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sábado, 22 de octubre de 2011

¿DEBEMOS ALGO AL SULTÁN DE MARRUECOS?

No deja de ser una enorme desgracia tener que compartir frontera con Marruecos. Aunque a estas alturas de la película, yo no se qué será peor, si llevar pacientemente la cruz  de un Gobierno tan incompetente como el de José Luis Rodríguez Zapatero, o soportar impávidamente las tarascadas y las inconveniencias del impresentable Sultán de Marruecos. Es cierto que Mohamed VI y sus esbirros nos consideran infieles y un día nos chulean  en Ceuta y Melilla y al siguiente inundan nuestras costas con pateras sobrecargadas de subsaharianos. Pero nuestro Gobierno, no se si por cobardía o porque debe algo inconfesable a Marruecos, guarda silencio,  transige con todo y termina siendo cómplice de las continuas insolencias marroquíes.
A pesar de las continuas provocaciones de que somos objeto  por parte de las autoridades de Marruecos, exigiéndonos lo inexigible, Zapatero no se da por enterado y termina siempre disculpando y hasta dando la razón a Rabat. Se preocupa exclusivamente por mantener, al coste que sea, una aparente buena relación de vecindad con nuestro vecino del sur. De ahí que convirtiera a  Marruecos en uno de los países del mundo que más ayuda española recibe. El reino alauita ha recibido ya más de 500 millones de euros desde que los socialistas llegaron al poder. Entre  2004 y 2008, Marruecos recibió algo más de 200 millones de euros. Pero a partir de 2008 las ayudas se dispararon notablemente, de modo que,  en esta segunda legislatura, la cantidad recibida supera ya con creces los 100 millones de euros de media anual.
Cualquier disculpa es buena para justificar una ayuda por muy estrambótica que sea. Desde que Trinidad Jiménez accedió al Ministerio de Asuntos Exteriores y de Cooperación, nos encontramos con aportaciones sumamente generosas,  destinadas a la reproducción y educación sexual, a planes culturales y, cómo no,  a planes de igualdad para la mujer marroquí. A pesar de las tensiones generadas por los marroquíes, soportadas cotidianamente por los habitantes de las plazas españolas de Ceuta y de Melilla, la generosidad de Zapatero y de Trinidad Jiménez permanece intacta y subvencionan sin problemas todo tipo de infraestructuras, sin excluir las casas con placas solares que, de vez en cuando,  construyen en el desierto.
Si tenemos en cuenta que en España hay 5 millones de parados, resulta tremendamente alarmante una información que nos llega del extranjero, según la cual, el Ejecutivo español habría llegado a un acuerdo con las autoridades marroquíes para indemnizar a los deudos lejanos de aquellos rifeños que,  a las órdenes de Abdelkrim el Jattabi, masacraron al ejército español en las laderas de Annual hace ya 90 años. Según dicha información, Trinidad Jiménez aceptó sin más, ante el ministro de Asuntos Exteriores de Marruecos, Taieb Fassi-Fihri, que España, durante la llamada guerra del Rif entre los años 1921 a 1927, utilizó armas químicas prohibidas  por el Tratado de Versalles. En consecuencia, además de indemnizar económicamente con 2.000 euros a cada uno de los descendientes de aquellos “supuestos” afectados por la guerra del Rif, pediremos perdón a Marruecos por aquellas acciones militares irregulares y dotaremos a los hospitales de Nador y de Alhucemas de unidades oncológicas  de última generación.
