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miércoles, 22 de febrero de 2012

EL PARO Y SUS PROBLEMAS


Los datos sobre paro de enero de 2012, suministrados por los Servicios Públicos de Empleo el pasado día 2 de Febrero, son altamente preocupantes. A los 4.422.359 desocupados que venían de atrás, hay que sumar ahora otros 177.470 más, lo que eleva la cifra de personas que quieren trabajar y no pueden a la espeluznante cifra 4.599.829 parados, un 4,01% más que en diciembre de 2011. Todo un record en la vida laboral española y una enorme tragedia para todas aquellas personas que no encuentran la manera de trabajar.
El paro femenino creció en enero en 98.815 mujeres, lo que representa un 4,47 más en relación con diciembre. Según el antiguo INEM, son 2.311.436 las mujeres paradas. El paro masculino aumentó 78.655 en el mismo periodo, lo que representa un 3,56%, y suma un total de 2.288.393 hombres parados. Si comparamos el paro de enero de 2012 con el registrado en enero de 2011, las diferencias son bastante más abultadas, ya que el paro masculino subiría en 183.154 personas, un 8,70% más y el paro femenino se incrementaría en 185.672 mujeres, un 8,73% más. Datos sumamente escalofriantes para uno y otro sexo, pero que aún se agravan más si tenemos en cuenta que la Seguridad Social perdió 283.684 afiliados.
Es más sangrante aún la situación laboral de los jóvenes entre 16 y 25 años. El desempleo juvenil bate todos los records del mundo civilizado. En España, al finalizar diciembre de 2011, un 48,70% de nuestros jóvenes carecían de un puesto de trabajo. Este colectivo duplica con creces la media europea, que está en  un 21,0%. Se llevan indudablemente  la peor parte de la crisis del desempleo. Y para colmo de males, muchos de ellos han perdido ya hasta la esperanza de encontrar un día un puesto de trabajo. No es de extrañar que muchos de esos jóvenes, los mejor preparados, piensen seriamente en emigrar al extranjero en busca de mejores oportunidades.
Todos estos datos sobre el paro en España, como ya hemos indicado, provienen de los Servicios Públicos de Empleo. Pero la realidad es bastante más cruel de lo que  estos datos reflejan. Esta estadística, que tiene carácter mensual, nos da exclusivamente el número de personas que figuran inscritas en las oficinas  del antiguo INEM, y no las que en realidad están paradas.  Desocupadas hay muchas más, ya que no son pocas las que han sido borradas de esas listas y otras que no fueron inscritas nunca. Para mitigar el terrible impacto de unas listas que crecían desmesuradamente, el intranscendente ministro de Trabajo Jesús Caldera redujo esas listas de una manera considerable.
Desde entonces, se falsea absurdamente la realidad borrando de las listas del paro a todos aquellos que no tienen trabajo y realizan supuestos cursos de formación. Son aquellos estudiantes forzosos que, según una expresión sumamente estúpida de Rodríguez Zapatero, "están trabajando por su país". Se excluye igualmente del paro registrado a las personas afectadas por un Expediente  de Regulación de Empleo, los famosos EREs. El camuflaje de parados es tal, que también quedan excluidos de esas listas los del Plan de Empleo Rural (PER) por percibir  un subsidio agrario y los que buscan su primer trabajo. A todos estos, el Ministerio de Trabajo, jugando una vez más al despiste y a la confusión, los incluye bajo un epígrafe que dice así “Demandantes de Empleo No Ocupados.
Todo esto quiere decir que, las listas del paro proporcionadas mensualmente por los Servicios Públicos de Empleo, se acercarían más a la realidad si las incrementamos en unos 800.000 parados más. Son bastante más fiables los datos que nos suministra la Encuesta de Población Activa (EPA) del Instituto Nacional de Estadística. Se trata de una investigación continua y de periodicidad trimestral, realizada por este organismo autónomo, mediante la cual conocemos detalladamente las personas que trabajan y las que están desempleadas. Según  la Encuesta de Población Activa, son personas desempleadas todas aquellas que, no estando ocupadas, han hechos esfuerzos concretos para encontrar un empleo, o están esperando a ser llamadas de alguna empresa.
Y los datos de la última encuesta, referidos al cuarto trimestre de 2011, no pueden ser más desalentadores. Según dicha encuesta, la tasa de desempleo en España al finalizar diciembre alcanzaba  el 22,85% de la población actica. Lo que quiere decir que son 5.273.600 las personas que cierran 2011 en la preocupante situación de desempleadas forzosas. Nunca en la historia de España un número de parados tan alto, y lo más descorazonador es que, según todos los indicios, esa lista de parados sigue creciendo alocadamente. Doblamos prácticamente la media de los países desarrollados, a años luz de Alemania y Francia. Nos sigue Grecia con un 19,20% de paro. Vienen detrás, a una prudente distancia, Lituania con un a tasa de paro del 15,00%, Letonia con el 14,80% e Irlanda con el 14,50%.
