martes, 26 de agosto de 2014

Olandés (VIII)


72 para Amarneciendo


VIII

ven a mí, pulso de mi pulso
rutina de alba te espero
perpetua de ti misma
múltiple de mí en el todo


Poesía: Miguel Ángel Andés (Olandés 1976-77)
Dibujo: Miguel Ángel Andés, cuaderno de dibujo junio 1972


Contacto: [email protected]

sábado, 23 de agosto de 2014

Los cuadros


armario caras para Amarneciendo


Esta foto me trae recuerdos de los días, poco tiempo después de la muerte de Miguel Ángel, en que mi hermano Juan y yo estuvimos intentando clasificar toda la obra que quedó en casa de de mi abuela, o lo que es lo mismo:  en el estudio de la calle Caravaca, número 6, aquel piso-ático, donde mi tío, mi madre y sus hermanos crecieron, y donde Miguel volvió a vivir en el año 1980. Serían las vacaciones de Semana Santa del año 97 cuando Juan y yo empezamos dibujando en un cuaderno bocetos de todos los cuadros que había almacenados en la que fue la habitación-estudio de Miguel. Pero el mejor espacio de aquella casa era su terraza, un espacio amplio, de unos treinta metros cuadrados, desde el que se divisaban la mayor parte de los tejados del barrio de Lavapiés y muchos de los campanarios de las iglesias del sur de Madrid. Recuerdo a Miguel pintando en ella durante alguna de mis visitas a mi abuela. Fue en esa terraza donde estuvimos sacando sus cuadros y demás obras en soporte duro para su clasificación. Les quitábamos el polvo, los medíamos y anotábamos en un cuaderno lo que Miguel había escrito detrás de muchos de ellos. Terminábamos marcándolos también en la parte de atrás con un número con rotulador.
He encontrado ese cuaderno y he visto que al llegar al registro 138 decidimos prescindir de dibujar bocetos y seguimos anotando solo las medidas y algún que otro dato y descripción de cada obra,  incluyendo en muchos casos un título inventado por nosotros mismos. Creo recordar que seguimos haciendo fotos con una de aquellas primeras cámaras digitales, que empezaban a aparecer por aquel entonces a precios asequibles y que eran capaces de almacenar en su memoria no más de cincuenta imágenes con una resolución tan baja que ahora da risa al compararlas con la cámara de cualquier móvil. La foto de arriba fue tomada en aquella terraza y con esa cámara de 1,3 megapixels y 50 Mb de memoria, un aparato que todavía conservo. Esta otra foto corresponde a una página de ese cuaderno, donde se puede apreciar "el arte" de mi hermano boceteando los cuadros de nuestro tío.



Al hojear este cuaderno donde se alterna mi caligrafía, con la de mi hermano (y la de alguna persona más!?), me sorprende encontrar muchas referencias del propio Miguel sobre la clasificación de su propia obra. Yo conocía el nombre de algunas de las series que él mismo adjudicó a muchos de sus cuadros. "Serie cósmicos" y "Serie durante geometría" eran dos que recordaba y conocía, pues algunos de los cuadros de Miguel Ángel, de los años 74 y 75,  que cuelgan de las paredes de mi casa, pertenecen a estas dos series. Lo que no recordaba era que había más series y que cada una de ellas correspondía a una etapa concreta de su carrera pictórica. También he descubierto que en muchos de sus cuadros no aparece referencia alguna, ni siquiera su firma.

Los primeros cuadros que anotamos en este cuaderno  corresponden a aquella primera serie de óleos (o acrílicos) sobre táblex de unos 60x90 cm. de los que Miguel celosamente guardaba más de treinta en su habitación y que fueron los primeros cuadros que nos enseñó a Maite y a mí aquella tarde de la que ya he hablado en un post anterior.  Después aparecen una serie larga de cuadros etiquetados por el mismo artista con su firma delante y la anotación trasera de "Andés 75 Estudio C/ Real 8". Podemos afirmar que este año fue el más prolífico de su carrera. Hablaremos más adelante de este primer estudio-buhardilla de la calle Real con información que nos ha transmitido Guillermo. Después, aparecen cuadros con la firma "Andés 1976 Estudio Olivar"  y la anotación "serie cósmicos". A partir del año 78 aparece la "serie Andesianos"  y reaparece la "serie durante hembra" de la que ya había pintado cuadros en 1974. Luego, el número de cuadros empieza a disminuir a partir del año 1980, año en el cual ya hemos contado que fue el de su salida del piso de la calle Olivar. En estos aparece ya la anotación "estudio Caravaca", pero lo más llamativo es el cambio de estilo, de técnica, de motivos (surgen sus cabezas) y de soportes.

