Según nos cuenta Jenofonte, el sofista griego Critias odiaba profundamente a Sócrates porque se había atrevido a censurar su querencia lasciva hacia Eutidemo. Desde entonces Critias y Sócrates mantenían una constante y animada lucha dialéctica que nos ha transmitido la historia. Cuando Critias llegó a formar parte del gobierno de los Treinta Tiranos, impuesto por los espartanos, quiso vengarse de Sócrates y, en connivencia con Caricles, dictó una ley que prohibía a Sócrates enseñar el arte de la palabra a la juventud griega.
Como el Gobierno de los Treinta, por aquel entonces, condenara a muerte a un gran número de ciudadanos respetables, Sócrates aprovechó la ocasión para cargar las tintas contra Critias, con un comentario que podemos aplicar hoy al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Comienza Sócrates diciendo “que le parecería sorprendente que un pastor de vacas que hiciera menguar y empeorar su ganado no reconociera que era un mal vaquero, pero más sorprendente todavía que un político que hiciera menguar y empeorar a los ciudadanos no se avergonzara ni reconociera que era un mal gobernante”
El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, queda perfectamente retratado en la segunda parte de la frase que Jenofonte atribuye al filósofo helénico. Con Zapatero evidentemente, el nivel de vida de los ciudadanos, su poder adquisitivo y hasta la convivencia entre unos y otros se ha deteriorado peligrosamente. Zapatero reconocerá que nos enfrentamos a una situación económica crítica, que nos vino del exterior como consecuencia de las hipotecas subprime y que empeoró por la codicia de los especuladores españoles. No reconocerá jamás su contribución, por otro lado muy clara, al recrudecimiento de la crisis, tanto en profundidad como en extensión. Piensa, por el contrario, que nadie como él para solucionar el problema.
Con las medidas propiciadas por Zapatero, algunas muy peregrinas, no remontaremos jamás de esta crisis, lo único que conseguirá será agravarla. Piensa que con simples inversiones de emergencia y aumentando el número de limosnas, ya es suficiente para salir de la crisis. No hay quien le saque de su reiterado papel de agente de Abastos. Está plenamente convencido de que está haciendo lo que hay que hacer y que no hay otra manera de afrontar esta situación. Como dijo recientemente Solchaga, en un desayuno informativo organizado por Vanity Fair, Zapatero “Es como es” y no se puede “esperar otra cosa”.
La actuación diaria de Zapatero, a pesar de su bajo perfil intelectual, evidencia una forma de gobernar extremamente presidencialista. Los que le acompañan en el Consejo de Ministros, elegidos a propósito entre los cerebros más grises del PSOE para que no le hagan sombra, son simples secretarios o ayudantes suyos, sin peso político alguno. Está convencido de que solamente él es importante y, en consecuencia, todo tiene que pasar por sus manos. Se considera algo así como el numen salvador que necesitan los mortales para sobrevivir.
Ni las recomendaciones, ni siquiera los desplantes de la Unión Europea han hecho mella en Zapatero. No importa que en la Unión Europea pasen olímpicamente de él y le digan a la cara que no es la persona adecuada para dar consejos sobre la mejor forma de gestionar la crisis. Su optimismo antropológico no tiene límites y anuncia sin titubeos que España no bajará al grupo de países “de segunda división”. Se mantendrá “en primera con los países fuertes” sin mayores problemas. Y agrega, sin más, que “cueste lo que cueste” rebajará el déficit público al 3% del PIB para el año 2013. Se las arreglará para conseguir esta meta, eso sí, sin disminuir en absoluto los actuales niveles de protección social. Para ello, dice, “lo que tenemos que hacer es aplicar el plan que ya hay sobre la mesa”. Según Rodríguez Zapatero, en 2010 se reducirá el déficit el 2,5%, “algo -dice- que estamos cumpliendo de forma impecable”. En los otros años lo reducirá un 2%, para situarnos en 2013 en el 3% exigido por la Unión Europea.
Mucho tiene que cambiar el Gobierno que preside José Luis Rodríguez Zapatero, para reducir ese 11% de déficit con que cerramos 2009 y dejarlo en 2013 en el 3% exigido. Va a ser prácticamente imposible disminuir ese déficit, inflado hasta por el gasto desmedido del propio Gobierno, con solo buenas intenciones. Hace falta algo más, hace falta un recorte drástico de los gastos excesivos del propio Gobierno y de las demás instituciones oficiales. Se necesita, sin demora, propiciar medidas estructurales que produzcan riqueza para poder crear puestos de trabajo. Y Zapatero, por lo que parece, no está por la labor.
No es de extrañar que haya personas, alguna tan poco sospechosas como Carlos Solchaga, que adviertan al presidente del Gobierno de que corremos un serio riesgo de seguir los pasos de Grecia y de Portugal. Según Solchaga, es “elevado” el peligro que afronta España con los mercados, si no se aplican a tiempo las medidas precisas. Si las promesas de austeridad quedan en nada y no hay reajuste del Ejecutivo, dice el antiguo ex ministro, “será imposible recuperar la confianza de los mercados”.
Es indudable de que Zapatero y cuantos le rodean entusiásticamente son un peligro público que pende sobre la ciudadanía española. Les ocurre lo que a los hijos de papá que han vivido entre algodones y, cuando llegan a la edad adulta, son incapaces de adaptarse a la sociedad. Su socialismo es muy atípico y con una fuerte crisis de identidad. En realidad, son mucho más irresponsables e inconscientes que los militantes del socialismo histórico.
