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sábado, 29 de octubre de 2016

JEAN-LUC RAHARIMANANA [19.402]


Jean-Luc Raharimanana

Jean-Luc Raharimanana (Nació el 26 de junio de 1967 en Antananarivo, Madagascar) escritor malgache en francés.

Escribió su primer libro en su isla natal, pero no pudo publicarlo por la situación política. Se fue a Francia para estudiar etnolingüística. Ha sido profesor, periodista y escritor de varios libros traducidos al inglés, al alemán, al italiano y al castellano. En sus obras, describe la situación de pobreza y corrupción y la historia de Madagascar con un estilo entre violento y lírico.

Libros

Le prophète et le président(1989)
Le lépreux et dix-neuf autres nouvelles (Hatier, 1992)
Rêves sous le linceul (Le Serpent à Plumes, 1996)
Le puits, (Actes Sud Papier, 1997)
Lucarne (Le Serpent à Plumes, 1999)
Nour, 1947, (Le Serpent à Plumes, 2001)
Landisoa et les trois cailloux (Edicef, 2001)
L'arbre anthropophage (Joëlle Losfeld, 2004)

Jean-Luc Raharimanana nació en 1967 en Antananarivo donde vivió hasta edad de 22 ans. En 1989 desembarca en París y un año después, obtiene el segundo premio del Concurso de teatro de RFI con Le Prophète et le Président (El Profeta y el Presidente). En 1996, la crítica saluda su libro de cuentos Lucarne (Tragaluz).

Estos cuentos están construidos, en su mayoría, alrededor de una sola escena que constituye un punto de no retorno de la narración. Encontramos allí a niños, mujeres locas, mendigos, esclavos, brujas…

En Tragaluz, un mendigo arroja un cadáver en la mitad de la calle para obligar a un coche a detenerse y así desvalijar al conductor.

El niño rico es rico con la moneda que tragó por miedo a que se la robaran y que le hace doler mucho el estómago.

En Reptil, unos hombres cavan la fosa donde los arrajarán los soldados después de haberlos fusilado :

« Un hilillo rojo.
La lluvia que no para.
Día de ruido.`
Día de crepitar.

Dejarme entrar en la fosa. El barro retiene, se abre y se vuelve a cerrar sobre la barra de hierro. Sexo dices. Verga. ¡Cava!

Batifondo bajo un cielo ebrio de sangre y de olor de cremación. 

Batifondo sobre una tierra que se revuelca, barrosa. Carne blanda. Ya no ver nada más que ese abismo que se forma en el blanco de mis ojos, perfora mi seso. Cava. ¡CAVA ! La locura está cerca. Sangre. Sexo. Muerte. Fusiles que suenan. Cuerpos que caen. Chozas que arden. Humo que sube hasta las nubes. Lluvia. Violacines. Risotadas. Piernas abiertas sobre un sexo de mujer que una mano viciosa llena de barro, de greda.

¡Cava!

Sólo quieren la tierra de tus ancestros, sólo quieren este lugar rocoso donde moran las boas.

Cava… »





Si la violencia narrativa está presente desde el comienzo en lo que escribe Raharimanana no es un fin en si misma ni sólo una brutal denuncia de un estado del mundo, de una situación política. Su violencia es la de la literatura : poner palabras sobre lo que se déjà en silencio, cavar una camino de frases hacia la palabra y la historia de aquellos que carecen de ella. Taharimanana escribe en este sentido escenas de una violencia insostenible. Sus personajes están siempre aplastados por una suerte espantosa. Esta exploración de los espacios prohibidos es asumida en sus cuentos y novelas por narradores en los confines de la demencia. El prisma deformante de la locura les hace percibir imágenes rotas de la realidad atravesadas por el sonido y la furia.

Para tratar de entender esta violencia, bastaría quizá con leer la segunda parte de El árbol antropófago, Trazados en tierras dulces, diario escrito por Taharimanana entre el 10 de febrero y el 22 de agosto de 2002, antes de las elecciones presidenciales, un período de extrema violencia donde se forman milicias que levantan barricadas en las rutas y aterrorizan a los civiles.

El 14 de junio de 2002, el padre de nuestro autor, un intelectual comprometido que no deja de llamar a una toma de conciencia de unos y otros, es detenido. Su casa es pillada y su biblioteca quemada.

Al hijo, que no entiende por qué el poder ataca a un hombre de paz y de cultura, la hermana mayor responde:

«¿ Ignoraba acaso que en Mahajanga, mi padre era más escuchado que el mismo gobernador?¿Ignoraba acaso que tuvo el coraje de lanzar ese llamado a la calma y de provocar esa reunión de fokontany para enfrentar la situación mientras que el gobernador y sus esbirros huían como cobardes? ¿No sabía que en un país como el nuestro los hombres escuchados son los más peligrosos?

— Pero la democracia…

— ¿Qué democracia? ¡Tu padre fue secuestrado, torturado! ¿Ponete eso en la cabeza !

Ira en su voz. Ira. Se calma. Me calmo. Convenimos que todavía no hay que hablar con los periodistas. Lo más importante es sacar a papá de esta situación, traerlo aquí. Lejos. Muy lejos. Cuidarlo».

Jean-Luc llega el 16 de julio a Antananarivo. No son ni los avocados ni su propia familia los que van a ayudarlo a comprender lo inexplicable, pero uno de sus propios cuentos.

« Llamado del abogado R. La audiencia está fijada para el viernes. « ¿Este viernes? –Sí, dentro de dos días. » Entro en pánico. Necesito agarrarme de algo. Llamo a mi hermano mayor. No lo encuentro. Llamo a mi otro hermano. Le pido que avise a la mayor cantidad posible de gente. Estoy en las callejuelas. La comunicación es difícil. Escaleras de piedra. Muros de piedra. Volver a sentir las sensaciones de escritura de uno de mis cuentos. Revivir exactamente los mismos miedos y pánicos: « Bajar las escaleras de piedra. Bajar y gritar. ¡Ho! Trastabillar. Gritar. Recuperar el equilibrio. Buenos días señora, buenos días señor. ¿Pueden indicarme el camino al paraíso? El paraíso. Baje hasta encajarse los talones de los pies en la garganta. ¡Ah! ¡Hijos de puta! Buenos días señorita… ¿El paraíce dice usted? Sí señorita. Tome a la izquierda y continúe derecho, ¡es allí! Gracias señorita. ¿Pero por qué va en el otro sentido? ¿Señorita, señorita?» Necesidad de un lugar tranquilo. Trepo sobre las ruinas de una casa, me inclino sobre una pared. Vista sobre Ampefiloha, la casa de la radio, lel tribunal, el hotel Hilton. Reanudo la conversación con mi hermano».

