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lunes, 28 de diciembre de 2009

¿Qué hacen con una barca por el Ebro? Y ¿En qué parte del Ebro están? ¿Dónde nace? ¿ O han llegado por fin a Zaragoza?




Éste sí es el Ebro.

Ele Bergón dijo...

¡Buf! qué llego tarde, pero es que estos días de vacas, pues como que no apetece mucho esto de escribir, pero es que me traéis malas noticias de mi padre Sancho. ¡Qué empeño tiene en seguir con El Alonso si por su culpa sólo recibe golpes y más golpes y disguto tras disgusto. Estoy furioso.

¿Qué hacen con una barca por el Ebro? Y ¿En qué parte del Ebro están? ¿Dónde nace? ¿ O han llegado por fin a Zaragoza? o por el contrario, ¿se han desviado y han llegado al mar? Vete tú a saber porque con estos dos cualquier cosa se puede esperar de ellos y luego dicen que nosotros los adolescentes somo un desastre, pues anda que algunos que tienen ya muchiiiisimos años parecen crios de dos años.

¡Como presume el Alonso de tanto meridiano, paralelo, equinocios, solsticios y demás. Ya lo he estudiado yo en Sociales un montón de veces y creo que esta vez lo he aprobado. Claro que la profe es más maja....

Feliz Año Nuevo a todos, troncos

Choque de manos

El Sanchico


Pedro Ojeda dijo en "La acequia":

"El Sanchico, vía Ele Bergón, según nos dice Abejita, nos felicita las fiestas de forma bien original y después se preocupa por su padre, pero se le nota que va mal en geografía, perdón, cono. Amenaza con ser un poco gamberro al no estar su padre, pero sé que es un buen chaval."

Leer más: http://laacequia.blogspot.com/search/label/Para%20una%20lectura%20de%20El%20Quijote#ixzz0b6Sfk9UL
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viernes, 25 de diciembre de 2009

"...la amenidad de sus riberas, la claridad de sus aguas, el sosiego de su curso y la abundancia de sus líquidos cristales"(1)



No es el Ebro, pero también merece palabras bonitas. Es mi río...

Primera parte del comentario al capítulo 29,2 del Quijote, publicado en "La acequia".

"De la famosa aventura del barco encantado"

Este capítulo comienza con ecos de Garcilaso de la Vega. Don Quijote cual Nemoroso, pero eufórico, no apesadumbrado. Mil amorosos pensamientos se renuevan en su memoria. El Ebro con su alegre vista y don Quijote. El viejo hidalgo contempla las amenas riberas, el curso sosegado, las abundantes y cristalinas aguas.

Feliz, así se siente, así se quiere sentir. ¿Verdad o mentira lo de la cueva de Montesinos? Verdad, se atiene a la parte de verdad, la de los dulcísimos pensamientos. La parte mentirosa no interesa, ésa es toda para Sancho que vive en la tosca realidad.

A la vista se le ofrece un barquito sin remos, ni jarcias, ni dueño. Está atado a un tronco y tiene la virtud de activar su locura caballeresca. Ni corto ni perezoso, se apea de su jumento. Vamos Sancho, subamos, ata a las bestias en ese tronco.

No es un barco cualquiera, es un barco de socorro para caballeros andantes. Debe ir a auxiliar a algún cuitado caballero. Y ¿por qué? Porque es lo que se usa en las disparatados novelas caballerescas.

Cuando un caballero andante está en peligro no puede ser salvado sino por otro, de su misma condición. Y como están un poquitín lejos, dos o tres mil leguas de nada; el salvador viaja en una nube o en un mágico barco mágico. Y a gran velocidad, “en menos de un abrir y cerrar de ojos”, caballero y escudero serán transportados por “longicuos caminos”. ¿Logicuos? No es maravilla que el escudero no entienda el latinajo.

Ay, Sancho acata resignado la orden, pero callarse... ni debajo del agua: el barco no es de encantadores sino de pescadores. Menudas sabogas pescan. ¿Y qué pasará con su rucio, tan propenso a desaparecer? ¿Y al sufrido Rocinante? Ay, que las bestezuelas tendrán que esperar a algún “encantador” que baje de una nube y les dé su paja y cebada.

A santiguarse y a “levar ferro”. No, señor caballero andante, basta con cortar la amarra, que éste es un barco pequeñito.

El barquito se aparta de la ribera, ya está a dos varas, y Sancho tiembla. Oye rebuznar al rucio y ve a Rocinante intentando desatarse, para seguirlos a nado. Dios mío, esto es demasiado. Aguantad ahí ,carísimos amigos, hasta que este loco entre en razón y podamos volver.

Comienza a llorar amargamente y don Quijote, colérico, desgrana un rosario de improperios. Qué temerá este cobarde, por qué llorará este corazón de mantequillas, quién persigue a este ánimo de ratón casero, qué le falta a este menesteroso en la abundancia. El señorito no va a pie ni descalzo, viaja sentado en una comodísima tabla, navegando por este agradabilísimo río que pronto se abrirá al mar.