La historia de aquel conflicto bélico es sobradamente conocida. Fue en 1912 cuando España estableció un Protectorado en el norte de Marruecos con capital en Tetuán. Esto fue posible, porque se llegó a un acuerdo con Francia que, de aquella, ostentaba la soberanía del país. Nunca estuvieron los rifeños conformes con la ocupación de su país y organizaban frecuentes escaramuzas contra los españoles, contra los franceses y hasta contra los propios sultanes de Marruecos. La revuelta independentista, encabezada por Abdelkrim el Jattabi, fue creciendo de año en año, sobre todo a partir de 1919, hasta desembocar  en una guerra verdaderamente cruel en julio de 1921.
La guerra que siguió a la sublevación de las tribus rifeñas, asentadas en la zona más montañosa del norte de Marruecos, supuso un enorme desastre económico, político y militar para España. Nuestro ejército sufrió entonces, a manos de estas tribus rebeldes, una de sus  mayores derrotas, que conocemos con el nombre de “desastre de Annual”. La derrota sufrida por nuestras tropas fue de tal calibre, que deja en muy mal lugar a sus mandos, ya que en una sola semana, los enfurecidos rifeños  acabaron con la vida de más de 13.000 españoles. Y se necesitaron casi otros  siete años de reñidos combates, con abundantes bajas entre nuestros soldados, para lograr, al fin, la pacificación de aquella región.
Y Trinidad Jiménez, que escucha a su homólogo marroquí, se compadece de aquellos rifeños y decide dar 2.000 euros a cada uno de sus bisnietos o tataranietos, olvidándose de los españoles que fueron salvajemente masacrados. Se olvida la ministra de Exteriores que aquellos rifeños rebeldes, cuando ya España había abandonado Marruecos, se levantaron en armas contra los franceses y contra el sultán de Marruecos de entonces, primero Mohamed V y después contra su heredero Hasan II, abuelo y padre respectivamente del actual Sultán Mohamed VI. Lo que indica que no eran unos marroquíes valientes que luchaban por la independencia de Marruecos como quieren hacernos ver ahora. Se trataba más bien de unos enemigos sumamente incómodos e irreductibles del Sultán, ya que a toda costa trataban de instaurar una república independiente en el norte de Marruecos. Para impedirlo, Mohamed V y Hasan II tuvieron que emplearse a fondo en una guerra sumamente cruel. Buena prueba de ello es que Hasan II borró del mapa varias ciudades rifeñas.
Han sido las propias autoridades de Marruecos las que nos indican que son más de 50.000 los familiares de aquellos “afectados” por los gases tóxicos lanzados por las tropas españolas sobre los poblados del Rif, y las que han fijado en 2.000 euros la prima de sufrimiento para cada uno de sus descendientes. Así que vamos a tener que soltar por las buenas algo más de 100 millones de euros. Y todo, porque se le ha ocurrido así a Mohamed VI, el intocable Comendador de los creyentes, que hay que resarcir económicamente, en la persona de sus descendientes, el sufrimiento de aquellos rifeños que fracasaron en su intento de ser independientes. Y es que el Gobierno de Marruecos sabe perfectamente que Zapatero y su gente ha hecho de España una enorme ONG extremadamente caritativa y, aprovechando que somos sus “primos” ricos del norte, nos piden esa aportación, a sabiendas de que pagaremos sin rechistar. No importa que tengamos más de 5 millones de parados. Marruecos es Marruecos y no se le puede contrariar.
Gijón, 15 de octubre de 2011
José Luis Valladares Fernández

