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martes, 20 de enero de 2015

Libro de familia


Familia Gordillo Andés
Familia Gordillo Andés (1955)

Semana tras semana vamos desgranando episodios y recuerdos de nuestro artista. Hay  mucha gente  que nos lee y nos dicen que les gustan estas historias. Quizás, este no sea un blog típico para la difusión del legado de un artista. Y es por esto que nos encantaría tener más interacción con nuestros lectores, que nos dijerais por dónde seguir; qué historia, de las comenzadas, queréis que continuemos; qué foto; qué entrada os ha gustado más y cuál menos. Hemos abierto muchos cauces de comunicación. Nuestro buzón de email de contacto sigue abierto, pero también podéis usar Facebook o el formulario que aparece en  www.amarneciendo.es, una web que también va creciendo poco a poco.

La semana pasada terminé mi entrada compartiendo una foto de mi madre, una de las hermanas mayores de Miguel Ángel. Ya contamos hace tiempo que mi tío fue el quinto de siete hermanos, hijos de Juan y Saturnina, mis abuelos, los únicos abuelos que conocí, ya que por parte de mi padre no tuve la oportunidad. Pero esta es otra historia. 

El caso es que la propuesta para hoy era "la infancia de Miguel",  y la cosa pintaba complicada. Estaba claro que tenía que buscarme ayuda. Y quién mejor que mi madre, y hermana del artista. He de decir que mi madre siempre me ha apoyado en este proyecto. Está claro que investigar, hablar, escribir..., sobre un hermano muerto es a su vez remover historias de familia, las cuales a veces también tocan en lo profundo de las personas. Sin embargo, y pesar de todo, mi madre es una persona bastante abierta y tenaz para su edad. La gente se sorprende cuando la ven en Facebook o la leen por el Whatssap. Realmente, es de admirar su capacidad y su ingenio, aunque lo mejor de ella es su afán por aprender y, en mi opinión, lo más sorprendente de ella es su capacidad de sorprenderme, valga la redundancia.

La verdad es que tenemos mucho material que inventariar, catalogar, leer, fotografiar, grabar, relacionar... La tarea se nos presenta larga, pero ya hemos contado que no tenemos prisa y que será en la web (y posiblemente también en un libro) donde terminaremos publicando los frutos de nuestra investigación. Por otro lado, de nuevo avisamos el domingo pasado que tenemos prevista una próxima exposición,  donde esperamos también compartir más historias inéditas.

A principios de semana, le pedí a mi madre que buscara alguna foto de Miguel en sus álbumes personales. A ella siempre le han gustado las fotos, pero solía decirme que no recordaba tener muchas imágenes de Miguel, algo que yo sabía, pues sus álbumes los conozco desde hace mucho ;-). Hoy me ha vuelto a sorprender con unas cuantas fotos y unos cuantos episodios de esos que nunca me había contado.

Resumiendo, porque esta historia da para largo, mi madre fue la que menos vivió en la casa familiar, puesto que se casó muy joven con mi padre, a los veintidós años. Por otro lado, ella era siete años mayor que Miguel Ángel y esto hizo que su relación con él no fuera tan intensa como la que tuvo con mis otros tíos, Fernando y Casildo, a los que sacaba menos años. Luego, vinieron dos niños más, Isabel y Carlos, y mi madre siempre cuenta que a ella y a su hermana mayor, mi tía Juanita, les tocó "cuidar" más de estos dos últimos que de los otros tres chicos más mayores. Me confiesa que sus recuerdos de Miguel de niño no son muchos, por todas estas circunstancias. A pesar de ello, recuerda que Miguel fue el más sensible de todos ellos, que sufrió de los ojos (esos ojos claros que, solo él, debió de heredar de alguna de mis bisabuelas); que Miguel era el que venía más asustado de aquel colegio de monjas de la calle Casino, al que parece ser fueron todos ellos; que desde pequeño fue el "más trasto" de todos los hermanos; y que, con todo, fue un niño como todos los niños de aquella época. En las fotos que me ha enseñado, se le ve con cinco, siete y nueve años, respectivamente. Yo no recordaba haberlas visto nunca, pero al contemplarle vestido de comunión me he acordado de aquella otra foto de soldado que ya hemos publicado en este blog. La foto que encabeza el post de hoy  ni siquiera pertenece al álbum de mi madre, sino que es la foto del conocido en España como "Libro de familia", del cual solo conserva esta foto del año 55 y otra de 1951.

