Los datos sobre paro de enero de 2012, suministrados por los Servicios Públicos de Empleo el pasado día 2 de Febrero, son altamente preocupantes. A los 4.422.359 desocupados que venían de atrás, hay que sumar ahora otros 177.470 más, lo que eleva la cifra de personas que quieren trabajar y no pueden a la espeluznante cifra 4.599.829 parados, un 4,01% más que en diciembre de 2011. Todo un record en la vida laboral española y una enorme tragedia para todas aquellas personas que no encuentran la manera de trabajar.
El paro femenino creció en enero en 98.815 mujeres, lo que representa un 4,47 más en relación con diciembre. Según el antiguo INEM, son 2.311.436 las mujeres paradas. El paro masculino aumentó 78.655 en el mismo periodo, lo que representa un 3,56%, y suma un total de 2.288.393 hombres parados. Si comparamos el paro de enero de 2012 con el registrado en enero de 2011, las diferencias son bastante más abultadas, ya que el paro masculino subiría en 183.154 personas, un 8,70% más y el paro femenino se incrementaría en 185.672 mujeres, un 8,73% más. Datos sumamente escalofriantes para uno y otro sexo, pero que aún se agravan más si tenemos en cuenta que la Seguridad Social perdió 283.684 afiliados.
Es más sangrante aún la situación laboral de los jóvenes entre 16 y 25 años. El desempleo juvenil bate todos los records del mundo civilizado. En España, al finalizar diciembre de 2011, un 48,70% de nuestros jóvenes carecían de un puesto de trabajo. Este colectivo duplica con creces la media europea, que está en un 21,0%. Se llevan indudablemente la peor parte de la crisis del desempleo. Y para colmo de males, muchos de ellos han perdido ya hasta la esperanza de encontrar un día un puesto de trabajo. No es de extrañar que muchos de esos jóvenes, los mejor preparados, piensen seriamente en emigrar al extranjero en busca de mejores oportunidades.
Todos estos datos sobre el paro en España, como ya hemos indicado, provienen de los Servicios Públicos de Empleo. Pero la realidad es bastante más cruel de lo que estos datos reflejan. Esta estadística, que tiene carácter mensual, nos da exclusivamente el número de personas que figuran inscritas en las oficinas del antiguo INEM, y no las que en realidad están paradas. Desocupadas hay muchas más, ya que no son pocas las que han sido borradas de esas listas y otras que no fueron inscritas nunca. Para mitigar el terrible impacto de unas listas que crecían desmesuradamente, el intranscendente ministro de Trabajo Jesús Caldera redujo esas listas de una manera considerable.
Desde entonces, se falsea absurdamente la realidad borrando de las listas del paro a todos aquellos que no tienen trabajo y realizan supuestos cursos de formación. Son aquellos estudiantes forzosos que, según una expresión sumamente estúpida de Rodríguez Zapatero, "están trabajando por su país". Se excluye igualmente del paro registrado a las personas afectadas por un Expediente de Regulación de Empleo, los famosos EREs. El camuflaje de parados es tal, que también quedan excluidos de esas listas los del Plan de Empleo Rural (PER) por percibir un subsidio agrario y los que buscan su primer trabajo. A todos estos, el Ministerio de Trabajo, jugando una vez más al despiste y a la confusión, los incluye bajo un epígrafe que dice así “Demandantes de Empleo No Ocupados.
Todo esto quiere decir que, las listas del paro proporcionadas mensualmente por los Servicios Públicos de Empleo, se acercarían más a la realidad si las incrementamos en unos 800.000 parados más. Son bastante más fiables los datos que nos suministra la Encuesta de Población Activa (EPA) del Instituto Nacional de Estadística. Se trata de una investigación continua y de periodicidad trimestral, realizada por este organismo autónomo, mediante la cual conocemos detalladamente las personas que trabajan y las que están desempleadas. Según la Encuesta de Población Activa, son personas desempleadas todas aquellas que, no estando ocupadas, han hechos esfuerzos concretos para encontrar un empleo, o están esperando a ser llamadas de alguna empresa.
Y los datos de la última encuesta, referidos al cuarto trimestre de 2011, no pueden ser más desalentadores. Según dicha encuesta, la tasa de desempleo en España al finalizar diciembre alcanzaba el 22,85% de la población actica. Lo que quiere decir que son 5.273.600 las personas que cierran 2011 en la preocupante situación de desempleadas forzosas. Nunca en la historia de España un número de parados tan alto, y lo más descorazonador es que, según todos los indicios, esa lista de parados sigue creciendo alocadamente. Doblamos prácticamente la media de los países desarrollados, a años luz de Alemania y Francia. Nos sigue Grecia con un 19,20% de paro. Vienen detrás, a una prudente distancia, Lituania con un a tasa de paro del 15,00%, Letonia con el 14,80% e Irlanda con el 14,50%.