viernes, 10 de diciembre de 2010

SUBYUGADOS POR MOHAMED VI

Con la política de continuas genuflexiones de nuestro Gobierno ante el rey de Marruecos, no vamos a ninguna parte. Mohamed VI, que es plenamente consciente de nuestra debilidad, tratará, de exprimirnos al máximo para beneficiarse de nuestra entrega voluntaria. El rey alauita no nos da tregua. Cuando no nos agrede en Ceuta, lo hace en Melilla o nos envía a la península cantidad de pateras llenas de inmigrantes irregulares que, con el tiempo, se convertirán en colonizadores nuestros. El caso es poner en solfa nuestros intereses allí donde más duelan. Y José Luis Rodríguez Zapatero, de manera invariable, le pedirá perdón por las molestias y, si llega el caso, le concederá alguna que otra importante subvención en compensación por haberle enfadado.
Ya comenzó en diciembre de 2001, cuando era simplemente el líder de la oposición, dejándose fotografiar con Mohamed VI ante el mapa que llaman el “Gran Magreb”, donde además del Sáhara, forman parte de Marruecos Ceuta, Melilla, Canarias y hasta parte de la península. Por supuesto que Zapatero criticó siempre el pescozón que dio José María Aznar al rey alauita por el atrevimiento de ocupar el islote de Perejil. Como reparación al golpe sufrido por los marroquíes a los pocos días de la invasión del islote como consecuencia de la Operación Romeo-Sierra, montada por Aznar para recuperar la soberanía, Zapatero condecora al ministro marroquí de interior de entonces, Driss Jettou, máximo responsable de las fuerzas que tomaron Perejil, con la Gran Cruz de la Orden de Carlos III.
El sultán de Marruecos, al que sin ninguna duda aún le duele la manera expeditiva utilizada por José María Aznar para recuperar la soberanía del islote, se encuentra ahora con una auténtica bicoca con el Ejecutivo que dirige Rodríguez Zapatero. No habrá dinero en las arcas públicas para cubrir nuestras necesidades básicas, ni para comer siquiera, pero habrá, de vez en cuando, algún buen montón de millones que, con la consabida disculpa de ayuda al desarrollo u otras gaitas, se irán directos a potenciar los negocios privados del corrupto Mohamed VI. Solamente Aznar, hasta ahora, ha sabido poner freno a este ambicioso Comendador de los Creyentes. Claro que entonces éramos alguien dentro del concierto internacional, algo que por desgracia han dilapidado Zapatero y sus secuaces.
Tremendamente expansionista como su padre Hassan II, aspira a incluir dentro de su sultanato las ciudades de Ceuta y Melilla. Y como sigamos con este entreguismo suicida, no tardará en imitar a su padre, organizando una nueva marcha verde sobre estas dos ciudades tan españolas del norte de África. Ya vimos a que boicot sometió a Melilla el verano pasado con la banal disculpa de una actitud violenta de la policía española, ejercida en la frontera sobre ciudadanos marroquíes. Aunque de momento, su principal inquietud es engullirse definitivamente el territorio del Sahara Occidental.
El antiguo Sahara Español, en la actualidad, está ocupado casi íntegramente por Marruecos, aunque su soberanía no ha sido reconocida por nadie. El resto está controlado por la autoproclamada República Árabe Saharaui Democrática, que sí ha sido reconocida por un buen número de países. Los esbirros de Mohamed VI, tratando de acabar con las últimas resistencias saharauis, se emplean a fondo en el desmantelamiento del campamento de la Dignidad, instalado muy cerca de El Aaiún. En esta acción dieron muestras sobradas del desprecio que sienten las fuerzas marroquíes por los derechos humanos. No es de extrañar que se produjeran numerosos muertos, entre los que hay que contar a un joven nacionalizado en España.
