La visita realizada por el Papa Benedicto XVI, a Santiago de Compostela y a Barcelona, durante el pasado día 6 y 7 de noviembre, ha servido entre otras cosas para dejar en evidencia a más de uno. Hemos visto que abundan grupos de personas del más variopinto pelaje, que protestan por los gastos ocasionados por la visita papal. Uno de esos grupos es la Fundación Francisco Ferrer Guardia; y otro, el Movimiento Laico y Progresista, que según quiere hacernos ver, pone todos sus esfuerzos en luchar por la libertad y el Estado de bienestar. Ambos grupos se unieron, durante esos días, para celebrar un foro y promover concentraciones contra el Papa, bajo el lema “Yo no te espero”.
Con este foro, tratan de habilitar una nueva cosmovisión religiosa, mucho más cercana a la sociedad laica que pregonan y que pueda ser asumible por todas las instituciones y por toda la ciudadanía. Pretenden realizar una transformación social completa, mediante “la transmisión de valores laicos y progresistas”. Hay otros grupos, ideológicamente muy cercanos que se empeñan en “relegar al espacio privado la visión católica de la vida y la persona y sustituirla por una ideología y una ética civil que todos tenemos que obedecer”, tal como opina Jaime Urcelay, presidente de Profesionales por la ética. Como es evidente, esos grupos u organizaciones están formados por una amalgama indescifrable de homosexuales, lesbianas, ateos, masones, anarquistas de todos los pelajes y comunistas. Hay también feministas radicales y hasta teólogos y cristianos, que se dicen de base.
A estos grupos, que se nutren habitualmente de las arcas públicas, les duele enormemente el dinero invertido en la visita de Benedicto XVI, pero no hicieron ascos al dinero que recibieron para organizar esas manifestaciones y acciones radicales, dirigidas todas ellas hacia la persona del Sumo Pontífice. Ahí están las palabras del secretario general del Movimiento Laico y Progresista, Jofre Villanueva que considera intolerable que “el dinero de todos los españoles se invirtiera en pagar la visita del Santo Padre”. Pero, sin embargo, considera normal y justo que financien las actividades de su fundación, nada menos que con 765.185 euros, sacados del bolsillo de todos los catalanes. Claro, el prójimo bien entendido empieza por uno mismo.
Estas asociaciones promotoras de las concentraciones contra el Papa, recibieron pingües subvenciones de los poderes públicos para organizar esos actos de protesta por la presencia de Benedicto XVI. El Ministerio de Exteriores se descolgó con la cifra de 120.000 euros para tal menester. También fueron financiadas con dinero público por el supuestamente desaparecido Ministerio de Igualdad, la Generalitat de Cataluña y el Ayuntamiento de Barcelona. Estos grupos, tan extremadamente exigentes con los demás, son muy proclives a poner el cazo sin miramiento alguno, cuando son ellos los perceptores. Ahí está la bonita cifra de 443.205 que recibieron sin rechistar solamente de la Generalitat de Cataluña.
A este coro de protestas contra la visita del Sumo Pontífice a España, se une entusiásticamente el fracasado y pretendido teólogo, Juan José Tamayo Acosta, como no podía ser de otra manera. Desde las páginas de El País critica de una manera ácida y un tanto iconoclasta la visita de Benedicto XVI, al que se atreve a llamar “Inquisidor de la Fe”. Este teólogo de la liberación dice que el Papa no ha venido a Santiago como peregrino, ni a Barcelona como animador de las comunidades cristianas de la Iglesia catalana. Ha venido simplemente, según Juan José Tamayo, para darse un baño de masas y para que su figura fuera aclamada por parte de los sectores políticos y religiosos neoconservadores. “Al final -escribe-, el viaje se ha convertido en un acto de papolatría con tintes folclóricos que poco tienen que ver con las genuinas expresiones populares de fe”.