La economía española lleva muchos años, más de la cuenta, sustentándose en un modelo de producción bastante más intensivo en mano de obra que en capital, lo que es sumamente desfavorable en sí mismo. De ahí que se hayan primado sectores con muy poco valor añadido, como es el caso de la construcción y el turismo. Todo esto nos ha llevado a que el despido se convirtió desgraciadamente en el principal mecanismo de ajuste ante la imparable caída de la demanda. Y el Gobierno anterior no puso freno a semejante  desaguisado porque no supo o no quiso por el enorme coste político y personal que esto conllevaría, o, lo que sería aún peor, por cuestiones ideológicas como insinuó el propio José Luis Rodríguez Zapatero.
Por la incuria del Gobierno anterior y el egoísmo suicida de los sindicatos mayoritarios, estamos a punto de traspasar la línea, más allá de la cual ya no es posible el retorno. Así que el Gobierno de Mariano Rajoy, para evitar tamaño desastre,  no ha tenido más remedio que coger el toro por los cuernos y en menos de dos meses aprobó valientemente una serie de reformas cruciales, entre las que sobresale la reforma laboral. Es cierto que estas reformas, como ha reconocido el propio Rajoy, no van a "producir efectos en el corto plazo" por culpa de la situación económica que padecemos e incluso por el entorno europeo que nos rodea. Pero son sumamente necesarias si queremos sentar las bases para poder crecer sostenida y establemente  en un futuro no muy lejano.
Las distintas reformas que se han ido aprobando sucesivamente están más que justificadas para devolver a los trabajadores y a los empresarios la confianza perdida, ya que es la única manera de que superen juntos la crisis y el despido sea bastante menos rutinario de lo que es hoy. Esto supondrá necesariamente una pérdida de poder importante de las organizaciones sindicales y hasta de la patronal, lo que ha puesto en pie de guerra a los sindicatos mayoritarios y al principal partido de la oposición. Tal es así, que Alfredo Pérez Rubalcaba está dando pruebas fehacientes de que le importa muy poco nuestro hundimiento económico definitivo, si de él se deriva el fracaso rotundo del Gobierno del Partido  Popular.
El líder de la oposición pregona día y noche que el Gobierno que preside Mariano Rajoy “ha roto todos los equilibrios” del tradicional sistema de relaciones laborales y ha dado poderes omnímodos a los empresarios. Dice que “han creado un contrato con un año de prueba, o lo que es lo mismo, un año de despido libre y gratuito”. Insiste una y otra vez en que la nueva reforma laboral es, en realidad, una "enmienda a la totalidad al sistema de relaciones laborales". Que “es algo así como: o aceptas la bajada de salarios o ahí tienes la puerta y ésa no puede ser la fórmula para crear empleo en España". Y no contento con sus peroratas extemporáneas, anima a los sindicatos a que se movilicen y se adueñen de la calle.
Esta reforma laboral, según UGT y CC.OO, está pensada exclusivamente para satisfacer a los empresarios y a los mercados financieros. Claro que lo que más incomoda a una y a otra organización sindicalista es que, con esta ley, pierden poder y pierden dinero al verse privados de parte de las prebendas  de que disfrutaban. Para empezar, pierden la exclusividad de los cursos de formación, perdiendo así una importante fuente de financiación. A partir de ahora, las cuestiones empresariales se dirimirán dentro de la propia empresa y no en las sedes de las centrales sindicales. Dependiendo de la situación económica, los empresarios podrán pactar directamente con los trabajadores modificaciones de sueldos, horarios, descolgarse de los convenios colectivos y hasta iniciar un ERE sin autorización administrativa.
Los sindicatos mayoritarios no soportan esa perdida de protagonismo y mucho menos la perdida de dinero que lleva aparejada. A CC.OO y a la UGT les gustaría embarcarse sin más en una huelga general para paralizar de inmediato el país. Pero no se atreven, ya que han perdido su credibilidad por su complicidad con Zapatero en la gestión de la crisis económica. De momento se limitan  a convocar manifestaciones  por toda España. Quieren comprobar antes su poder de convocatoria que, de momento, no parece muy fiable.
Si los sindicatos quieren de verdad salir de esta y que se comience de una vez a aligerar esa enorme lista de parados, tendrán que aceptar el envite y prestar desinteresadamente su colaboración con el Gobierno. Si salen con la suya y logran dinamitar esa reforma laboral, podrían lamentarlo seriamente. O ponemos ahora en orden  nuestra economía, o algún día los sindicalistas se acordarían de aquel conocido poema, falsamente atribuido a Bertolt Brecht, y que no fue más que un sermón en la Semana Santa de 1946 del pastor luterano Martin Niemöller y que comenzaba así:
Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
Guardé silencio,
Porque yo no era comunista.
(…)
Y Martin Niemöller termina así su reconvención:
Cuando vinieron a buscarme a mí,
No había nadie más que pudiera protestar.
Los sindicalistas tendrían que cambiar la palabra nazis, por las palabras crisis económica, pero, si esto no se remedia, hasta los sindicalistas pasarían a engrosar más pronto o más tarde esas listas del paro.
Gijón, 16 de febrero de 2012
José Luis Valladares Fernández

