A excepción de en la indumentaria, José Luis Rodríguez Zapatero se asemeja en todo al profesor Bacterio, famosísimo biólogo que traía por la calle de la amargura a Mortadelo y Filemón, ya que sus inventos y ensayos fracasaban siempre de manera estrepitosa. Ha abusado tanto de sus supuestos poderes mágicos, que ni con los trucos de Magia Borrás es ya capaz de reconducir la situación económica de España. Convencido de la inutilidad de su lucha, utiliza todos sus esfuerzos en aparentar, ante propios y extraños, que ya hemos iniciado definitivamente el camino de la recuperación y que, como mucho en un plazo siempre de unos tres o cuatro meses, comenzará a crearse empleo. Lo malo es que ya no le cree nadie, ni los españoles ni los extranjeros.
El pecado capital de Zapatero es patente: cree estar en posesión de la verdad absoluta y a la vez siente un enorme desprecio por quienes no admiten su infalibilidad. Vive permanentemente en un mundo irreal y tremendamente utópico. Piensa que no hay nadie capacitado para darle consejos, por lo que no escucha a nadie, salvo a los aduladores de turno que exageran sin medida sus supuestas y pretendidas virtudes. En una palabra, Rodríguez Zapatero padece la enfermedad que los antiguos griegos denominaron Hybris. Esto es, estamos ante un personaje orgulloso, sumamente desmesurado y prepotente. Como ha ido mucho más allá de lo razonable, las previsiones electorales le han devuelto de golpe a la cruda realidad, dejando al descubierto todas sus enormes miserias. Se trata de una oportuna y obligada cura de humildad o, como dirían en la Grecia clásica, se ha encontrado ya con su correspondiente Némesis. Por lo que vemos, en Zapatero se cumple aquel proverbio antiguo, atribuido a Eurípides, que rezaba así: “Aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco”.
Consciente de lo que se avecina, Rodríguez Zapatero se revela contra los augurios y para evadirse de ellos y acallar contestaciones dentro de su propio partido, realiza una amplia remodelación del Gobierno al que da intencionadamente un perfil más político, pensando que así recortará la distancia que, según las encuestas, le separan hoy día del Partido Popular. Sin embargo mantiene íntegro el equipo económico, a pesar de ser la economía el escollo más grave en que ha tropezado una y otra vez. La primera pista de lo que va a ocurrir en el futuro nos la dará el resultado de las próximas elecciones catalanas. Si, a pesar de los espectáculos circenses a que nos tiene acostumbrados Zapatero, se cumplen las previsiones que auguran un enorme descalabro socialista en Cataluña, es muy posible que el revés se extienda también, incluso agravándose, a las municipales y autonómicas del mes de mayo de 2011.
Y esto es lo que trata de evitar Rodríguez Zapatero con esa remodelación del Gobierno. Algunos de los cambios realizados tienen muy poca significación y responden a eventos puramente circunstanciales, como es el caso de la ministra de Exteriores, el de Trabajo y la de Sanidad. Quiso recompensar a Trinidad Jiménez del revolcón sufrido en las Primarias de Madrid, aunque para ello tuviera que sacrificar a Miguel Ángel Moratinos. El ministerio de Trabajo quedaba vacante, ya que Celestino Corbacho iba en las listas socialistas de las próximas elecciones catalanas. Al quedar libre el ministerio de Sanidad por el ascenso de Trinidad Jiménez, aprovecha la circunstancia para apartar a Leire Pajín de la secretaría de Organización del PSOE, nombrándola para ocupar el puesto vacante. En la secretaría de Organización no daba la talla y, además, molestaba a José Blanco. Vistas así las cosas, el nombramiento de Rosa Aguilar para el ministerio de Medio Ambiente, Rural y Marino, tampoco tiene mayor trascendencia. Si acaso, arañar algún voto entre las gentes que viven muy de cerca los problemas que afectan al medio ambiente.
