Intento desenredar el pelo a mi hija y se queja. Luego ella hace lo mismo
con una muñeca de manera brusca y graciosa. Pero la muñeca no se queja. Aunque
lo hiciera, mi reacción no sería la misma. Reflexiono sobre la diferencia. Mi
hija intenta evitar el dolor con programas grabados en su biología para
sobrevivir. Intenta huir de los estímulos dolorosos y acercarse a los
placenteros. La muñeca no.
A una muñeca se le puede poner un dispositivo para que hable, o que llore cuando se le tire del pelo, o que reaccione de forma muy compleja e interactiva con el entorno; de momento no provocará una preocupación parecida aunque me anuncie su dolor. Un factor importante puede ser que mi hija, a lo largo del tiempo, va provocando ternura en quienes la cuidan para que la protejan y eduquen. Mientras crece, aprende y acumula memoria teñida de emociones que favorecen su crecimiento y su identidad.
Una dificultad que encontrarán los creadores de inteligencia artificial será construir máquinas que consigan aprender con el paso del tiempo mientras provocan emociones en sus protectores parecidas a las de la paternidad. Maquinas que piensan ya hay, desde la Siri de iPhone hasta usted mismo. Pero artefactos no biológicos que piensen y se emocionen como los humanos es otra cosa.
Lo decisivo en el humano es construir memoria a lo largo del tiempo en forma de emoción. A partir de ahí, que se reconozca y se llene de conciencia, esa enigmática propiedad que emerge de la materia viva.
A una muñeca se le puede poner un dispositivo para que hable, o que llore cuando se le tire del pelo, o que reaccione de forma muy compleja e interactiva con el entorno; de momento no provocará una preocupación parecida aunque me anuncie su dolor. Un factor importante puede ser que mi hija, a lo largo del tiempo, va provocando ternura en quienes la cuidan para que la protejan y eduquen. Mientras crece, aprende y acumula memoria teñida de emociones que favorecen su crecimiento y su identidad.
Una dificultad que encontrarán los creadores de inteligencia artificial será construir máquinas que consigan aprender con el paso del tiempo mientras provocan emociones en sus protectores parecidas a las de la paternidad. Maquinas que piensan ya hay, desde la Siri de iPhone hasta usted mismo. Pero artefactos no biológicos que piensen y se emocionen como los humanos es otra cosa.
Lo decisivo en el humano es construir memoria a lo largo del tiempo en forma de emoción. A partir de ahí, que se reconozca y se llene de conciencia, esa enigmática propiedad que emerge de la materia viva.