Como veis, hemos abierto otra senda donde indagar y seguir contando historias de nuestro artista. Todos sus hermanos viven. Con Carlos, el menor de todos, he mantenido el contacto y nos hemos juntado de vez en cuando, pero al resto de mis tíos (Juanita, Fernando, Casildo e Isabel)  hace mucho tiempo que no les veo. Espero reunirme pronto con todos ellos con motivo de nuestra próxima exposición de la obra de Miguel Ángel Andés, y así poder seguir haciendo crecer su memoria.


Contacto: [email protected]

sábado, 13 de septiembre de 2014

Las cajas de cerillas y el recorte de prensa

Cajas de cerillas para Amarneciendo


Cuando Rita me sugirió hace días escribir sobre estas cajas de cerillas, me vino el recuerdo de aquel día en que desalojamos las cosas de Miguel Ángel Andés del piso de la calle Caravaca. La enorme cantidad de cuadros, dibujos, objetos, papeles, libros..., que conservaba mi tío, hizo que la tarea se prolongara durante unos cuantos días. La mayor parte de los objetos de pequeño tamaño los guardamos en cajas con el ánimo de clasificarlos y catalogarlos más adelante. Recuerdo que mi tío me había regalado una de esas cajitas de cerillas allá por el año 85, en los tiempos en que Maite y yo íbamos de vez en cuando a visitar a mi abuela. Muchas veces Miguel estaba en casa y nos sentábamos con él en la terraza o en un pequeño salón del que recuerdo, entre otros muebles, una librería con puertas de cristal traslúcido, que mucho antes había utilizado mi abuelo para guardar sus cosas personales bajo llave. Cuando Miguel volvió a Caravaca, su padre, mi abuelo Juan, ya había muerto, y la librería ya no solo contenía los objetos y libros de mi abuelo. Recuerdo una caja de metal con las típicas agujas y jeringas de los practicantes médicos de antaño. Mi abuela y Miguel habían empezado a guardar otras cosas pequeñas entre las que destacaban las famosas cajas de cerillas. Miguel nos las mostraba a Maite a mí y nos contaba que estas pequeñas obras de arte habían sido famosas durante un tiempo, pues él había sido el único artista al que se le había ocurrido utilizarlas de ese modo. Recuerdo especialmente una de esas cajas con la fotografía de un jarrón chino, al cual Miguel había prolongado su cuello hasta formar la figura de una especie de monstruo, o feto, cuya cabeza solo aparecía al abrir la caja, pues el artista la había pintado en la parte trasera del compartimento interno.

No sé si fue esa misma caja u otra la que yo conservé durante mucho tiempo después en mi casa actual y que desapareció por obra de magia hace tiempo y ahora no consigo encontrar. Lo que sí conservo de esta historia es la librería, que finalmente llegó a mi casa muchos años después, cuando mi abuela murió en Valdepeñas. Mi tía Juanita, la mayor de todos mis tíos, que vivía puerta con puerta con mi abuela en aquel pueblo de La Mancha, no tenía sitio para guardarla y decidió regalármela. Ahora esa librería alberga mi colección de libros de poesía, muchos de los cuales rescaté de la biblioteca de Miguel Ángel Andés en aquellos días que vaciamos el piso de la calle Caravaca.

