La semana pasada estaba yo tan contenta, maletita de ruedas en mano, camino de Atocha. Iba a pasar unos días en Valencia en casa de unos colegas, iba a ir a la playa, iba a tomar el sol e iba a volver morena. La vida era maravillosa.
Pero ya se encargó Renfe, confabulada con el Ayuntamiento de Madrid, de joderme la tarde. Para ello ejecutaron contra mí un complot superperverso en dos pasos:
1. Renfe decidió que la linea Madrid-Valencia ya no iba a salir de la zona "Grandes lineas" de Atocha, situada en la primera planta, si no por las vías del cercanías, en la otra punta de la estación.
2. El Ayuntamiento levantó las aceras del semáforo justo frente a Atocha.
Así que cuando, a las 16.40 estoy intentando llegar a la estación tardo un poco más de lo habitual por culpa de las obras. No mucho, sólo un par de minutos.
Llego a Atocha y, como sé que mi tren sale de la zona de cercanías, miro a ver si puedo imprimir mi billete en las máquinas que hay en la planta baja. Lo intento, pero las máquinas son únicamente para billetes reservados por teléfono, los comprados por internet sólo se pueden imprimir en las máquinas al lado de la zona de "Grandes líneas". Subo. No tardo mucho, quizá un minuto más.
Introduzco mi número de reserva pero la máquina sólo imprime el billete de vuelta. Vuelvo a intentarlo. Nada. Como sé que he comprado los dos billetes me voy corriendo a la zona de cercanías, tardo un par de minutos. Allí pregunto a la azafata que vigila la entrada, pensando que me dejaría entrar directamente, pero ella me dice que vaya a atención al cliente.
En atención al cliente, espero mi turno. No tengo que esperar mucho, quizá un minuto, me atienden y me dan mi billete y también un consejo: "¡corre!". Corro, entro en la zona de cercanías, busco la vía por donde sale mi tren, no lo veo, pregunto a un azafato y él me dice que el tren Madrid-Valencia acaba de salir, no hace mucho, quizá un minuto. "¿Qué minuto?" tendría que haberle preguntado yo de haber reaccionado a tiempo, ¿el que he perdido por las obras?, ¿el de buscar una máquina en la planta baja? ¿el de ir corriendo de una punta a otra de la estación?. Pero me callo.
Tengo que contestar cuando el chico apunta: "lo has perdido". Eso me indigna, empiezo a explicarle que no es culpa mía, si no de la máquina que no imprimía el billete de vuelta, pero veo por su expresión que mi historia le interesa tanto como los hábitos alimenticios del percebe, así que vuelvo a atención al cliente.
Me atiende la misma chica de antes que, mientras escribe cosas en mi billete, deja caer que ella ya se olía que iba a perder el tren. Me devuelve el billete y me indica que lo cambie por el del próximo tren, que sale dentro de dos horas, en otro mostrador. Voy al otro mostrador, espero el par de minutos de rigor y me atiende un señor barbudo con pendientes en las orejas que parecía una mezcla entre:
mira mi billete y comenta que he perdido el tren por poco. Vuelvo a explicar que yo no he perdido nada, que ha sido culpa de la máquina que no imprimió el billete de vuelte, mientras él teclea el ordenador, piensa en sus cosas y sólo dice estas palabras: "son nueve euros con diez". Vale, no soy tan ingenua como para creer que me iban a dar algo en compensación (aunque una cajita roja de Nestlé hubiera sido un detalle), pero que yo tenga que pagar un extra... Pero me callo. Es más, pago, cojo mi billete y hasta le doy las gracias al barbudo.
En lugar de montar un pollo, me compro un cuaderno, busco una cafetería con aire acondicionado, me pido un cortado con hielo y escribo este post.
Y vosotros, ¿cuándo fue la última vez que os quedasteis con las ganas de montar una buena gresca?
*Por si no sabéis qué es el "split", Samantha, la "princesa gimnasta", os lo explica: