quien, por miedo a que peligre su liderazgo, recurre a la purga sistemática y a la eliminación traumática de quienes destacaban dentro de su propio partido. 

Tampoco son ecuánimes las alabanzas de TVE, en su programa “Informe Semanal” del pasado Sábado Santo, para conmemorar el 35 aniversario de la legalización del Partido Comunista de España. El reportero de TVE que dirigió el programa, o desconoce la historia, o no hacía más que reírse de los televidentes, porque el programa estaba concebido a la mayor gloria de Santiago Carrillo, donde se le exaltaba obscenamente, y se le calificaba como “referente sabio y democrático”. Y Carrillo, como era de esperar, aprovechó la tribuna para lanzar el siguiente rebuzno: “Suárez, el PSOE y nosotros nos dedicamos a limpiar el terreno de este país (...) No lo logramos, y me parece que esa ha sido una de las cosas que han influido para que el aparato del Estado y las instituciones que han pesado tanto en la historia de España, como por ejemplo la Iglesia, hayan seguido teniendo la fuerza que tienen”.

Este conspirador nato, mientras viva,  tendrá que cargar con las atroces matanzas de Torrejón de Ardoz y de Paracuellos del Jarama, que aquí obviamos por ser sobradamente conocidos. Diremos simplemente que Carrillo, de manera reiterada, ha tratado de eludir cualquier tipo de responsabilidad sobre los mismos y quiere pasar el muerto a unos “milicianos desobedientes”. También tendrá que cargar con otros muchos crímenes, menos conocidos,  pero tan  detestables o más que aquellos. Y es que convirtió en víctimas a muchos conmilitones suyos. Según se desprende de confesiones y de documentos internos del propio partido, no fueron pocos,  los militantes del PCE represaliados y hasta asesinados por orden de Carrillo en la década de los cincuenta. Había que afianzar,  de alguna manera, su liderazgo entre los comunistas que actuaban en España,  para ver cumplida su aspiración de hacerse con la secretaría general del partido.

La etapa delictiva de Santiago Carrillo no finiquitó con su cese como Consejero de Orden Público de la Junta de Defensa de Madrid ni con la finalización de la Guerra Civil. A pesar de esto, continuó impertérrito con su odiosa y abyecta cadena de delitos, dirigidos ahora contra miembros de su propio partido. El equipo básico utilizado por Carrillo para ejecutar sus sentencias de muerte en esta época, estaba formado por estos tres personajes, duros donde los haya: José Gros, alias “Antonio”, Félix Pérez, de sobrenombre “Sebastián” y Ricardo Navacerrada, apodado “Partebocas”.

La lista de los eliminados violentamente por encargo de Carrillo es demasiado larga y está integrada por comunistas destacados, que operaban en España al margen de la dirección en el exilio. Sentía una especial aversión por los comunistas que integraban el círculo del polémico Jesús Monzón. Le estorbaban los que desempeñaban algún tipo de jefatura entre los guerrilleros, ya que, dada su significación relevante,  podían poner en peligro su flamante liderazgo. Entre las víctimas más destacadas, tenemos a Francisco Corredor, conocido por “Pepito el Gafas”, Gabriel León Trilla, Víctor García “El Brasileño” y Luis Montero, entre otros muchos.

Es llamativo el caso de “Pepito el Gafas”. El equipo de asesinos de Carrillo viene a buscarle a España y cuando lo encuentran en Levante le dicen: “Eres el hombre de la suerte. Venimos a por ti. La dirección del Partido te ha designado para que asistas a la reunión del Consejo Mundial de la Paz que se celebrará en Varsovia. Prepara tus cosas, lo indispensable. Cuando lleguemos a París, se te facilitará todo lo necesario". Y en ese camino de vuelta a París, le asesinan en algún punto entre España y Francia.  A Gabriel León Trilla lo engañan y le hacen acudir al llamado Campo de las Calaveras. Allí lo espera un tal Olmedo, apodado “El Gitano”, que lo asesina de varias puñaladas y después lo desvalija para dar al crimen la apariencia de un robo común. A Luis Montero lo acusaron de haber capitulado con la Guardia Civil. Vienen a buscarlo y poco antes de llegar a la frontera francesa es asesinado.