El conjunto de su obra forma un todo coherente. Sus cuentos (Lucarne. 1996; Rêves sous un linceuil (Sueños bajo una mortaja), 1998), su novela Nour 1947, (2001), sus obras de teatro (Le Prophète et le Président, 1990; Le puits (El pozo), 1997) muestran una misma visión del mundo.

En su búsqueda de una felicidad imposible, el Hombre choca contra la ceguera y la sordera de los dioses.

El autor es un “medium desgarrado que ocupa un espacio prohibido, peligroso”.

En este sentido Taharimanana escribió escenas de una violencia insostenible. Sus personajes están siempre aplastados por una suerte espantosa. El único sobreviviente de una masacre es obligado a cavar la fosa donde se amontonan los cadáveres destrozados de sus parientes cercanos.

“La barra de hierro se hunde en los cuerpos, rompe cabezas, decapita en el dolor, en picadillo, en papilla. ”.

Esta exploración de los terrenos prohibidos es asumida en sus cuentos y en su novela por narradores al borde de la demencia. El prisma deformante de la locura les hace percibir imágenes estalladas de la realidad, atravesadas por el ruido y el furor.

En 2009, tres de sus obras son presentadas en el festival de Aviñón, , Za, Las pesadillas del Gecko y una adaptación de su novela Nour.



En esa oportunidad, la periodista Anne Bocandé interrogó a Jean-Luc Raharimanana :

« –Presenta tres obras en el festival de Aviñón. Un buen reconocimiento. ¿Su trabajo puede contribuir a hacer conocer más Madagascar?

–No se pueden circunscribir mis obras a Madagascar. Se asocia siempre a un autor del Sur con su país mientras que eso va mucho más llá. Aunque sea malgache, ¡no me interesa sólo Madagascar! Vivimos en un mundo globalizado, en un mundo en que las fronteras son porosas (¡Aún si el Norte no quiere que venga el Sur!) 47 habla sobre todo de las relaciones entre Francia y Madagascar. Es una obra muy particular. En Las pesadillas del Gecko, no he centralizado el texto en cuestiones puramente malgache. Hablo de como veo el mundo, no de como veo a Madagascar. Evoco hechos que traen, para mí, el desorden del mundo. Encaro muchas cosas : la inmigración, el 11 de septiembre de 2001, la cuestión de la memoria, la figura del negro en general, del bárbaro en general, el que es bienvenido o no, aquel al que marcan por su extrañeza, la cuestión de las fronteras mentales, de las fronteras geopolíticas… En lo que concierne a Za, en ningún momento ubico a mi obra en Madagascar. Pero para los críticos, es muy fácil decir que un escritor malgache habla de Madagascar, o que un escritor maliano del Malí. Sin embargo nadie le pregunta a Amélie Nothomb, por ejemplo, si escribe sobre Bélgica. Es la historia contada lo que me interesa. Mi primer emprendimiento es la ficción, aún si encaro problemas contemporáneos. Za es un personaje que inventé : su manera de hablar es particular, nadie habla así en Madagascar. Es totalmente un personaje de ficción, y cuando lo hago pasear de la prisión a una tumba, ¿dónde está la realidad? Por otro lado, parto evidentemente de una cierta realidad, parto de algo que me gusta, que me gusta contar sobre todo. Podría partir de una realidad de Francia, ¡hacen casi 20 años que vivo aquí! Lo hice quizás en Las pesadillas del Gecko, pero está menos ligado a la tierra de Francia que a la noción de fronteras».



El amo de los escombros

DZAMALA grita su nombre. Dzamala. Dzamala. Y la jauría se despierta, se levanta. Dzamala, grita.
Dzamala está de vuelta. Dzamala fumó toda kla basura del mundo. Contá Dzamala. Contá.
Visto en las volutas que rodean al océano lo rojo de su sangre, el blanco de sus escupitajos.
El verde Dzamala. El verde.
El verde de sus excrementos.
Visto en las volutas que apretaban al océano el picadillo de sus carnes. Visto los escualos que se precipitaban. Fumé todas sus basuras y repartí sus olores sobre todo el océano.
Dzamala! Dzamala! La jauría se derrumba de alegría sobre los escombros. ¡Contá! ¡Contá!
Visto a la mujer desnuda, ebria de sus olores, abrirse voluptuosa y regalarme su vellocino crecido.
Fumaste Dzamala. Fumaste tu ración de hierba.
Fumé. Planeé. Dzamala es mi nombre. Fumo toda la basura de la tierra, todo lo que nos llega podrido, en mal estado.
Fumaste Dzamala. Fumaste todas nuestras riquezas.
Dzamala es mi nombre. Dzamala.
El niñot, Dzamala, el niño tirado a la basura, despedazado, el corazón, el hígado, los ojos, el baso vendidos, traficados, lo recortaste más aún para extraerle la delicadeza. Lo despojaste de su piel, oh Dzamala, pillado su inocencia. Fumaste. Tiraste a sus tripas. Planeaste, Dzamala, en el reino de los inocentes.
Dzamala. Dzamala es mi nombre.
El loco, Dzamala,el loco que arengaba a los perros, perdido, extraviado por su miseria, se prosternaba ante vos, te presentaba su cuello. Tiraste Dzamala. Tiraste sobre sus carótidas. Fumaste. Fumaste tu hierba en sus gruesas venas callosas de sangre. Planeaste, Dzamala, vestido de sombres, de brumas, por encima de las tierras de este delirio.
Dzamala es mi nombre. Dzamala. Vuelvo para fumar toda su basura.
Y la madre, Dzamala, la madre tirada sobre las inmundicias, apretando la naranja podrida contra los labios secos de su hijo, llorando, esperando lágrimas nutricias, se arrodillaba a tus pies. Vendiste a su niño, oh Dzamala. Por un puñado de hierba. Por un vuelo por arriba de las tierras de ilusión.
La jauría se derrumba de risa, se adorna con restos, de hojas y de briznas.
¡Bailen!!Bailen!
Enturbiaste el barro, oh Dzamala, y el llanto que lo hinchaba subió a la superficie. Bebiste, Dzamala, esos llantos que no se descomponen.
Leí todas las cartas que vuelan en el viento. Leí todas las cartas que se arraigan en el barro, encontré las memorias corruptas, depravadas. Leí todos los sufrimientos, me emborraché con tinta perdida. Me emborraché con tantos dolores. Me embriagué. Planeé, planeé muy lejos por arriba de las tierras de aflicción.
¡Oh Dzamala! ¡Dzamala!
¡Bailen! ¡Bailen!
La jauría se adorna con restos y baila, baila. La jauría se enlaza y se acopla. Dzamala estalla de júbilo, atrapa una hermbra y fornica hasta morir.
¡Dzamala, oh Dzamala!
La jauría enronquece y se derrumba de cansancio. Dzamala, Dzamala, Dzamala…



