Os traigo un remedio infalible para paliar el encierro.
Hay gente que cuando acaba de romper con su churri se pone comedias románticas de gente guapa enamorándose. Le veo muchas lagunas a ese plan. Lo más eficaz es ver un drama donde la gente sufre horrores para sentirte mucho mejor porque, en comparación con los niños que recogen minas antipersona en el Kurdistán, pues chica, tú estás mucho mejor. Siguiendo esa estrategia, me propongo animar vuestro arresto domiciliario comparando nuestra pandemia haciendo pan y viendo series con la de las gentes que sufrieron una pandemia en tiempos pretéritos. Amigos, hablemos de la peste negra.
Pérez Reverte sabe que sois unos flojos. Si queréis dejar de ser flojos, ya sabéis, id a una guerra.
Hubo muchas, pero que muchas epidemias de peste en la historia de la humanidad, pero la más popular, la que más números especiales de National Geographic o Muy Historia ha copado fue la que arrasó Europa en el siglo XIV. Llegó a través de un barco procedente de Asia al puerto de Crimea. El barco traería sedas, especias o lo que quiera que se estilara en la época, muchas ratas y un polizonte: la peste. A través de las rutas comerciales y las ratas que infestaban los barcos la peste se fue propagando por toda Europa. Hacia 1346 llegó a Italia, y la arrasó, por algo era la zona más próspera de la época con urbes super pobladas como Florencia (90.000 habitantes, figuraos qué estrés). Sobrevivió una quinta parte de la población. De ahí fue pasando al resto de Europa: un cuarenta por ciento de la población de Navarra sobrevivió, un treinta por ciento en Cataluña.
La peste no solo era más letal que muchas otras epidemias, era más de todo:
- Más indiscriminada, porque afectaba a niños y ancianos, ricos y pobres, hombres y mujeres.
- Más rápida, porque había gente que despertaba sana y segura de que no le iba a pasar nada y esa misma noche moría.
- Más asquerosa, porque si no morías rápidamente vivías un proceso precioso consistente en: náuseas, fiebre, tos, esputos sanguinolentos y, a más a más, aparecían unas bubas negras que al romperse supuraban con un olor nauseabundo.
Aquello era el apocalipsis. Agnolo de Tura, un señor de Siena, tenía cinco hijos. Los cinco murieron, y excavó él mismo sus tumbas, bien profundas, para que los animales no se los comieran. Si no quedaba ningún Agnolo de Tura para ocuparse de ti, o tus amigos y familiares ya habían huido de la zona, te tiraban a una fosa común. La huida era la forma de protegerse, los nobles o mercaderes con dinero se iban a sus villas en el campo, las cerraban a cal y canto y, a lo "Decamerón" se entretenían entre ellos contándose historias, cantando, cocinando... Un confinamiento sin Netflix ni internet, normal que la gente de antaño aprovechara para escribir obras magnas, a ver, así cualquiera. Ponte ahora a escribir "Macbeth", Shakespeare, con directos de pilates en instagram, videollamadas con los colegas, tantas recetas distintas de pan por hacer y un número infinito de videos de gatitos en youtube.
¿Habría bardos cantando versiones de "Resistiré" en la plaga de la peste del XIV?
En el siglo XIV la gente no se confinaba ni huía al campo para que el sistema sanitario no colapsara porque no existía sistema sanitario. Es más, por no existir, no existía ni la medicina como tal, la basada en el método científico. Los médicos de la época eran curanderos que recomendaban remedios caseros muy útiles para las molestias del día a día. Pero el saber teórico se basaba en la tradición heredada de griegos y romanos. Ahora nos parece surrealista, pero durante siglos se aseguraba que había cuatro humores en el cuerpo: bilis amarilla, bilis negra, sangre y flema y las enfermedades se producían por un desequilibrio entre estos cuatro componentes, de forma que la manera de restaurarlo era mediante sangrías o mediante la colocación de sanguijuelas. Ante la peste se sucedieron las teorías a cuál más surrealista: se propaga por la vista (te miran y, ¡boom! contagiada, como pasa con Michael Fassbender que te mira y ¡boom!, embarazada), la causan los judíos, las brujas o, mi favorita: la causa una triple conjunción de Saturno, Júpiter y Marte en el grado cuarenta de Acuario.