sábado, 14 de mayo de 2011

PREOCUPANTE EVOLUCIÓN DEL PARO

Los venturosos augurios sobre el comienzo de nuestra recuperación económica y el inicio de la creación de empleo, repetidos una y otra vez por José Luis Rodríguez Zapatero y coreados incansablemente por los distintos miembros de su Gobierno, más que cuajadas realidades, son terribles falacias que cada vez descorazonan más a los verdaderos paganos de la crisis. Los datos del paro, siempre en ascenso, son extremadamente preocupantes y ponen de manifiesto el fracaso de las distintas medidas adoptadas por el Ejecutivo, incluida la supuesta reforma laboral, tan entusiásticamente vendida por Zapatero y por sus adláteres.

De los dos métodos que hay para determinar el número de desocupados en España, el Gobierno utiliza más el del paro registrado en los servicios públicos de empleo, por que se presta mejor a los enjuagues para camuflar parados y dulcificar así la crueldad de los datos reales. Es lo que ha hecho ahora Rodríguez Zapatero, eligiendo los resultados de las personas inscritas en las oficinas del paro, después de haber sido convenientemente cocinados por el Ministerio de Trabajo. De ahí  ese inoportuno optimismo del presidente del Gobierno que, al finalizar el mes de abril, afirmó que  los datos del Instituto Nacional de Empleo (INEM) posiblemente avalen las previsiones que tiene el Ejecutivo de crear empleo neto en la segunda mitad del año. El paro, según esto, habría tocado techo.

Mientras que el paro registrado recoge exclusivamente el número de demandantes de empleo que se han inscrito  en los registros de las oficinas de empleo, los datos de la Encuesta de Población Activa (EPA), que elabora el Instituto Nacional de Estadística son un reflejo, mucho más fiable, de la evolución del mercado laboral. Pues hay que tener en cuenta que se trata de una encuesta trimestral dirigida al conjunto de las familias españolas. Su finalidad principal es obtener datos fiables de todos los ciudadanos en edad de trabajar, indicando su situación real con respecto al mercado de trabajo, tanto si están ocupados y activos, como si están parados o inactivos.

