Entre esta obra de Miguel y la de más
abajo hay una diferencia de veinte años, pero ambas comparten una
peculiaridad de la que ya hemos hablado en un reciente post titulado
“Cuadros”: las dos fueron pintadas en un soporte poco
convencional, por decirlo de algún modo. Es sabido que a lo largo de
la historia de la Pintura han sido muchos los artistas que han
utilizado materiales, más o menos insólitos, distintos a la tela,
el papel o la madera, para realizar sus creaciones. A partir de la
segunda mitad del siglo XX, es cuando se produce la mayor ruptura de
los pintores y dibujantes con las técnicas, materiales y soportes
tradicionales. No vamos a afirmar que Miguel Ángel Andés haya sido
el primer artista que utilizara objetos encontrados para crear
trabajos pictórico-plásticos, pero resulta chocante que este tipo
de obras no se vean más a menudo en las colecciones permanentes de
los museos y que la pintura, para el gran público, casi siempre se
asocie a superficies planas de forma más o menos rectangular.
El “cuadro” que introduce este post
fue pintado sobre el respaldo de una silla. Era el año 1992, su
última época. Seguramente, Miguel Ángel usó pinturas acrílicas
para crearlo. Lo más singular, claro está, es la forma en que
aprovecha la estructura de madera del respaldo para configurar una
cara cuyos rasgos parece que ya estuvieran en esa silla antes de que
Miguel decidiera pintar sobre ella. Esta obra se encuentra en casa de
mi tío Carlos, el hermano menor de los siete, el cual ya dijimos
conserva la mayor parte de la obra pictórica de Miguel. Hacía
tiempo que no visitaba la casa de Carlos y, esta pasada primavera,
fue una gratísima sorpresa encontrarme con la mayor parte de
aquellos cuadros que desalojamos de la calle Caravaca cuando mi
abuela Saturnina decidió irse a vivir a Valdepeñas. Sabía que
Carlos tenía un garaje que había acondicionado como un espacio más
de la casa, mitad gimnasio-mitad salón, pero lo que no recordaba era
que ese enorme espacio se había convertido también en una especie
de museo-santuario de la obra de su hermano. Mostraremos alguna foto
más adelante de este pequeño museo. Solo adelanto que contemplar otra vez más de
veinte cuadros de Miguel colgados en las paredes de un mismo espacio
fue un auténtico placer.
Yo conservo también muchas obras de
Miguel. En las paredes de las distintas habitaciones de mi casa,
cuelgan muchos cuadros, y la mayoría son de mi tío. También
conservo una gran parte de sus dibujos en papel, pero para no perder
el hilo de este post quiero centrarme en el “cuadro” de más
abajo.
He escrito dos veces las palabra "cuadro" entrecomillada, porque
es evidente que esta otra obra no tiene ningún ańgulo recto. Esta
pequeña tablilla de madera, cuya base mide tan solo catorce
centímetros, tiene la forma de un triángulo redondeado, el cual
ahora mismo se me asemeja también a aquellos senos que luego fueron
motivo principal de muchos de los cuadros posteriores de Miguel.
Conservo dos tablillas más de parecido aspecto y tamaño. Esta en
concreto no mide de alto más de trece centímetros y lo que más nos
sorprende, aparte de la forma del soporte, es su motivo central y la
técnica utilizada. Hay mucho de vanguardista en esta pequeña obra, donde encontramos un círculo plateado pegado, no pintado, y
otro círculo rugoso, el del ojo del pez (o feto, no sabemos), que al
tocarlo parece un desgarro en la propia madera, pero que, realmente,
Miguel realizó acumulando más pintura en su contorno. En la parte
trasera de la tabla podemos leer con dificultad, en boligráfo negro,
la anotación “París 12 Agosto 1972”. Luego, con un rotulador
azul y con su misma caligrafía, podemos leer claramente “Andés
París 72”. Sabemos que Miguel anduvo un verano por aquella ciudad,
cuna y destino de miles de artistas a lo largo de los dos últimos
siglos. Está claro que allí mi tío debió de conocer y ver mucho
arte contemporáneo. Qué mejor sitio, ¿no?
Suponemos que fue aquella visita a
París la que llevara, más tarde, a nuestro artista a pintar sobre
otros soportes insólitos. Está claro que dos años después sus
cajas de cerillas, a las que dedicaremos un post más adelante,
fueron una novedad que repercutió en el panorama artístico de la
época en nuestro país, donde, por supuesto, el arte de vanguardia
ya llevaba décadas genialmente representado por los más grandes
(Picasso, Dalí, Miró, etc., etc.), pero en el que todavía nos
quedaban unos pocos años para despertar al nuevo mundo de la
libertad y la democracia. Me gustaría terminar diciendo que Miguel
Ángel Andés aportó su granito de arena a la Historia de la Pintura
de esa época y que su obra sigue viva y aportando valores al Arte de
nuestro país.
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