Esta semana parece que sólo hay dos grandes temas: el debate entre Zapatero y Rajoy y los Óscar. De lo segundo no debería hablar porque apenas he visto dos o tres películas de las nominadas y casi ninguna de las premiadas pero, ante la otra opción: ZP y Ra, me arriesgo con los Óscar.
Mi crónica, por tanto, puede resumirse en esto: ideal el collar de Nicole Kidman, Vanessa Paradis anoréxica, muy bonito el peinado de Jessica Alba, precioso el vestido de Anne Hathaway, impresionante Jennifer Garner y una hortera de cuidado Diablo Cody.
Ejercicio de agudeza visual, de estas tres damas, ¿quién necesita un estilista, quién un filete con patatas y quién cambiar de cirujano plástico?
En el fondo no me acabo de creer que la guionista de "Juno" fuera stripper. Vestía tanto al estilo de una stripper que no le pegaba haberlo sido. ¿No es guionista? ¿No sabe que no se puede caer en el tópico? ¿No le da corte ir con esas pintas sabiendo a las pibones que va a tener al lado? Pues no, porque Diablo está encantada de haberse conocido. Y eso no lo digo porque la conozca de cuando yo también era stripper, lo que pasa es que lo llevo con mucha discreción, no, lo digo por su película.
"Juno" es simpática, es independiente, se ríe de algo tan serio como un embarazo en la adolescencia y todo eso está muy bien. Pero no se merece un oscar al mejor guión. ¿Por qué? Por posturera. Porque su protagonista es cool, ingeniosa, segura de sí misma, sabe de música de los 70 y de pelis gore alternativas y aún encima europeas que una duda y no sabe si es una adolescente de 16 años o una periodista de 26 años del EP3 de El País. Está encantada de haberse conocido porque se sabe molona y esto, no sólo es repelente es que, además, es muy falso porque, recordemos, Juno es una adolescente y, ¿hay algo más universal a los 16 que la inseguridad? Pero la inseguridad no es cool.
Lo posturero está de moda. Por eso el óscar, por eso el éxito de películas independientes tan molonas como "Hard Candy" o "Brick", por eso Wes Anderson tiene fans y "Viaje a Darjeeling" excelentes críticas. Pero sólo es una moda, pasará porque todo lo efímero pasa y lo posturero es, por definición, efímero. Todas estas películas, llamativas formalmente hablando, no tienen nada por debajo. Son falsas, tontorronas, ramplonas a más no poder.
Pero si hay una peli posturera llena de prestigio y que ha abierto paso a las demás, óscar incluido, ésa es "Lost in translation". Después de esta película montones de video clips, de reportajes de moda y, sobre todo, de anuncios de perfumes, se ambientaban en el Tokio más moderno mientras bellas muchachas lánguidas y melancólicas se paseaban mirando con mala cara a los japoneses. "Lost in translation" ha hecho mucho por la industria de la cosmética y de la moda, el reino de lo efímero y lo banal pero, ¿alguien se acordará de esta película dentro de 20 años? ¿Y de Juno? ¿O serán una de esas películas que envejecen antes de tiempo y que sólo si son kitsch permiten una revisión?
Se admiten apuestas.