Bajo las palabras, el naufragio de los sentidos, afirmar los pies. Demasiado para ver en el horizonte, no tengo suficiente palabra.
Tartamudear la tierra que gira vértigo. Vomitar realidad.
Atrapado. Atrapar. Atrapado.
El presente se muere. ¿Tengo? La historia es esa mujer que pare cada vez que la cuentan, el tiempo corre. Mis palabras se forman apenas. Forma, pena. Formato, mate, mula de todas las cargas – cargas de sentido, empresa imposible.
Las palabras nos vomitan.
Henos aquí.
La lengua.
Mojada en mis labios por la hez
de las olas, o como con
ese otro amigo – se reconocerá,
valseada en mis delirios
en las fronteras de la cola y del jazz.
Me arraigué en las noches de exilio
y de liberación antes de
narrar mis cuentos sin sentido.
Era una torre en Babel. Después, fue el burdel.

Si el sueño es de arena, mi derrumbe es perfecto…
acechar el camino del viento y
hundirme en él llegado el momento,
acostarme como hoja muerta y partir con la primera brisa, hacer
pié en el horizonte y pasar cueste lo que cueste,
pasar… El agua salada, vomitada por las entrañas.
Los cantos destripados saben a chacinados averiados.
¿Quién dijo que había que esperar?

No moverse, sólo los sueños de arraigo atrapan las cimas…

Al margen de lo ínfimo, ¿qué hacer con la nada cuando nos llena?

Sólo pasear, ganas de perderme. Y aquí y allá mi corazón como mis
rencores, para perder, para dejar. Alrededor, no prestar ninguna atención ; a lo lejos
no echar ninguna mirada, sólo volar a ras del suelo, sobrevolar,
vagar como el niño del céfiro encontrado por el alba gris,
ganas de escapar de la demasía de niebla, tan pesada sin embargo, de opacidad,
niño del céfiro que soy, ebrio de canto bajo el proceso de las ondas y de las aguas murmurantes.
Con el paso del tiempo, la verdad caminando como un volatinero, un paso al costado, he aquí la mentira.

Con el paso del tiempo, la verdad caminando como un volatinero, un paso al costado, he aquí la mentira.

Mis queridos cocciudadanos, estos son los últimos días de Irak. Diez años durante, más de Estados Unidos y otros han hecho esfuerzos pacientes y honorables para. Fritura. desarmar la guerra. este régimen había tomado la obstrucción. destruir sus armas de destrucción masiva. del tiempo y de las ventajas. todos fracasaron. unos de otros después, porque no nos enfrentábamos a hombres pacíficos. destruiremos el aparato del terror e iremos ves mi amor, iremos sin nada, ayudaremos a construir un nuevo Irak, libre, próspero. En un Irak libre, ya no habrá guerras. En un Irak libre de la agresión contra los Estados vecinos, ya no habrá. Irak,ya no habrá fábricas de veneno, ya no habrá ejecución de Irak y ya no habrá cámaras de tortura y salas de violación. Irak el tirano desaparecerá pronto. El día de su liberación. cercano. mis queridos occi, occi, occi, mis dadanos, mis queridos.

Tantos meandros para perder el sentido, los decidores se llenan de barbarie y se apoderan de las palabras, quedan la ronquera de la voz y el espasmo de los deseos…
En cuanto a mí,
puse colores en los sueños del cuervo.
Lentejuelas de estrellas empolvadas, corrosivas migajas de las calendas, resurgen las cloacas de mis sublimes,
otros bastardos han tomado la isla. Noche me aparta saliva y me busca amor. Mi única desnudez es la perla fría que confisca el ojo. Sueño y mentira, esto es sólo una historia.

tomé de ustedes las tinieblas y los días, tomé de ustedes el llanto y la arisa, tomé las cadenas, tomé los cabestros, tomé los yugos, tomé el exilio,
de ustedes la barbarie, mi vergüenza como único botín, mi dolor como único elixir, tomé de ustedes un sol demasiado brillante,
y los sueños inaccesibles,
la realidad en la que me despojo, la realidad en la que me despojan, la realidad en la que me humillan,
tomé lo que me quedaba de ustedes, las risas y otra vez las risas,
natural como soy, niño grande…

hacen ya algunos siglos que me instan ser un don de humanidad…

mis fantasmas están colmados de bruma, se levantan cubiertos de rocío y de hollín. El agua es negra, cayendo de sus almas. Suspendo mis sueños.

Agua negra para el olvido,

Mis pensamientos son lianas sensuales contra alambrados bien reales…

pero allí vienen mis conquistadores que me sacan mis dioses y arruinan mi cuerpo. Me vuelven a nombrar y a crear,
me bautizan me liberan me instruyen me salvan y me desarrollan me democratizan me modernizan me arrancan de mi hez de mi barro de mi fango de mis guerras de mi salvajismo de mi ignorancia de mi oscurantismo de mis fanatismos de mi tierra miserable y subdesarrollada mi tierra sud mi tierra lejana mi tierra emergente mi tierra donde se ahoga cualquier progreso mi tierra de guerra de conflicto de hambruna de corrupción mi tierra de dictadura y de régimen bananero mi tierra de catástrofes étnicas y otras alegrías negromaníacas…

Océano de felicidad, pena insumergible…

Mis fantasmas están colmados de brumas, se levantan cubiertos de rocío y de hollín, sus almas goteando el agua negra del olvido. No vivieron bastante y me exigen cuentas, tengo mis fantasmas colmados de lamentos, vacíos de esperanza y expoliados aún de palabras…
Les digo este mundo… Nacemos en la oscuridad, vivimos lo que dura un color, volveremos a la oscuridad, al silencio que nos creó. Sólo parece contar el tiempo en que se suspendieron las tinieblas y la incomprensión, el resto se diluye en el dolor de los vivos. Demasiado reales para ser aceptados. Sólo soñamos ilusión, dulzura y liviandad. ¿He vivido demasiado?