La foto que encabeza este post fue tomada en la exposición de la calle Ministriles de la que ya hemos hablado. Como se puede apreciar, creamos un pequeño rincón con las cajas, algunas fotos y un recorte de prensa que hablaba de Miguel. Las quince cajas que aparecen en la foto son una pequeña muestra de lo que debió de ser su colección. Hoy en día las conserva mi tío Carlos, con el cual hablé el otro día para comentarle que íbamos a escribir un artículo sobre estas famosas cajas. Digo “famosas”, porque es cierto que debieron de tener repercusión en el panorama artístico de finales de los 70, tal como se refleja en el breve reportaje firmado por Antonio Campuzano que aparece en el recorte. Carlos me confirma que la colección de cajitas pudo ser mayor, pero no hasta el punto de considerarla “una de las más importantes colecciones de cajas de cerillas del mundo”, en palabras de Campuzano.

El caso es que Rita y yo hemos tratado de encontrar el origen del artículo y hasta ahora no hemos tenido mucho éxito. El recorte original, que conservaba Miguel, no tiene ninguna anotación de la fecha o el periódico en que se publicó. No podemos asegurar que el Antonio Campuzano que firmó este reportaje sea el actual cronista taurino de El País. Nos encontramos con un misterio más a desentrañar en este maravilloso proyecto que es recordar y difundir la vida y obra de Miguel Ángel Andés.


Contacto: [email protected]

sábado, 6 de septiembre de 2014

Los soportes



Silla Andés para Amarneciendo.



Entre esta obra de Miguel y la de más abajo hay una diferencia de veinte años, pero ambas comparten una peculiaridad de la que ya hemos hablado en un reciente post titulado “Cuadros”: las dos fueron pintadas en un soporte poco convencional, por decirlo de algún modo. Es sabido que a lo largo de la historia de la Pintura han sido muchos los artistas que han utilizado materiales, más o menos insólitos, distintos a la tela, el papel o la madera, para realizar sus creaciones. A partir de la segunda mitad del siglo XX, es cuando se produce la mayor ruptura de los pintores y dibujantes con las técnicas, materiales y soportes tradicionales. No vamos a afirmar que Miguel Ángel Andés haya sido el primer artista que utilizara objetos encontrados para crear trabajos pictórico-plásticos, pero resulta chocante que este tipo de obras no se vean más a menudo en las colecciones permanentes de los museos y que la pintura, para el gran público, casi siempre se asocie a superficies planas de forma más o menos rectangular.



El “cuadro” que introduce este post fue pintado sobre el respaldo de una silla. Era el año 1992, su última época. Seguramente, Miguel Ángel usó pinturas acrílicas para crearlo. Lo más singular, claro está, es la forma en que aprovecha la estructura de madera del respaldo para configurar una cara cuyos rasgos parece que ya estuvieran en esa silla antes de que Miguel decidiera pintar sobre ella. Esta obra se encuentra en casa de mi tío Carlos, el hermano menor de los siete, el cual ya dijimos conserva la mayor parte de la obra pictórica de Miguel. Hacía tiempo que no visitaba la casa de Carlos y, esta pasada primavera, fue una gratísima sorpresa encontrarme con la mayor parte de aquellos cuadros que desalojamos de la calle Caravaca cuando mi abuela Saturnina decidió irse a vivir a Valdepeñas. Sabía que Carlos tenía un garaje que había acondicionado como un espacio más de la casa, mitad gimnasio-mitad salón, pero lo que no recordaba era que ese enorme espacio se había convertido también en una especie de museo-santuario de la obra de su hermano. Mostraremos alguna foto más adelante de este pequeño museo. Solo adelanto que contemplar otra vez más de veinte cuadros de Miguel colgados en las paredes de un mismo espacio fue un auténtico placer.



Yo conservo también muchas obras de Miguel. En las paredes de las distintas habitaciones de mi casa, cuelgan muchos cuadros, y la mayoría son de mi tío. También conservo una gran parte de sus dibujos en papel, pero para no perder el hilo de este post quiero centrarme en el “cuadro” de más abajo. 

