Es un hecho que hay personas que nacen con estrella y otras muchas, las más numerosas, nacen ya estrelladas y con la obligación de contribuir a que las de la estrella puedan llevar una vida cómoda y placentera. A las personas que han nacido con estrella no les alcanza la maldición de Yahveh Dios, en los albores de la humanidad, por su desobediencia, tal como recoge el Génesis:”maldito sea el suelo por tu causa; con fatiga sacarás de él alimento todos los días de tu vida”. Y “Con el sudor de tu rostro comerás el pan”.
Es un hecho evidente que Cándido Méndez e Ignacio Fernández Toxo, secretarios generales de la UGT y CC.OO, han vendido su alma al diablo para convertirse en algo así como asesores áulicos de Zapatero o vicepresidentes en la sombra de un Gobierno que nos lleva directamente a la ruina. Ambos dirigentes sindicales compiten entre sí para ver quien saca mayor tajada del erario público, a base de subvenciones y otras mamandurrias inconfesables. Estas dos centrales sindicales forman claramente un colectivo que se las apaña para ganar el pan, no con el sudor de su frente, como sería lógico, si no con el sudor de los de enfrente. Se trata de un grupo sociológico, con una u otra orientación cultural y política determinada, que se presentan como una casta al estilo hindú. Se consideran salidos de la boca de Brahmā, y, por lo tanto, tienen todo el derecho del mundo a vivir a costa de las castas inferiores, los esclavos y los parias.
Es un hecho palmario que los dirigentes sindicales de la UGT y CC.OO, han sido admitidos al muy bien aprovisionado pesebre estatal por nuestro presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Ellos, a cambio, procuran no hacer mucho ruido y transigir con cualquier ocurrencia que alumbre el jefe del Ejecutivo. Y como han sido sumamente dóciles, olvidándose incluso su función prioritaria, la defensa de los trabajadores, han sido alabados públicamente por Zapatero. Ni Cándido Méndez ni Ignacio Fernández Toxo han tenido el más mínimo gesto de protesta por la brutal destrucción de empleo en España, como consecuencia de la desastrosa política económica de Zapatero. Es mucho el dinero que hay en juego y no quieren correr el riesgo de perderlo.
Para disimular ante los ojos atónitos de los trabajadores, posiblemente en connivencia con Zapatero, realizan una manifestación fantasma el día 23 de febrero, en varias provincias de España. Se trata, según dicen, de una protesta formal contra un supuesto del Gobierno, el llamado “pensionazo” que no pasó de ser más que un simple globo sonda, que Zapatero ya se había encargado de retirar. Que esta manifestación estaba bien vista por el Ejecutivo, lo demuestra el hecho de que algún miembro destacado del PSOE, como Isabel López i Chamosa, prometió asistir a la misma.
Más que de una manifestación formal contra el Gobierno, se trató simplemente de lavar la cara de los responsables sindicales y del propio Gobierno. Los discursos mismos de ambos líderes sindicales lo atestiguan. Los ataques verbales de la traca final, más que contra el propio Gobierno, fueron dirigidos contra la oposición, haciendo blanco de los mismos a Mariano Rajoy, por no “arrimar el hombro” en la lucha contra la crisis. Zapatero no necesitó ayuda para imponer la Ley de memoria Histórica, y sacar adelante la nueva Ley del aborto. Si tuviera voluntad y ganas de solucionar el problema, no necesitaría de la ayuda del Partido Popular para arbitrar las medidas estructurales precisas para salir de esta crisis, cuyo único responsable, a estas alturas, no es nada más que él, aunque con la complicidad evidentemente culpable de UGT y CC. OO.
No es de recibo que estas centrales sindicales, sin el menor escrúpulo, se olviden de las miserias que arrostran los trabajadores con complicaciones para encontrar un empleo, y bailen al son de las subvenciones; y menos en una época de recesión como esta. Hasta es muy posible, si es verdad lo que se cuenta en La Gaceta ese mismo día 23 de febrero, que se echen a la calle, disfrazados de condotieros, para exigir a los trabajadores que suscriban algún Fondo Privado de Pensiones, ya que, de alguna manera, están embarcados en este tipo de negocio.
Aparte de la carga que representa el dinero que estas organizaciones se llevan crudo de las arcas públicas, estas centrales sindicales tienen abiertos también otros comederos tan escandalosos como el proporcionado por Zapatero. Son miles y miles los sindicalistas liberados que, en circunstancias críticas como estas, sangran sin piedad a sus empresas. Y si, para mantenerse, la empresa necesita reducir costos y se ve obligada a aplicar algún Expediente de Regulación de Empleo, no son los liberados los primeros en irse a la calle. ¡Hasta ahí podíamos llegar! Los primeros en coger el petate serían los otros, los que siempre han estado dando el callo, tratando de mantener la productividad de la empresa. Y lo que es más escandaloso, los sindicatos cobrarían además por negociar o pactar las condiciones del ERE. ¡Que no me digan que esto no es vivir del cuento!