Como en la cueva de Montesinos, el tiempo se estira. Aquí mucho más. Don Quijote acaba de salir y ya le parece que ha caminado ochocientas leguas, por lo menos. Caballero andante, navegante y geógrafo. Si tuviera un astrolabio con que tomar la altura del polo, nos diría lo caminado. De todas maneras, están ya cerca de la línea equinoccial y habrán recorrido 180 grados del globo terráqueo.

Ante la erudición geográfica que despliega don Quijote, Sancho no entiende nada y cambia risiblemente las palabras. La línea es leña, el cómputo es puto, el cosmógrafo es gafo y Ptolomeo es un meón que todo lo mea. Cervantes siempre reserva algo para los que buscan un libro para reír. Si, a continuación de la carcajada, rascan un poco más, se sorprenderán.

Ante la enorme ignorancia escuderil, el caballero se ríe y decide explicar lo de la línea equinoccial con algo más facilito, más de andar por casa. Le cuenta que los embarcados para las Indias conocen enseguida que han pasado la línea equinoccial. Lo saben porque los piojos se les mueren, no queda ni un hematófago. Las cabezas, la ropa y las partes pudendas se quedan libres de tanto bichillo polizón.

Así puede Sancho comprobarlo. Le dice que se pasee la mano por el muslo, en busca de esos animalejos que acompañaban, lo más natural, a los seres humanos de hace cuatro siglos. Si topan “cosa viva”, no han pasado la famosa línea imaginaria.

El escudero no cree nada de lo que le dice, ahí están Rocinante y el rucio, a cinco varas de distancia.

¡Otra vez la erudición geográfica! Exhorta a Sancho para que haga la averiguación, él que ignora qué cosa son coluros, líneas, paralelos, clíticas… La hace, se tienta y llega, con la mano, a la corva izquierda. No han llegado a donde su señor dice, no ha topado uno, sino algunos…Se sacude los dedos, se lava la mano en el río y nos imaginamos al puñadito de piojos. No sé si nadan o se hunden en el Ebro. ¡Piojos al agua!
(Continúa)


Feliz Navidad a todos

Pedro Ojeda Escudero dijo en este blog:

"Me gusta y mucho lo del barco de socorro para caballeros andantes. Te perdono la trampa de la foto..."

Pedro, es que me pierde mi amor por el Arlanzón...

sábado, 12 de diciembre de 2009

"Don Quijote de la Mancha...determinó de ver primero las riberas del río Ebro"



El río Ebro a su paso por la Rioja (Briones)


Segunda parte del comentario al 2, 27 del Quijote.Publicado en "La acequia"

De repente, el titiritero desaparece. Maese Galeote: ¿volverás algún día? ¿Acaso adoptarás, en un próximo capítulo, una tercera personalidad?

Vuelvo a ser María Ángeles Merino y vuelvo con don Quijote que sale de la venta y decide que todavía falta mucho para las justas de Zaragoza. Como dispone de tiempo, determina ver las riberas del río Ebro.

Durante dos días de camino, el 8 y el 9 de julio de 1614, no le acontece nada digno de ponerse por escrito.

El 10 de julio sube a una loma y desde la cumbre ve a más de doscientos hombres armados hasta los dientes: lanzones, ballestas, partesanas, alabardas, picas, arcabuces y rodelas. ¿Algún Tercio Viejo? No, a juzgar por las extrañísimas banderas. En una de ellas, está pintado un burrito, con la lengua fuera, en actitud de rebuznar. Su leyenda dice: “no rebuznaron en balde, el uno y el otro alcalde”.

Deduce don Quijote que aquella era la gente del pueblo del rebuzno y se lo cuenta todo a Sancho. Recuerda a aquel muchacho, el que llevaba tanta prisa, cargadito de armas. Le habló de dos regidores y no de dos alcaldes. Sancho no da importancia al detalle, que el que empieza de regidor suele trepar hasta la alcaldía. Y tan dispuesto al rebuzno puede estar el alcalde como el regidor. Tan burro puede ser un alcalde como un concejal, o más. ¿No estarán pensando en alguien concreto? Yo, no…Dios me libre.

Más tarde se enteran de como el pueblo sale a pelear con el otro porque se burla de él, tomándole a chacota más de lo que es razonable entre buenos vecinos.

Va acercándose a ellos don Quijote, con gran disgusto de Sancho, poco amigo de estas situaciones, en las que sus doloridos huesos podrían salir mal parados. Los del escuadrón lo recogen como a uno de los suyos y nuestro caballero andante se coloca al lado del pollinesco estandarte, rodeado de los más principales del extraño ejército; los cuales le miran como se suele mirar al de la Triste Figura, por primera vez.

El silencio reina y don Quijote lo aprovecha para dirigirse a estos “buenos señores”. Les suplica que no le interrumpan su razonamiento, si sus palabras son motivo de disgusto o enfado, pueden hacer una señal y él callará.

Todos le dicen que dijese lo que quisiese, que le escucharían. No saben lo que les espera, si estuvieran aquí aquellos pacientes cabreros ¿os acordáis? Salían corriendo, sin preocuparse de sus cabras, seguro.

Continúa en la siguiente entrada.


Pedro Ojeda Escudero dijo aquí:

"y ahora recuperas tu voz: lógico, Ginés no vio lo que sigue. Excelente."


Menos mal que desapareció. Excelente trabajo estamos haciendo entre todos. Un abrazo