La evolución del trabajo a lo largo del primer trimestre de 2011, según los últimos datos de la EPA, es auténticamente catastrófica, ya que se alcanzaron los 4.910.200 parados, el nivel más alto de desempleo desde 1997. La desocupación en esos tres primeros meses de este año llegó al 21,3% de la población activa, un punto más que en el último trimestre de 2010. Evidentemente estos datos son mucho más negativos que los ofrecidos por las oficinas de empleo, según las cuales, el volumen total de desempleados, a finales del pasado mes de abril, sería de 4.269.360. Esta cifra tiene más que ver con los deseos del Ejecutivo que con la cruda realidad de los hechos.

Durante el primer trimestre de 2011, según los datos del Instituto Nacional de Estadística, se volvió a destruir empleo, ya que la ocupación registra un descenso de 256.500 personas, hasta un total de 18.151.700 ocupados. Lo que nos da  una tasa interanual de variación del empleo del -1,31%. El número de desocupados de este trimestre asciende a los 213.500  que,  agregados a los que venían de atrás, nos da la brutal cifra ya conocido de 4.910.200 parados y una tasa de paro escalofriante de prácticamente el 21,3% de la población activa. En el mismo periodo de tiempo, los parados de larga duración aumentaron en 60.100, un escandaloso 2,93% más, acumulando ya un incremento de 427.000 desempleados en el último año. También repuntó el paro en el colectivo de los que buscan empleo por primera vez, hasta alcanzar los 17.000 desempleados más. Durante los últimos doce meses, los parados sufrieron un aumento de 297.400 personas más.
Y si es tremendamente crudo el dato de los 4.910.200 parados, es más sangrante aún, por lo que tiene de drama, el número de hogares con todos sus miembros activos en paro que, en el primer trimestre de 2011, aumenta en 58.000, hasta llegar a la alarmante suma de  1.386.000, lo que significa un 4,37 más que en el trimestre anterior. Durante todo el año anterior, ese incremento fue  de 87.500 hogares,  lo que hace un 6,74% más. Al mismo tiempo, durante los tres primeros meses de 2011, se redujeron en 154.600 los hogares con todos sus miembros ocupados. Esa reducción fue de 129.000 hogares durante todo el último año.

Si comparamos  los datos de la EPA del primer trimestre de 2011 con los aportados para ese mismo período de tiempo por Eurostat, quedamos francamente muy mal. La tasa de paro en la Eurozona, al finalizar marzo, era del 9,9%. Y si nos referimos a los 27 países que componen la Unión Europea, la tasa de paro queda en el 9,5%.  En ambos casos, no solamente batimos el record, sino que doblamos ampliamente esa tasa de paro. Los países europeos con menor tasa de paro fueron Holanda con el 4,2%, Austria con el 4,2% y Luxemburgo con el 4.5%. Hasta Lituania (17,3%) y Letonia (17,2%) tienen una tasa de paro significativamente mejor que la nuestra.

Es verdad que el Gobierno ve indicios de recuperación por todas partes, pero los datos reales que podemos constatar son todos tremendamente negativos.  El desempleo en España aumentó en todos los sectores, sobre todo en el sector servicios donde se llegó  a los 94.700 parados. Le siguió industria con 21.200, agricultura con 17.200 y el sector de construcción con otros 3.300 parados. Los trabajadores por cuenta propia, entre los meses de enero y marzo de este año, disminuyeron  en 59.300 personas, con lo que el número total de empleados por cuenta propia no pasa de los 3.024.800 trabajadores. Y no digamos nada de los jóvenes, entre los que se registran las cifras más altas de desempleo, con un paro al finalizar marzo del 44,6%, tres décimas más que en febrero. 

Hay además otro dato, tan preocupante o más que los casi cinco millones de parados. Este dato, aunque no aparezca reflejado en la Encuesta de Población Activa, va a limitar necesariamente la capacidad de crecimiento de la economía española. Pues, tal como se inició hace ya tiempo,  sigue cayendo continuamente el número de personas activas, el de asalariados del sector privado y también el número de empresarios. Por otro lado, y a un ritmo nada despreciable, están creciendo los funcionarios o trabajadores del sector público y las llamadas clases pasivas. Lo que ocasionara indefectiblemente que el sector productivo español sea cada vez más pequeño y menos competitivo, ya que cada vez hay más gente que vive de los impuestos o de los sueldos de otros.

Gijón, 9 de mayo de 2011

José Luis Valladares Fernández

domingo, 9 de mayo de 2010

VUELTA A LA ESPAÑA DE PANDERETA

Más allá de los pirineos, y prácticamente desde el ocaso de los Tercios de Flandes hasta hace muy pocos años, se tenía un concepto muy bajo de España y de los españoles. Eran muy frecuentes los tópicos, que nosotros mismos habíamos contribuido a difundir, identificando a lo español con la fiesta de los toros, la siesta, la paella, el baile flamenco, las rumbitas y hasta el sol y la playa. En una palabra, más allá de nuestras fronteras consideraban a España simplemente como un país de pandereta. Eran muy frecuentes las consabidas frases que nos definían sociológicamente: “Como en España no se vive en ningún sitio” o aquel otro popularizado por Fraga más tarde: “Spain is different”.
Costó mucho romper esos tópicos tan comunes entre los pueblos de nuestro entorno. Pero José María Aznar, con su tesón y buen hacer, logra catapultar a España a cuotas de estima y valoración mucho más altas. Se dejó de asociar a España, como había sucedido hasta entonces, con el atraso, la baja calidad y la falta de la más elemental tecnología. Tan pronto llegó a La Moncloa, el propio Aznar y todo su Gobierno, se aprestaron a enderezar el rumbo de nuestra tambaleante economía sin pérdida de tiempo. En este sentido, fue determinante su decisión de favorecer la colaboración entre los sectores públicos y privados, que hasta ahora marchaban cada uno por su lado. Entre otras medidas, destacó el impulso decisivo en su política de promover la imagen de España, para que se nos identificara como un país definitivamente serio y moderno que, ante todo, cumple con rigor los compromisos adquioridos.
El resultado del nuevo aire dado a la política comenzó a dar resultados inmediatos. Nació el proyecto “Marca España”, apadrinado por el Instituto Nacional de Comercio Exterior, que logra arrumbar con todos los tópicos que se nos venían atribuyendo desde antiguo. Poco a poco se van derribando barreras y logramos triunfar en la cultura, en el turismo y, aunque parezca mentira, en el mundo empresarial. Las empresas españolas, a la hora de hacer negocios rentables, compiten en plan de igualdad con las europeas, arrasando incluso en telecomunicaciones y en construcción. Evidentemente España comienza a ser algo más que sol y playa y empieza a hablarse del “milagro español”. Hasta llegó a decirse en Europa que los españoles éramos “los prusianos del sur”.
La economía española, bajo la batuta del Gobierno de Aznar, comenzó a crecer a un ritmo incluso superior al de nuestros vecinos europeos. Siguiendo la tendencia general de las economías occidentales, se produce la incorporación española a los mercados financieros, pero de un modo claramente agresivo, consiguiendo así resultados excepcionales. El Producto Interior Bruto de España estuvo creciendo hasta un 1,1% por encima de la media de la Unión Europea. Y lo hace adaptándose a los preceptos de Maastricht, controlando la inflación, con un déficit presupuestario por debajo del 3% exigido y con una deuda pública dentro de unos límites razonables.
