miércoles, 16 de marzo de 2011

3452.- MIRCEA OPRITĂ



MIRCEA OPRITĂ
(Timişoara, Rumanía, 1943)
Licenciado de la Facultad de Letras de Cluj-Napoca y doctor en Filología. Ha trabajado como profesor, funcionario cultural, y como redactor en la editorial Dacia de Cluj. Ha publicado los libros de cuentos Întâlnire cu meduza [Encuentro con la medusa, 1966], Nopţile memoriei [Las noches de la memoria, 1973], Adevărul despre himere [La verdad sobre las quimeras, 1976], Figurine de ceară [Figurillas de cera, 1978], Semnul licornului [La señal del unicornio, 1980], Mic tratat de concordie naţională sau Cartea tranziţiei [Pequeño tratado de concordia nacional o bien El Libro de la Transición, 2005], Discoteca din Alexandria sau Cartea ştiinţelor [La Discoteca de Alejandría o bien El libro de las Ciencias, 2007], las novelas Argonautica [Argonáutica, 1970], Cina cea mai lungă [Una cena larguísima, 1983], los poemarios Jocul cu víboras [El juego con las víboras, 1972], Pasărea de lut [El pájaro de cerámica, 1976] y los ensayos H. G. Wells: utopia modernă [H. G. Wells: la utopía moderna, 1983], Anticipaţia românească [Ciencia-ficción rumana, 1994], Discursul utopic [El discurso utópico, 2000], Istoria anticipaţiei româneşti [Historia de la ciencia-ficción rumana, 2007], Cronici de familie. SF-ul românesc după anul 2000 [Crónicas de familia. La ciencia-ficción rumana después del año 2000, 2008]. Ha traducido a autores como H. P. Lovecraft, Du Sido, H. G. Wells, John Brunner o Donald Keene. Su obra ha sido traducida y publicada en antologías y revistas de Francia, Bélgica, Hungría, Alemania, Italia, Grecia y Polonia.




Traducción y nota: Marian Raméntol


Galileo entre juguetes

He vivido siempre entre juguetes miríficos,
algunos los he hecho yo mismo
para ver mejor la Luna, para sentir
los ejes sutiles del Gran Entorno.
Sé bien que estamos aquí, sobre la Tierra,
como en una cuna que gira alrededor de un astro
al que mis enemigos negasen las manchas
como si fuera el santo rostro de Dios.
Él en cambio es solo otro juguete
sobre un cielo magnífico
que espera que crezcamos,
superando una inmadurez
que protege la mente, pero no la desarrolla.

Nuestra estatura parece más alta
aquí, en el campanario de San Marco,
donde han subido algunos niños,
(también un pequeño príncipe), todos
con sus barbas peinadas con esmero
como para un juego festivo.
Prueban el catalejo,
ríen, lanzan pequeños gritos asombrados
cuando algunas casas de Padua
aparecen ante sus ojos incrédulos
como fantasmas en un calidoscopio.

Qué estupendo juego, dicen,
podemos usarlo en el campo de batalla,
y sólo yo sé que Venecia no crece
con tales juegos nimios
si no con aquellos grandes que se juegan entre las estrellas,
donde las pequeñas lunas de Júpiter
empiezan a mostrarse tímidamente
ante nuestra tímida mirada.

Por esta parte del juego
quizás un día seré arrastrado por la barba hasta Roma
donde niños-prelados quieren que sea abjurado
el universo entero,
olvidando que ellos, como yo, por lo demás,
no son, no somos más que trozos
más o menos adaptados
a un juego gigantesco
en el que la mente apenas se abre, pero se abre.







Termas de Varrón

Aquí la respiración del mundo es líquida
como la de un gran pez-tótem
convertido en constelación.

Un río nace bajo tu pie izquierdo,
bajo mi mano derecha,
y enseguida nos sentimos sobre una balsa de tierra
llevada delicadamente por las aguas
desde un horizonte crepuscular
hacia algo todavía indefinido.

Entre los colores del otoño
la luz susurra sus escamas fluidas
contando una historia muy diferente
de aquella con la que la ciudad nos adula.

Todo se condensa
en un estallido lleno de fuerza fecunda:
miramos en silencio la maravilla insinuada
entre árboles antiguos y edificios novísimos.

Nos aferramos a nuestros sentimientos más puros
para no hundirnos, mi amor,
en este cristal sin descanso.
Hasta la piedra busca en vano dominarlo.

La del lugar es una señal de agua,
quizás hayamos nacido, o nazcamos
continuamente
bajo su sello.







Santo de piedra blanca

En Roccasecca,
la poesía sigue el serpenteante sendero
del Castillo: procesión que mezcla metáforas
y flores campestres, rayos de sol
y rayos de esperanza.
Despertadas de un adormecimiento sereno,
las palabras, mariposas sabias,
resbalan sobre las corrientes de aire, hacia abajo, por la empinada pendiente.
Conmovidos seguimos estos ejercicios de vuelo.

Algunos vocablos ya están lejos, giran alrededor
de un joven santo de piedra blanca.
En su grandeza simbólica
parece un arca apenas arrancada del monte.
Si no lo hubiera retenido el suelo,
habría partido enseguida
en su viaje aéreo.
Los ojos de piedra miran, más allá de este
valle maravilloso, a un horizonte abstracto.
Brillan, tienen certezas, mientras que nuestras palabras
vuelan llevadas solo por sus titubeos
bellísimos.

Del libro Canzoni italici [Canciones itálicas] escrito por el autor en lengua italiana.



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