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sábado, 6 de septiembre de 2014

Los soportes



Silla Andés para Amarneciendo.



Entre esta obra de Miguel y la de más abajo hay una diferencia de veinte años, pero ambas comparten una peculiaridad de la que ya hemos hablado en un reciente post titulado “Cuadros”: las dos fueron pintadas en un soporte poco convencional, por decirlo de algún modo. Es sabido que a lo largo de la historia de la Pintura han sido muchos los artistas que han utilizado materiales, más o menos insólitos, distintos a la tela, el papel o la madera, para realizar sus creaciones. A partir de la segunda mitad del siglo XX, es cuando se produce la mayor ruptura de los pintores y dibujantes con las técnicas, materiales y soportes tradicionales. No vamos a afirmar que Miguel Ángel Andés haya sido el primer artista que utilizara objetos encontrados para crear trabajos pictórico-plásticos, pero resulta chocante que este tipo de obras no se vean más a menudo en las colecciones permanentes de los museos y que la pintura, para el gran público, casi siempre se asocie a superficies planas de forma más o menos rectangular.



El “cuadro” que introduce este post fue pintado sobre el respaldo de una silla. Era el año 1992, su última época. Seguramente, Miguel Ángel usó pinturas acrílicas para crearlo. Lo más singular, claro está, es la forma en que aprovecha la estructura de madera del respaldo para configurar una cara cuyos rasgos parece que ya estuvieran en esa silla antes de que Miguel decidiera pintar sobre ella. Esta obra se encuentra en casa de mi tío Carlos, el hermano menor de los siete, el cual ya dijimos conserva la mayor parte de la obra pictórica de Miguel. Hacía tiempo que no visitaba la casa de Carlos y, esta pasada primavera, fue una gratísima sorpresa encontrarme con la mayor parte de aquellos cuadros que desalojamos de la calle Caravaca cuando mi abuela Saturnina decidió irse a vivir a Valdepeñas. Sabía que Carlos tenía un garaje que había acondicionado como un espacio más de la casa, mitad gimnasio-mitad salón, pero lo que no recordaba era que ese enorme espacio se había convertido también en una especie de museo-santuario de la obra de su hermano. Mostraremos alguna foto más adelante de este pequeño museo. Solo adelanto que contemplar otra vez más de veinte cuadros de Miguel colgados en las paredes de un mismo espacio fue un auténtico placer.



Yo conservo también muchas obras de Miguel. En las paredes de las distintas habitaciones de mi casa, cuelgan muchos cuadros, y la mayoría son de mi tío. También conservo una gran parte de sus dibujos en papel, pero para no perder el hilo de este post quiero centrarme en el “cuadro” de más abajo. 

He escrito dos veces las palabra "cuadro" entrecomillada, porque es evidente que esta otra obra no tiene ningún ańgulo recto. Esta pequeña tablilla de madera, cuya base mide tan solo catorce centímetros, tiene la forma de un triángulo redondeado, el cual ahora mismo se me asemeja también a aquellos senos que luego fueron motivo principal de muchos de los cuadros posteriores de Miguel. Conservo dos tablillas más de parecido aspecto y tamaño. Esta en concreto no mide de alto más de trece centímetros y lo que más nos sorprende, aparte de la forma del soporte, es su motivo central y la técnica utilizada. Hay mucho de vanguardista en esta pequeña obra, donde encontramos un círculo plateado pegado, no pintado, y otro círculo rugoso, el del ojo del pez (o feto, no sabemos), que al tocarlo parece un desgarro en la propia madera, pero que, realmente, Miguel realizó acumulando más pintura en su contorno. En la parte trasera de la tabla podemos leer con dificultad, en boligráfo negro, la anotación “París 12 Agosto 1972”. Luego, con un rotulador azul y con su misma caligrafía, podemos leer claramente “Andés París 72”. Sabemos que Miguel anduvo un verano por aquella ciudad, cuna y destino de miles de artistas a lo largo de los dos últimos siglos. Está claro que allí mi tío debió de conocer y ver mucho arte contemporáneo. Qué mejor sitio, ¿no?



Miguel Ángel para Amarneciendo


Suponemos que fue aquella visita a París la que llevara, más tarde, a nuestro artista a pintar sobre otros soportes insólitos. Está claro que dos años después sus cajas de cerillas, a las que dedicaremos un post más adelante, fueron una novedad que repercutió en el panorama artístico de la época en nuestro país, donde, por supuesto, el arte de vanguardia ya llevaba décadas genialmente representado por los más grandes (Picasso, Dalí, Miró, etc., etc.), pero en el que todavía nos quedaban unos pocos años para despertar al nuevo mundo de la libertad y la democracia. Me gustaría terminar diciendo que Miguel Ángel Andés aportó su granito de arena a la Historia de la Pintura de esa época y que su obra sigue viva y aportando valores al Arte de nuestro país.



Contacto: [email protected]