Philip Larkin
Philip Arthur Larkin, CBE (9 de agosto de 1922-2 de diciembre de 1985) fue un poeta, bibliotecario, novelista y crítico de jazz británico. En 1945 publicó su primer libro de poesía, El barco del norte, al que le siguieron dos novelas, Jill (1946) y Una chica en invierno (1947), pero adquirió notabilidad en 1955 con la publicación de su segunda colección de poemas, Un engaño menor, seguido por Las bodas de Pentecostés (1964) y Ventanas altas (1974). Entre 1961 y 1971, trabajó en el periódico The Daily Telegraph como su crítico de jazz (sus artículos fueron compilados posteriormente en All What Jazz: Escritos sobre jazz 1961–71, de 1985), y editó The Oxford Book of Twentieth-Century English Verse (1973). Recibió varios honores, incluyendo la Queen's Gold Medal for Poetry. En 1984, después de la muerte de John Betjeman, le fue ofrecida la posición de poeta laureado del Reino Unido, la cual rechazó. Es considerado por la crítica como uno de los poetas ingleses más aclamados de la segunda mitad del siglo XX.
Después de graduarse de Oxford en 1943 con títulos en inglés y literatura inglesa, Larkin comenzó a trabajar como bibliotecario. Durante los treinta años en los que se desempeñó como bibliotecario universitario en la Biblioteca Brynmor Jones de la Universidad de Hull produjo la mayor parte de su obra publicada. Sus poemas están marcados por lo que el poeta inglés Andrew Motion describe como una «exactitud melancólica y muy inglesa para tratar las emociones, los lugares y los relaciones». Eric Homberger mencionó que Larkin era «el corazón más triste en el mercado de posguerra», y el mismo Larkin dijo que la pobreza era para él lo que los narcisos eran para Wordsworth. Influenciado por W. H. Auden, W. B. Yeats y Thomas Hardy, sus poemas están formados por versos muy estructurados pero flexibles. Jean Hartley, la exesposa del editor del poeta, George Hartley (The Marvell Press) los describió como «una mezcla estimulante de lirismo y descontento», aunque el antólogo Keith Tuma aseguró que hay más en la obra de Larkin que lo que sugiere su reputación de pesimista adusto.
La personalidad pública de Larkin era la de un inglés solitario e insensato a quien no le gustaba la fama y que no tenía paciencia para los enredos de la vida literaria pública. En 1922, cuando el poeta y escritor Anthony Thwaite publicó de manera póstuma sus cartas, se generó una controversia sobre su vida personal y sus opiniones políticas, descrita por John Banville como escalofriante, pero también divertida en cierto punto. La historiadora británica Lisa Jardine lo describió como un «racista empedernido y misógino», pero el académico John Osborne sostuvo en 2008 que «lo peor que pudieron descubrir sobre Larkin fueron unas pocas cartas supinas y que le gustaba el porno más suave que el que entretiene a las masas». A pesar de la controversia, fue elegido en una encuesta de 2003 (casi dos décadas después de su muerte) organizada por la Poetry Book Society como el poeta más aclamado de los últimos cincuenta años, y en 2008 The Times lo nombró el mejor poeta de posguerra de Gran Bretaña.
En 2010, veinticinco años después de su fallecimiento, la ciudad donde vivía Larkin, Kingston upon Hull, lo conmemoró con el Festival Larkin 25. El festival culminó el 2 de diciembre, el día del vigésimo quinto aniversario de su muerte, con la revelación de una estatua erigida en su honor y esculpida por Martin Jennings.
Philip Larkin nació el 9 de agosto de 1922 en Coventry, como el único varón e hijo menor de Sydney Larkin (1884–1948), nativo de Lichfield, y su esposa, Eva Emily Day (1886–1977) de Epping. La familia vivió en Radford, Coventry hasta que Philip cumplió cinco años de edad, cuando se mudó a una casa grande de tres pisos, con dependencias para sirvientes, cercana a la estación de trenes de Coventry y a la Escuela Rey Enrique VIII, en Manor Road. En la década de 1960, después de haber sobrevivido a los bombardeos durante la Segunda Guerra Mundial, su antigua casa de Manor Road fue demolida como parte de un programa de modernización de caminos. Su hermana Catherine, apodada Kitty, era diez años mayor que él. Su padre, un hombre que había llegado a ser tesorero de la ciudad de Coventry por sus propios medios, era un individuo singular, «desilusionado nihilísticamente en la edad mediana», amante de la literatura y simpatizante entusiasta del nazismo: asistió a dos de los congresos de Núremberg a mediados de la década de 1930. Desde pequeño, le leyó a su hijo las obras de Ezra Pound, T. S. Eliot, James Joyce y en especial las de D. H. Lawrence. Su madre era una mujer nerviosa y pasiva, «una especie de ser defectuoso, cuyo ideal es 'sufrir un colapso' y que se hagan cargo de ella», dominada por su esposo.
Los primeros años de vida de Larkin fueron poco comunes en ciertos aspectos: recibió su educación primaria en su casa hasta que cumplió ocho años de edad, instruido por su madre y su hermana; la familia nunca recibía visitas de parientes o amigos, y en esa época se volvió tartamudo. No obstante, cuando comenzó a asistir a la Escuela Primaria Rey Enrique VIII en Coventry se adaptó enseguida y trabó amistades íntimas y duraderas, con compañeros como James «Jim» Sutton, Colin Gunner y Noel «Josh» Hughes. Aunque la relación con su familia era relativamente fría, sus padres lo apoyaban. Por ejemplo, al descubrir su profunda pasión por el jazz, le compraron una batería y un saxofón, y lo suscribieron a la revista estadounidense de jazz Down Beat. De la escuela primaria pasó a la Escuela Secundaria Rey Enrique VIII, en la que obtuvo a duras penas su certificado de estudios a los dieciséis años de edad. Pese a sus calificaciones, se le permitió continuar en la escuela; dos años más tarde obtuvo distinciones en Inglés e Historia, y pasó los exámenes de ingreso para el St John's College, de Oxford, para estudiar Inglés
Larkin comenzó en Oxford en octubre de 1940, un año después del estallido de la Segunda Guerra Mundial. Las antiguas tradiciones clasistas de la universidad habían disminuido, por lo menos durante esa época, y la mayoría de los hombres aspiraban a obtener títulos truncados por la guerra. Larkin no pasó su examen médico militar debido a su mala visión, por lo que pudo estudiar durante los tres años correspondientes en la universidad. A través de su tutor, Norman Iles, conoció a Kingsley Amis, quien alentó su gusto por el ridículo y la irreverencia y que sería su amigo durante el resto de su vida. Amis, él mismo y otros amigos de la universidad formaron un grupo que denominaron «Los Siete», y que se reunía para discutir sus poesías, escuchar jazz y beber con entusiasmo. Durante esta época tuvo su primera interacción social verdadera con el sexo opuesto, pero no realizó avances románticos. En 1943, presentó sus exámenes finales y, tras haberle dedicado mucho tiempo a su literatura personal, se sorprendió gratamente cuando recibió un título de graduado de primera clase.
