Hace más de 35.000 años,
un hombre entra en una cueva y escupe un pigmento rojo sobre su mano apoyada
sobre la pared. Puede que fuera la primera manifestación artística. Puede que
incluso fuera un neandertal el primero en dibujar el perfil de su mano con una
intención cargada de simbolismo. Dejar huella es dejar constancia de tu
existencia, de tu paso por una cueva o por este mundo. En una casa abandonada,
en un árbol, en un retrete, en la cima de una montaña o en la Luna, el hombre
ha querido manifestar su sentimiento de conquista simplemente indicando que
estuvo allí; gritando la conquista de un pequeño territorio. Puede que también sea
este el motivo más o menos oculto que explica la existencia de algunos blogs
como éste.
Puesto que no hay muchas
probabilidades de que mis escritos me otorguen beneficios económicos o de
cualquier otro tipo, ¿qué me mueve a invertir mi tiempo en estas páginas? Puede
que no sea muy distinto a aquel primitivo anhelo de manchar la pared de una cueva: reafirmarme al
gritar que yo también estuve aquí. Que el viento no se lleve mi memoria, y
confiar en que en algún momento alguien sepa valorar realmente esta débil
huella. Siempre cabe la esperanza de que alguien pase por aquí y la rescate del
olvido.
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