A partir del año 84 son más los cuadros pintados en contrachapados, tablas de conglomerado, puertas de armarios y en otros muchos soportes grandes y pequeños de los que la foto que introduce este post es una clara muestra. Esas seis caras supusieron un problema técnico importante en el desalojo del piso de Caravaca, pues estaban pintadas en la parte de atrás de un armario enorme, que al final terminamos por desmontar. Las seis cabezas (35x70 cada una) quedaron separadas unas de otras y enmarcadas para la exposición del 98. Sorprende en ellas la impresión de no estar acabadas, posiblemente por falta de pintura suficiente, algo que debió de ser una de los motivos del bajón productivo de sus últimos años. A pesar de esto, hay alguna obras de los años 90 realmente impactantes como este díptico (por llamarlo de algún modo) que se conserva en casa de mi hermano Javi.




Para terminar este post, he de aclarar que la mayor parte de los más de cuatrocientos cuadros que sacamos de la calle Caravaca se encuentran custodiados por mi tío Carlos, el menor de los siete hermanos, y que muchos otros están colgados en las paredes de familiares y amigos.  Tras reencontrarme con este cuaderno quiero imaginar que habrá muchos otros cuadros cuya ubicación desconocemos, pero lo que está claro es que la tarea de fotografiar y clasificar esta parte de la obra de Miguel está pendiente de terminar, al igual que los cientos de dibujos sobre cuadernos, cartulinas, hojas sueltas, etc., de los que también conservamos una parte significativa.

Como veis, nos queda mucho que contar y enseñar en el futuro. Seguirá siendo un enorme placer.



Contacto: [email protected]

miércoles, 20 de agosto de 2014

Sentencias poéticas (II)

Cabeza 2


  
¡Si tú supieras que era yo quien te había imaginado para siempre!


Autor: Miguel Ángel Andés
Cuadro: Miguel Ángel Andés. Óleo sobre tabla, 25x46. 1984

Contacto: [email protected]

domingo, 17 de agosto de 2014

Memoria y olvido


exposición98 para Amarneciendo


Este es mi padre. Como ya hemos contado, Rita y yo compartimos a través de Internet muchos archivos: fotos y textos, sobre todo. Los posts que publicamos son borradores que previamente consensuamos. Este llevaba tiempo en el horno; quería que fuera algo especial, un texto de homenaje a mis abuelos, a la memoria y al olvido. Mi padre tiene mucho en común con Miguel Angel Andés, aparte de ser hermanos políticos. 

Como ya he contado, mi madre fue la primera de los siete hermanos que se casó y abandonó el hogar familiar. Este hecho convirtió a mi padre en un miembro más de la familia Gordillo cuando Miguel contaba tan solo con catorce años de edad. Mi abuelo Juan, el padre de mi madre y de Miguel, trató (adoptó) a mi padre como un hijo,  un sentimiento que fue recíproco,  pues me consta que mi padre siempre llamó "papá" a su suegro. Y aquí viene ese otro punto común entre mi padre y mi tío: ninguno de los dos mostró  mucho aprecio por sus verdaderos padres biológicos. Lo que sé de las historias de infancia y juventud de ambos, al menos para ellos, muestra a mis dos abuelos, Juan Gordillo  y Silvio Cuesta, que así es como se llamaba el padre de mi padre, como dos hombres de su época, padres autoritarios y rígidos, unos rasgos normales en aquella sociedad patriarcal, machista y sometida de la dictadura franquista. No voy a contar aquí ahora por qué mi padre terminó renegando de mi abuelo Silvio (incluso de su parte de la herencia) y adoptando a mi abuelo Juan como un padre que "no tuvo", pero sí quería explicar algo que algunos familiares y amigos me han confirmado. Miguel Ángel no solo omitió su primer apellido, Gordillo, porque en aquel momento existiera un gran artista con ese mismo apellido (Luis), sino que esa omisión en su nombre artístico también tuvo mucho que ver con esa mala relación con mi abuelo Juan, al que, en palabras de mi madre, hizo sufir mucho por actos y conductas, que vistos ahora en perspectiva, cincuenta años después, son más que comprensibles. Supongo que mi abuelo Juan llevaría mal que su quinto hijo quisiera ser artista, o que se juntara con determinadas personas, o que no respetara los horarios familiares de las comidas y de llegar a casa por la noche. Mi tío Miguel Ángel, ya lo hemos contado, perteneció a una generación en los tiempos en que España empezaba a cambiar, en que todos los cimientos de la dictadura empezaban a tambalearse, en que muchas tradiciones empezaban a ponerse en duda, en que la censura y el poder de la época ya no eran capaces de parar los movimientos culturales, sociales, político,  artísticos. .., nuevas ideas que venían del extranjero, es decir,  nuevas formas de ver el mundo que, sobre todo, la gente más joven fue descubriendo gracias a los libros de autores franceses, ingleses, americanos..., los cuales hasta hace muy poco habían estado prohibidos, libros que pululaban en las mochilas de muchos jóvenes, como mi tío,  que empezaban a vislumbrar el final de una etapa de la historia de nuestro país. Miguel debió de hacer sufrir a mi abuelo con su forma de vestir, con su desprecio hacia lo establecido, con su vocación de incipiente de actor y de artista. Mis padres me cuentan que, cuando estuvimos aquellos dos años en Suecia, 1967-1968,  mi abuelo Juan nos hizo una visita de varios días y que a su llegada les transmitió sus cuitas con Miguel. Era un hombre ya mayor, y aquel hijo, tan distinto al resto de su prole, "le estaba trayendo por la calle de la amargura". No sé si exageraba, porque yo era un crío entonces, pero puedo imaginarme hoy cómo debió de ser aquella relación entre un veinteañero adelantado a su tiempo y un padre de una época que estaba llegando a su fin; yo mismo tengo ahora un hijo de veinte años y sé lo difícil que puede llegar a ser la comunicación entre padre e hijo, y eso que yo me llevo con mi hijo muchos menos años que Miguel con mi abuelo Juan.