Merece reseñarse el caso del metalúrgico asturiano Víctor García “El Brasileño. A este guerrillero le matan en 1948 sus compañeros de partido, por orden expresa de Carrillo. Sus asesinos fueron tan cínicos y procaces, que hicieron creer a su mujer, María, y a su hijo de solamente 6 años que había muerto en un enfrentamiento con la Guardia Civil. Esto es lo que dice un documento del PCE gallego, fechado en agosto de 1946: “La lucha con García y su grupo, su liquidación política y física es nuestra mayor preocupación (…), creemos estar en camino de liquidarlo pronto”. Y al final, cómo no,  lo consiguieron, tal como revela una carta del 23 de abril de 1948, dirigida al Partido Comunista de Galicia. En ella se dice: “Por fin lo cazamos. Este canalla se nos resistía como una sanguijuela. Logramos cazarlo en la comarca de Lalín. (…) Es un provocador que nos dio muchos disgustos y, aunque tarde, lo hemos eliminado”.

Cuando al equipo de verdugos le resultaba imposible efectuar la eliminación decretada  por Carrillo, éste los delataba a la policía española. Se valía para ello de Radio España Independiente (“La Pirenaica”) y de las publicaciones del partido, principalmente el “Mundo Obrero”. Entre los guerrilleros más importantes que cayeron de este modo en manos de la Guardia Civil, tenemos a Joan Comorera, a Baldomero Fernández, a Heriberto Quiñones, a Basilio Serrano “El Manco” y a casi todos los delegados que actuaban en España, a su vuelta del VI Congreso del PCE, celebrado en Praga en diciembre de 1959. Entre el grupo de delatados tenemos también a Julián Grimau, que murió convencido de que había sido vendido a la policía española por Carrillo. 

Este es Santiago Carrillo Solares, el personaje siniestro que, dejándose llevar por su enorme soberbia, procuraba liquidar  a los que se atrevían  a discrepar de las decisiones que tomaban en París. La fatídica huella que ha dejado en la Historia de España es indeleble y no se puede ocultar ni maquillar. Por supuesto, no es el “referente sabio y democrático” que quiere vendernos Televisión Española y fue un auténtico despropósito nombrarle hijo predilecto de Gijón.

Santiago Carrillo, eso sí, disimula lo que puede y busca todo tipo de disculpas para sus crímenes. Todo ocurrió porque de aquella, según dice, se dejaba llevar por los juicios, a veces excesivamente tortuosos, de los que se relacionaban directamente con los represaliados. Y como era  tan celoso de la disciplina interna,  “obraba impulsado por la necesidad de combatir todo intento de ruptura del partido”. La biografía de Carrillo es sumamente tétrica, aunque él trata de obviar y eliminar los detalles más siniestros, edulcorando todo aquello que pueda perjudicar su imagen. Para él, claro está, son los otros, los que no están en la “casa común de la izquierda”, los fachas, los anti demócratas y los criminales inmisericordes.

Gijón, 10 de abril de 2012

José Luis Valladares Fernández 

jueves, 8 de diciembre de 2011

QUIEREN REESCRIBIR LA HISTORIA

Es innegable que José Luis Rodríguez Zapatero, durante su etapa como presidente del Gobierno, cometió varios errores garrafales, no se si por impericia e ineptitud o plenamente consciente de lo que estaba haciendo. Uno de esos errores es tratar de deshacer con la disparatada ley de Memoria Histórica lo que, con gran acierto, hicieron o trataron de hacer los que prepararon la transición. A la muerte de Franco, las fuerzas políticas de entonces se ponen de acuerdo y, con buen criterio, deciden dar carpetazo a todo un pasado conflictivo, enterrando esas dos Españas para  mirar juntos y unidos al futuro.

La transición española a la democracia, a pesar de su enorme complejidad,  fue muy efectiva al permitirnos recuperar buena parte del tiempo perdido. Sin apenas traumas, pasamos pacíficamente de una dictadura a una democracia plena. Dejamos a un lado nuestro aislamiento tradicional y nos incorporamos plenamente a Europa y hasta comenzamos a ser tenidos en cuenta en el concierto internacional. Es cierto que, para lograr esa transición ejemplar, todos tuvieron que renunciar generosamente a alguna de sus exigencias, logrando así  una amnistía política sin exclusiones, la legalización de todos los partidos políticos y la celebración, por fin, de unas elecciones libres. Una mayoría amplia de españoles aprobó también nuestra Constitución.

Aquel acuerdo trascendental entre las diferentes fuerzas políticas hizo posible que España fuera plenamente homologable a los países de nuestro entorno y que indistintamente se pudieran constituir gobiernos formados por centristas, socialistas o conservadores. Es cierto que nuestra democracia, como la de los demás países, tiene sus luces y sus sombreas, pero es innegable que se ha pasado de gobiernos de derechas a otros de izquierda y viceversa sin ningún problema. Con independencia de su color político, solamente se les ha exigido tener votos suficientes para configurar una mayoría capaz de gobernar.

