Sepulcro de los Condestables (catedral Burgos). |
Comentario a ciertos pasajes de "Sonata de otoño", de Valle Inclán, en torno al sexo y a la muerte, para la lectura colectiva de "La acequia", dirigida por Pedro Ojeda.
En "Sonata de otoño", los protagonistas avivan el fuego de esos amores pasados, en una carrera contrarreloj contra la muerte. Al lector actual, acostumbrado a textos demasiado explícitos y anatómicamente detallados, tal vez le sorprenda la sutileza y elegancia de unas palabras que lo dicen todo sin decirlo."¡Pobre Concha!...Tan demacrada y tan pálida, tenía la noble resistencia de una diosa para el placer. Aquella noche, la llama de la pasión nos envolvió mucho tiempo, ya moribunda, ya frenética, en su lengua dorada. Oyendo el canto de los pájaros en el jardín, quedéme dormido en brazos de Concha."
Los recuerdos les llevan a un tiempo pasado, cuando el de Bradomín fue "su maestro en todo". Ella "era muy inocente", "todo lo inocente que puede ser una mujer casada". Casada con un pétreo y anciano marido.
Sepulcro del Condestable de Castilla (Catedral de Burgos) |
"Era verdad que yo había sido su maestro en todo. Aquella niña casada con un viejo, tenía la cándida torpeza de las vírgenes. Hay tálamos fríos como los sepulcros, y maridos que duermen como las estatuas yacentes de granito."
Y, labios sobre labios, los rezos se cruzaron con las glorias del amor. Y les dieron paso gustosamente.
"¡Pobre Concha! Sobre sus labios perfumados por los rezos, mis labios cantaron los primeros los triunfos del amor y su gloriosa exaltación"
"Yo tuve que enseñarle toda la lira: Verso por verso, todo el rosario de sonetos de Pietro Aretino. Aquel capullo blanco de niña desposada, apenas sabía murmurar el primero."
"Sonetos lujuriosos, Pietro Aretino. |
Ese marido ni siquiera le sirvió como antecedente. ¿Perversidad? Nunca siguió a Sade, aquel "divino marqués". ¿Divino? Eso último me descoloca un poco.
"Hay maridos y hay amantes que ni siquiera pueden servirnos de precursores, y bien sabe Dios que la perversidad, esa rosa sangrienta, es una flor que nunca se abrió en mis amores. Yo he preferido siempre ser el marqués de Bradomín, a ser ese divino marqués de Sade."
¿Sade? ¿Sadismo? En los últimos momentos de Concha, vivimos una extraña parodia de esa práctica.
Ella desea irse y él la retiene por una mano. Pero al día siguiente, tiene intención de confesarse y no quiere añadir más pecados a la lista.
"-Quédate Concha.
...
-¡No! ¡No!...Mañana quiero confesarme...¡Temo tanto ofender a Dios!"
Él finge enfadarse, ante la posibilidad de tener "un rival": ¡el mismo Dios! Las palabras de Xavier sonarían tremendamente heréticas en las fechas de su publicación.
"Entonces levantándome con helada y desdeñosa cortesía, le dije:
-¿De manera que ya tengo un rival?
Concha me miró con ojos suplicantes:
-¡No me hagas sufrir Xavier!"
Él amenaza con marcharse y ella desgarra su monjil túnica, desesperada.
"No te hare sufrir...Mañana mismo saldré del Palacio.
Ella exclamó llorosa y colérica:
-¡No saldrás!
Y casi se arrancó la túnica blanca y monacal con que salía a visitarme en tales horas. Quedó desnuda, temblaba, y le tendí los brazos."
Ya no podrá confesarse, él la consuela con la promesa de hacerlo con ella el día de su partida. Concha sonríe, Xavier es su prisionero, le rodea el cuello con sus brazos. Le azota con sus cabellos.
"El nudo de sus cabellos se deshizo, y levantando entre las manos albas la onda negra perfumada y sombría, me azotó con ella. "
Ahora, él pregunta:
-"¿Te acuerdas cómo en otro tiempo me quedaba exánime?"
¡Con razón llamaba divino a Sade! Ella lo recuerda y se recoge la trenza como respuesta a una petición impía:
-"¡Azótame, Concha! ¡Azótame como a un divino Nazareno!...¡Azótame hasta morir!"
Gregorio Fernández, Cristo atado a la columna. |
Ojos extraviados, temblor de manos, tiene miedo, ese hereje no es su amado marqués. Está ante una aparición diabólica. ¡Demasiado para su enfermo corazón!
-"...Es Satanás...Hasta tu voz parece otra...¡Es Satanás!"
Él la abriga con sus brazos amantes. Como le parece que reza, se burla con varios amenes y sella sus labios con un beso. Su boca gime y pronuncia sus últimas palabras:
-"¡Yo muero!"
Asistimos al último temblor, a la caída de su cabeza sobre la almohada, a sus ojos inmóviles ya para siempre, a su última mueca. Valle Inclán es un buen pintor de la muerte, seguramente la ha visto.
"Su cuerpo aprisionado en mis brazos tembló como sacudido por mortal aleteo. Su cabeza lívida rodó sobre la almohada con desmayo. Sus párpados se entrabrieron tardos, y bajo mis ojos vi aparecer sus ojos angustiados y sin luz:
-¡Concha!...¡Concha!..."
Suelta sus manos, no osa moverse:
"El frío y el reposo de la muerte me aterraron. No, ya no podía responderme..."
La "Sonata de otoño"no termina aquí, Concha no puede morir donde realmente ha muerto...
María Ángeles Merino
Pedro Ojeda dice en "La acequia":
Mª Ángeles Merino, Abejita de la Vega, hace una entrada muy suya y recomendable comentando varios pasajes sobre sexo, muerte y otras cosas de las Sonatas. No os lo perdáis.