Ante tal salvajada, el Gobierno español reacciona de manera vergonzosa poniéndose del lado de Marruecos, dando por buena la versión de estos y negando validez a lo que contaban testigos presenciales. Y esto a pesar de ser conscientes del bloqueo informativo ejercido por Marruecos, impidiendo el acceso al Sahara Occidental a los periodistas, a observadores independientes e incluso a los miembros de cualquier ONG. Trató hasta de dulcificar la resolución dictada por el Parlamento Europeo que, aunque de manera velada, se pronuncia contra el Gobierno marroquí, por su permanente y sistemática violación de los derechos del pueblo saharaui.
Más descafeinada es la declaración que el PSOE logró consensuar con los demás miembros de la Cámara en el Congreso de los Diputados. Se trata de una moción extremadamente cautelosa, en la que se “insta al Gobierno a condenar los incidentes violentos ocurridos en Agdam Izik y en El Aaiún con ocasión del desalojo el 8 de noviembre del citado campamento”. Como se ve, evita expresamente la condena a Marruecos y menos interferir en las relaciones con nuestro vecino del sur. Se limita a expresar de manera cuidadosamente respetuosa, “su preocupación ante las informaciones sobre violaciones de derechos humanos en el territorio del Sáhara Occidental”. Pide a Marruecos, eso sí, “que respete el libre acceso de la prensa, los observadores independientes y las organizaciones humanitarias al Sáhara Occidental y su libre circulación dentro del territorio”.
Ante esta morigerada petición del Parlamento español al Gobierno de España, Marruecos reacciona destempladamente y anuncia que “reexaminara” sus relaciones con España. Las declaraciones a la prensa, hechas por el ministro de Comunicación y Portavoz del Gobierno, Khalid Naciri, no pueden ser más claras. La moción que ha aprobado el Parlamento español, dijo, "se caracteriza por su hostilidad hacia Marruecos" y "contiene expresiones anti marroquíes que son inaceptables". Lo que requiere, aseguró, una revaluación del conjunto de nuestras relaciones con España “en todos los ámbitos”. Además de una sentada ante la Embajada de España en Rabat, diversas organizaciones juveniles marroquíes, con el apoyo de las correspondientes autoridades, anunciaron una marcha sobre Ceuta para el pasado día 4, que al final no se realizó.
Esta reacción chulesca del Gobierno de Marruecos, presidido por Abbas El Fassi, es toda una bofetada al Ejecutivo de España que, por lo que hemos visto, Zapatero y sus ministros, encajaron estoicamente, poniendo incluso hasta cara de fiesta. Y todo, aunque nos suene muy raro, con tal de mantener la buena relación de vecindad. No importa lo que nos hagan, Marruecos es el país del mundo, después de Perú, que más ayuda española ha recibido durante estos últimos años. Pese a la crisis económica que nos golpea y a los continuados desplantes, España entregará a Marruecos, durante esta segunda legislatura de Zapatero, cerca de 400 millones de euros a fondo perdido. Una media de 100 millones por año. Se trata de ayudas para la reproducción y educación sexual; planes de igualdad para la mujer marroquí; planes culturales e infraestructuras; y como no, hasta casas con placas solares en el desierto.
Ante los marroquíes, y con la disculpa de proteger intereses nacionales nuestros en Marruecos, el Gobierno de Zapatero se arrastra por el suelo, abandonando hasta el último resquicio de dignidad. Todo es boato ante el sultán de Marruecos y sus huestes. ¿Qué es lo que deben a semejante sátrapa y vampiros, que no sepamos aún, aunque lo sospechemos? ¿Hay alguna ayuda inconfesable, relacionada con el espinoso asunto del 11M? ¿O es que quizás nos prestó unos cuantos súbditos suyos para que, una vez ‘suicidados’, pudieran utilizarse como culpables?