Principios de su carrera
El departamento en Hull donde Larkin vivió entre 1956 y 1974.
En el otoño de 1943, Larkin comenzó a trabajar como bibliotecario en la biblioteca pública de Wellington, Shropshire. En la primavera del año siguiente conoció allí a su primera novia, Ruth Bowman, una estudiante de secundaria de dieciséis años de edad. En el otoño de 1945, Ruth se mudó a Londres para continuar sus estudios en el King's College; durante sus visitas a la ciudad, su amistad se convirtió en una relación romántica. Hacia junio de 1946, Larkin estaba a mitad de camino para calificar como miembro de la Asociación de Bibliotecarios y trabajaba como bibliotecario asistente en la Universidad de Leicester. Las visitas de su amigo Kingsley Amis y sus reuniones en la sala común de la universidad inspiraron a Amis para escribir Lucky Jim (1959), la novela que lo hizo famoso y en cuya gestación el poeta colaboró considerablemente. Seis semanas después de la muerte de su padre por cáncer en marzo de 1948, Larkin le propuso matrimonio a Ruth, y ese verano la pareja pasó sus vacaciones en el Wessex de Thomas Hardy.
En junio de 1950, Larkin fue seleccionado para trabajar como asistente de bibliotecario en la Universidad Queen's de Belfast, un puesto que ocuparía en septiembre del mismo año. Antes de su partida, Ruth y él se separaron. En algún momento entre que obtuvo el trabajo en Queen's y el final de su compromiso con Ruth, su amistad con Monica Jones, una profesora de inglés en Leicester, también se convirtió en una relación amorosa. Pasó cinco años en Belfast, que parecen haber sido los más felices de su vida. Mientras continuaba su relación con Jones, también tuvo «el romance erótico más satisfactorio de su vida» con Patsy Strang, quien en ese momento se encontraba en un matrimonio abierto con otro bibliotecario. En un momento ella se ofreció a dejar a su esposo para casarse con él; sin embargo, desde el verano de 1951 en adelante, Larkin siempre tomó sus vacaciones junto a Jones en varios lugares de las Islas Británicas. En Belfast también tuvo una amistad significativa, aunque no romántica, con Winifred Arnott (quien inspiró el poema «Líneas sobre el álbum fotográfico de una joven») que terminó cuando ella se casó en 1954. Este fue el período durante el cual le dio numerosos consejos a Kingsley Amis sobre la composición de Lucky Jim. Amis pagó la deuda dedicándole el libro terminado.
En 1955, Larkin comenzó a trabajar como bibliotecario en la biblioteca de la Universidad de Hull, un empleo que conservaría hasta su muerte. Durante su primer año vivió en bedsits, un tipo de alojamiento común en Gran Bretaña que consiste en una habitación individual con baño compartido; en 1956, cuando tenía 34 años de edad, rentó un apartamento independiente en el último piso de Pearson Park, una casa de tres plantas de ladrillo rojo con vista al parque, antiguamente el Consulado estadounidense. Al parecer, fue este edificio el que inspiró el poema «Ventanas altas». Sobre la ciudad, comentó: «Nunca pensé en Hull hasta que llegué aquí. Una vez que llegué, me di cuenta de que es perfecta para mí en muchas maneras. Está un poco al límite de las cosas; creo que incluso sus nativos dirían eso. Me gusta estar al límite de las cosas». En los años de posguerra, la Universidad de Hull fue considerablemente expandida, como muchas otras universidades británicas en ese período. Cuando comenzó a trabajar allí, estaban avanzados los planos para una nueva biblioteca universitaria. Hizo un gran esfuerzo en pocos meses para familiarizarse con ellos antes de que fueran sometidos al Comité de Subvenciones Universitarias; sugirió varias enmiendas, algunas importantes y estructurales, y todas fueron aceptadas. La biblioteca se construyó en dos etapas y en 1967 se la nombró Biblioteca Brynmor Jones en honor al vicerrector de la universidad.
Uno de los colegas de Larkin en Hull dijo que se convertiría en una gran figura en la bibliotecología británica de posguerra. Diez años después de que se terminó de construir la nueva biblioteca, Larkin creó registros informáticos de la colección completa de libros y la convirtió en la primera biblioteca de Europa en tener instalado GEAC, un sistema automatizado de circulación en línea. Richard Goodman escribió que el poeta se destacó como administrador, miembro del comité y árbitro: «Trataba a sus empleados de manera decente, y los motivaba. Lo hacía con una combinación de eficiencia, estándares altos, humor y compasión». Desde 1957 hasta su fallecimiento, su secretaria fue Betty Mackereth. La totalidad del acceso hacia él y sus colegas se llevaba a cabo a través de ella, y llegó a saber más de su vida que cualquier otro. Durante los treinta años que pasó allí, el stock de la biblioteca se multiplicó seis veces y el presupuesto aumentó doce veces, de £4500 a £448.500.
Auge de su carrera
105 Newland Park, Hull fue el hogar de Larkin desde 1974 hasta su fallecimiento en 1985.
En febrero de 1961, la amistad de Larkin con su colega Maeve Brennan se convirtió en un romance, pese a las fuertes creencias católicas de ella. En la primavera de 1963, Brennan lo persuadió para que fuera con ella a un baile para el personal de la universidad, aunque el poeta prefería las reuniones más pequeñas. Este momento parece haber sido fundamental en su relación, ya que lo plasmó en su poema más largo (y no finalizado), The Dance. En esta época, también tras la insistencia de Brennan, Larkin aprendió a conducir un auto, el primero que tuvo en su vida: un Singer Gazelle. Mientras tanto, Monica Jones, cuyos padres habían fallecido en el otoño de 1959, compró una casa de vacaciones en Haydon Bridge, cerca de Hexham, que la pareja visitaría con regularidad. Su poema Show Saturday es una descripción del espectáculo de Bellingham en el valle North Tyne de 1973.
En 1964, cuando estaba a punto de publicar Las bodas de Pentecostés, Larkin fue el sujeto de un episodio del programa de arte Monitor, dirigido por Patrick Garland. El programa, que lo muestra siendo entrevistado por su colega poeta John Betjeman en varios lugares dentro y en los alrededores de Hull, le permitió jugar un papel significativo en la creación de su propia personalidad pública, la que hubiera preferido que imaginaran sus lectores.