Gijón, 28 de Abril de 2010
José Luis Valladares Fernández
Como el Gobierno de los Treinta, por aquel entonces, condenara a muerte a un gran número de ciudadanos respetables, Sócrates aprovechó la ocasión para cargar las tintas contra Critias, con un comentario que podemos aplicar hoy al presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Comienza Sócrates diciendo “que le parecería sorprendente que un pastor de vacas que hiciera menguar y empeorar su ganado no reconociera que era un mal vaquero, pero más sorprendente todavía que un político que hiciera menguar y empeorar a los ciudadanos no se avergonzara ni reconociera que era un mal gobernante”
El presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, queda perfectamente retratado en la segunda parte de la frase que Jenofonte atribuye al filósofo helénico. Con Zapatero evidentemente, el nivel de vida de los ciudadanos, su poder adquisitivo y hasta la convivencia entre unos y otros se ha deteriorado peligrosamente. Zapatero reconocerá que nos enfrentamos a una situación económica crítica, que nos vino del exterior como consecuencia de las hipotecas subprime y que empeoró por la codicia de los especuladores españoles. No reconocerá jamás su contribución, por otro lado muy clara, al recrudecimiento de la crisis, tanto en profundidad como en extensión. Piensa, por el contrario, que nadie como él para solucionar el problema.
Con las medidas propiciadas por Zapatero, algunas muy peregrinas, no remontaremos jamás de esta crisis, lo único que conseguirá será agravarla. Piensa que con simples inversiones de emergencia y aumentando el número de limosnas, ya es suficiente para salir de la crisis. No hay quien le saque de su reiterado papel de agente de Abastos. Está plenamente convencido de que está haciendo lo que hay que hacer y que no hay otra manera de afrontar esta situación. Como dijo recientemente Solchaga, en un desayuno informativo organizado por Vanity Fair, Zapatero “Es como es” y no se puede “esperar otra cosa”.
La actuación diaria de Zapatero, a pesar de su bajo perfil intelectual, evidencia una forma de gobernar extremamente presidencialista. Los que le acompañan en el Consejo de Ministros, elegidos a propósito entre los cerebros más grises del PSOE para que no le hagan sombra, son simples secretarios o ayudantes suyos, sin peso político alguno. Está convencido de que solamente él es importante y, en consecuencia, todo tiene que pasar por sus manos. Se considera algo así como el numen salvador que necesitan los mortales para sobrevivir.
Ni las recomendaciones, ni siquiera los desplantes de la Unión Europea han hecho mella en Zapatero. No importa que en la Unión Europea pasen olímpicamente de él y le digan a la cara que no es la persona adecuada para dar consejos sobre la mejor forma de gestionar la crisis. Su optimismo antropológico no tiene límites y anuncia sin titubeos que España no bajará al grupo de países “de segunda división”. Se mantendrá “en primera con los países fuertes” sin mayores problemas. Y agrega, sin más, que “cueste lo que cueste” rebajará el déficit público al 3% del PIB para el año 2013. Se las arreglará para conseguir esta meta, eso sí, sin disminuir en absoluto los actuales niveles de protección social. Para ello, dice, “lo que tenemos que hacer es aplicar el plan que ya hay sobre la mesa”. Según Rodríguez Zapatero, en 2010 se reducirá el déficit el 2,5%, “algo -dice- que estamos cumpliendo de forma impecable”. En los otros años lo reducirá un 2%, para situarnos en 2013 en el 3% exigido por la Unión Europea.
Mucho tiene que cambiar el Gobierno que preside José Luis Rodríguez Zapatero, para reducir ese 11% de déficit con que cerramos 2009 y dejarlo en 2013 en el 3% exigido. Va a ser prácticamente imposible disminuir ese déficit, inflado hasta por el gasto desmedido del propio Gobierno, con solo buenas intenciones. Hace falta algo más, hace falta un recorte drástico de los gastos excesivos del propio Gobierno y de las demás instituciones oficiales. Se necesita, sin demora, propiciar medidas estructurales que produzcan riqueza para poder crear puestos de trabajo. Y Zapatero, por lo que parece, no está por la labor.
No es de extrañar que haya personas, alguna tan poco sospechosas como Carlos Solchaga, que adviertan al presidente del Gobierno de que corremos un serio riesgo de seguir los pasos de Grecia y de Portugal. Según Solchaga, es “elevado” el peligro que afronta España con los mercados, si no se aplican a tiempo las medidas precisas. Si las promesas de austeridad quedan en nada y no hay reajuste del Ejecutivo, dice el antiguo ex ministro, “será imposible recuperar la confianza de los mercados”.
Es indudable de que Zapatero y cuantos le rodean entusiásticamente son un peligro público que pende sobre la ciudadanía española. Les ocurre lo que a los hijos de papá que han vivido entre algodones y, cuando llegan a la edad adulta, son incapaces de adaptarse a la sociedad. Su socialismo es muy atípico y con una fuerte crisis de identidad. En realidad, son mucho más irresponsables e inconscientes que los militantes del socialismo histórico.
Gijón, 28 de Abril de 2010
José Luis Valladares Fernández