Gijón, 5 de diciembre de 2010

José Luis Valladares Fernández

viernes, 10 de septiembre de 2010

LA COBARDÍA DEL PRESIDENTE

La valentía, el arrojo, dar la cara por cualquier causa justa es una virtud que, evidentemente, no adorna en absoluto la personalidad de José Luis Rodríguez Zapatero. Y tratándose del presidente del Gobierno, debiera ser esta la principal cualidad que destacara en todas sus actuaciones oficiales. En su lugar, en cambio, da muestras de estar tremendamente lleno de cobardía, de miedo cerval a las críticas y a la contestación pública. Le sobra presunción y petulancia y le falta la necesaria humildad para enfrentarse con éxito a los problemas diarios que ofrece el ejercicio de Gobierno. Además, él es plenamente consciente de que no da la talla para desempeñar el cargo que ocupa.
A pesar de sentirse incapaz para desarrollar dignamente las funciones asignadas a la presidencia del Gobierno, Rodríguez Zapatero quiere pasar a la historia como un consumado hombre de Estado, a años luz de cualquiera de los que le han precedido en el cargo. De ahí que, ayudado por asesores áulicos, quiera labrarse esa imagen de personaje único e insustituible, lo que le ha llevado muchas veces a hacer el ridículo, dentro y fuera de nuestras fronteras. Da a entender que no anda muy sobrado de luces, lo que le lleva a evitar tener gente a su lado que pueda hacerle sombra. Con tal fin, desde un principio, se rodeó de simples bachilleres y de personas claramente mediocres, obedientes, eso sí, y prestas a escuchar la voz de su amo. Buscó un sectarismo excesivo y sumiso y ese es su primer error.
Plenamente endiosado, tan pronto pisa la moqueta de La Moncloa, comete otros dos errores garrafales, de desastrosas consecuencias para la economía y la convivencia españolas: comprar a los sindicatos la paz social y la desgraciada negociación con ETA. Para la compra de la paz social, Zapatero, de momento, lo tenía muy fácil. José María Aznar le dejó la caja muy bien provista de caudales públicos. CC.OO y la UGT comienzan a recibir enjundiosas cantidades de dinero de los españoles a cambio de comprensión y docilidad. De hecho, Ignacio Fernández Toxo, y sobre todo Cándido Méndez pasan a ejercer prácticamente de ministros en la sombra, con más poder de decisión incluso que los propios ministros. Descuidando, eso sí, lo que debiera ser su principal ocupación, la defensa de los trabajadores.
Aún no ha podido demostrarse que detrás de la encubierta negociación con ETA haya algo más que el deseo de apuntarse el tanto de la desaparición de la banda. Pero la sospecha de cierta connivencia con los terroristas, en la voladura de los trenes de aquel fatídico día 11 de marzo de 2004, sigue ahí tremendamente amenazadora. Podemos dirigir a Rodríguez Zapatero, con toda propiedad, la frase aquella que Cicerón dedicó a Marco Antonio en la primera de sus filípicas: “Atque utinam ut culpam, sic etiam suspicionem vitare potuisses!”. Que en idioma vernáculo dice así: “¡Ojala hubieras podido evitar la sospecha como evitaste la culpa!”. Algún día sabremos toda la verdad sobre aquellos estremecedores hechos, quién fue su autor o autores intelectuales, y a qué se debe que se ocultaran pruebas y se crearan intencionadamente otras pistas falsas para condicionar las conclusiones en un sentido determinado.
Pero Zapatero antes de salir del último charco, ya ha metido los dos pies en el siguiente. Desde su llegada a La Moncloa, poco a poco, ha ido alejándonos de los países de nuestro entorno, con los que habíamos llegado a tutearnos y de los que podíamos esperar algún tipo de ayuda. De ser un país influyente, con voz propia en los organismos internacionales, pasamos a ejercer de simples comparsas. Eso sí, simultáneamente y de la mano de Rodríguez Zapatero, comenzamos a estrechar lazos con otros países bananeros, donde no se escucha más que la voz del tirano de turno y sus secuaces. Y esto nos ha costado mucho dinero. Son muchos los millones que llevamos enterrados, por supuestas cuestiones ideológicas, en los países sojuzgados por los hermanos Castro, por Chaves y por Evo Morales entre otros.