Su rol en la creación de la nueva biblioteca Brynmor Jones en la Universidad de Hull había sido importante y demandante. Poco después de terminar la segunda y más grande fase de la construcción en 1969, pudo redirigir sus energías. En octubre de 1970, comenzó a trabajar en la composición de una nueva antología, The Oxford Book of Twentieth-Century English Verse (1973). Obtuvo una membresía de visitante en el All Souls College de Oxford por dos cursos académicos, lo que le permitió consultar la Biblioteca Bodleian de Oxford, una Biblioteca Nacional. Larkin fue uno de los especialistas más importantes en el nuevo estudio de la poesía de Thomas Hardy, la cual, en comparación con sus novelas, había sido pasada por alto; en su antología «idiosincrásica» y «controvertida», Hardy fue el poeta respetado de manera más generosa. Incluyó treinta y siete poemas de Hardy, comparados con los nueve de T. S. Eliot; los otros poetas más representados fueron W. B. Yeats, W. H. Auden y Rudyard Kipling. También incluyó seis de sus propias poesías, el mismo número de poemas de Rupert Brooke. En el proceso de compilación del volumen, se había sentido decepcionado al no encontrar más y mejores poemas tradicionalistas, lo que le sirvió de evidencia para demostrar que el clamor por los modernistas había ahogado sus voces. Las respuestas más favorables a la antología fueron las de Auden y John Betjeman, mientras que la más hostil fue la de Donald Davie, quien acusó al autor de «cinismo positivo» y de alentar «el triunfo perverso del filisteísmo, el culto del aficionado y la clase más débil de la identidad inglesa». Después de un período inicial de ansiedad por la recepción de su antología, Larkin disfrutó del clamor.
En 1971, Larkin retomó el contacto con su amigo de la escuela Colin Gunner, quien había tenido una vida picaresca. Su correspondencia mutua subsecuente ha adquirido notoriedad, ya que en esas cartas «fue particularmente franco sobre sus opiniones políticas y personales», expresando puntos de vista de derecha política y utilizando lenguaje racista. En el período entre 1973 y 1974, fue un miembro honorario del St John's College de Oxford y le fueron otorgados doctor honoris causa por parte de la Universidad de Warwick, la Universidad de Saint Andrews y la Universidad de Sussex. En enero de 1974, la Universidad de Hull le informó que dispondrían del edificio en Pearson Park donde vivía. Poco después, compró una casa apartada de dos plantas construida durante la década de 1950 en una calle llamada Newland Park, descrita por su colega universitario John Kenyon como «un aislamiento totalmente de clase media». Larkin, que se mudó a la casa en junio de ese año, pensaba que la propiedad, de cuatro habitaciones, era «muy distinguida» y aseguró: «No puedo decir que es el tipo de vivienda que es elocuente de la nobleza del espíritu humano».
Poco después de separarse de Maeve Brennan en agosto de 1973, Larkin asistió al servicio a la memoria de W. H. Auden en Christ Church, Oxford, con Monica Jones como su pareja oficial. Sin embargo, en marzo de 1975 recomenzó la relación con Maeve y tres semanas después inició un romance secreto con Betty Mackereth, quien había sido su secretaria durante veintiocho años, y le escribió el poema «We met at the end of the party». Pese a las dificultades lógisticas de tener tres relaciones a la vez, esta situación continuó hasta marzo de 1978. Desde entonces, él y Jones fueron una pareja monógama.
En diciembre de 2010, como parte de las conmemoraciones por el vigésimo quinto aniversario de su fallecimiento, la BBC emitió un programa titulado Philip Larkin and the Third Woman (Philip Larkin y la tercera mujer) centrado en su romance con Mackereth, en el que ella habló por primera vez sobre su relación. El programa incluyó la lectura de un poema secreto descubierto recientemente, «Dear Jake», y reveló que Mackereth fue una de las inspiraciones para sus obras.
Últimos años y fallecimiento
En 1982, Larkin cumplió sesenta años. Plasmó este hito en una colección de ensayos titulada Larkin at Sixty (Larkin a los sesenta), editada por Anthony Thwaite y publicada por Faber and Faber. También se emitieron dos programas de televisión dedicados a él: un episodio de The South Bank Show presentado por Melvyn Bragg, en el cual Larkin colaboró fuera de cámara, y un especial de media hora de la BBC que fue diseñado y presentado por el político Roy Hattersley.
En 1983, Jones fue hospitalizada con culebrilla. La gravedad de sus síntomas, incluyendo sus efectos en los ojos, llenó de angustia al poeta. A medida que la salud de Monica fue empeorando, fue necesitando más cuidados: en un mes se mudó a su casa de Newland Park y permaneció allí durante el resto de su vida.
En el servicio a la memoria de John Betjeman, quien falleció en julio de 1984, le ofrecieron a Larkin el puesto de poeta laureado. Lo rechazó, ya que sentía que hacía mucho tiempo que había dejado de ser un poeta en un sentido significativo. Al año siguiente, comenzó a sufrir de cáncer de esófago; el 11 de junio se sometió a una operación, pero los médicos descubrieron que el cáncer se había extendido y que era inoperable. El 28 de noviembre sufrió un colapso y volvió a ingresar en el hospital. Falleció cuatro días después, el 2 de noviembre de 1985, a los 63 años de edad, y fue sepultado en el cementerio municipal de Cottingham, cerca de Hull. Su lápida dice «Philip Larkin 1922–1985 Writer» («Philip Larkin 1922-1985 Escritor»).
Larkin había solicitado en su lecho de muerte que se destruyeran sus diarios. Jones, la principal beneficiaria de su testamento, y Betty Mackereth cumplieron con su pedido; Mackereth desmenuzó los diarios sin leer página por página y luego los incineró. Su testamento resultó ser contradictorio en relación a sus demás papeles privados y obras no publicadas; los consejos legales dejaron el asunto a discreción de sus ejecutores literarios, quienes decidieron que el material no debía destruirse. Cuando falleció, el 15 de febrero de 2001, Jones dejó un millón de libras para la Catedral de San Pablo de Londres, la Abadía de Hexman y la Catedral de Durham.
Producción creativa
Juventud y primeras obras
Desde su adolescencia, Larkin escribió «incesantemente», tanto poemas, inspirados en Eliot y W. H. Auden, como obras de ficción: escribió cinco novelas completas y las destruyó una por una poco después de terminarlas. Cuando estudiaba en Oxford publicó por primera vez un poema, «Ultimatum», en la revista The Listener. En esta época comenzó a utilizar un seudónimo para sus obras en prosa, Brunette Coleman: con este nombre escribió dos relatos, Trouble at Willow Gables y Michaelmas Term at St Brides (2002), además de una supuesta autobiografía y un manifiesto creativo, igualmente ficticio, llamado «Para qué escribimos». Richard Bradford ha escrito que estas curiosas obras muestran «tres registros: indiferencia cautelosa, ingenioso simbolismo sobreescrito y una pizca de Lawrence y de prosa que parece revelar los sentimientos involuntarios de excitación sexual por parte de su autor».
Después de estas obras, Larkin comenzó su primera novela publicada, Jill (1946). Fue publicada por Reginald A. Caton, un editor de pornografía apenas legal, quien también publicaba otras obras de ficción para cubrir sus actividades principales. Cuando Jill se encontraba en la fase de preparación para su publicación, Caton le preguntó si también se dedicaba a la poesía. Esto llevó a que tres meses antes de la publicación de Jill se publicara El barco del norte (1945), una colección de poemas escritos entre 1942 y 1944 que mostraron una influencia creciente de Yeats. Inmediatamente después de terminar Jill, Larkin comenzó a trabajar en la novela Una chica en invierno (1947), que completó en 1945. Faber and Faber fue la editorial encargada de publicarla y la novela obtuvo buenas críticas: The Sunday Times la describió como poseedora de «una presentación exquisita y casi intachable». En los años siguientes hizo por lo menos tres intentos de escribir una tercera novela, pero no fue más allá de un comienzo sólido.