La reacción de José Luis Rodríguez Zapatero ha estado a tono con el odio cerval que siente por la Iglesia Católica. Zapatero puede ir a rezar a Washington con Obama en ese tradicional Desayuno Nacional de Oración. Irá encantado a Turquía a clausurar el Ramadán con la cena reglamentaria junto al islamista y Primer Ministro otomano Recep Tayyip Erdogan. Pero que no le busquen en el Año Santo compostelano, ni en Barcelona en la consagración por parte de Benedicto XVI de la Sagrada Familia, obra genial de Gaudí. Para desmarcarse aún más de estos actos y fuera más notorio su desacuerdo con el catolicismo, se cierra al culto la basílica de la Santa Cruz de Cuelgamuros por orden gubernativa. La cultura cristiana, por lo que parece, a pesar de su universalidad manifiesta, no tiene la suficiente importancia para tener cabida dentro la Alianza de Civilizaciones.
Esta toma de postura de Rodríguez Zapatero ante esa visita papal, al igual que cuando permaneció sentado al paso de la bandera norteamericana, demuestra palpablemente que no sabe estar a la altura de las circunstancias y que carece de la más elemental educación. Le pudo su laicismo radical y proselitista. En cambio, ese laicismo combativo, del que alardea constantemente, no le impide contemporizar con el islam, a pesar de que ésta sí que es una religión tremendamente fundamentalista y excluyente. Quizás sea porque ve en los musulmanes, más que a un enemigo, a un aliado formidable para hacer frente a la Iglesia católica. Claro que el mismo laicismo da muestras fehacientes de ser tan combativo y tan integrista y radical como el propio Islam. Algo que, sin embargo, no se puede achacar al catolicismo. Jamás ha tratado Cáritas de averiguar la filiación religiosa de los que acuden a sus comedores sociales. Hoy día está dando muestras sobradas de que cumple, sin más, el precepto evangélico que manda dar de comer al hambriento, sea éste quien sea.
Es absurdo que Zapatero quiera hacernos creer que hay gente que le pide que legisle lo que quiera el Papa. Y es muy triste que pierda miserablemente el tiempo, tratando de imponer su trasnochado y utópico relativismo, en vez de dedicarse de una vez a gestionar correctamente asuntos tan perentorios como es la crisis económica y el paro. Aún no se ha dado cuenta que él, para bien o para mal, es el presidente de todos los españoles, sean estos cristianos, judíos, mahometanos o simplemente laicos. Y ya va siendo hora de que empiece a ejercer como tal, con todas las consecuencias, o que se vaya a su casa.
Gijón, 18 de noviembre de 2010
José Luis Valladares Fernández
Con este foro, tratan de habilitar una nueva cosmovisión religiosa, mucho más cercana a la sociedad laica que pregonan y que pueda ser asumible por todas las instituciones y por toda la ciudadanía. Pretenden realizar una transformación social completa, mediante “la transmisión de valores laicos y progresistas”. Hay otros grupos, ideológicamente muy cercanos que se empeñan en “relegar al espacio privado la visión católica de la vida y la persona y sustituirla por una ideología y una ética civil que todos tenemos que obedecer”, tal como opina Jaime Urcelay, presidente de Profesionales por la ética. Como es evidente, esos grupos u organizaciones están formados por una amalgama indescifrable de homosexuales, lesbianas, ateos, masones, anarquistas de todos los pelajes y comunistas. Hay también feministas radicales y hasta teólogos y cristianos, que se dicen de base.
A estos grupos, que se nutren habitualmente de las arcas públicas, les duele enormemente el dinero invertido en la visita de Benedicto XVI, pero no hicieron ascos al dinero que recibieron para organizar esas manifestaciones y acciones radicales, dirigidas todas ellas hacia la persona del Sumo Pontífice. Ahí están las palabras del secretario general del Movimiento Laico y Progresista, Jofre Villanueva que considera intolerable que “el dinero de todos los españoles se invirtiera en pagar la visita del Santo Padre”. Pero, sin embargo, considera normal y justo que financien las actividades de su fundación, nada menos que con 765.185 euros, sacados del bolsillo de todos los catalanes. Claro, el prójimo bien entendido empieza por uno mismo.