Pero llegó José Luis Rodríguez Zapatero, y dando rienda suelta a sus caprichos y desvaríos personales, pone en marcha su ley de Memoria Histórica, abriendo así nuevamente  las viejas heridas, que creíamos ya  cicatrizadas. Con su afán de remover tumbas de hace 70 años, ha resucitado otra vez el fantasma de la Guerra Civil y ha vuelto a la clásica división de los ciudadanos en “rojos” y “fachas”, enfrentando a unos contra los otros. Antaño los “fachas” eran los buenos y los “rojos” los malos, ahora es al revés. Ahora son los “rojos”, los vencidos,  los que exigen cuentas a los “fachas”, a los que se alzaron con la victoria de la Guerra Civil española.

A Rodríguez Zapatero le importan muy poco los muertos de la Guerra Civil, sean de un bando o del otro. Los utiliza simplemente para demonizar a los que él considera “fachas”  a los que quiere dejar fuera de las instituciones. Y para eso, nada mejor que la gresca y la división. De ahí que, imitando a la Revolución francesa, utilice como jacobinos a los titiriteros, a los del sindicato de la ceja y a los sindicalistas para preparar todo tipo de algaradas. Tanto Zapatero como sus mesnadas pretorianas quieren hacernos ver que los culpables de todos los males son Franco y los que con él propiciaron la desaparición traumática de la Segunda República. Y esto demuestra o que no saben historia o que tratan descaradamente de alterarla a medida de su conveniencia. Según ellos, fue Franco, con su levantamiento militar, el que enfrentó cruelmente a unos españoles contra otros, dando así lugar a las dos Españas irreconciliables entre sí. Esa trágica división entre las dos Españas se acentuó aún más durante los cuarenta años de dictadura y ha sobrevivido hasta nuestros días porque no se depuraron a su debido tiempo las graves responsabilidades cometidas por el franquismo.

No se puede culpar a Franco del fracaso estrepitoso de la Segunda República. La culpa de su hundimiento definitivo hay que achacársela a los propios dirigentes republicanos por su negativa actitud ante la democracia. La Segunda República ya nació de manera irregular. Se proclamó en el contexto de unas elecciones municipales que, por añadidura, perdieron los republicanos. Y fue la izquierda revolucionaria, la izquierda que no sentía ni el menor respeto por la democracia y las instituciones la que se apropió de la República desde el primer momento.  Por eso, cuando la derecha ganó limpiamente las elecciones en 1934, la izquierda se levantó en armas. Querían ganar por la fuerza lo que les negaban las urnas.

Y en este ambiente de extrema violencia llegan las elecciones de febrero de 1936. Aunque volvieron a ganar los partidos de la derecha, la izquierda revolucionaria agrupada en la coalición del Frente Popular, se valió de la extorsión y la fuerza para adulterar fraudulentamente los resultados del escrutinio. La Comisión de Validez de las Actas Parlamentarias, que presidía Indalecio Prieto, se encargó de los oportunos pucherazos, anulando los resultados de algunas mesas electorales, invalidando numerosas actas, para dar así el triunfo al Frente Popular. Ni siquiera respetaron las formas, constituyendo el Gobierno, sin que se celebrara la segunda vuelta electoral.

Desde el primer momento, la coalición del Frente Popular se adueñó de la calle, para acabar de una vez por todas con las tradiciones de mayor arraigo en el pueblo, como es la fe  y nuestra  cultura milenaria. Y para eso, nada mejor que la violencia, la quema de Iglesias y conventos y hasta el crimen generalizado. Les urgía, además, importar cuanto antes la revolución soviética, de acuerdo con los planes establecidos por Largo Caballero que, por cierto, aspiraba a convertirse en el Lenin español. En consecuencia, la República nacida en 1931 ya no les servía. Había que sustituirla por otra de corte popular y totalitaria, donde se pudiera implantar la Dictadura del Proletariado.

La intolerancia política y el sectarismo alocado de la izquierda republicana acabaron con la seguridad más elemental y, por supuesto, con todo atisbo de libertad. Para el 18 de julio de 1936, la extorsión más abyecta y el crimen generalizado hacían inviable la paz y cualquier tipo de convivencia social. La situación en España llegó a ser tan crítica que el enfrentamiento bélico fue inevitable. Y esa Guerra Civil la ganó quien la gano, no se si por méritos propios o por deméritos de los republicanos. ¿Hubo represión después de finalizada la contienda? Normal. En una guerra fratricida como aquella se genera tal cantidad de odio y animadversión, que es muy difícil que quien se alce con la victoria no quiera exigir cuentas a su enemigo.