Ahora, algunos
Aún así, había médicos que, con toda su buena intención y sus teorías raras, intentaban ayudar a los enfermos. Trataban de protegerse, pero claro, no contaban con EPIs, guantes y mascarilla. En el siglo XVII se instauró su "outfit", bastante más distinguido y enigmático que las EPIs: botas de cuero, guantes y sombrero, un bastón con el que tocar al paciente y, lo mejor, unas máscaras con forma de pico de ave en cuya punta colocaban hierbas aromáticas para no ahogarse con el hedor que desprendían los enfermos.
La peste se dio por extinguida en 1361, básicamente cuando contagió todo lo contagiable. Entre 1346 y 1666 la peste volvió... ¡27 veces!, en la última de ellas fue cuando Shakespeare se confinó y escribió "Macbeth" y "El rey Lear". Yo he hecho croquetas. ¿Y vosotros?, ¿sois más de pan o de croquetas?, ¿de pilates o del gym virtual de Patry Jordan?, ¿vuestros vecinos cantan para todo el barrio o son más de insultar al que saca al perro más de lo que debería?
5 comentarios:
Las pandemias ya no son lo que eran. Y todo por el movil. A la vuelta de mi casa hay un violinista que actua después de los aplausos. ¿Sabes por qué lo se? Por un vídeo que me han mandado de México.
Por lo demás pogromos no he visto. Eso si cada tarde, después de Sanchez, una pequeña cacerolada (fíjate que yo eso lo veo muy venezolano).
A una conocida mía, cacerolera, que me ha llamado, totalmente fuera de si, le he aconsejado que no vea las noticias. Me ha dicho que de eso nada, que ella solo ve las que abundan en sus cabreos y que eso es buenísimo para su catarsis posterior. Que se queda nueva. Será que le explotan las bubas negras esas que dices.
Bueno, te dejo que voy a seguir con "Macbeth, el retorno."
Oh, la peste bubónica. Eso sí era una pandemia, como debe ser, con Bocaccio escribiendo cuentos. Y porque no duró más, que si no no, en vez del Decamerón hubiera escrito el Treintamerón. Pero bien, tengo que reconocer que yo no soy Bocaccio. En todo caso, seré un bocachancla y a mucha honra. Aquí, en Bruselas, el confinamiento es bastante sui generis. Está todo el mundo en la calle, familias con niños en bicicleta, gente corriendo... y desde que empezó el Ramadán, todavía más masas de gente en la calle comprando comida Halal para cuando un hilo blanco no se distinga de un hilo negro.
Pero yo, en casita (menos mal que tengo una terraza como debe ser). No puedo salir, porque me ha llegado una caja de vino de Toro, una caja de cápsulas Nespresso y un paquete de mascarillas chinas. Y si hubiera salido, no las hubiera podido recoger. Mientras tanto, mi biblioteca va bajando de pendientes y Carrie Mathieson se has escapado de la CIA con un ruso.
Uno, qué ganas de leer "Macbeth, el retorno". ¿De qué va?, ¿de Macbeth en sus años de instituto?, ¿o es más bien un spin of centrado en las brujas?
Sorokin, yo también estoy viendo la octava temporada de "Homeland", hasta ahí ha llegado mi aburrimiento, yo que dije "hasta aquí hemos llegado, Carrie", en la temporada siete...
Yo soy incapaz de hacer nada de provecho. He pensado: "qué mejor ocasión para terminar esas series que tienes a medias". He comprobado que iba por la segunda temporada de "Las chicas Gilmore" y que son como siete u ocho y me he dicho: "te van a hacer falta doce cuarentenas más para terminarla". Y he cambiado de estrategia. Estoy dando prioridad a cosas cortas. Para tener la sensación de que pasa el tiempo, más de que nada.
Lo terrible es que si con esta actual emergencia de salud se tuvieron tan malos manejos, poquísima cooperación de la gente, funcionarios de gobierno ignorantes y necios pseudocientíficos y hasta supersticiosos en más de un país, y en general todo mundo autosaboteándose, ¿se imaginan una emergencia aún mayor? ¿Algo más serio, peligroso, extendido, y letal? Con la forma en que la humanidad se sabotea a si misma, ya no puede ser uno muy optimista para cuando vengan retos mayores en el futuro.
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