Estas asociaciones promotoras de las concentraciones contra el Papa, recibieron pingües subvenciones de los poderes públicos para organizar esos actos de protesta por la presencia de Benedicto XVI. El Ministerio de Exteriores se descolgó con la cifra de 120.000 euros para tal menester. También fueron financiadas con dinero público por el supuestamente desaparecido Ministerio de Igualdad, la Generalitat de Cataluña y el Ayuntamiento de Barcelona. Estos grupos, tan extremadamente exigentes con los demás, son muy proclives a poner el cazo sin miramiento alguno, cuando son ellos los perceptores. Ahí está la bonita cifra de 443.205 que recibieron sin rechistar solamente de la Generalitat de Cataluña.
A este coro de protestas contra la visita del Sumo Pontífice a España, se une entusiásticamente el fracasado y pretendido teólogo, Juan José Tamayo Acosta, como no podía ser de otra manera. Desde las páginas de El País critica de una manera ácida y un tanto iconoclasta la visita de Benedicto XVI, al que se atreve a llamar “Inquisidor de la Fe”. Este teólogo de la liberación dice que el Papa no ha venido a Santiago como peregrino, ni a Barcelona como animador de las comunidades cristianas de la Iglesia catalana. Ha venido simplemente, según Juan José Tamayo, para darse un baño de masas y para que su figura fuera aclamada por parte de los sectores políticos y religiosos neoconservadores. “Al final -escribe-, el viaje se ha convertido en un acto de papolatría con tintes folclóricos que poco tienen que ver con las genuinas expresiones populares de fe”.
La reacción de José Luis Rodríguez Zapatero ha estado a tono con el odio cerval que siente por la Iglesia Católica. Zapatero puede ir a rezar a Washington con Obama en ese tradicional Desayuno Nacional de Oración. Irá encantado a Turquía a clausurar el Ramadán con la cena reglamentaria junto al islamista y Primer Ministro otomano Recep Tayyip Erdogan. Pero que no le busquen en el Año Santo compostelano, ni en Barcelona en la consagración por parte de Benedicto XVI de la Sagrada Familia, obra genial de Gaudí. Para desmarcarse aún más de estos actos y fuera más notorio su desacuerdo con el catolicismo, se cierra al culto la basílica de la Santa Cruz de Cuelgamuros por orden gubernativa. La cultura cristiana, por lo que parece, a pesar de su universalidad manifiesta, no tiene la suficiente importancia para tener cabida dentro la Alianza de Civilizaciones.
Esta toma de postura de Rodríguez Zapatero ante esa visita papal, al igual que cuando permaneció sentado al paso de la bandera norteamericana, demuestra palpablemente que no sabe estar a la altura de las circunstancias y que carece de la más elemental educación. Le pudo su laicismo radical y proselitista. En cambio, ese laicismo combativo, del que alardea constantemente, no le impide contemporizar con el islam, a pesar de que ésta sí que es una religión tremendamente fundamentalista y excluyente. Quizás sea porque ve en los musulmanes, más que a un enemigo, a un aliado formidable para hacer frente a la Iglesia católica. Claro que el mismo laicismo da muestras fehacientes de ser tan combativo y tan integrista y radical como el propio Islam. Algo que, sin embargo, no se puede achacar al catolicismo. Jamás ha tratado Cáritas de averiguar la filiación religiosa de los que acuden a sus comedores sociales. Hoy día está dando muestras sobradas de que cumple, sin más, el precepto evangélico que manda dar de comer al hambriento, sea éste quien sea.
Es absurdo que Zapatero quiera hacernos creer que hay gente que le pide que legisle lo que quiera el Papa. Y es muy triste que pierda miserablemente el tiempo, tratando de imponer su trasnochado y utópico relativismo, en vez de dedicarse de una vez a gestionar correctamente asuntos tan perentorios como es la crisis económica y el paro. Aún no se ha dado cuenta que él, para bien o para mal, es el presidente de todos los españoles, sean estos cristianos, judíos, mahometanos o simplemente laicos. Y ya va siendo hora de que empiece a ejercer como tal, con todas las consecuencias, o que se vaya a su casa.
Gijón, 18 de noviembre de 2010
José Luis Valladares Fernández