He aquí una niña muerta al nacer. Su madre está desmayada en un lecho de piedra. Su abuelo la lleva hacia algún acantilado y la entierra en alguna gruta o en algún rincón de esta muralla rocosa. He aquí una niña muerta al nacer, la llamo Hija de la luna, nacida un día de eclipse, muerta sin color.

Miro a mi hermana, ella llevó mi primer fantasma…

Y luego, no habré entendido. Las palabras escondidas y el silencio que se bosqueja sobre los labios. El rechazo que me invade instintivamente, rechazo de cargar con esas palabras, rechazo de recibirlas simplemente. Pero las palabras son cómplices de la memoria, cavan el abismo, se precipitan en él y nos arrastran. Escribir entonces para no naufragar del todo. Y locura conservar como irrisión salvadora de esta realidad demasiado sombría…

He aquí la niña muerta al nacer, nacida un día de eclipse, muerta sin color, habiendo conocido sólo el agua del vientre de su madre, depositada lejos, enterrada bajo el silencio. Nunca más nadie habló de ella. Los pájaros han terminado por picotear su alma.

El silencio no puede ser olvido. La ausencia de palabras no puede ser erradicación de la palabra. Memoria demasiado pesada se despoja de la lengua para reinterrogar el sentido ya que el presente enfila hacia el acontecimiento y los días, hacia la actualidad, maltrata el sentido…

La lengua del presente, como eterna sometida, se entrega a menudo a los deseos de los dominantes, lengua de supervivencia, lengua de los que se hacen visibles para trazar los días. Tomar pausa y distancia instaurar. Hacer silencio y dejarse despojar de la posibilidad inmediata de decir. Denunciar, ciertamente, pero sobrevivir al presente, todo día en que los hechos vuelven y son aún, la incapacidad del mundo en encontrar la razón del desastre, la actualidad es sólo un artificio que paraliza al tiempo, violenta fijación de las emociones y llanto que4 nadie podrá encauzar…
¿Quienes crean el acontecimiento, pretenden ser sus amos y atraen la atención? Lengua que nos ciega a menudo, arenga las edades, cincha atada a nuestros miedos, unión del sentido que huye de nosotros, de ese sentido que no podemos atrapar. ¿Qué significa toda esta pena? ¿Qué significan todas estas incoherencias? La muerte y las heridas. El tiempo y la desaparición de los días. La memoria que se va y el futuro indeciso. Aquí estamos. Simplemente aquí. Sin a veces darnos cuenta…

Lo detengo.
¿Es una memoria fuera del tiempo? ¿Es una memoria fuera de la palabra?

Pero acechar al decidor cuando la escritura se niega a paralizarse para devenir palabras, cuando las líneas se olvidan en la voz y se vuelven poemas para decir, historias para contar, sueños para volver a dibujar. Mundo extraño que sólo la literatura puede explorar. Decir. Escuchar. Imaginar. Reinterpretar. Retomar y volver a decir. ¿El decidor en los meandros de las palabras acecha acaso a la verdad o la pierde para preservarla mejor?

El decidor ríe, se complace en el entorno y el rodeo, se complace en lo impalpable y lo improbable, sueña aún con una lengua a su imagen, torcida. ¿Viene de tal país? Dice que sí. ¿Viene de este imaginario? Dice que sí. ¿De qué maestro sacó su inspiración antes de presentarse ante nosotros? Evoca un Erasmo y su elogio de la locura: “No hay acaso peor locura que querer ser cuerdo en un mundo de locos” . Evoca un oscuro proverbio proveniente de una isla perdida en el océano: “Insensato es aquel que se parece a su padre”. Uno se interroga sobre todo y cualquier cosa. Contesta esto hoy. Contesta eso otro día. Dice haber conocido todo, visto todo, ¿posee acaso la verdad de estas fábulas que siembra? Le creen. Se burlan de él. Pero no dejan de interrogarlo. Lo toman por loco pero es demasiado honor… o de humillación-de deber escuchar a un loco. Se dice entonces que tiene otra lengua.

Volvemos a la lengua.
La obsesión de volver ceniza la lengua fugitiva y paralizar al sentido de una vez por todas, habiendo adquirido el saber, el conocimiento imputrescible, la utopía de las letras, alef, último rastro del don del hombre, deseo de eternidad, volver a dibujarse otro no evanescente, durar en nuestra incapacidad de volver a decirnos con el tiempo sobre el tiempo, el indoloro espacio que nos atraviesa y que nos derriba, beth, para que permanezca el todo y que los signos delimiten lo existente, conjura de nuestros miedos, máscaras de nuestras amnesias, no puede ser en otro lado, caos, barbarie que no podrían doblegarse, extensión para la expansión del orden nacido de los primeros gestos. Escribir, pensar lo impensable, la aprehensión de todo, darle cuerpo a este verbo para un dios infalible, fingir creer en ello hasta negar esta imposibilidad de pensar todo, justificar esta locura por la voluntad divina, única voluntad a la medida del último saber, ¿por qué estamos aquí? ¿Por qué? Trazar. Contener. Cubrir lo impensable…
Palabras máscaras, travesías del vacío, mi desastre para vomitar.

En lo perecedero, volver a la ilusión y esculpir el infinito con los ojos sin pupilas, sombra y luz tomadas indiferentemente, mis sueños me atan a lo real…

Danza, mis sombras revolotean a ras del suelo,
Vértigo me adula y me derrota, puse mi corazón en el piso
canción mía, inextricable cuento donde lanzarme, enlazarme, enarenarme,
aquí.
Mil raíces,
aquí de mi suelo, ruido recobrado, mi ser…
Pues cabalgar la tormenta implica riesgos de pérdida…

Extraña trenza de mis sueños, se enrolla y desenrolla sobre una realidad impensable.

A menudo, el viento violento sopla. Recuerdo entonces el tiempo lento que expulsa los amores.

