lunes, 16 de mayo de 2022

EL SANCHISMO Y SU MINISTERIO DE LA VERDAD




 

En la novela de George Orwell, titulada 1984 (en su versión original: Nineteen Eighty-Four), nos encontramos con unas organizaciones políticas, que se comportan de una manera claramente totalitaria y represora. La acción se desarrolla en un Londres muy peculiar, lúgubre y ficticio, donde los ciudadanos están estrechamente controlados por la Policía del Pensamiento y donde se reescribe la historia sin miramiento alguno, para adaptarla a la versión oficial que dictamine el Partido.

La sociedad de ese Londres ilusorio consta de tres grupos bien definidos. En primer lugar están los miembros del Consejo dirigente, que marcan la pauta a seguir con manifestaciones oportunas y soltando consignas para dar rienda suelta al fervor fanático de los servidores. Después están los servidores o miembros externos, que se encargan de la burocracia. Y por último nos encontramos con la plebe, a la que se mantiene intencionadamente pobre y entretenida, para que acepten la sumisión y no puedan rebelarse.

Si no supiéramos que esta novela fue publicada  en junio de 1949, diríamos que George Orwell la escribió, inspirándose en la sociedad actual española, ya que hoy día, en España, llevamos una vida muy similar a la que se describe en esa obra literaria. Pues es evidente, que el Gobierno Frankenstein que padecemos, manipula descaradamente la información, vigila a la masa borreguil, y la castiga política y socialmente cuando desobedece sus mandatos.

El autor de la novela 1984, es verdad, no habla en ningún momento de “ministros”, pero nos da una información bastante detallada de los Ministerios del Amor, de la Paz, de la Abundancia y de la Verdad. El Ministerio de la Verdad, que se ocupa de las mentiras, es muy similar en todo a la siniestra organización, creada por el patrañero Pedro Sánchez, según dice, para censurar y luchar eficazmente contra la desinformación y que, por desgracia, acabará también con la libertad de expresión.

Gracias a esta nueva organización, que las redes sociales comenzaron a llamar Ministerio de la Verdad, el presidente Sánchez y su cohorte de lacayos pueden fiscalizar a los medios y determinar qué informaciones son veraces y cuáles no, sin dar ninguna explicación. Y en vez de conformarse simplemente con desenmascarar los distintos “eventos desinformativos”, los que en realidad mandan van mucho más allá y doblegan a su antojo la voluntad de los ciudadanos normales, limitando su movilidad y prohibiéndoles salir a la calle. Y también los amenazan con expropiar todos sus bienes, si se presenta la ocasión.

Todos sabemos que, cuando el insaciable Pedro Sánchez llegó a La Moncloa, se encontró con muchas dificultades para proceder a cercenar derechos y libertades. Para poder adormecer a los sufridos ciudadanos y encerrarlos sin más en el ansiado redil del pensamiento único, tenía que eliminar previamente el principal obstáculo, que no es otro que el actual sistema de reparto de poderes, fijado por nuestro modelo constitucional. Pues es evidente que, cada uno de esos poderes actúa siempre como contrapeso y límite de los demás.

Y eso fue, ni más ni menos, lo que pretendió hacer el líder del Ejecutivo español, nada más asumir la Presidencia del Gobierno. Si quería actuar libremente y sin ataduras, tenía que comenzar neutralizando o desactivando los distintos contrapoderes de nuestro Estado de derecho. Se hizo muy pronto con el apoyo de los distintos medios de comunicación a base de subvenciones y otras prebendas. También son evidentes las múltiples injerencias del presidente Sánchez en la Abogacía del Estado. Y no digamos nada de la Fiscalía General del estado, regentada, como es sabido, por su alter ego, la ex ministra de Justicia Dolores Delgado.

Para dar satisfacción a su desmedida voracidad y aumentar su poder político,  el autócrata Pedro Sánchez también pretendió meter baza en el Consejo General del Poder Judicial, aunque esta vez se vio obligado a desistir por la oposición firme del Partido Popular. Y como deseaba realizar su viejo sueño de suplantar a las Cortes y al jefe del Estado, para imponer sus propios dogmas a la sociedad, buscó la manera de disponer de una mayoría parlamentaria suficiente, que le permitiera reducir la capacidad de acción de los ciudadanos y recortar drásticamente sus derechos fundamentales.