Madurez
William Butler Yeats, cuyos poemas influenciaron a Larkin a mediados de la década de 1940.
Larkin alcanzó la madurez como poeta durante los cinco años que pasó en Belfast. Allí escribió la mayoría de los poemas de su siguiente colección publicada, Un engaño menor (1955), aunque ocho de los veintinueve poemas incluidos los había escrito a finales de la década de 1940. En este período, también realizó sus últimos intentos por escribir obras de ficción en prosa y ayudó muchísimo a su amigo Kingsley Amis con Lucky Jim, su primera novela publicada. En octubre de 1954, en un artículo de la revista The Spectator, se usó por primera vez el título The Movement (El movimiento) para describir una tendencia dominante en la literatura británica de posguerra. En 1953, el PEN Club Internacional publicó una antología poética e incluyó varios poemas suyos, junto con otros de Amis y Robert Conquest, y Larkin fue visto como parte del grupo. En 1951, Larkin compiló una colección denominada XX Poems, que había impreso en privado, con una tirada de solo cien copias. Muchos de los poemas publicados allí aparecerían en su siguiente volumen publicado.
En noviembre de 1955, The Marvell Press, una compañía independiente de Hessle (cerca de Hull) publicó Un engaño menor. Al principio el libro atrajo poca atención, pero en diciembre se lo incluyó en la lista de los Libros del año de The Times. Desde este momento creció la reputación del libro y las ventas aumentaron a lo largo de 1956 y 1957. Durante sus primeros cinco años en Hull, la cantidad de trabajo disminuyó su producción a un promedio de solo dos poemas y medio al año, pero, de todas formas, durante este período escribió algunos de sus poemas más reconocidos, tales como «Una tumba de Arundel», «Las bodas de Pentecostés» y «Aquí».
En 1963, Faber and Faber republicó Jill, con el añadido de una larga introducción escrita por él mismo que incluyó mucha información acerca de sus años en Oxford y su amistad con Kingsley Amis. El texto fue un preludio para el lanzamiento, al año siguiente, de Las bodas de Pentecostés, el volumen que sentó las bases de su reputación; casi inmediatamente después de su publicación obtuvo una membresía en la Royal Society of Literature. En los años siguientes, Larkin escribió varios de sus poemas más célebres, y a partir de la década de 1970 comenzó a redactar una serie de poemas más largos y sobrios, incluyendo «El edificio» y «The Old Fools». Todos estos poemas aparecieron en su colección final, Las ventanas altas, publicada en junio de 1974. Su uso más directo del lenguaje no atrajo elogios uniformes; no obstante, vendió más de veinte mil de copias solo en el primer año. Para algunos críticos, representa un retroceso con respecto a sus dos libros anteriores, aunque contiene varias de sus piezas más queridas, incluyendo «Este es el verso» y «La explosión», además del poema homónimo al título. «Annus Mirabilis» («Año de maravillas»), también de ese volumen, contiene la observación citada con frecuencia de que su vida sexual había comenzado en 1963, fecha que, según el narrador, había sido «muy tarde para mí»; sin embargo, había comenzado su vida sexual en 1945. Bradford, apoyado por algunos comentarios de las memorias de Maeve Brennan, sugiere que el poema conmemora el momento en que la relación de Larkin con Brennan pasó de ser romántica a sexual.
Más adelante en 1974, comenzó a trabajar en su último poema importante publicado, «Aubade». Lo terminó en 1977 y fue publicado en el número del 23 de diciembre de The Times Literary Supplement. Después de «Aubade», Larkin escribió solo un poema que ha atraído la atención de la crítica, «Love Again», publicado de forma póstuma e intensamente personal.
Estilo poético
La poesía de Thomas Hardy fue la influencia que ayudó a Larkin a alcanzar su estilo maduro.
El estilo poético de Larkin ha sido caracterizado como una combinación de «un estilo ordinario y coloquial, con claridad, un tono tranquilo y reflectivo, subestimaciones irónicas y un compromiso directo con las experiencias triviales», mientras que Jean Hartley resumió su estilo como una «mezcla picante de lirismo y descontento».
Sus primeras obras mostraban la influencia de Eliot, Auden y Yeats, y el desarrollo de su identidad poética madura a principios de la década de 1950 coincidió con la creciente influencia de Thomas Hardy sobre él. Su estilo «maduro», evidenciado por primera vez en Un engaño menor, es «el de un observador apartado, a veces lúgubre y otras veces tierno» quien, en palabras de Hartley, observa «a personas ordinarias haciendo cosas ordinarias». Su personalidad poética madura se destaca por su «sencillez y escepticismo». Otras características recurrentes de las obras de su madurez son aperturas repentinas y «formas de verso muy estructuradas, pero flexibles».
Terence Hawkes ha señalado que mientras la mayoría de los poemas en El barco del norte son «de naturaleza metafórica, muy embebidos en las letras simbolistas de Yeats», el desarrollo posterior del estilo maduro de Larkin «no es un pasaje de Yeats a Hardy, sino un rodeo del momento yeatsiano (la metáfora) dentro de un marco del estilo de Hardy». Según Hawkes, «sus poemas giran alrededor de dos pérdidas: la pérdida del modernismo, que se manifiesta como 'el deseo de encontrar un momento de epifanía', y la pérdida de Inglaterra, o del Imperio Británico, que requiere que Inglaterra se defina a sí misma según sus propios términos cuando antes se podía definir el 'ser británico' en oposición con otra cosa».
En 1972, Larkin escribió el muy citado «Going, Going», un poema que expresa un fatalismo romántico en relación a su visión de Inglaterra, típica de sus últimos años. En el poema, predice una completa destrucción del campo, y expresa un sentido idealizado de unión e identidad nacionales: «E Inglaterra se irá... persistirá en las galerías; pero todo lo que quedará para nosotros será concreto y neumáticos». El poema termina con una afirmación contundente: «Solo creo que sucederá, pronto».
Su estilo está ligado con las temáticas y ámbitos a los que más recurrió en sus poemas, que incluyen a la muerte y el fatalismo, como en su último poema importante, «Aubade». El poeta Andrew Motion ha dicho sobre estos poemas que «su furia o desprecio siempre se evidencian a través de su lenguaje y de las satisfacciones de su articulado control formal», y contrasta dos aspectos de su personalidad poética: por un lado, el entusiasmo por los «momentos simbolistas» y la «narrativa libremente imaginativa», y por el otro lado la «factualidad sin remordimientos» y la «crudeza del lenguaje». Motion define esto como «una lucha de por vida entre opuestos» y concluye asegurando que su poesía es típicamente «ambivalente»: «Sus tres colecciones maduras han desarrollado actitudes y estilos de audacia imaginativa: en sus prolongados debates con la desesperación, dan condolencias en forma general, contienen pasajes de belleza con frecuencia trascendentales y demuestran una inclusividad poética que tiene grandes consecuencias para sus herederos literarios».