El crisol de lo posible, 2008



Respirá

respirá. respirá. pasa la gente. pasa el tiempo. respira. tomar aquí el té del desierto y escuchar el rugido de la ciudad. . respirá y hacé una pausa husmeá el perfume de la arena y no tosas sobre todo si los caños de escape vuelven a tu recuerdo. respirá y bebé tranquilamente. no hay nada que nos apure nada que nos presione nada que pueda ocurrirnos no hay nada que no sea más importante que beber este tiempo que se posa cálidamente sobre nuestros vientres.
respirá. pasa la gente. pasa… el viento sopla en el muro y agita livianamente los pliegues y las fallas del fresco dibujado encima.
sombrero hongo y chaqueta negra, estamos listos ahora para agujerear la muralla del tiempo.
y mirá,mirá. dunas y arenas. arenas y duna. rocas y piedras y todo ese azul todo ese azul que nos llega del cielo del desierto. el viento sopla más fuerte en el muro y se lleva mi sombrero. se escapa.
y atraviesa la calle atraviesa el bulevar atraviesa la avenida atraviesa la ruta. pasa a la gente pasa a las callejuelas pasa los paseos y hiende los senderos. franquea los rieles, evita las flechas y la ira de Thalys, de Eole o de Corail.

pasa la gente.

respirá. respirá….

https://lachansondelacigale.wordpress.com/2015/07/





Jean-Luc Raharimanana – La voix de la violence – La voz de la violencia
14 JUILLET 2015

Jean-Luc Raharimanana est né en 1967 à Antananarivo où il a vécu jusqu’à l’âge de 22 ans. En 1989, il débarque à Paris et un an après, il obtient le second prix du Concours de théâtre de RFI avec Le Prophète et le Président. En 1996, la critique salue son recueil de nouvelles Lucarne.

Ces nouvelles sont construites, pour la plupart autour d’une seule scène qui constitue le point de non retour de la narration. Nous y trouvons des enfants, des femmes folles, des mendiants, des esclaves, des sorcières…

Dans Lucarne, un mendiant jette un cadavre au beau milieu de la rue pour obliger une voiture à s’arrêter et ainsi dévaliser son conducteur.

L’enfant riche est riche d’une pièce de monnaie qu’il a avalée de peur qu’on ne la lui vole et qui lui fait très mal au ventre.

Dans Reptile, des hommes creusent la fosse dans laquelle les soldats les jetteront après les avoir fusillés :

« Un filet rouge.

La pluie qui ne cesse. Jour de vacarme.` Jour de crépitement. Me laisser entrer dans la fosse. La boue retient, s’ouvre et se referme sur la barre de fer. Sexe tu dis. Verge. Creuse ! Vacarme sous un ciel ivre de sang et d’odeur de crémation. Vacarme sur une terre qui se vautre, boueuse. Chair molle. Ne plus rien voir que ce gouffre qui se forme sur les blancs de mes yeux, perfore ma cervelle. Creuse. CREUSE ! La folie est proche. Sang. Sexe. Mort. Fusils qui tonnent. Corps qui tombent. Cases qui brûlent. Fumées qui montent vers les nuages. Pluie. Viols. Rires gras. Des jambes ouvertes sur un sexe de femme qu’une main vicieuse emplit de boue, de glaise. Creuse ! Ils ne veulent que la terre de tes ancêtres, ils ne veulent que cet endroit rocailleux où demeurent les boas. Creuse… »


Madagascar-1947

Si la violence narrative est présente dès le début dans ce qu’écrit Raharimanana elle n’est pas une fin en soi ni seulement une brutale dénonciation d’un état du monde, d’une situation politique. Sa violence est celle de la littérature : mettre des mots sur ce qui était passé sous silence, creuser un chemin de phrases vers la parole et l’histoire de ceux qui en sont privés. C’est dans ce sens que Taharimanana écrit des scènes d’une insoutenable violence. Ses personnages sont toujours écrasés par un sort effrayant. Cette exploration des espaces interdits est assumée dans ses nouvelles et dans son roman par des narrateurs aux confins de la démence. Le prisme déformant de la folie leur fait percevoir des images éclatées de la réalité, traversées de bruit et de fureur.

Pour essayer de comprendre cette violence, il suffirait peut-être de lire la deuxième partie de L’Arbre anthropophage, Tracés en terres douces, journal tenu par Taharimanana entre le 10 février et le 22 août  2002, avant les élections présidentielles, une période d’extrême violence où se forment des milices qui dressent des barrages sur les routes et terrorisent les civils.

Le 14 juin 2002, le père de notre auteur, un intellectuel engagé qui n’a de cesse d’en appeler à la prise de conscience des uns et des autres, à la nécessité de l’éducation, à la responsabilité de tous pour mettre fin aux affrontements, est arrêté. Sa maison est mise à sac et sa bibliothèque brûlée.

Au fils, qui ne comprend pas pourquoi le pouvoir s’attaque à un homme de paix et de culture, la sœur aînée répond :

« Ignorais-je qu’à Mahajanga, mon père est plus écouté que le gouverneur même ? Ignorais-je qu’il a eu le courage de lancer cet appel au calme et de provoquer cette réunion des fokontany pour faire face à la situation alors que le gouverneur et ses sbires s’enfuyaient comme des lâches ? Ne savais-je pas que dans un pays comme le nôtre les hommes écoutés sont les plus dangereux ? — Mais la démocratie… — Quelle démocratie ? Ton père a été enlevé, torturé ! Tu te mets ça dans la tête ! De la colère dans sa voix. De la colère. Elle se calme. Je me calme. Nous convenons qu’il ne faut pas encore en parler aux journalistes. Le plus important est de sortir papa de cette situation, de l’emmener ici. Loin. Très loin. De le soigner ».

Jean-Luc arrive le 16 juillet à Antananarivo. Ce ne sont ni les avocats, ni sa propre famille qui vont l’aider à comprendre l’inexplicable, mais une de ses propres nouvelles.



« Appel de maître R. L’audience est fixée pour vendredi. « Ce vendredi ? – Oui, dans deux jours. » Je panique. J’ai besoin de m’accrocher à quelque chose. Je téléphone à mon frère aîné. Je n’arrive pas à le joindre. Téléphone à mon autre frère. Je lui demande de prévenir le plus de monde possible. Je suis dans les ruelles. La communication est difficile. Escaliers de pierre. Murs de pierre. Ressentir les sensations d’écriture de l’une de mes nouvelles. Revivre exactement les mêmes peurs et paniques : « Descendre les escaliers de pierre. Descendre et crier. Ho ! Trébucher. Crier. Reprendre équilibre. Bonjour madame, bonjour monsieur. Pouvez-vous m’indiquer le chemin du paradis ? Le paradis . Descendez jusqu’à vous foutre les talons des pieds dans la gorge. Ah ! Les salauds ! Bonjour mademoiselle… Le paradis dites-vous ? Oui mademoiselle. Prenez à gauche, puis continuez tout droit, c’est là ! Merci mademoiselle ? Mais pourquoi, pourquoi vous vous en allez dans l’autre sens ? Mademoiselle, mademoiselle ? » Besoin d’un lieu tranquille. Je grimpe sur les ruines d’une maison, me penche sur le pan d’un mur. J’ai vue sur Ampefiloha, la maison de la radio, le tribunal, l’hôtel Hilton. Je reprends la communication avec mon frère ».