Como el presidente Sánchez no contaba nada más que con los votos del PSOE y con los de sus socios de Gobierno, necesitaba concertar acuerdos con otras formaciones políticas para alcanzar los 176 escaños, para disponer de una mayoría absoluta en el Congreso. Y recurrió, quién lo iba a decir, al nacionalismo y al separatismo más extremo. Y conjugando hábilmente subvenciones jugosas con los consabidos indultos a los golpistas catalanes y las mejoras a la situación de los presos etarras y otras concesiones, algunas de ellas de dudosa constitucionalidad, consiguió el apoyo de ERC, Bildu, Compromis y los del PDeCAT.

Con toda esta tropa de indeseables, nuestro aprendiz de déspota ya tenía muchas posibilidades de imponer su voluntad a los sufridos españoles. No obstante, para evitar sorpresas y andar sobrado de apoyos, amplió aún más esa lista con  Más País, Nueva Canarias, PRC y Teruel Existe. De este modo tan simple, amarraba nada menos que 181 votos y, al superar ampliamente la mayoría absoluta, podía actuar a capricho sin depender de nadie.

A  partir de ese momento, aparece el verdadero Pedro Sánchez, que está tan endiosado como el famoso superhombre de F. Nietzsche y piensa que puede superarse a sí mismo y a su naturaleza. Y esto le habilita, cómo no, para  romper definitivamente con todas las ataduras tradicionales que condicionan su libertad. Y esto fue lo que le llevó a decretar un estado de alarma ilegal, para dotarse de un poder casi ilimitado, desconocido hasta entonces.

Así que, el 3 de noviembre de 2020, con la disculpa de poner freno a la alarmante propagación de la pandemia, el autócrata Pedro Sánchez decide prorrogar el estado de alarma actual, que era de solo quince días, nada menos que por un período de seis meses. Y lo hace evidentemente, qué le vamos a hacer, obviando lo que dice la Constitución española y con el sorprendente aval, del Congreso de los Diputados.

Sin la más mínima dilación, el sanchismo se aprovechó de esa prórroga ilegal del estado de alarma, realizando controles exhaustivos a la sociedad y entorpeciendo deliberadamente su evolución natural y sometiéndola a arbitrariedades más propias de regímenes totalitarios que de Gobiernos democráticos. Comenzó, como es lógico,  recortando derechos, para cargarse al individuo libre e independiente y aborregarlo, dejándolo sin ideas y sin iniciativas propias.

En este caso concreto, el nefasto sanchismo comenzó a tomar decisiones arbitrariamente y sin el menor control. Y como no le gustan las críticas, procuró acallar las voces discordantes con medidas restrictivas y, sobre todo, recortando la libertad de expresión. Así evita, que los medios de comunicación, que aún son libres e independientes, puedan censurar su desafortunada gestión de los asuntos públicos. Y para evitar malos entendidos, se dedicó a regular de manera sumamente clara y precisa, los límites que no deben ser traspasados.

De todos modos, debemos tener en cuenta que, para el presidente Sánchez, es mucho más importante la verdad oficial que la verdad real. Y eso es precisamente lo que le llevó a crear un organismo muy similar  al orwelliano Ministerio de la Verdad, con el encargo especial de vigilar las noticias falsas que aparecen frecuentemente en las redes sociales.

Según la orden ministerial que crea ese organismo, la prerrogativa de determinar qué informaciones son falsas o no, corresponde exclusivamente al Ejecutivo. Porque esa era la mejor manera de “influir en la sociedad” y  poner coto a los bulos que inundan las redes, ofreciendo en todo momento a los ciudadanos una “información veraz y diversa”.

Gijón, 14 de mayo de 2022

 José Luis Valladares Fernández


lunes, 2 de mayo de 2022

PEDRO SÁNCHEZ SIEMPRE SERÁ PEDRO SÁNCHEZ

 


Hay que reconocer, que lo único que realmente cuenta para Pedro Sánchez es su egregia persona y procura magnificarla con todos y cada uno de sus actos. En realidad, no es nada más que un pelanas, un auténtico inútil que, para desgracia de los españoles, estropea todo lo que toca. Pero es tan petulante y tan vanidoso, que piensa que él es el no va más, el más listo y el único que puede solucionar los graves problemas que viene arrastrando España.

Y como no podía ser menos, también terminó completamente envanecido con su esplendorosa estampa, y piensa que no hay nadie que le iguale en belleza y esbeltez. Y da por hecho que, ante su rutilante imagen, palidece hasta la hermosura clásica de personajes mitológicos, tan bellos y atractivos como el dios Apolo, y como Adonis y Narciso, que rompieron el corazón de Afrodita y de Perséfone y de la ninfa Eco.