Fue notable, durante este período, la disminución que se produjo del paro, pasando de un escandaloso 23% a un 11%, cifra aun demasiado alta, pero bastante más aseada. Durante sus dos legislaturas se crearon 5 millones de puestos de trabajo, lo que representa más del 50% de todos los creados en la Unión Europea. Se logra sanear el déficit de la Seguridad Social, desapareciendo así las enormes dificultades que complicaban el pago de las pensiones. Y en evitación de futuros problemas, se crea el famoso Fondo de Reserva que, al final del mandato de Aznar, contaba ya con 15.000 millones de euros.
Con la llegada de Zapatero a la Moncloa, comenzamos a perder nuevamente peso en la Unión Europea y en el conjunto de países occidentales. Aunque perdemos consideración y prestigio internacional, mientras duró el peculio acumulado, continuamos creciendo y creando puestos de trabajo, aunque cada vez con menor intensidad. Vaciadas las arcas y dilapidados los caudales públicos, comienza el desplome acelerado de nuestra economía con el fracaso del sector de la construcción y el inevitable hundimiento del consumo de los hogares españoles. Y mientras siga Zapatero al frente del Gobierno, no hay ya esperanza de que cambie nuestra situación y debemos prepararnos para lo peor. El letrero que vio Dante Alighieri en el dintel de la puerta del infierno lo tenemos escrito en el frontispicio de la ejecutoria del actual jefe del Ejecutivo español.
Hace ya tiempo que un diario francés, tan poco sospechoso como el progresista Liberation, criticaba la forma de afrontar la crisis por parte de Zapatero. Y este periódico no tiene empacho en afirmar que "después de haber sido una de las locomotoras europeas desde mediados de los años noventa, España sufre revés tras revés" en materia económica. En un principio, no había manera de que Zapatero admitiera que estábamos en crisis y nuestra entrada en recesión para él no era más que un simple frenazo o una ralentización de nuestra economía. Como los españoles estábamos en una posición económica envidiable, según decía, no hacía falta tomar medidas excepcionales. Se le fue el tiempo en inútiles contorsiones semánticas, y ahora estamos ya en un punto de difícil retorno.
La bancarrota española es ya un hecho incontrovertible. De jugar España en la “Champions League de las economías mundiales”, pasó a ser la formación pichichi de la Champions League del paro. Eso que dijo Zapatero, utilizando un símil futbolístico, de que “España es la que más partidos gana, la que más goles marca y la menos goleada”, pasó ya a la historia y no es ya más que un recuerdo lejano. Hay ya más de 1,3 millones de familias con todos sus miembros en paro y que no cobran subvención alguna. La pobreza se está enseñoreando de las ciudades y es muy frecuente, otra vez, la olvidada estampa de los que hurgan en los contenedores de basura, buscando cosas que les puedan aportar algunos dineritos.
Las enormes y dolorosas colas a las puertas del INEM en busca de un trabajo imposible, se repiten ahora a las puertas de Cáritas y de los comedores sociales de la tan denostada Iglesia. De la España más o menos rica hemos pasado a la España de la postguerra. Ya solamente faltan las colas a las puertas de los establecimientos que repartían el racionamiento. Lo que sí ha vuelto es la España de las necesidades y de la pandereta.