L’ensemble de son œuvre forme un tout cohérent.  Ses nouvelles (Lucarne. 1996; Rêves sous un linceuil, 1998), son roman (Nour 1947, 2001), ses pièces de théâtre (Le Prophète et le Président, 1990; Le puits, 1997) relèvent d’une même vision du monde.

Dans sa quête d’un bonheur impossible, l’Homme se heurte à la cécité et à la surdité des dieux.

L’auteur est un “médium déchiré qui occupe un espace interdit, dangereux”.

En 2009, trois des pièces de Raharimanana sont présentées au festival d’Avignon, Za, Les cauchemars du Gecko et une adaptation de son roman Nour.



À cette occasion, la journaliste Anne Bocandé interrogea l’auteur malgache :
« –Vous présentez trois œuvres au festival d’Avignon. Une belle reconnaissance. Votre travail peut-il contribuer à faire connaître d’avantage Madagascar ?
–On ne peut pas circonscrire mes œuvres à Madagascar. On associe toujours un auteur du Sud à son pays alors que cela va au-delà. Bien que je sois malgache, je ne suis pas intéressé uniquement par Madagascar ! On vit dans un monde globalisé, dans un monde où les frontières sont poreuses (même si le Nord ne veut pas que le Sud vienne !) 47 parle surtout des relations entre la France et Madagascar. C’est une œuvre très particulière. Dans Les cauchemars du Gecko (1) je n’ai pas du tout axé le texte sur les questions malgacho-malgaches. Je parle de comment je vois le monde, pas de comment je vois Madagascar. J’évoque des faits qui portent, selon moi, le désordre du monde. J’aborde beaucoup de choses : l’immigration, le 11 septembre 2001, la question de la mémoire, la figure du Noir en général, du barbare en général, celui qui est le bienvenu ou pas, celui qu’on marque de son étrangeté, la question des frontières mentales, des frontières géopolitiques… Pour ce qui est de Za, à aucun moment, je ne situe mon œuvre à Madagascar. Mais pour les critiques, c’est très facile de dire qu’un écrivain Malgache parle de Madagascar, ou un écrivain Malien du Mali. Pourtant personne ne demande à Amélie Nothomb, par exemple, si elle écrit sur la Belgique. C’est l’histoire racontée qui intéresse. Ma première entreprise est la fiction, même si j’aborde des enjeux contemporains. Za est un personnage que j’ai inventé : sa manière de parler est particulière, personne ne parle comme ça à Madagascar. C’est totalement un personnage de fiction, et quand je le fais balader d’une prison à un tombeau, où est la réalité ? D’un autre côté, je pars forcément d’une certaine réalité, je pars de quelque chose que j’aime, que j’aime raconter surtout. Je pourrais partir d’une réalité en France, cela fait tout de même près de 20 ans que j’habite ici ! Je l’ai peut-être un peu fait dans Les cauchemars du Gecko, mais c’est moins lié à la terre de France qu’à la notion de frontières ».

Le maître des décombres




DZAMALA crie son nom. Dzamala. Dzamala. Et la meute se réveille, se lève. Dzamala, crie-t-elle.
Dzamala est de retour. Dzamala a fumé toutes les ordures de la terre. Raconte Dzamala. Raconte.
Vu dans les volutes qui cerclaient l’océan le rouge de vos sangs, le blanc de vos crachats.
Le vert Dzamala. Le vert.
Le vert de vos excréments.
Vu dans les volutes qui enserraient l’océan le hachis de vos chairs. Vu les squales qui se précipitaient. J’ai fumé toutes vos ordures et ai répandu vos senteurs sur tout l’océan.
Dzamala! Dzamala! La meute s’écroule de joie sur les décombres. Raconte! Raconte!
Vu la femme nue, ivre de vos senteurs, s’ouvrir voluptueuse et m’offrir sa toison en herbe.
T’as fumé Dzamala. T’as fumé ta ration d’herbe.
J’ai fumé. J’ai plané. Dzamala est mon nom. Je fume toutes les ordures de la terre, toutes ces choses qui ne nous reviennent que pourries, que faisandées.
T’as fumé Dzamala. T’as fumé toutes nos richesses.
Dzamala est mon nom. Dzamala.
L’enfant, Dzamala, l’enfant jeté à la poubelle, dépecé, le cœur, le foie, les yeux, la rate vendus, trafiqués, tu l’as découpé plus encore pour lui extraire sa délicatesse. T’as dépouillé sa peau, ô Dzamala, pillé son-innocence. T’as fumé. Tiré dans ses tripes. T’as plané, Dzamala, dans le royaume des innocents.
Dzamala. Dzamala est mon nom.
Le fou, Dzamala, le fou qui haranguait les chiens, perdu, égaré par sa misère, se prosternait devant toi, te présentait son cou. T’as tiré Dzamala. T’as tiré sur ses carotides. T’as fumé. Fumé ton herbe dans ses grosses veines caillouteuses de sang. T’as plané, Dzamala, vêtu d’ombres, de brumes, au-dessus des terres de ce délireux.
Dzamala est mon nom. Dzamala. Je reviens pour fumer toutes vos ordures.
Et la mère, Dzamala, la mère vautrée dans les immondices, pressant l’orange pourrie contre les lèvres sèches de son enfant, pleurant, espérant des larmes nourricières, s’agenouillait à tes pieds. T’as vendu son enfant, ô Dzamala. Pour une poignée d’herbe. Pour un vol au-dessus des terres d’illusions.
La meute s’écroule de rire, se pare de rognures, de feuilles et de brindilles.
Dansez ! Dansez !
T’as brouillé la boue, ô Dzamala, et les pleurs qui l’enflaient ont remonté à la surface. T’as bu, Dzamala, ces pleurs qui ne se décomposent.
J’ai lu toutes les lettres qui volent au vent. J’ai lu toutes les lettres qui s’enracinent en la boue, retrouvé les mémoires corrompues, dépravées. J’ai lu toutes les souffrances, me suis grisé d’encre perdue. Je me suis soûlé de tant de douleurs. Je me suis enivré. J’ai plané, plané très loin au-dessus des terres d’affliction.
Ô Dzamala ! Dzamala!
Dansez ! Dansez!
La meute se pare de rognures et danse, danse. La meute s’enlace et s’accouple. Dzamala jubile, attrape une femelle et fornique à mourir.
Dzamala, ô Dzamala !
La meute râle et s’écroule de fatigue. Dzamala, Dzamala, Dzamala…


Sous les mots, l’épave des sens, prendre pied. Trop à voir l’horizon, je n’ai pas assez de mot.
Bégayer la terre qui tourne vertige. Vomir réalité.
Saisi. Saisir. Saisi.
Le présent se meurt. Ai-je ? L’histoire est cette femme qui met bas à chaque fois qu’on la raconte, le temps file. Mes mots se forment à peine. Forme, peine. Format, mat, morne, mule de toutes les charges – charges du sens, l’impossible entreprise.
Les mots nous dégorgent.
Nous y voici.
La langue.
Trempée à mes lèvres pour la lie
des vagues, ou comme avec
cet autre ami – il se reconnaîtra,
valdinguée à mes délires
sur les frontières du cola et du jazz.
J’ai pris racine les soirs d’exil
et de défoulement avant de
narrer mes contes à dormir debout.
Il était une tour à Babel. Après, ce fut le bordel.

