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sábado, 11 de agosto de 2012

Un girasol que no mira al sol.



Acabó la siega, hay una máquina que peina y amontona.




Color amarillo de trigo. Los pájaros van a la rebusca, tal vez encuentren algún tesoro  entre las cañas cortadas.


Color amarillo de girasol. Me dan la espalda... el cáliz. Miles de flores  orientadas hacia donde sale el sol.


Pero, ahí, en la segunda fila, una corola se vuelve hacia los paseantes de la carretera. Mi sombra lo saluda. Es un girasol que no mira al sol como los demás.

Un niño me pregunta: ¿Está ciego el girasol? Yo le contesto: no, tal vez ve lo que otros no ven.

Gracias por compartir conmigo un momento del verano. Un momento y un girasol...

Un abrazo de María Ángeles Merino

Podéis consultar este enlace:
http://es.wikipedia.org/wiki/Heliotropismo

lunes, 4 de junio de 2012

El mejor verano de la perra Baldomera.


Agosto de 2011. Calor y hora de la siesta. Campos de siega. El monasterio benedictino de Palacios de Benaver (Burgos) proyecta su sombra sobre las baldosas. Tal vez pase desapercibido un bulto oscuro delante de los  románicos muros. 



Hacemos “zoom”. Un perro sestea plácidamente con las patas bien estiradas disfrutando del fresco pavimento y de una tranquila digestión.


Era  una perra mestiza que alguien abandonó  por aquí cerca o por allá lejos, vaya usted a saber.  Un animal sin nombre, sin chip ni pedigree. En primavera comenzó su ronda por el “barrio chico” del pueblo, flaca muy flaca, tremendamente desconfiada y  hambrienta. Buscó un rincón donde pasar las noches. Como le dieron algo de comer, decidió quedarse ; los humanos de por aquí  no le parecieron  tan  malos como otros que tristemente había conocido. Nunca, nunca dejó de guardar una prudente distancia. Hacía bien.


Y no sólo comida, también encontró a un buen compañero. Vino del barrio grande y no estaba abandonado. Eso sí, gozaba de la libertad de ser perro de pueblo. Pequeño, de color canela, tan distinto; pero no la dejaba ni a sol ni a sombra.

Baldomera , así la bauticé yo, prestó quedó preñada de su paticorto amigo. Dicen que parió una surtida camada, con características paternas y maternas en extraña mezcolanza. De ellos, sólo conocí, más tarde, a uno. Aquí tenéis al cachorro superviviente, lo recogió un hombre del pueblo que le puso de nombre “Lobito”.




Guau. Me llamo Lobito, aunque está bien claro que soy un perro. Me pusieron ese nombre por lo de “perro lobo”. Algo de eso tengo porque algo  tenía mi mamá, tampoco mucho, ya lo veis. Digo tenía porque ya no está aquí. Un día, empezó a hacer un poco de frío y se la llevaron unos hombres. La atraparon con cuerdas, la metieron en un coche grande y ya no la vi más. Una mujer decía  que eran de la protectora, otra decía algo de una perrera. Alguien se había quejado, era muy ladradora.

Espero que esté bien allá donde esté, desde aquí la digo que echo de menos sus lametones. Y que esté tranquila, que mi amo me trata bien. Guau. Guau. Aunque me ata para que no me escape. Guau. Guau.

Espero que os haya gustado compartir conmigo esta historia que tenía guardada desde el verano pasado. Un abrazo de:

María Ángeles Merino

lunes, 21 de junio de 2010

Verano, presto.



Las cuatro estaciones de Vivaldi - Verano, Presto. Por Stuttgartt Chamber Orchestra. Director: R. Kussmaul, VI.