El ascenso a vicepresidente primero y portavoz del Gobierno de Alfredo Pérez Rubalcaba, sin dejar de ser ministro de Interior y el nombramiento de José Ramón Jáuregui como ministro de la Presidencia, si pueden tener consecuencias nada baladíes. El tándem Rubalcaba-Jáuregui, a instancias de Zapatero, tratarán de jugar un papel muy importante ante un eventual acuerdo con la banda terrorista de ETA. El abandono de la violencia de ETA es la única esperanza que le queda al presidente del Gobierno. En el acuerdo con Iñigo Urkullu, que tan caro ha resultado a los españoles, dejaba entrever su intención cobarde y miserable de negociar con los etarras.
Un acuerdo con el mundo aberzale sería algo extremadamente vergonzoso. Pero aún así lo buscará con ahínco, para presentar un escenario político sin amenazas terroristas cuando lleguen las elecciones generales de 2012. Entonces usaría esta circunstancia de manera rastrera para tapar su fracaso en la crisis económica. Y para conseguirlo, nadie mejor que Alfredo Pérez Rubalcaba, antiguo Portavoz de los GAL, de Filesa, Malesa y Time-Export, el enredador del 11M, patrocinando los asaltos a las sedes del Partido Popular y el encubridor del caso Faisán. Rubalcaba es todo un maestro consumado en el contubernio y en la conspiración y que sabe moverse como nadie en el interior de las cloacas del Estado. Todo un personaje siniestro y manipulador, genéticamente incapaz de decir una sola verdad y que, si hay algún beneficio de por medio, no tiene problemas para saltarse la legalidad vigente. Por eso es el clavo ardiendo al que se agarra desesperadamente Zapatero para ver si así puede salir del atolladero en que está metido.
Ramón Jáuregui es el complemento perfecto para conseguir esos acuerdos con la izquierda aberzale, ya que tiene unas excelentes relaciones con el PNV y ha manifestado en público estar a favor de valorar positivamente los pasos dados por las huestes de Otegui. Quieren que Jáuregui se convierta en una especie de “delegado político” de Zapatero para gestionar desde Madrid el soñado proceso de paz. De momento Patxi López, con quien no mantiene muy buenas relaciones Ramón Jáuregui, ya ha sido relegado por Zapatero a un segundo plano. Quizás la falta de entendimiento entre Patxi López y Jáuregui, nos evite el bochorno de que se firme ese simulacro de paz, ya que, a las primeras de cambio, la banda criminal de ETA volvería a lo que ha hecho siempre, la extorsión y el atentado. La firma de una paz simulada significaría, además, un enorme desprecio para las víctimas del terrorismo.
Gijón, 25 de octubre de 2010
El pecado capital de Zapatero es patente: cree estar en posesión de la verdad absoluta y a la vez siente un enorme desprecio por quienes no admiten su infalibilidad. Vive permanentemente en un mundo irreal y tremendamente utópico. Piensa que no hay nadie capacitado para darle consejos, por lo que no escucha a nadie, salvo a los aduladores de turno que exageran sin medida sus supuestas y pretendidas virtudes. En una palabra, Rodríguez Zapatero padece la enfermedad que los antiguos griegos denominaron Hybris. Esto es, estamos ante un personaje orgulloso, sumamente desmesurado y prepotente. Como ha ido mucho más allá de lo razonable, las previsiones electorales le han devuelto de golpe a la cruda realidad, dejando al descubierto todas sus enormes miserias. Se trata de una oportuna y obligada cura de humildad o, como dirían en la Grecia clásica, se ha encontrado ya con su correspondiente Némesis. Por lo que vemos, en Zapatero se cumple aquel proverbio antiguo, atribuido a Eurípides, que rezaba así: “Aquel a quien los dioses quieren destruir, primero lo vuelven loco”.
Consciente de lo que se avecina, Rodríguez Zapatero se revela contra los augurios y para evadirse de ellos y acallar contestaciones dentro de su propio partido, realiza una amplia remodelación del Gobierno al que da intencionadamente un perfil más político, pensando que así recortará la distancia que, según las encuestas, le separan hoy día del Partido Popular. Sin embargo mantiene íntegro el equipo económico, a pesar de ser la economía el escollo más grave en que ha tropezado una y otra vez. La primera pista de lo que va a ocurrir en el futuro nos la dará el resultado de las próximas elecciones catalanas. Si, a pesar de los espectáculos circenses a que nos tiene acostumbrados Zapatero, se cumplen las previsiones que auguran un enorme descalabro socialista en Cataluña, es muy posible que el revés se extienda también, incluso agravándose, a las municipales y autonómicas del mes de mayo de 2011.