Si le rêve est de sable, mon écroulement est parfait…
guetter le chemin du vent et m’y
engouffrer le moment venu,
m’étendre pour feuille morte et partir à la première brise, prendre
pied l’horizon et passer coûte que coûte,
passer… L’eau salée, vomie des entrailles.
Les chants éventrés ont goût de salaisons avariées.
Qui a dit qu’il fallait attendre ?

Ne pas bouger, seuls les rêves d’enracinement attrapent les cimes…

En marge de l’infime, que faire du néant quand il vous emplit ?

Me promener juste, envie de m’égarer. Et de-ci de-là mon cœur comme mes
rancœurs, à perdre, à délaisser. À l’alentour, ne prêter aucune attention ; au loin ne
jeter aucun regard, seulement voleter au ras du sol, survoler,
marauder comme l’enfant du zéphyr joint par l’aube grise,
l’envie de filer sur un trop-plein de brouillard, si lourd pourtant, d’opacité,
enfant du zéphyr que je suis, ivre de chant sous le procès des ondes et des eaux murmurantes.
Sur le fil du temps, la vérité marchant comme un funambule, un pas de côté, et la voici mensonge.

Sur le fil du temps, la vérité marchant comme un funambule, un pas de côté, et la voici mensonge.

Mes chers coccitoyens, voici aux tout derniers jours d’Irak. dix ans pendant, plus de États-Unis et d’autres ont fait des efforts patients et honorables pour. Friture. désarmer la guerre. ce régime avait pris l’engorgement. détruire ses armes de destruction massive. du temps et des avantages. ont tous échoué. les uns autres après, parce que nous n’avions pas affaire à des hommes pacifiques. nous détruirons l’appareil de la terreur et nous irons vois-tu mon amour, nous irons sans rien, vous aiderons à construire un nouvel Irak, nouvel Irak, libre, prospère. Dans un Irak libre, il n’y aura plus de guerres. Dans un Irak libre d’agression contre des États voisins, il n’y aura plus. Irak, il n’y aura plus de fabriques de poisons, il n’y aura plus d’exécution d’Irak et il n’y aura plus de chambres de torture et de salles de viol. Irak le tyran disparaîtra bientôt. Le jour de votre libération. proche. mes chers occi, occi, occi. mes toyens, mes chers.

Tant de méandres pour perdre le sens, les diseurs se gorgent de barbarie et s’emparent des mots, restent le rauquement de la voix et la saccade des désirs…
Quant à moi,
j’ai tout coloré dans les rêves du corbeau.
Paillettes d’étoiles empoussiérées, corrosives bribes des calendes, resurgissent les cloaques de mes sublimes
autres bâtards ont pris l’île.     Nuit m’écarte salive et me cherche amour. Je n’ai de nudité que par la perle froide que confisque l’œil. Songe et mensonge, ceci n’est qu’une histoire.

j’ai pris de vous les ténèbres et les jours, j’ai pris de vous les pleurs et les rires, j’ai pris les chaînes, j’ai pris les licols, j’ai pris les jougs, j’ai pris l’exil,
de vous la barbarie, ma honte comme seul butin, ma douleur comme seul élixir, j’ai pris de vous un soleil trop brillant,
et les rêves inaccessibles,
la réalité où l’on me dépouille, la réalité où l’on me spolie, la réalité où l’on m’humilie,
j’ai pris ce qui me restait de vous, les rires et encore les rires,
naturel que je suis, grand enfant…

quelques siècles déjà qu’on s’attelle à me faire don d’humanité…

mes fantômes sont mâtinés de brume, ils se lèvent couverts de rosée et de suie. L’eau est noire tombant de leurs âmes. Je suspends mes rêves.

Eau noire pour oubli,

Mes pensées sont lianes sensuelles contre barbelés bien réels…

mais voici venir mes conquérants qui m’ôtent mes dieux et saccagent mon corps. Ils me renomment et me recréent,
me baptisent me civilisent me délivrent m’instruisent me sauvent et me développent me démocratisent me modernisent m’arrachent à ma lie à ma boue à ma fange à mes guerres à ma sauvagerie à mon ignorance à mon obscurantisme à mes fanatismes à ma terre miséreuse et sous-développée ma terre sud ma terre lointaine ma terre émergente ma terre où se noie tout progrès ma terre de guerre de conflit de famine de corruption ma terre de dictature et de régime bananière ma terre aux catastrophes ethniques et autres joyeusetés négromaniaques…

Océan de bonheur, peine insubmersible…

Mes fantômes sont mâtinés de brume, ils se lèvent couverts de rosée et de suie, leurs âmes égouttant l’eau noire de l’oubli. Eux n’ont pas assez vécu et me demandent des comptes, j’ai mes fantômes mâtinés de regrets, évidés d’espérance et spoliés encore de parole…
Je vous dis ce monde… Nous naissons dans le noir, vivons le temps d’une couleur, retournerons dans le noir, dans le silence qui nous a créés. Seul nous semble compter le temps où furent suspendues les ténèbres et l’incompréhension, le reste se dilue dans la douleur des vivants. Trop réels pour être acceptés. Nous ne rêvons que d’illusion, que de douceur et de légèreté. Ai-je trop vécu ?

Voici une enfant mort-née. Sa mère est sans connaissance encore sur un lit de pierre. Son grand-père la porte vers quelque falaise et l’enterre dans une quelconque grotte ou dans un recoin de cette muraille rocheuse. Voici une enfant mort-née, je l’appelle Fille de la lune, née un jour d’éclipse, morte sans couleur.