Actualmente mantenemos unas relaciones atípicas con Marruecos, nuestro especial vecino del sur. Debido a la falta de coraje de José Luis Rodríguez Zapatero, el sultán de Marruecos se ha crecido y ha terminado por tomar la medida a nuestro presidente. Lo intentó con Aznar, pero éste, con la venia de Estados unidos, le puso en su sitio sin miramiento alguno. Mohamed VI sabe que con Zapatero no corre ese riesgo y, en consecuencia, cuando quiere conseguir algo, envía a sus esbirros a causar problemas en Ceuta y sobre todo en Melilla. No importa cuál sea la disculpa. Pueden ser unas mujeres policías, un falso mal trato a ciudadanos de Marruecos o un ocasional apoyo a los saharauis.
La reacción ante una de estas simuladas disculpas no se hace esperar. O bien se bloquea la entrada de alimentos a Melilla, o comienzan a aparecer abundantes pateras, bien cargadas de subsaharianos. Y si llega el caso, se maltrata brutalmente a los canarios que se atrevan a tomar partido por la causa del Sahara. El sultán sabe que el truco es infalible. A parte de otros engaites, este tipo de gorroneo le ha dado muy buenos resultados. Para enderezar el entuerto, el Gobierno español cede una y otra vez y va haciendo concesiones a cambio de promesas que invariablemente, o no se cumplen o se cumplen de un modo muy precario. Ahí está, como ejemplo, la repetida promesa de crear dos comisarías conjuntas. La dejadez y la indolencia de Zapatero nos han costado a los españoles, durante estos tres últimos años en suelo marroquí. , más de 700 millones de euros, empleados oportunamente en la mejora de infraestructuras
La cobardía de Zapatero es similar a su deseo de labrarse una imagen particular impecable, revestido de todas las cualidades atribuibles a los grandes e insustituibles estadistas, y aún más si cabe. De ahí que rehúya el enfrentamiento con la prosaica realidad, que aparece tozudamente en la vida de cada día. Ya dio muestras sobradas de este complejo absurdo, cuando se empeñó una y otra vez en negar la evidencia de nuestra crisis económica. Supondría que aceptar la verdad podría salpicarle de algún modo. Llegó incluso a frivolizar, tildando de poco patriotas y malos españoles, a los que afirmaban tal circunstancia. Según su apreciación, nuestra economía era, aún en 2008, una de las más solventes de la Unión Europea.
Es la misma circunstancia la que le ha llevado a afirmar, una y otra vez, que nuestros soldados en Afganistán están allí exclusivamente en misión de paz, cumpliendo más o menos las funciones propias de una ONG cualquiera. Los casi cien militares fallecidos en ese escenario bélico, pertenecientes al Ejército y a la Guardia Civil, murieron como consecuencia de un accidente o víctimas de un incomprensible acto terrorista. La realidad es muy distinta. Los mismos militares, que allí defienden valientemente su libertad y la nuestra, confiesan sin ambages que aquello es una guerra declarada, tan cruel y peligrosa como cualquier otra guerra reconocida.
A parte de no valorar en toda su dimensión el mérito de los militares que han dejado allí su vida al servicio de la libertad, encima, evita asistir a sus funerales de Estado. Con el de los dos últimos miembros de la Guardia Civil que murieron en Afganistán, son ya cinco consecutivos a los que no ha asistido. Teme –y por algo será- la posibilidad de alguna protesta o recriminación contra su persona. El temor a que alguien pueda increparle o abuchearle, es algo superior a sus fuerzas. Ya no asiste ni a la fiesta minera de Rodiezmo, donde otros años cosechaba abundantes aplausos ya que, como actualmente no tiene nada que vender, teme una reacción adversa hasta de su propia gente. Se inventa cualquier escusa para no asistir y se acabó el problema.
Otra muestra palpable de la cobardía innata de Rodríguez Zapatero la tenemos en el trato de guante blanco que tiene su Ejecutivo con los terroristas y los piratas. Los españoles figuramos desgraciadamente en la agenda de estos desalmados para ser objeto de un posible secuestro, ya que saben que España, en la actualidad y sin demasiados remilgos, ofrece pingües cantidades de dinero público por la liberación de los secuestrados. No importa que se trate de un barco pesquero que faena lejos de nuestros mares o un grupo de cooperantes.
La cobardía de Zapatero llega hasta tal extremo, que es incapaz de dar la cara por los intereses de España y de los españoles. A la hora de tomar una decisión, optará siempre por una ambigüedad claramente calculada e hipócrita. Es su manera habitual de afrontar sus obligaciones institucionales para aparentar que es, lo que desgraciadamente no es.

Barrillos de Las Arrimadas, 30 de agosto de 2010

José Luis Valladares Fernández