Gijón, 25 de febrero de 2010
José Luis Valladares Fernández
Es un hecho evidente que Cándido Méndez e Ignacio Fernández Toxo, secretarios generales de la UGT y CC.OO, han vendido su alma al diablo para convertirse en algo así como asesores áulicos de Zapatero o vicepresidentes en la sombra de un Gobierno que nos lleva directamente a la ruina. Ambos dirigentes sindicales compiten entre sí para ver quien saca mayor tajada del erario público, a base de subvenciones y otras mamandurrias inconfesables. Estas dos centrales sindicales forman claramente un colectivo que se las apaña para ganar el pan, no con el sudor de su frente, como sería lógico, si no con el sudor de los de enfrente. Se trata de un grupo sociológico, con una u otra orientación cultural y política determinada, que se presentan como una casta al estilo hindú. Se consideran salidos de la boca de Brahmā, y, por lo tanto, tienen todo el derecho del mundo a vivir a costa de las castas inferiores, los esclavos y los parias.
Es un hecho palmario que los dirigentes sindicales de la UGT y CC.OO, han sido admitidos al muy bien aprovisionado pesebre estatal por nuestro presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Ellos, a cambio, procuran no hacer mucho ruido y transigir con cualquier ocurrencia que alumbre el jefe del Ejecutivo. Y como han sido sumamente dóciles, olvidándose incluso su función prioritaria, la defensa de los trabajadores, han sido alabados públicamente por Zapatero. Ni Cándido Méndez ni Ignacio Fernández Toxo han tenido el más mínimo gesto de protesta por la brutal destrucción de empleo en España, como consecuencia de la desastrosa política económica de Zapatero. Es mucho el dinero que hay en juego y no quieren correr el riesgo de perderlo.
Para disimular ante los ojos atónitos de los trabajadores, posiblemente en connivencia con Zapatero, realizan una manifestación fantasma el día 23 de febrero, en varias provincias de España. Se trata, según dicen, de una protesta formal contra un supuesto del Gobierno, el llamado “pensionazo” que no pasó de ser más que un simple globo sonda, que Zapatero ya se había encargado de retirar. Que esta manifestación estaba bien vista por el Ejecutivo, lo demuestra el hecho de que algún miembro destacado del PSOE, como Isabel López i Chamosa, prometió asistir a la misma.
Más que de una manifestación formal contra el Gobierno, se trató simplemente de lavar la cara de los responsables sindicales y del propio Gobierno. Los discursos mismos de ambos líderes sindicales lo atestiguan. Los ataques verbales de la traca final, más que contra el propio Gobierno, fueron dirigidos contra la oposición, haciendo blanco de los mismos a Mariano Rajoy, por no “arrimar el hombro” en la lucha contra la crisis. Zapatero no necesitó ayuda para imponer la Ley de memoria Histórica, y sacar adelante la nueva Ley del aborto. Si tuviera voluntad y ganas de solucionar el problema, no necesitaría de la ayuda del Partido Popular para arbitrar las medidas estructurales precisas para salir de esta crisis, cuyo único responsable, a estas alturas, no es nada más que él, aunque con la complicidad evidentemente culpable de UGT y CC. OO.
No es de recibo que estas centrales sindicales, sin el menor escrúpulo, se olviden de las miserias que arrostran los trabajadores con complicaciones para encontrar un empleo, y bailen al son de las subvenciones; y menos en una época de recesión como esta. Hasta es muy posible, si es verdad lo que se cuenta en La Gaceta ese mismo día 23 de febrero, que se echen a la calle, disfrazados de condotieros, para exigir a los trabajadores que suscriban algún Fondo Privado de Pensiones, ya que, de alguna manera, están embarcados en este tipo de negocio.
Aparte de la carga que representa el dinero que estas organizaciones se llevan crudo de las arcas públicas, estas centrales sindicales tienen abiertos también otros comederos tan escandalosos como el proporcionado por Zapatero. Son miles y miles los sindicalistas liberados que, en circunstancias críticas como estas, sangran sin piedad a sus empresas. Y si, para mantenerse, la empresa necesita reducir costos y se ve obligada a aplicar algún Expediente de Regulación de Empleo, no son los liberados los primeros en irse a la calle. ¡Hasta ahí podíamos llegar! Los primeros en coger el petate serían los otros, los que siempre han estado dando el callo, tratando de mantener la productividad de la empresa. Y lo que es más escandaloso, los sindicatos cobrarían además por negociar o pactar las condiciones del ERE. ¡Que no me digan que esto no es vivir del cuento!
Gijón, 25 de febrero de 2010
José Luis Valladares Fernández