Es comprensible, que el presidente Sánchez no quisiera ser menos que la mayoría de sus colegas europeos, y organizara igualmente su viaje particular a Ucrania, pero no para encontrarse con Volodímir Zelenski, ni para trasladar su apoyo al pueblo ucraniano ante la invasión rusa, como hicieron los demás. Aunque lo niegue, todos sabemos que fue allí para aprovechar esa circunstancia internacional bélica, para conseguir toda una serie de fotografías oportunas,  que encajan perfectamente en el documental que prepara para mostrar cómo es su día a día, resaltando, sobre todo, su talante más humano.

De no ser así, el comportamiento del oportunista Pedro Sánchez hubiera sido muy similar al de los demás presidentes que le precedieron. Habría ido a Kiev y se habría conformado simplemente con la fotografía oficial para perpetuar su protocolario encuentro con Zelenski. Pero necesitaba algo más, ya que esa foto no servía para solemnizar  el show que prepara para exhibir su insólita grandeza y su extraordinaria magnanimidad.

Todos sabemos que el presidente Sánchez es un fanfarrón y un petulante empedernido. Necesitaba, por lo tanto, registrar todas sus actuaciones en la devastada Ucrania, para presumir más tarde de semejante hazaña ante los sorprendidos españoles. Y esto le llevó a recurrir a una empresa audiovisual del magnate Jaume Roures y, a pesar del precio que es extremadamente caro, contrató el servicio de varios operadores de cámara, que situó en distintos puntos estratégicos de Kiev. Debían filmar todos sus movimientos y enviar seguidamente esas grabaciones a La Moncloa, para ser distribuidos a los distintos medios de comunicación.

Uno de los camarógrafos esperaba al presidente del Ejecutivo español en la estación de tren de Kiev. Así grabaría su llegada a la capital de Ucrania y los actos protocolarios del saludo de bienvenida de la viceprimera ministra ucraniana, Olha Stefnishyna. Y también, cómo no, su encuentro con el chef José Andrés, que está realizando una labor humanitaria altruista y verdaderamente meritoria con los ucranianos que más sufren por culpa de la invasión rusa.

Al finalizar los saludos y los agasajos del recibimiento, el presidente Sánchez marchó directamente  a curiosear por las calles de Borodianka, que es una de las poblaciones más devastadas por las tropas rusas. Y allí, faltaría más, le esperaba otro operador de cámara de los contratados al empresario y productor cinematográfico catalán, dispuesto para inmortalizar su interesante paseo y el diálogo que mantuvo con dos ancianos y con alguna de las autoridades locales, tal como hemos visto en las imágenes difundidas por La Moncloa

Fue después de vagar por las calles  de Borodianka, cuando se produjo la ansiada entrevista entre el endiosado Pedro Sánchez y el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski. Al lugar de la reunión, que permanece en secreto por motivos evidentes de seguridad, fue llevado sigilosamente otro de los operadores  de cámara de Roures, para grabar y distribuir en diferido las imágenes de ese encuentro y la posterior rueda de prensa conjunta de ambos mandatarios.

Y el presidente del Gobierno español aprovechó precisamente esa rueda de prensa, para dar muestras, una vez más, de su irresponsabilidad y, por supuesto, de su enorme y proverbial torpeza. No olvidemos que el insensato Sánchez, para sorprender y deslumbrar al presidente ucraniano, utilizó ese momento para anunciar solemnemente, que “las armas ya van camino de Polonia a bordo del buque Ysabel.

Cualquier persona medianamente inteligente sabe que, en semejantes circunstancias, no se debe desvelar nunca el nombre del buque militar que lleva armas a Ucrania, porque así corre un riesgo grave el buque y su tripulación. Pues es sabido que Rusia ha lanzado amenazas serias contra las embarcaciones que porten armas para reforzar a los defensores ucranianos. Claro que Pedro Sánchez, qué le vamos a hacer, siempre será Pedro Sánchez, un auténtico irresponsable que, para presumir y enaltecer su figura, es capaz de vender y traicionar a los españoles, y hasta a sus amigos más íntimos si se descuidan.

Lo del presidente Sánchez es todo así. Es un personaje imprevisible que no piensa nada más que en sí mismo. Y como todos los que tienen apetencias totalitarias, nunca admite consejos de nadie y actúa siempre atropelladamente, sin reparar en las previsibles consecuencias adversas. Sin ir más lejos, acaba de enemistarnos con nuestro principal suministrador de gas, que es Argelia, al aceptar gratuitamente las demandas de Marruecos sobre el Sahara. Y ahora deja que, enemigos declarados de España, como ERC, Bildu, Junts y la CUP, entren en la Comisión de Secretos Oficiales. Es evidente que ni el famoso Jaimito lo hubiera hecho peor.

 

Gijón, 29 de abril de 2022

José Luis Valladares Fernández