Puedo afirmar que mi padre y Miguel no quisieron mucho a sus respectivos padres, pero estoy seguro de que mis abuelos, a su manera, sí les quisieron a ellos; los tiempos y las circunstancias hicieron que esas relaciones paterno-filiales no fueran como las de otros, está claro.


Mi padre es una bellísima persona. Esta foto me trae recuerdos de aquella exposición-homenaje a Miguel que organizamos en el año 1998. Fue tomada en una de esas tardes que pasamos recibiendo visitas de amigos y familiares. Hacía tan solo unos meses,  a mi padre le habían despedido de la empresa para la que había estado trabajando durante treinta años, desde nuestra vuelta de Suecia. Fue un despido injusto, consecuencia de los primeros EREs salvajes que empezaron a llevarse a cabo en aquella época en nuestro país y que ahora, tras estos años de crisis, son tan conocidos por todo el mundo. Contaba con cincuenta y ocho años,  y no volvió a trabajar. En aquellos días de la exposición mi padre colaboró con entusiasmo en todo. Apreciaba a Miguel como a un hermamo y supo entender perfectamente el objetivo de ese merecido homenaje.  Me atrevería a decir que mi padre fue de las personas que más disfrutó y valoró el hecho de ver colgados juntos tantos cuadros y dibujos de Miguel.


Desde hace un par de años mi padre ha empezado a perder la memoria, olvida algunas cosas pero recuerda muchas otras del pasado, las cuales empieza a repetir sin darse cuenta. A veces me cuenta cómo, tanto a mi abuelo Juan como a Miguel años después,  les encantaba venir a nuestra casa. Supongo que la casa de mis padres, como buenos anfitriones, les ofrecería un ambiente amable y familiar, donde yo, como el primero de los nietos, influiría de alguna manera. Según mi madre, mi abuelo Juan apreciaba a mi padre por su forma de ser: una persona familiar, tranquila, servicial, respetuosa y trabajadora. Está claro que esos calificativos no podrían describir a su hijo Miguel Ángel, cuyas otras muchas virtudes y valores no fue capaz de descubrir. Miguel salió de la calle Caravaca muy joven y no volvería allí hasta muchos años después,  cuando mi abuelo ya había muerto.


Olvido y memoria, memoria y olvido, dos palabras que significan casi lo mismo. No había vuelto a pensar en mis abuelos hasta que me propuse escribir sobre esta foto. Da vértigo pensar en el paso del tiempo, en cómo solo algunas personas permanecen en nuestra memoria y olvidamos a otras, en cómo las relaciones humanas están ligadas a la convivencia y al cariño que se forja en ella, en cómo ha sido una suerte tener un tío como Miguel para poder reflexionar sobre todo esto, para poder escribir..., y no olvidar.