Si la victoria hubiera caído del lado del Frente Popular, es muy posible  que la represión hubiera sido mayor y más inhumana ya que, a los motivos estrictamente políticos, habría que añadir la persecución ideológica por cuestiones puramente religiosas y culturales. La prueba es evidente, ya que las únicas personas que, después de tantos años, mantienen vivo cierto grado de prevención contra los del bando opuesto, son los de izquierdas, aunque no hubieran nacido cuando se desató la contienda bélica. Hasta el mismo Franco fue mucho más benévolo que algunos de esa izquierda rancia, ya que a los 30 años de finalizada la guerra, mediante el Decreto-Ley 10/1969 del 31 de marzo, declara prescritos todos los delitos cometidos con anterioridad al 1 de abril de 1939, fecha en que finalizó la guerra.

Más aún: aunque la Fundación del Valle de los Caídos nació inicialmente para albergar los caídos del llamado bando nacional, a partir de 1960 los objetivos fundacionales del monumento se orientaron ya hacia una reconciliación clara y decidida y se dispuso que durmieran allí en paz los muertos de uno y otro bando. En la izquierda sin embargo son más reacios a olvidar y a perdonar, e incluso quieren que la consensuada Ley de Amnistía de 1977 preste cobertura a los desmanes del Frente Popular, pero no a los del franquismo. Recuérdese, por  ejemplo, la querella criminal presentada en 1998 por la Asociación de Familiares y Amigos de las Víctimas del Genocidio de Paracuellos del Jarama contra Santiago Carrillo, el PCE, el PSOE, y el Estado. El juez de la Audiencia Nacional, Baltasar Garzón, la rechazó sin más, amparándose precisamente en dicha Ley de Amnistía. Este mismo magistrado, sin embargo, jaleado ampliamente por buen número de esa progresía contumaz, se olvida de esa amnistía y trata de investigar, a toda costa, los crímenes del franquismo.

Con esta Ley de Memoria Histórica, con la que Zapatero pretendía establecer la legitimidad democrática en 1931, aparece esa fiebre revisionista de nuestra historia pasada, que no ha servido nada más que para abrir viejas y dolorosas heridas. Aunque hace ya 36 años que murió Franco y lleva enterrado desde entonces bajo una gruesa losa, Zapatero lo ha convertido en un cadáver totalmente indigesto y no sabe como deshacerse de él. Le ha faltado muy poco para imitar a Esteban VI,  que tras ser elegido papa, mandó desenterrar a su antecesor el papa  Formoso que llevaba nueve meses muerto, para someterle a juicio en un concilio, convocado a tal efecto, y que pasó a la historia con el nombre  de  “Concilio Cadavérico”.

Es cierto que a Rodríguez Zapatero apenas si le queda un suspiro al frente del Gobierno. Pero no es menos cierto que, su aversión manifiesta a una etapa de nuestra historia, ha encontrado adeptos que se han integrado en distintos foros y que, como  Zapatero, han puesto su principal diana en la monumental obra del Valle de los Caídos. Como buenos alumnos de la LOGSE, además de desconocer nuestra historia, no tienen ni idea del significado de ese monumento y menos del significado real de esa gran cruz que se eleva majestuosamente a los cielos. Para ellos esa cruz es simplemente un “símbolo de muerte y venganza”. De ahí que el Foro por la Memoria de la Comunidad de Madrid y el Foro Social de la Sierra del Guadarrama pidan insistentemente la voladura de la cruz que preside la basílica del Valle de los Caídos, culminando así “un gran acto público nacional de desagravio a las víctimas del franquismo".

Como la Federación Estatal de Foros por la Memoria considera que el conjunto del Valle de los Caídos es, hoy día, “el único parque temático mundial del fascismo”, piden al nuevo Gobierno que, además de desmantelar la gran cruz, se desacralice la basílica, que los monjes que la atienden sean trasladados a otro sitio y que se exhumen los restos del General y de José Antonio. Y dando una vez más muestras de su ignorancia, piden que se investigue la identidad de los allí sepultados y que todo el conjunto, ya sin la cruz, sin Franco y sin José Antonio, se reconvierta en un "memorial dedicado a las víctimas del fascismo y a los presos políticos que lo construyeron como trabajadores forzados". Esta sería, según ellos, una “solución justa” para el Valle de los Caídos.

Gijón, 7 de diciembre de 2011

José Luis Valladares Fernández