Gijón, 8 de mayo de 2010

José Luis Valladares Fernández

lunes, 22 de febrero de 2010

EL CONSENSO QUE QUIERE ZAPATERO

En la mañana del pasado miércoles, día 17 de febrero, Zapatero se vio obligado a someterse en el Congreso a una sesión de control por parte de los otros grupos políticos. La sesión, al menos en el mano a mano con Mariano Rajoy, fue extremadamente dura y puso de manifiesto que tenemos crisis para rato.
Comenzó su discurso Zapatero con las mismas vaguedades que ha venido utilizando desde que, en 2008, reconoció que nuestra economía estaba en crisis. Trató de quitar hierro a la preocupante situación de nuestras cuentas públicas, con frases como esta: “La evolución de la crisis en España no difiere mucho, hasta el momento, de la del conjunto de la zona euro”. En todo su discurso, dulcificó en exceso los problemas que nos acucian y procuró mostrar siempre la botella medio llena.
Pasó revista a varios datos negativos de nuestra economía, pero siempre disimulando los perfiles más duros de los datos estadísticos. En el año 2009, dijo, tuvimos un crecimiento negativo de 3,6%. Sin embargo, añadió, en el último trimestre de ese año, en términos inter trimestrales, ese crecimiento solamente fue del -0,1%, dato que, según dijo, entra dentro de las previsiones del Gobierno. Es aquí, donde aparece de nuevo el optimismo antropológico de Zapatero, y señala que esto es una señal clara de que la situación evoluciona lentamente hacia un menor deterioro. Esto le lleva a pensar, según manifiesta, que estamos dando pasos seguros, de manera muy clara hacía la recuperación definitiva.
Hasta en cuestión de deuda pública, afirmó, no estamos tan mal. La deuda pública de España en 2009 alcanzó la cifra, según Zapatero, del 54,3% del PIB. Cantidad notable, pero inferior a la media europea en unos 20 puntos. Para el presidente del Gobierno, esta es una cifra bastante asumible a la que podemos hacer frente sin grandes complicaciones. Y aduce como argumento que solamente vence el 21% en el presente año y que apenas llega al 30% la deuda que está en manos extranjeras.
Los únicos datos que han superado a las previsiones del Gobierno, es el déficit público y el paro. El déficit público en 2009 alcanzó el 11,4% del PIB, dos puntos por encima de lo que había previsto el Gobierno. Pero esto tiene fácil explicación y se debe, según Zapatero, a tres causas muy concretas y perfectamente planeadas. La primera se debe al “esfuerzo extraordinario y deliberado de inversión pública que hemos hecho para contener la recesión”. La segunda, “en el esfuerzo no menos extraordinario y deliberado de gasto social para preservar la cohesión”. Y la tercera, por último, “en la caída superior a la prevista de los ingresos”.
En cuanto a la tasa de desempleo, utilizó la última Encuesta de Población Activa y reconoce la diferencia notable de nuestra situación con los demás países de la zona euro. Ese 18,8% de parados a finales de 2009 –la realidad es muy diferente-, confesó Zapatero, representa ya el doble de la media europea. Este quiere decir, continuó el jefe del Ejecutivo, que en los dos últimos años se han perdido 1.800.000 puestos de trabajo. Claro que, para este preocupante dato, también encuentra Zapatero una causa lógica que disculparía al Gobierno: el alto índice de temporalidad del mercado de trabajo, por un lado y, por otro, el brusco ajuste del sector de la construcción.
Está muy claro que José Luis Rodríguez Zapatero, más que analizar nuestra situación económica real, trató de lavar la cara del Gobierno, huyendo de toda responsabilidad personal. La realidad es muy distinta a como la pintó Zapatero el pasado día 17 de febrero. Ahí están, para demostrarlo, las últimas estimaciones del Banco de España, mucho más pesimistas y más acordes con la realidad que las que ofrece nuestro Gobierno. Según el Banco de España, de modo un tanto optimista, señala una contracción del 0,5% del PIB para el año 2010, frente al 0,3% que pronostica el ejecutivo. El Fondo Monetario Internacional es aún más pesimista que el Banco de España. El FMI augura para 2010 un descenso de la economía española del 0,6%. España, según estas previsiones, será la única de las economías desarrolladas que registrará una caída notable del PIB.
La evolución de la deuda pública en España tiene también muy mal pronóstico. Como mínimo, según el Banco de España, nuestra deuda crecerá, durante 2010, por encima de los 12 puntos situándose, al menos, en el 67% del PIB. Con independencia de las manos en que esté, cada vez será más complicado hacer frente a los vencimientos. Nos esperan años mucho más duros que lo que supone Zapatero. Pues debemos tener en cuenta que en España, además del Estado, las comunidades autónomas y los ayuntamientos, están con enormes deudas las familias, las empresas y hasta los bancos. Las alegrías de la época de las vacas gordas nos pasan ahora esta complicada y costosa factura.