Obras de no ficción en prosa
Larkin fue un destacado crítico del modernismo en el arte y la literatura contemporáneos. Su escepticismo se muestra en su forma matizada y esclarecedora en Required Writing, una colección de sus críticas a libros y ensayos, y en su forma inflamada y polémica en su introducción a su colección de críticas de jazz, All What Jazz, obtenidas de las 126 columnas escritas para The Daily Telegraph entre 1961 y 1971. Estas críticas son un ataque al jazz moderno y crecen hasta convertirse en una crítica total hacia el modernismo en las artes. Pese a la reputación que adquirió a conciencia como enemigo del modernismo, las críticas recientes hacia sus obras las han identificado como poseedoras de algunas características propias del modernismo.
Legado
Críticas a sus obras
Cuando fue publicado por primera vez, en 1945, El barco del norte recibió una sola crítica, en el Coventry Evening Telegraph, que concluyó diciendo: «El Sr. Larkin tiene una visión interna que debe buscarse con cuidado. Su recóndita imagen está formada por frases que, a su vez, compensan mediante una especie de belleza melancólica sus carencias de lucidez. Sus lectores deben estar, en el presente, confinados a un círculo pequeño. ¿Llegarán sus obras a un público más amplio a medida que su capacidad literaria vaya mejorando?» Unos pocos años después, sin embargo, el poeta y crítico Charles Madge leyó el libro y le escribió a su autor elogiándolo por él. En 1966, cuando se relanzó la colección, los editores presentaron el libro como una obra de su juventud, y las críticas fueron amables y respetuosas; Elizabeth Jennings de The Spectator fue quien brindó el elogio más rotundo, diciendo: «pocos cuestionarán el valor intrínseco de El barco del norte, o la importancia de que sea reimpreso. Es bueno saber que Larkin podía escribir tan bien siendo tan joven».
The Times fue el primer medio que detectó Un engaño menor y lo incluyó en su Lista de Libros de 1955. A partir de ese momento, recibió varias críticas; la mayoría hizo hincapié en el impacto emotivo del libro y en su lenguaje «ingenioso y sofisticado». Los críticos de The Spectator opinaron que la colección «podría llegar a ser la mejor publicación en el país desde la guerra»; G. S. Fraser, en referencia a la asociación con The Movement, señaló que el autor ejemplificó «todo lo bueno de este 'nuevo movimiento' y ninguno de sus defectos». El The Times Literary Supplement lo describió como «un poeta de importancia excepcional», y en junio de 1956 el Times Educational Supplement le dio su visto bueno: «Tan nativo como una ostra de Whitstable, tan preciso en la expresión del pensamiento y la experiencia contemporáneos como cualquier otra cosa escrita en nuestra época, tan inmediato en su exhortación como la poesía lírica de antaño, podrá ser considerado por la posteridad como un monumento poético que marca el triunfo sobre la mistificación sin forma en los últimos veinte años. Con la poesía de Larkin, está yendo de regreso hacia el público promedio».
Sin embargo, en su momento existieron reacciones negativas: David Wright escribió en la revista Encounter que Un engaño menor sufrió de «la parálisis de escribir sobre lo seguro»; en abril de 1957, Charles Tomlinson escribió una columna para el periódico Essays in Criticism, titulada «La musa promedio», en la que atacó a los poetas de The Movement por su «media a escasa cultura», su «capacidad mental suburbana» y su «localismo», y criticó el sentido de la derrota «protector» de Larkin en particular. En 1962 A. Alvarez, el compilador de la antología The New Poetry, acusó al poeta de «pretencioso de pertenecer a la elite e incapaz de lidiar con los extremos violentos de la vida contemporánea».
Cuando se publicó Las bodas de Pentecostés, Alvarez continuó con sus ataques en una crítica en The Observer, en la que se quejó de la «circunspección aburrida» de las temáticas de los poemas de la antología. Sin embargo, elogió las críticas como compensación. John Betjeman opinó que el autor había «cerrado la brecha entre la poesía y el público, que los experimentos y la oscuridad de los últimos cincuenta años hicieron tanto por ampliar». En The New York Review of Books Christopher Ricks escribió sobre el «refinamiento de la autoconciencia, por lo general impecable en su ejecución» y su capacidad para reunir «el mundo de todos, el lugar donde, al final, encontramos nuestra felicidad, o jamás la encontramos». Señaló que en su opinión Larkin era el mejor poeta de Gran Bretaña en ese momento.
En su biografía, Richard Bradford escribió que las críticas hacia Ventanas altas mostraron una «admiración genuina», pero nota que la mayoría encontró problemas al describir «al genio trabajando» en poemas tales como «Annus Mirabilis», «La explosión» y «El edificio», y explicó también por qué los críticos creían que todos eran tan «radicalmente diferentes» el uno del otro. Robert Nye de The Times superó este problema «tratando las diferencias como máscaras poco efectivas ante una presencia consistentemente repugnante».
En Larkin at Sixty, entre los retratos de amigos y colegas tales como Kingsley Amis, Noel Hughes y Charles Monteith y poemas dedicados escritos por John Betjeman, Peter Porter y Gavin Ewart, varios críticos y poetas analizaron las diferentes fases de la producción literaria de Larkin: Andrew Motion, Christopher Ricks y Seamus Heaney analizaron los poemas, Alan Brownjohn las novelas y Donald Mitchell y Clive James sus críticas de jazz.
Críticas a Larkin
S. K. Chatterjee habla de la importancia de los factores económicos, sociopolíticos y culturales en la obra de Larkin.
En 1980, Neil Powell escribió que «Tal vez sea justo decir que Philip Larkin es menos aclamado en los círculos académicos que Thom Gunn o Donald Davie». Pese a esto, en los años recientes su imagen ha mejorado y su obra ha sido analizada con mayor profundidad. En palabras de Tijana Stojkovic, «el poeta es un ejemplo excelente del estilo plano en los tiempos modernos». Robert Sheppard señaló que «hay un consenso general acerca de que su obra es ejemplar». Según Keith Tuma, «Larkin es el poeta más célebre y probablemente el más exitoso de The Movement; su poesía va más allá de lo que indica su reputación de pesimista severo y sus anécdotas de un hombre de clase media decepcionado».
El libro Philip Larkin: Subversive Writer (Philip Larkin: escritor subversivo) de Stephen Cooper abarca el tema del carácter cambiante de los estudios de Larkin. Cooper señala que «La interacción de signos y motivos en las primeras obras orquesta una subversión hacia las actitudes convencionales que se tienen con respecto a la clase, el género, la autoridad y el sexo». Cooper lo identifica como un escritor progresivo, y percibe en las cartas una «demanda por un concepto alternativo de la masculinidad, la femineidad y la organización social y política». Analiza sus obras completas, incluyendo su correspondencia no publicada, para desmentir su imagen de reaccionario racista y misógino. En vez de eso, identifica una «imaginación subversiva» en la persona del autor. En particular, destaca «el rechazo del poeta hacia la hipocresía de las políticas sexuales convencionales, que dificultan las vidas de ambos sexos en proporciones iguales».