He escrito dos veces las palabra "cuadro" entrecomillada, porque es evidente que esta otra obra no tiene ningún ańgulo recto. Esta pequeña tablilla de madera, cuya base mide tan solo catorce centímetros, tiene la forma de un triángulo redondeado, el cual ahora mismo se me asemeja también a aquellos senos que luego fueron motivo principal de muchos de los cuadros posteriores de Miguel. Conservo dos tablillas más de parecido aspecto y tamaño. Esta en concreto no mide de alto más de trece centímetros y lo que más nos sorprende, aparte de la forma del soporte, es su motivo central y la técnica utilizada. Hay mucho de vanguardista en esta pequeña obra, donde encontramos un círculo plateado pegado, no pintado, y otro círculo rugoso, el del ojo del pez (o feto, no sabemos), que al tocarlo parece un desgarro en la propia madera, pero que, realmente, Miguel realizó acumulando más pintura en su contorno. En la parte trasera de la tabla podemos leer con dificultad, en boligráfo negro, la anotación “París 12 Agosto 1972”. Luego, con un rotulador azul y con su misma caligrafía, podemos leer claramente “Andés París 72”. Sabemos que Miguel anduvo un verano por aquella ciudad, cuna y destino de miles de artistas a lo largo de los dos últimos siglos. Está claro que allí mi tío debió de conocer y ver mucho arte contemporáneo. Qué mejor sitio, ¿no?



Miguel Ángel para Amarneciendo


Suponemos que fue aquella visita a París la que llevara, más tarde, a nuestro artista a pintar sobre otros soportes insólitos. Está claro que dos años después sus cajas de cerillas, a las que dedicaremos un post más adelante, fueron una novedad que repercutió en el panorama artístico de la época en nuestro país, donde, por supuesto, el arte de vanguardia ya llevaba décadas genialmente representado por los más grandes (Picasso, Dalí, Miró, etc., etc.), pero en el que todavía nos quedaban unos pocos años para despertar al nuevo mundo de la libertad y la democracia. Me gustaría terminar diciendo que Miguel Ángel Andés aportó su granito de arena a la Historia de la Pintura de esa época y que su obra sigue viva y aportando valores al Arte de nuestro país.



Contacto: [email protected]

sábado, 23 de agosto de 2014

Los cuadros


armario caras para Amarneciendo


Esta foto me trae recuerdos de los días, poco tiempo después de la muerte de Miguel Ángel, en que mi hermano Juan y yo estuvimos intentando clasificar toda la obra que quedó en casa de de mi abuela, o lo que es lo mismo:  en el estudio de la calle Caravaca, número 6, aquel piso-ático, donde mi tío, mi madre y sus hermanos crecieron, y donde Miguel volvió a vivir en el año 1980. Serían las vacaciones de Semana Santa del año 97 cuando Juan y yo empezamos dibujando en un cuaderno bocetos de todos los cuadros que había almacenados en la que fue la habitación-estudio de Miguel. Pero el mejor espacio de aquella casa era su terraza, un espacio amplio, de unos treinta metros cuadrados, desde el que se divisaban la mayor parte de los tejados del barrio de Lavapiés y muchos de los campanarios de las iglesias del sur de Madrid. Recuerdo a Miguel pintando en ella durante alguna de mis visitas a mi abuela. Fue en esa terraza donde estuvimos sacando sus cuadros y demás obras en soporte duro para su clasificación. Les quitábamos el polvo, los medíamos y anotábamos en un cuaderno lo que Miguel había escrito detrás de muchos de ellos. Terminábamos marcándolos también en la parte de atrás con un número con rotulador.
He encontrado ese cuaderno y he visto que al llegar al registro 138 decidimos prescindir de dibujar bocetos y seguimos anotando solo las medidas y algún que otro dato y descripción de cada obra,  incluyendo en muchos casos un título inventado por nosotros mismos. Creo recordar que seguimos haciendo fotos con una de aquellas primeras cámaras digitales, que empezaban a aparecer por aquel entonces a precios asequibles y que eran capaces de almacenar en su memoria no más de cincuenta imágenes con una resolución tan baja que ahora da risa al compararlas con la cámara de cualquier móvil. La foto de arriba fue tomada en aquella terraza y con esa cámara de 1,3 megapixels y 50 Mb de memoria, un aparato que todavía conservo. Esta otra foto corresponde a una página de ese cuaderno, donde se puede apreciar "el arte" de mi hermano boceteando los cuadros de nuestro tío.