Je regarde ma sœur, elle aura porté mon premier fantôme…

Et de suite, je n’aurai pas compris, je n’aurai pas saisi. Les paroles rentrées et le silence qui s’esquisse sur les lèvres. Le refus qui d’instinct m’envahit, refus de porter ces paroles, refus de simplement les accueillir. Mais les mots sont complices de la mémoire, creusent gouffre, s’y précipitent et vous y entraînent. Écrire alors pour ne pas complètement sombrer. Et folie garder pour dérision salvatrice de ce bien trop réel sombre…

Voici l’enfant mort-née, née un jour d’éclipse, morte sans couleur, n’ayant connu que l’eau du ventre de sa mère, déposée loin déjà, ensevelie sous le silence. Nul n’en a plus jamais parlé. Les oiseaux ont fini de picorer son âme.

Le silence ne peut être oubli. L’absence de mots ne peut être éradication de la mémoire. Mémoire trop lourde se dépouille de la langue pour réinterroger le sens car le présent tord vers l’événement et les jours, force vers l’actualité, malmène le sens…

La langue du présent, comme éternelle soumise, se donne bien trop souvent aux désirs des dominants, langue de survie, langue de ceux qui se font visibles pour tracer les jours. Prendre pause alors et distance instaurer. Prendre silence et se laisser dépouiller de la possibilité immédiate de dire. Dénoncer, certes, mais survivre du présent, tout jour où les faits reviennent et sont encore, l’incapacité du monde à trouver raison au désastre, l’actualité n’étant qu’artifice figeant le temps, violente fixation des émotions et pleurs qu’aucun n’aura su endiguer…
Qui déjà créent l’événement, prétendent en être les maîtres et attirent l’attention ? Langue souvent qui nous aveugle, harangue des âges, sangle à nos peurs lié, ligature du sens qui nous fuit, de ce sens que l’on ne peut saisir. Que signifie toute cette peine ? Que signifient toutes ces incohérences ? La mort et les blessures. Le temps et l’effacement des jours. La mémoire qui s’en va et le futur indécis. Nous sommes là. Tout simplement là. Sans parfois nous en rendre compte…

Je vous arrête.

Est-il une mémoire hors du temps? Est-il une mémoire hors de la parole?

Mais guetter le diseur quand l’écriture refuse de se figer pour redevenir paroles, quand les lignes s’oublient dans la voix et redeviennent poèmes à dire, histoires à conter, rêves à redessiner. Monde étrange que seule la littérature peut explorer. Dire. Écouter. Imaginer. Réinterpréter. Reprendre et redire. Le diseur dans les méandres des mots traque-t-il la vérité ou l’y égare-t-il pour mieux la préserver ?

Le diseur rit, se plaît dans l’entour et le détour, se plaît dans l’impalpable et l’improbable, il rêve même d’une langue à son image, tordue. Vient-il de tel pays ? Il dit oui. Vient-il de cet imaginaire ? Il dit oui. De quel maître a-t-il puisé sa verve avant de se présenter à nous ? Il évoque un Érasme et son éloge de la folie : « C’est bien la pire folie que de vouloir être sage dans un monde de fous. » Il évoque un obscur proverbe venu d’une île perdue dans l’océan : « Insensé celui qui ressemble à son père. » On l’interroge sur tout et n’importe quoi. Il répond ceci ce jour. Il répond cela une autre fois. Il dit avoir tout connu, tout vu, détient-il réellement la vérité dans ces fables qu’il parsème ? On le croit. On le raille. Mais on ne cesse de l’interroger. On le prend pour fou mais c’est trop d’honneur… ou d’humiliation – de devoir écouter un fou. On dit alors qu’il a une autre langue.

Nous y revenons à la langue.
L’obsession de rendre cendre à la langue fugitive et de figer le sens une bonne fois pour toutes, le savoir acquis, la connaissance imputrescible, l’utopie des lettres, aleph, trace première du don à l’homme, désir d’éternité, se redessiner autre non évanescent, durer à notre incapacité à nous redire temps sur temps, l’indolore espace qui nous traverse et qui nous terrasse, beth, pour que demeure le tout et que les signes délimitent l’existant, conjuration de nos peurs, masques de nos amnésies, ailleurs ne peut être, chaos, barbarie qui ne sauraient plier, étendue pour expansion de l’ordre né des premiers gestes. Écrire, penser l’impensable, l’appréhension du tout, rendre corps à ce verbe pour un dieu infaillible, feindre d’y croire jusqu’à nier cette impossibilité de tout penser, justifier cette folie par la volonté divine, seule volonté à la mesure du savoir ultime, pourquoi sommes-nous là ? Pourquoi ? Tracer. Contenir. Couvrir l’impensable…

Mots masques, traversées du vide, mon désastre à dégorger.

Au périssable, reprendre illusion et sculpter à l’infini les yeux sans pupilles, ombre et lumière indifféremment prises, mes rêves me foulent au réel…

Danse, mes ombres voltigent à ras de sol,
Vertige m’encense et me fait déroute, j’ai mis cœur à terre
torsade est mienne, inextricable conte où m’élancer, m’enlacer, m’ensabler,
là.
Mille racines,
là de mon sol, fracas retrouvé, mon être…
Car chevaucher la tempête implique des risques d’égarement…

Étrange tressée de mes rêves, se roule et déroule sur un réel impensable.

Souvent, vent violent souffle. Me souviens alors du temps lent qui refoule les amours.

Le creuset des possibles, 2008




Respire

respire. respire. passent les gens. passe le temps. respire. prendre ici le thé du désert et écouter le vrombissement de la ville. respire et prends une pause hume le parfum du sable et ne tousse surtout pas si les pots d’échappement se rappellent encore à tes souvenirs. respire et bois tranquillement. il n’y a rien qui nous presse rien qui nous étreint rien qui peut nous arriver il n’y a rien qui nous soit plus important que de boire ce temps qui se dépose chaudement dans nos ventres.
respire. passent les gens. passent… le vent souffle dans le mur et agite légèrement les plis et failles de la fresque dessinée dessus. chapeau melon et veste noire, nous sommes parés maintenant pour percer la muraille des temps.
et regarde, regarde. dunes et sables. sables et dunes. roches et pierres et tout ce bleu tout ce bleu tout ce bleu qui nous arrive du ciel du désert. le vent souffle plus fort dans le mur et emporte mon chapeau. il s’échappe.
et traverse la rue traverse le boulevard traverse l’avenue traverse la route. il passe les gens il passe les ruelles il passe les allées et fend les sentiers. il franchit les rails, évite flèches et colères de Thalys, d’Eole ou de Corail.
passent les gens.
respire. respire….

https://lachansondelacigale.wordpress.com/2015/07/




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