En un estilo similar al de Cooper, Stephen Regan nota en un ensayo titulado «Philip Larkin: a late modern poet» que éste solía apoyar instrumentos asociados con las prácticas experimentales del modernismo, tales como «la extrañeza lingüística, la literariedad autoconsciente, el autocuestionamiento radical, los cambios repentinos de voz y registro, los puntos de vista y perspectivas complejas y la intensidad simbolista».
Otra indicación de esta nueva dirección es la opinión crítica de S. K. Chatterjee, quien dijo que «Larkin ya no es solo un nombre, sino una institución, un monumento cultural nacional británico moderno». La opinión que Chatterjee tenía sobre el poeta se basa en un análisis detallado de su estilo poético. Notó un desarrollo desde sus primeras obras hasta las últimas, con un cambio en el estilo «desde la opulencia verbal a través de un reconocimiento de la autoironía y la autonegación del potencial del lenguaje hasta un dominio lingüístico donde lo que siempre fue incompatible (como las oposiciones binarias tradicionales entre lo absoluto y lo relativo, lo abstracto y lo concreto, las caídas y los ascensos y lo individual y lo múltiple) se descubre como el último bloque de un artista que aspira a crecer por sobre el punto muerto de lo mundano». Esto contrasta con una antigua opinión, que aseguraba que su estilo apenas había cambiado a lo largo de su carrera poética. Chatterjee identifica este punto de vista como tipificado por el comentario de Bernard Bergonzi de que «la poesía de Larkin no se desarrolló entre 1955 y 1974». Sin embargo, para Chatterjee, la poesía responde en gran medida a «varios factores económicos, sociopolíticos, literarios y culturales».
Chatterjee sostiene que «El lado positivo de la visión de la vida de Larkin se esconde debajo del barniz derrotista de su poesía». Este positivismo, según Chatterjee, se evidencia de manera más notable en sus últimas obras. A lo largo de su carrera poética, «el desarrollo actitudinal más notable se ve en su opinión sobre la vida, que pasó de ser casi irremediablemente sombría y pesimista en El barco del norte a ser cada vez más y más positiva con el paso del tiempo».
La idea de que Larkin no fue un nihilista o un pesimista, sino que demostró optimismo en sus obras, no es apoyada de manera universal, pero el extenso estudio de Chatterjee sugiere el grado al que están trascendiendo los viejos estereotipos de su persona. Un ejemplo clásico de estos estereotipos es el juicio de Bryan Appleyard (citado por Maeve Brennan) de que los escritores que «han adoptado una postura personal de pesimismo extremo y aversión hacia el mundo [...] Ninguno ha hecho tanto hincapié en la pequeñez y la trivialidad como Larkin el hombre». Las críticas recientes hacia el poeta demuestran un grupo de valores más complejo en sus poemas y a través de la totalidad de sus obras.
Matthew Johnson ha resumido el debate y ha observado que la mayoría de las críticas hacia él «no analizan realmente al hombre, sino que discuten de una manera codificada e implícita los supuestos valores del 'ser británico' que él representa». Las diversas y cambiantes opiniones acerca del ser británico se reflejan en las opiniones cambiantes hacia Larkin y hacia el interés intelectual más sostenido por el carácter nacional inglés, como se demuestra en las obras de Peter Mandler, quien explica por qué hay un aumento en el interés profesional hacia Larkin.
Obras
Poesía
The North Ship, The Fortune Press, 1945, ISBN 9780571105038
XX Poems, Privately Printed, 1951
The Less Deceived, The Marvell Press, 1955, ISBN 978-0900533068
«Church Going»
«Toads»
«Maiden Name»
«Born Yesterday» (escrito por el nacimiento de Sally Amis)
«Lines on a Young Lady's Autograph Album»
The Whitsun Weddings, Faber and Faber, 1964, ISBN 9780571097104
«The Whitsun Weddings»
«An Arundel Tomb»
«A Study of Reading Habits»
«Home is So Sad»
«Mr Bleaney»
High Windows, Faber and Faber, 1974, ISBN 9780571114511
«This Be The Verse»
«Annus Mirabilis»
«The Explosion»
«The Building»
«High Windows»
Thwaite, Anthony, ed. (1988), Collected Poems, Faber and Faber, ISBN 0-571-15386-0
«Aubade» (publicado por primera vez en 1977)
«Party Politics» (último poema publicado)
«The Dance» (no terminado ni publicado)
«Love Again» (no publicado)
Thwaite, Anthony, ed. (2003), Collected Poems, Faber and Faber, ISBN 9780571216543
The North Ship
The Less Deceived
The Whitsun Weddings
High Windows
Dos apéndices de todos los demás poemas publicados, incluyendo XX Poems
Ficción
Jill, The Fortune Press, 1946, ISBN 9780571225828
A Girl in Winter, Faber and Faber, 1947, ISBN 9780571225811
Booth, James, ed. (2002), «Trouble at Willow Gables» and Other Fiction 1943–1953, Faber and Faber, ISBN 0-571-20347-7
No ficción[editar · editar código]
All What Jazz: A Record Diary 1961–1971, Faber and Faber, ISBN 9780571134762
Required Writing: Miscellaneous Pieces 1955–1982, Faber and Faber, 1983, ISBN 9780571131204
Further Requirements: Interviews, Broadcasts, Statements and Book Reviews 1952–1985, Faber and Faber, ISBN 9780571216147
Larkin, Philip (1979), Brennan, Maeve, ed., 'A Lifted Study-Storehouse': The Brynmor Jones Library 1929–1979, updated to 1985, The Brynmor Jones Library 1929–1979, Hull University Press, 1987, ISBN 0-85958-561-1
Larkin, Philip, ed. (1973), The Oxford Book of Twentieth-Century English Verse, Oxford University Press, ISBN 978-0198121374
Thwaite, Anthony, ed. (1992), Selected Letters of Philip Larkin, 1940–1985, Faber and Faber, ISBN 0-571-17048-X
Thwaite, Anthony, ed. (2010), Letters to Monica, Faber and Faber, ISBN 0-571-23909-9
Libros editados en español
Ventanas altas, Lumen, 1990, ISBN 9788426427618
El barco del norte, Acuarela, 1991, ISBN 9788493026905
Un engaño menor, Comares, 1991, ISBN 9788487708060
Ventanales en lo alto y otros poemas, Universidad Autónoma Metropolitana, 1993, ISBN 9789706200457
Poemas sueltos (1964-1984), Diputación provincial de Albacete, 1995, ISBN 9788486919887
All What Jazz: Escritos sobre jazz, Paidós, 2004, ISBN 9788449315565
Jill, Lumen, 2007, ISBN 9788426416087
Las bodas de Pentecostés, Lumen, 2007, ISBN 9788426416094
Para países de maleza,
para nómadas entre rocas,
tatuadas y enanas tribus
y familias a cal y canto
en el alba gris de las fabricas,
la vida es un morirse lentamente.
Y son sus distintas maneras
de edificar y bendecir,
medir el amor y el dinero
modos de lenta muerte. El día
dedicado a matar un cerdo
o a tener una fiesta en el jardín;
las horas que dan testimonio
o traen hijos se encaminan
a la muerte igual de lentas.
