En mi viaje a Japón (es que he estado en Japón, no sé si lo había dicho), he aprendido mucho. No sobre budismo, del que sólo sé que Buda tiene un porrón de estatatuas: gordo y sentado, joven, delgado y de pie, sentado sobre una flor de loto... Tampoco sobre sintoísmo, la religión que pone baberos a las piedras. Ni siquiera sobre gastronomía, donde mi sapiencia se reduce a: ¿qué es lo que te has pedido? No lo sé, pero está bueno.
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¿?
Pero sí he aprendido la auténtica esencia del japonés. Aquella que va más allá del tópico.
Ejemplo práctico.
Tópico sobre Berlín y los berlineses: esa ciudad multicultural, donde las camareras son estudiantes de arte y los sábados por la noche hay lecturas en los bares.
Esencia de Berlín y los berlineses: mucha galería de arte que se llama "german angst" y mucha fachada de casa cubierta de zapatos, pero los únicos simpáticos son los taxistas turcos.
El tópico sobre Japón dice que son fanáticos de la electrónica, el karaoke y dormirse en el metro. Vale, es verdad, pero la auténtica esencia del japonés está en otro sitio, en una pasión oculta y desatada por... las mascotas.
Cualquier excusa es buena para tener una. Como esta (digo ésta porque lleva una flor rosa, rímel en las pestañas y colorete) marshmallow con un castillo como sombrero que simboliza la ciudad de Himeji:
O este Pikachu con capa y cornamenta que se creó para los 1300 años de la fundación de la ciudad de Nara:
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Con ustedes Manto-Kun (bicho con capa) y Sento-Kun (joven Buda con cuernos), ambos mascotas de Nara, con controversia y todo.
A los japoneses les pierden los muñequitos, necesitan tenerlos bien cerca y por eso inundan sus teléfonos móviles de colgantes en forma de peluches o réplicas de personajes de dibujos animados. No importa que el dueño del móvil sea un oficinista trajeado de 58 años, tendrá un móvil con un mínimo de 3 y un máximo de infinitos colgantes en forma de muñeco.
El móvil no es el único sitio donde plasmar esta pasión. En realidad, cualquier sitio es bueno:
Hasta los anuncios del metro. En cualquier otro país se usarían letreros, quizá traducidos al inglés, quizá ilustrados con un clásico monigote, para explicar cosas como que hay que tener cuidado con el espacio entre andén y vagón o que hay que retirar las manos a tiempo para que la puerta del metro no te la pille. Pues en Japón, no. En Japón te lo explican con un simpático delfín:
El monigote preferido de los japoneses, el que más se ve en tiendas (disfrazado hasta de samurai) y teléfonos móviles es uno que tiene todo lo que los japoneses adoran, a saber: un color cantoso, ojos grandes como platos y parecido razonable a Pikachu. Es Stitch, el extraterrestre de la película de Disney:
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No es amoooor, lo que tu sientes, se llama...
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¿Cuál sería nuestra esencia? Esa pasión nacional que nos distinga más allá del tópico del fútbol o las sevillanas, ¿sería Belén Esteban?, ¿gritar mucho en los restaurantes?, ¿torturar a animales en las fiestas del pueblo?