La economía española lleva muchos años, más de la cuenta, sustentándose en un modelo de producción bastante más intensivo en mano de obra que en capital, lo que es sumamente desfavorable en sí mismo. De ahí que se hayan primado sectores con muy poco valor añadido, como es el caso de la construcción y el turismo. Todo esto nos ha llevado a que el despido se convirtió desgraciadamente en el principal mecanismo de ajuste ante la imparable caída de la demanda. Y el Gobierno anterior no puso freno a semejante desaguisado porque no supo o no quiso por el enorme coste político y personal que esto conllevaría, o, lo que sería aún peor, por cuestiones ideológicas como insinuó el propio José Luis Rodríguez Zapatero.
Por la incuria del Gobierno anterior y el egoísmo suicida de los sindicatos mayoritarios, estamos a punto de traspasar la línea, más allá de la cual ya no es posible el retorno. Así que el Gobierno de Mariano Rajoy, para evitar tamaño desastre, no ha tenido más remedio que coger el toro por los cuernos y en menos de dos meses aprobó valientemente una serie de reformas cruciales, entre las que sobresale la reforma laboral. Es cierto que estas reformas, como ha reconocido el propio Rajoy, no van a "producir efectos en el corto plazo" por culpa de la situación económica que padecemos e incluso por el entorno europeo que nos rodea. Pero son sumamente necesarias si queremos sentar las bases para poder crecer sostenida y establemente en un futuro no muy lejano.
Las distintas reformas que se han ido aprobando sucesivamente están más que justificadas para devolver a los trabajadores y a los empresarios la confianza perdida, ya que es la única manera de que superen juntos la crisis y el despido sea bastante menos rutinario de lo que es hoy. Esto supondrá necesariamente una pérdida de poder importante de las organizaciones sindicales y hasta de la patronal, lo que ha puesto en pie de guerra a los sindicatos mayoritarios y al principal partido de la oposición. Tal es así, que Alfredo Pérez Rubalcaba está dando pruebas fehacientes de que le importa muy poco nuestro hundimiento económico definitivo, si de él se deriva el fracaso rotundo del Gobierno del Partido Popular.
El líder de la oposición pregona día y noche que el Gobierno que preside Mariano Rajoy “ha roto todos los equilibrios” del tradicional sistema de relaciones laborales y ha dado poderes omnímodos a los empresarios. Dice que “han creado un contrato con un año de prueba, o lo que es lo mismo, un año de despido libre y gratuito”. Insiste una y otra vez en que la nueva reforma laboral es, en realidad, una "enmienda a la totalidad al sistema de relaciones laborales". Que “es algo así como: o aceptas la bajada de salarios o ahí tienes la puerta y ésa no puede ser la fórmula para crear empleo en España". Y no contento con sus peroratas extemporáneas, anima a los sindicatos a que se movilicen y se adueñen de la calle.
Esta reforma laboral, según UGT y CC.OO, está pensada exclusivamente para satisfacer a los empresarios y a los mercados financieros. Claro que lo que más incomoda a una y a otra organización sindicalista es que, con esta ley, pierden poder y pierden dinero al verse privados de parte de las prebendas de que disfrutaban. Para empezar, pierden la exclusividad de los cursos de formación, perdiendo así una importante fuente de financiación. A partir de ahora, las cuestiones empresariales se dirimirán dentro de la propia empresa y no en las sedes de las centrales sindicales. Dependiendo de la situación económica, los empresarios podrán pactar directamente con los trabajadores modificaciones de sueldos, horarios, descolgarse de los convenios colectivos y hasta iniciar un ERE sin autorización administrativa.
Los sindicatos mayoritarios no soportan esa perdida de protagonismo y mucho menos la perdida de dinero que lleva aparejada. A CC.OO y a la UGT les gustaría embarcarse sin más en una huelga general para paralizar de inmediato el país. Pero no se atreven, ya que han perdido su credibilidad por su complicidad con Zapatero en la gestión de la crisis económica. De momento se limitan a convocar manifestaciones por toda España. Quieren comprobar antes su poder de convocatoria que, de momento, no parece muy fiable.
Si los sindicatos quieren de verdad salir de esta y que se comience de una vez a aligerar esa enorme lista de parados, tendrán que aceptar el envite y prestar desinteresadamente su colaboración con el Gobierno. Si salen con la suya y logran dinamitar esa reforma laboral, podrían lamentarlo seriamente. O ponemos ahora en orden nuestra economía, o algún día los sindicalistas se acordarían de aquel conocido poema, falsamente atribuido a Bertolt Brecht, y que no fue más que un sermón en la Semana Santa de 1946 del pastor luterano Martin Niemöller y que comenzaba así:
Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas,
Guardé silencio,
Porque yo no era comunista.
(…)
Y Martin Niemöller termina así su reconvención:
Cuando vinieron a buscarme a mí,
No había nadie más que pudiera protestar.
Los sindicalistas tendrían que cambiar la palabra nazis, por las palabras crisis económica, pero, si esto no se remedia, hasta los sindicalistas pasarían a engrosar más pronto o más tarde esas listas del paro.
Gijón, 16 de febrero de 2012
José Luis Valladares Fernández