Y hay para quienes todo esto
no significa nada, y otros
que se quedan sin nada que decir.
(de: Las bodas de Pentecostés,
Pre-textos, Valencia, 1991)
(Versión de Álvaro García)
IGNORANCIA
Raro no saber nada; no estar nunca seguro
de qué es bueno o real o verdadero:
tener que habilitar los me parece,
por lo visto es asi:
cualquiera sabe.
Raro desconocer el mecanismo de las cosas,
su arte para dar con lo que buscan,
su intuición de la forma, su siembra puntual,
su estar siempre dispuestas a los cambios;
es raro, sí-,
vestir, incluso, tal conocimiento
—nos rodea nuestra carne de decisiones suyas—
y de tal modo andar siempre entre imprecisiones,
que el día en que empezamos a morimos
seguimos sin idea del porqué.
(de: Las bodas de Pentecostés,
Pre-textos, Valencia, 1991)
(Versión de Álvaro García)
VENTANAS ALTAS
Cuando veo una parejita e imagino
que él se la folla y ella toma
píldoras o usa un diafragma,
sé que es ése el paraíso
que todo viejo soñó la vida entera:
ataduras y prejuicios desechados
como una cosechadora obsoleta, y los jóvenes
deslizándose sin límites, ladera abajo,
hacia la felicidad. Me pregunto si
cuarenta años atrás, mirándome, alguien
habrá pensado: Eso es vida;
nada de Dios, ni de sudar de noche
pensando en el infierno, ni de ocultar
lo que opinas del pastor. Ese y sus
amigos se deslizarán, maldita sea,
libres como pájaros. Y de inmediato,
más que en palabras, pienso en ventanas altas:
el cristal en donde cabe el sol y, más allá,
el hondo aire azul, que nada muestra,
y no está en ninguna parte, y es interminable.
(De: Ventanas altas,
Lumen, 1989)
(Traducción: Marcelo Cohen)
VERS DE SOCIETE
Mi esposa y yo hemos invitado a una gentuza
a que vengan a perder el tiempo a casa: ¿te atreves
a ser de la partida? Pero qué mierda, amigo.
Acaba el día.
La estufa respira, oscuramente los árboles se mecen.
Por lo tanto: Querido Warlock-Williams, lo lamento...
Gracioso lo difícil que es quedarse solo.
Podría pasarme, si quisiera, la mitad de las noches
sosteniendo una copa de jerez insulso, inclinado
para oír las tonterías de una zorra
que no ha leído otra cosa que revistas;
pensad en cuánto tiempo libre se ha escurrido
hacia la nada porque uno lo llenó
con caras y cubiertos, en vez de aprovecharlo
bajo una lámpara, oyendo cómo sopla el viento
y asomándose a ver la luna convertida
en navaja afilada por el aire.
Una vida, y sin embargo cuan duramente nos inculcan:
toda soledad es egoísta. Nadie hoy
cree al eremita de andrajos y escudilla
que habla con Dios (también éste se fue); el gran deseo
es tener gente que sea simpática con uno,
lo cual en cierto modo significa retribuirlo.
La virtud es social. ¿Entonces son estas rutinas
una forma de jugar a la bondad, como ir a misa?
¿Algo aburrido, que hacemos no muy bien
(interesarnos por la investigación de aquel idiota)
pero con sentimiento, pues, aun groseramente,
nos señala el buen ejemplo?
Demasiado sutil. Y decoroso, encima. Oh, diablos,
sólo los jóvenes son libres de estar solos.
Para tener compañía queda ahora menos tiempo
y a menudo permanecer bajo la lámpara
no ofrece paz, sino otras cosas.
Remordimiento y fracaso esperan en la sombra
susurrando Querido Warlock-Williams: por supuesto...
(De: Ventanas altas,
Lumen, 1989)
(Traducción: Marcelo Cohen)
EL PASADO COMO REFERENCIA
Esa era muy bonita, oí que me gritabas
desde el pobre vestíbulo hasta el pobre
cuarto en que yo ponía, con desgano,
un disco y otro disco,
perdiendo el tiempo en casa —algo que tú
tanto quisiste hacer.
Era el Riverside Blues, de Oliver. Y ahora
siempre recordaré, supongo, cómo
el tropel de las notas que esos negros antiguos
soplaron con el aire de Chicago
en las grandes cornetas de nostalgia, preeléctricas,
en el año siguiente al que nací
tres decadas después, tendió de pronto un puente
de tu pobre vejez
a mi juventud pobre.
La verdad es que, aunque el tiempo es nuestro
medio,
cuesta mucho adaptarse a las distancias largas
que se abren en la vida a cada instante.
Lo unen a uno a sus pérdidas. Peor,
muestran lo que tenemos bajo su antigua forma,
sin merma, deslumbrante, como si,
con un comportamiento diferente,
lo hubiéramos podido conservar.
(de: Las bodas de Pentecostés,
Pre-textos, Valencia, 1991)
(Versión de Álvaro García)
SITIOS Y AMANTES
No, nunca he encontrado
el lugar donde pueda
decir ésta es mi tierra,
aquí me quedaré;
ni a ese ser especial
con súbito derecho
sobre cuanto poseo,
incluido mi apellido;
hallarlos tal vez prueba
que otra opción no se quiere
sobre sitios o amantes:
les pides que te dejen
irrevocablemente
para no ser culpable
si la ciudad se vuelve dura,
o tonta la niña.
Pero, al no hallarlos nunca,
tu sino es comportarte
como si lo que aceptas
te hubiese encandilado;
y más vale olvidarse
de pensar que uno pueda
encontrar todavía,
si no le han hecho falta,
su hogar o su pareja.
(de: Las bodas de Pentecostés,
Pre-textos, Valencia, 1991)
(Versión de Álvaro García)
CONVERSAR EN LA CAMA
Debiera ser muy fácil conversar en la cama,
tan lejos se remonta ese yacer ahí juntos:
símbolo de franqueza entre dos seres.
No obstante, pasa y pasa calladamente el tiempo.
Afuera, la incompleta agitación del viento
hace y deshace nubes por el cielo
y el horizonte es cúmulo de ciudades oscuras.
Nada nos hace caso. Nada demuestra cómo
a esta distancia única del aislamiento
se vuelve aún más difícil encontrar
palabras a la vez ciertas y amables,
o no del todo falsas y groseras.
(de: Las bodas de Pentecostés,
Pre-textos, Valencia, 1991)
(Versión de Álvaro García)
ESTUDIO SOBRE LOS HÁBITOS DE LECTURA
Antes, cuando enfrascarme en algún libro
me salvaba de todo excepto del colegio,
merecía la pena destrozarse la vista
para saber que aún podía estar tranquilo
e ir dando viejos ganchos de derecha
a tipos asquerosos de dos veces mi talla.
Más tarde, con un dedo de cristal en las gafas,
el mal era mi juego favorito:
yo, mis colmillos y mi capa negra
pasamos una época estupenda en lo oscuro.
Castigué a las mujeres con el sexo:
como a merengues las hacía trozos.
Ahora no leo mucho: ya estoy harto
del que deja a la chica antes que llegue el héroe
y del chino que tiene un almacén.