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miércoles, 13 de agosto de 2014

Paradero (IX)


Andés para Amarneciendo


IX

oigo ruidos:
no es el claro crujir
de haber venido
aquel fonema inencontrable

Poesía: Miguel Ángel Andés
Dibujo: Miguel Ángel Andés, cedido por Guillermo Álvarez para Amarneciendo, carta Gotemburgo, agosto 1976


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lunes, 11 de agosto de 2014

Amarneciendo (V)




V

Abismaluz perenne.
Siempre es todavía
conyugicida luz o
sombra.
Y desde perpetua
permanencia
parecemos existencia
de otra parte,
donde nunca estuvieron
acariciados.
Siempre es todavía
conyugicida luz o
sombra


Poesía: Miguel Ángel Andés (Amarneciendo 1978)
Dibujo: Miguel Ángel Andés, cedido por Guillermo Álvarez para Amarneciendo, 1975 cafetería "Esla"


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martes, 5 de agosto de 2014

Olandés (IV)


cerebro para Amarneciendo

IV

antes y hacia de nosotros
nos habíamos (cerebro abajo hallado)
hasta llegar a ti haciéndome tú
separados de cuerpo te hacías de mí
gemelando amor sólida sangre

Poema: Miguel Ángel Andés (Olandés, 1976-77)
Dibujo: Miguel Ángel Andés, Bloc de dibujo enero 1975


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sábado, 2 de agosto de 2014

Saturnina




Esta foto no pertenece al álbum de Miguel sino al de su hermana María Jesús,  mi madre. La verdad es que la familia conserva otras muchas fotos del artista, que he ido recolectando estos últimos meses y que tendré que ir poniendo en orden. Yo mismo conservo algunas fotos de celebraciones a las que Miguel asistía. Casi siempre llegaba tarde, pero he de decir que mi tío Miguel Ángel disfrutaba de aquellas fiestas. Recuerdo especialmente mi boda. Maite y yo, en esa época, éramos más de cantar que de bailar, y la fiesta posterior al convite fue una velada de guitarras de amigos y de canciones de aquel entoces. Miguel lo pasó  en grande aquel día y luego también pudimos disfrutar de su presencia en el bautizo de mi hijo, en los cumples de mis padres, en las fiestas navideñas... En verdad, era un ser familiar, le gustaban aquellas celebraciones, aunque muchas veces mi madre y mi abuela andaran más preocupadas por su apariencia que de otras cosas.

La persona de la foto es mi abuela Saturnina,  un personaje esencial en la vida de Miguel Ángel Andés, tanto en sus primeros años como en los últimos.  Esta foto me recuerda mucho los dibujos de muchachas de los cuadernos de Miguel. Claramente es una foto de una persona ya madura, mi madre dice que debía de rondar los cuarenta años y que, posiblemente, sus siete hijos ya habían nacido.  Podría contar muchas anécdotas y recuerdos de mi abuela relacionados con Miguel, pero hoy solo voy a relatar dos de ellos.

En nuestro primer reencuentro, Guillermo me contó que allá por principios de los setenta, un día Miguel fue detenido por la policía social de la época. Eran tiempos en los que solo algunos jóvenes se atrevían a transgredir algunas normas, no escritas, relativas a la vestimenta y el peinado. Aquellos hippies, que inundaban Europa, eran mal vistos en un país como el nuestro, donde las apariencias seguían estando por encima de la naturalidad.  El caso es que cualquier joven de pelo largo era sospechoso de cualquier cosa, y mi tío y sus amigos, adelantados de aquellas modas que venían de Londres y París, tuvieron más de un percance con la policía y con otros grupos de jóvenes adeptos al régimen. Mi abuela acudió a la sede de la Direccion General de Seguridad a defender a su hijo. No le hizo falta ningún abogado. Su único argumento, que fue el que consiguió la libertad de Miguel, fue: "Mi hijo es un artista, no ha hecho nada malo a nadie". Aquello bastó para que Miguel volviera a casa.

La segunda anécdota está grabada en mi propia memoria. Eran ya los años noventa, los últimos de Miguel. Siempre recordaré a mi abuela Saturnina como su protectora, su tabla de salvación,  como la madre que obligó al resto de sus hijos a firmar un documento por el cual, en caso de su fallecimiento, aquel piso familiar, aquel donde nacieron todos ellos, aquel donde Miguel vivió sus últimos catorce años de vida, aquel que él mismo llamó su estudio de Caravaca, seguiría siendo el hogar del artista hasta su muerte.

El destino quiso que, finalmente, fuera mi abuela la que le sobreviviera, y que años después de la muerte del artista, aquel piso fuera abandonado por ella misma. Mi abuela Saturnina terminó trasladándose a Valdepeñas y dejando todo el legado de Miguel bajo mi responsabilidad.  Aquellos días en los que estuve vaciando aquel piso de los cuadros, dibujos, libros y demás cosas de Miguel, me acordé mucho de aquellas palabras de mi abuela: "Luisito, tú, como el mayor de los nietos , tienes que hacerte cargo de todas las cosas de Miguel Ángel.  Lo que tu hagas estará bien". Y aquí estoy, veinticuatro años después,  escribiendo este post.


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