La situación provocada por la insensatez de quien nos gobierna ha inducido a que las empresas reduzcan costes y cargas financieras, con lo que no queda margen para crear empleo. A finales de enero, según la EPA, teníamos 4.048.493 de desocupados. Esta cifra de paro representa el 18,8% de la población activa. Y Zapatero da por buenas estas cifras de desocupados. Pero una cosa son los datos oficiales, fijados de acuerdo con unos criterios interesados y muy poco fiables, y otra cosa muy distinta es la realidad.
La cifra oficial, por sí sola, es ya para echarse a temblar, pero la realidad es mucho más preocupante. A los 4.048.493 de trabajadores inscritos en las listas del INEM, habría que sumar, al menos, 455.845 parados más que Trabajo oculta en sus estadísticas. Son los trabajadores que participan en los cursillos del INEM y los Trabajadores Eventuales Agrarios. Esto nos daría un total de 4.504.338 personas que se han quedado sin trabajo, con lo que tendríamos una tasa de paro superior al 19,5%. Está claro que Celestino Corbacho aprovecha muy bien las genialidades de su antecesor Jesús Caldera para camuflar parados.
A estas cifras mareantes habría que añadir los demandantes de primer empleo, que no cuentan como parados, los autónomos que se han visto obligados a cerrar sus empresas, que son excluidos de esas listas y todos aquellos que, desmoralizados por la dificultad para encontrar un empleo, ya no se molestan en inscribirse en las oficinas del INEM. Es revelador el hecho de que en enero pasado solamente se inscribieran en las listas del paro 124.890 personas y, sin embargo, en ese mismo mes, causaron baja en la Seguridad Social 250.000 afiliados. Todo esto nos lleva a pensar que los parados reales sobrepasan abundantemente los 5 millones, lo que es para echarse a temblar.
De poco nos vale que, a estas alturas, Zapatero venga pidiendo árnica. Es un rehén de su propia ineptitud y son muy pocos los que le consideran capacitado para sacarnos de la recesión. La inmensa mayoría piensa que Zapatero, ante todo, es un pesado lastre para nuestra economía. Su mismo anuncio reiterado, desde hace más de año y medio, de que la recuperación económica es inminente, lo único que consigue es decepcionar aún más a los ciudadanos españoles. Son ya muchas las personas que han perdido la fe en las anodinas recetas de un Zapatero sin talante, sin sonrisas y sin credibilidad. “El tren del crecimiento está muy próximo”, según dijo al hacer el balance económico de 2009. Y se permitió agregar: “Si hacemos lo que debemos y se aplican con rigor todas las reformas en marcha, este tren aumentará su velocidad hasta adquirir la necesaria para recuperar la creación de empleo”.
Cuando Zapatero pronunció esta frase, aún creía en los milagros aunque no creyera en Dios. Ahora da a entender que dejó también de creer en los milagros y busca desesperadamente un pacto o un consenso para tener con quien compartir responsabilidades y salir de ésta lo menos tocado posible. Le agobia verse culpado en exclusiva por los males de nuestra economía. Hasta ahora pensaba que, de la noche a la mañana, cambiarían las tornas sin mayor esfuerzo y sin coste político alguno y entraríamos en la senda de la recuperación. Mientras pensaba esto, según decía, era imposible pactar nada con Rajoy por cuestiones puramente ideológicas. La gloria de la recuperación la quería para él solito. Ahora, sin embargo, cargado de desesperanza, la forma de pensar ya no le impide pactar con el líder del Partido Popular, ya que atisba que se acerca el tiempo de rendir cuentas y exigir responsabilidades. De forma dramática, pide la colaboración de Rajoy, más que para ayudar al Gobierno, para “ayudar al país”.
Ni que nos hubieran caído encima, todas juntas, las diez plagas de Egipto, con la llegada de Zapatero a la Moncloa. Su inoperancia y su espera a que le den resuelto el problema, nos ha hundido en lo más profundo de la recesión. Sus medidas anti crisis han sido meramente cosméticas y sin el calado necesario para poner freno a la destrucción de nuestro tejido industrial. De buscar corresponsables que lo haga entre los líderes sindicales que le acompañan en el desaguisado económico montado, y entre los responsables de su propio partido que lo único que sabe hacer es socializar pobreza y miseria.
De nada vale que Zapatero culpe de nuestros males a “aquellos que pusieron en el mercado créditos que no se podían sostener para especular y enriquecerse”. Y que llame irresponsable a Mariano Rajoy por que no “arrime el hombro”. No sirven de nada sus quejas de que se dude de “la solvencia de las cuentas públicas de España”. El único irresponsable aquí es Zapatero, ya que el deterioro de nuestra economía es tan monumental, que solamente tiene arreglo dando la palabra al pueblo. Si quiere poner la primera piedra a la recuperación, que deje a un lado su empecinamiento culpable y que, de una vez, adelante las elecciones generales. Cuanto más tarde en hacerlo, mas tardaremos después en restañar las heridas abiertas y siempre a costa de un mayor dolor.

Gijón, 21 de febrero de 2010

José Luis Valladares Fernández