Y esto es lo que trata de evitar Rodríguez Zapatero con esa remodelación del Gobierno. Algunos de los cambios realizados tienen muy poca significación y responden a eventos puramente circunstanciales, como es el caso de la ministra de Exteriores, el de Trabajo y la de Sanidad. Quiso recompensar a Trinidad Jiménez del revolcón sufrido en las Primarias de Madrid, aunque para ello tuviera que sacrificar a Miguel Ángel Moratinos. El ministerio de Trabajo quedaba vacante, ya que Celestino Corbacho iba en las listas socialistas de las próximas elecciones catalanas. Al quedar libre el ministerio de Sanidad por el ascenso de Trinidad Jiménez, aprovecha la circunstancia para apartar a Leire Pajín de la secretaría de Organización del PSOE, nombrándola para ocupar el puesto vacante. En la secretaría de Organización no daba la talla y, además, molestaba a José Blanco. Vistas así las cosas, el nombramiento de Rosa Aguilar para el ministerio de Medio Ambiente, Rural y Marino, tampoco tiene mayor trascendencia. Si acaso, arañar algún voto entre las gentes que viven muy de cerca los problemas que afectan al medio ambiente.
El ascenso a vicepresidente primero y portavoz del Gobierno de Alfredo Pérez Rubalcaba, sin dejar de ser ministro de Interior y el nombramiento de José Ramón Jáuregui como ministro de la Presidencia, si pueden tener consecuencias nada baladíes. El tándem Rubalcaba-Jáuregui, a instancias de Zapatero, tratarán de jugar un papel muy importante ante un eventual acuerdo con la banda terrorista de ETA. El abandono de la violencia de ETA es la única esperanza que le queda al presidente del Gobierno. En el acuerdo con Iñigo Urkullu, que tan caro ha resultado a los españoles, dejaba entrever su intención cobarde y miserable de negociar con los etarras.
Un acuerdo con el mundo aberzale sería algo extremadamente vergonzoso. Pero aún así lo buscará con ahínco, para presentar un escenario político sin amenazas terroristas cuando lleguen las elecciones generales de 2012. Entonces usaría esta circunstancia de manera rastrera para tapar su fracaso en la crisis económica. Y para conseguirlo, nadie mejor que Alfredo Pérez Rubalcaba, antiguo Portavoz de los GAL, de Filesa, Malesa y Time-Export, el enredador del 11M, patrocinando los asaltos a las sedes del Partido Popular y el encubridor del caso Faisán. Rubalcaba es todo un maestro consumado en el contubernio y en la conspiración y que sabe moverse como nadie en el interior de las cloacas del Estado. Todo un personaje siniestro y manipulador, genéticamente incapaz de decir una sola verdad y que, si hay algún beneficio de por medio, no tiene problemas para saltarse la legalidad vigente. Por eso es el clavo ardiendo al que se agarra desesperadamente Zapatero para ver si así puede salir del atolladero en que está metido.
Ramón Jáuregui es el complemento perfecto para conseguir esos acuerdos con la izquierda aberzale, ya que tiene unas excelentes relaciones con el PNV y ha manifestado en público estar a favor de valorar positivamente los pasos dados por las huestes de Otegui. Quieren que Jáuregui se convierta en una especie de “delegado político” de Zapatero para gestionar desde Madrid el soñado proceso de paz. De momento Patxi López, con quien no mantiene muy buenas relaciones Ramón Jáuregui, ya ha sido relegado por Zapatero a un segundo plano. Quizás la falta de entendimiento entre Patxi López y Jáuregui, nos evite el bochorno de que se firme ese simulacro de paz, ya que, a las primeras de cambio, la banda criminal de ETA volvería a lo que ha hecho siempre, la extorsión y el atentado. La firma de una paz simulada significaría, además, un enorme desprecio para las víctimas del terrorismo.
Gijón, 25 de octubre de 2010
José Luis Valladares Fernández