Los tengo ya muy vistos. Al diablo:
los libros me parecen una mierda.
(de: Las bodas de Pentecostés,
Pre-textos, Valencia, 1991)
(Versión de Álvaro García)
LOS ÁRBOLES
Los árboles ya dan retoños
como algo no del todo dicho;
brotes recientes, calmos, se dispersan
en un verdor que es casi una pena.
¿Es acaso que vuelven a nacer
y nosotros declinamos? No, pues también ellos
mueren. El repetido ardid de renovarse
queda escrito en anillos de madera.
Y sin embargo, incansables, cada mayo
los castillos se desgranan en plena densidad.
Ha muerto un año, parece que dijeran;
comienza, comienza tú también de nuevo.
(De: Ventanas altas,
Lumen, 1989)
(Ttraducción: Marcelo Cohen)
LOS VIEJOS BOBOS
¿Qué creerán que ha pasado, los viejos bobos,
para que estén así? ¿Supondrán quizá que en cierto modo uno
es más maduro cuando le cuelga la quijada, y se babea,
y se mea a cada rato, y no recuerda
quién llamó por la mañana? ¿O que, si lo quisieran,
podrían volver a la noche que bailaron hasta la madrugada,
o al día de su boda, o a un septiembre de brazos enlazados?
¿O se imaginarán que en realidad nada cambió
y siempre se comportaron como inválidos o paralíticos,
o pasaron los días en un continuo, sutil sueño, mirando el flujo
de la luz. Si no lo creen (y si no pueden), qué raro es:
¿por qué no gritan?
Al morir uno se rompe: los pedazos que uno era
empiezan a dispersarse velozmente para siempre,
sin testigos. Cierto, es tan sólo olvido: antes
ya lo conocimos. Pero entonces era pasajero
y continuamente se fundía con el afán inigualable
de que se abriera la flor de innumerables pétalos
del estar aquí. La próxima vez no vamos a poder fingir
que hay algo por delante. Y son éstos los primeros signos:
no haber oído quién, no saber cómo; la capacidad
de elegir, perdida. El aspecto los delata:
manos de sapo, pelo ceniciento, cara de pasa...
¿cómo pueden ignorarlo?
Quizá ser viejo sea tener cuartos iluminados
en la cabeza, y dentro gente actuando.
Gente conocida, pero sin nombre cierto; cada persona alzándose
como una pérdida devuelta, asomándose por puertas familiares,
girando una lámpara, sonriendo en la escalera, tomando
del estante un libro conocido; o a veces solamente
los cuartos mismos, sillas y fuego en el hogar,
la mata agitada en la ventana, o la amistad
tenue del sol en la pared, cuando cesa la lluvia,
en una solitaria tarde de verano. Allí viven:
no aquí y ahora, sino donde todo sucedió una vez.
Por eso dan una sensación
de confundida ausencia, porque aunque intenten
estar allí, aquí se quedan. Pues los cuartos se alejan
dejando un frío incompetente, el gasto continuo
de tomar aliento, y ellos, encogidos, al pie de la montaña
de la extinción, los viejos bobos, sin advertir
cuán cerca está. Quizá por eso están tranquilos:
para ellos, el pico que siempre tenemos todos a la vista
ya es tierra elevada. ¿Acaso no vislumbran nunca
qué los demora, y cómo acabará? ¿Ni por la noche?
¿Ni cuando llega gente extraña? ¿Ni una vez siquiera
en toda la odiosa inversión de la niñez? Bien,
ya lo descubriremos.
(De: Ventanas altas,
Lumen, 1989)
(Traducción de Marcelo Cohen)
El EDIFICIO
Más alta que el hotel más elegante
la cresta luminosa se divisa desde lejos, pero ved,
alrededor suben y bajan callejuelas
como un gran suspiro del siglo pasado.
Son despreciables los conserjes; los vehículos
que llegan no son taxis; y en el vestíbulo, además
de enredaderas, cuelga un olor amenazante.
Hay novelitas, y té en las muchas tazas,
como en los aeropuertos, pero esos que dóciles ocupan
las hileras de sillas de acero, hojeando revistas ajadas,
no vienen de lejos. Las ropas de salir,
las bolsas de compras medio llenas, las inquietas caras
resignadas parecen de autobús local, sí bien
cada tanto aparece una especie de enfermera
para llevarse a alguno: los demás apoyan
la taza en el platito, tosen o buscan en el suelo
un guante o un papel caído. Humanos, sorprendidos
en campo curiosamente neutro, con nombres y hogares
en suspenso repentino; jóvenes algunos,
otros viejos, la mayoría de esa vaga edad que marca
el fin de las opciones, la última esperanza; y todos
vienen a confesar que hay algo que no anda.
Ha de tratarse de un defecto serio,
pues mirad cuántos pisos exige, a qué altura
está llegando y cuánto dinero se ha invertido
en corregirlo. Fijaos en la hora,
las once y media de un día laborable,
y en estos excluidos de él; mirad, en tanto suben
a los niveles señalados, cómo sus ojos se investigan
mutuamente, imaginando; en el camino alguien
pasa empujado sobre ruedas, en gastadas sábanas de guardia.
También ellos lo ven. Están tranquilos. Descubrir
que comparten algo nuevo los serena,
pues tras las puertas hay habitaciones, y tras éstas otras,
y más habitaciones todavía, cada cual más lejos
y de retorno más difícil, ¿y quién sabe
cuál verá, y cuándo? Por el momento esperan,
la mirada en el patio. Fuera todo es harto viejo:
ladrillos, caños revestidos, y alguien caminando
hacia el aparcamiento, libre. Más allá del portón,
el tráfico; una iglesia bajo llave; breves calles en terraza
donde juegan niños, y muchachas con peinados
van a las tintorerías... Oh, mundo,
tus amores, tus azares, están fuera del alcance
de las manos que aquí esperan. Irreales, pues,
son un sueño tocante en donde caemos todos con el mismo arrullo,
pero del cual despertamos separados. Vanidad, en él,
e ignorancia protectora se congelan
para acarrear la vida, y sólo se derrumban
cuando nos llaman a un pasillo (pues ahora la enfermera
vuelve a hacer señas...). Cada uno al fin
se levanta y va. Algunos saldrán al mediodía, o a las cuatro.
Otros, sin saberlo, han venido a unirse
a la congregación oculta que en hileras blancas
yace apartada, arriba: mujeres, hombres,
jóvenes, viejos; crudas caras de la única moneda
que se acepta aquí. Todos saben que morirán.
No aún, tal vez, no aquí, pero algún día
y en un sitio como éste. Tal el significado
de este peñasco regular; un afán de trascender
la idea de la muerte, pues salvo que su poder supere
al de las catedrales, nada impide
que el ocaso llegue, aunque multitudes lo intenten cada tarde
con débiles, pródigas flores propiciatorias.
(De: Ventanas altas,
Lumen, 1989)
(Traducción de Marcelo Cohen)
Gran poeta, con un toque planetario en pesimismo y una cotidianidad elevada a antología.
ResponderEliminar