Al hojear este cuaderno donde se alterna mi caligrafía, con la de mi hermano (y la de alguna persona más!?), me sorprende encontrar muchas referencias del propio Miguel sobre la clasificación de su propia obra. Yo conocía el nombre de algunas de las series que él mismo adjudicó a muchos de sus cuadros. "Serie cósmicos" y "Serie durante geometría" eran dos que recordaba y conocía, pues algunos de los cuadros de Miguel Ángel, de los años 74 y 75,  que cuelgan de las paredes de mi casa, pertenecen a estas dos series. Lo que no recordaba era que había más series y que cada una de ellas correspondía a una etapa concreta de su carrera pictórica. También he descubierto que en muchos de sus cuadros no aparece referencia alguna, ni siquiera su firma.

Los primeros cuadros que anotamos en este cuaderno  corresponden a aquella primera serie de óleos (o acrílicos) sobre táblex de unos 60x90 cm. de los que Miguel celosamente guardaba más de treinta en su habitación y que fueron los primeros cuadros que nos enseñó a Maite y a mí aquella tarde de la que ya he hablado en un post anterior.  Después aparecen una serie larga de cuadros etiquetados por el mismo artista con su firma delante y la anotación trasera de "Andés 75 Estudio C/ Real 8". Podemos afirmar que este año fue el más prolífico de su carrera. Hablaremos más adelante de este primer estudio-buhardilla de la calle Real con información que nos ha transmitido Guillermo. Después, aparecen cuadros con la firma "Andés 1976 Estudio Olivar"  y la anotación "serie cósmicos". A partir del año 78 aparece la "serie Andesianos"  y reaparece la "serie durante hembra" de la que ya había pintado cuadros en 1974. Luego, el número de cuadros empieza a disminuir a partir del año 1980, año en el cual ya hemos contado que fue el de su salida del piso de la calle Olivar. En estos aparece ya la anotación "estudio Caravaca", pero lo más llamativo es el cambio de estilo, de técnica, de motivos (surgen sus cabezas) y de soportes.

A partir del año 84 son más los cuadros pintados en contrachapados, tablas de conglomerado, puertas de armarios y en otros muchos soportes grandes y pequeños de los que la foto que introduce este post es una clara muestra. Esas seis caras supusieron un problema técnico importante en el desalojo del piso de Caravaca, pues estaban pintadas en la parte de atrás de un armario enorme, que al final terminamos por desmontar. Las seis cabezas (35x70 cada una) quedaron separadas unas de otras y enmarcadas para la exposición del 98. Sorprende en ellas la impresión de no estar acabadas, posiblemente por falta de pintura suficiente, algo que debió de ser una de los motivos del bajón productivo de sus últimos años. A pesar de esto, hay alguna obras de los años 90 realmente impactantes como este díptico (por llamarlo de algún modo) que se conserva en casa de mi hermano Javi.




Para terminar este post, he de aclarar que la mayor parte de los más de cuatrocientos cuadros que sacamos de la calle Caravaca se encuentran custodiados por mi tío Carlos, el menor de los siete hermanos, y que muchos otros están colgados en las paredes de familiares y amigos.  Tras reencontrarme con este cuaderno quiero imaginar que habrá muchos otros cuadros cuya ubicación desconocemos, pero lo que está claro es que la tarea de fotografiar y clasificar esta parte de la obra de Miguel está pendiente de terminar, al igual que los cientos de dibujos sobre cuadernos, cartulinas, hojas sueltas, etc., de los que también conservamos una parte significativa.

Como veis, nos queda mucho que contar y enseñar en el futuro. Seguirá siendo un enorme placer.



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