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viernes, 3 de julio de 2015

Viaje a Marruecos del Club de lectura

Entrada a la medina de Tánger
Todo viaje implica conocimiento. Un grupo de miembros del Club de lectura de la Acequia y de la Asociación de Antiguos Alumnos y Amigos de la Universidad de Burgos hemos viajado estos días a una zona concreta del norte de Marruecos para conocer algunos de los lugares en los que se desarrollaron los acontecimientos de la Guerra de África de 1859-1860. En la entrada de ayer expliqué las razones para elegir Tánger como centro de operaciones. Desde allí hemos viajado a Tetuán, Chaouen y Asilah. 

Los pocos días que pasamos en aquellas tierras y los motivos iniciales del viaje no permiten extraer conclusiones sociológicas o políticas que debemos dejar para otra estancia más larga. Sin embargo, mi impresión es que hemos visto una zona de Marruecos en evidente e intensa trasformación.

Todavía es posible ver las escenas locales que tanto llaman la atención del viajero occidental, la fuerte presencia de personas del mundo rural en mercados y otros espacios de las ciudades o vendiendo sus productos, como han hecho siempre, en los márgenes de las carreteras a la sombra de los árboles. Cuando el viajero se acerca a las medinas históricas le asaltan guías ocasionales que bajo el pretexto de orientación y protección -que en horas con mucha afluencia de público no es, en realidad, necesaria- ejercen la mendicidad indirecta o el hurto por descuido. Pero esto mismo sucede en tantas ciudades occidentales que hay que ser muy rígido en el pensamiento para creer que solo ocurre allí, como la venta más o menos insistente de todo tipo de productos o la queja porque se tome a las personas como meros objetos turísticos a los que fotografiar. Yo he vivido las mismas escenas en Sevilla, en Madrid, en Córdoba o en Burgos. También en otras ciudades de muchos países desarrollados.

Estos días, además, hemos tenido la experiencia de conocer un país, en donde el islam es la religión oficial, en pleno ramadán. En la zona de Marruecos en la que nos hemos movido la observancia era completa pero, salvo algunas recriminaciones nada agresivas ante algunos comportamientos que los no musulmanes consideramos naturales y hacemos de forma cotidiana, he podido observar una tolerancia muy alta. Aunque muchos restaurantes estaban cerrados a la horas centrales del día, no hemos tenido ningún problema para comer y, en los lugares con licencia para ello, consumir bebidas alcohólicas en el interior. Tampoco para realizar compras. Por el ramadán, muchos locales comerciales de las medinas y del resto de las ciudades estaban cerrados hasta el atardecer pero abrían sus puertas por la noche y a las doce Tánger estaba lleno de vida, con buena parte de sus habitantes en las calles.

Los zocos son un mundo aparte, como sabemos. Llenos de pequeños comercios y gente, laberínticos para quien no está acostumbrado a moverse por ellos, pero -ha sido mi impresión- en gran medida son un escaparate turístico en el que se mezcla lo antiguo y las formas adaptadas a los tiempos de tratar al turista como consumidor. Lógicamente, a quienes viven del zoco no les gusta que el turista entre ellos como si aquello se tratar de un mero safari fotográfico. También hay zonas de la medina en las que compran los habitantes locales pero las partes más reconocibles como zocos se están trasformando poderosamente en un circuito turístico. Mi impresión es que en cuanto un grupo entra en ellos hay una serie de códigos entre los vendedores y guías, normas propias que son fácilmente apreciables a poco que se observe y se tenga experiencia en mundos similares de otras zonas del mundo. Los comerciantes y las personas que viven de una o de otra forma del turismo son los primeros interesados en que nada grave ocurra dentro de todo lo que se suele contar en algunas guías de viajeros y son los primeros en colaborar con el turista desorientado para que retorne al recorrido del grupo. Estos deben limitarse a ser tan precavidos como en los alrededores de la Plaza Mayor de Madrid o en las Ramblas de Barcelona y tratar a los comerciantes dentro de las normas no escritas del respeto a la negociación y el regateo propios de este tipo de comerciantes. Fuera de las medinas o de los mercados tradicionales a los que acuden los campesinos a vender sus productos, en los comercios más occidentalizados o en aquellos que necesitan licencias oficiales para algunos tipos de producto no es frecuente el regateo. O no lo es más que cuando pedimos un descuento en una de las tiendas de nuestros propios países.

Es cierto que me ha resultado llamativa la ausencia de mujeres en determinados trabajos o en algunas tiendas, pero en esto también hemos podido apreciar indicios de un cambio en la sociedad marroquí. Marruecos, como otros países de similar cultura (más debido a las tradiciones que a la religión), aún tiene que dar pasos en la visibilidad de la mujer, que tampoco está escondida pero no goza de las mismas libertades cotidianas que en Europa. La misma ausencia en las calles he percibido de las decenas de miles de inmigrantes subsaharianos que deben vivir en el país a la espera de dar el salto a Europa. Estos, según parece, se refugian en las zonas boscosas o de monte a la espera de poder cruzar el estrecho bien a través de embarcaciones precarias o bien saltando a las ciudades españolas fronterizas con Marruecos.

Junto a esto, hemos apreciado estos días un fuerte impulso trasformador. Se construyen bloques de viviendas sociales por todas zonas en las que nos hemos movido y hay una gran inversión en infraestructuras. En Tánger se está construyendo una estación para la nueva línea de TGV que unirá la ciudad con Rabat y junto a ella un amplio y moderno complejo hotelero. También nuevas carreteras, avenidas, calles, etc. Justo a los pies de la alcazaba -evidentemente necesitada de un política de conservación- se construye un gran puerto nuevo con el objetivo de atraer turismo masivo de cruceros y de lujo. Todo el paseo marítimo conocido como la Avenida de Mohamed VI se modificará para dar servicios modernos de turismo de playa al turismo y en otras zonas es apreciable la inversión económica en la que tienen mucha responsabilidad tanto la ayudas de las grandes potencias al país para consolidarlo frente a las amenazas terroristas tras los atentados de Casablanca de 2003, como la notable presencia de grandes empresas internacionales que han elegido Tánger como centro de operaciones para la zona por todo su potencial en cuanto a las comunicaciones y la mano de obra barata. También se hacen notar las inversiones de los multimillonarios árabes relacionados con el petrodolar, que han tomado la zona como lugar de residencia de vacaciones. La costa del atlántico, con sus cientos de quilómetros de playas vírgenes, es otro proyecto que potenciará el turismo en los próximos años. Y todos sabemos que el turismo implica trasformaciones sociales rápidas.

Quizá por todo esto es un buen momento para conocer la zona, porque aún se pueden apreciar las formas de vida tradicional y comienzan a ejercer influencia los impulsos trasformadores. Será interesante volver dentro de unos años para apreciar cómo ha podido cambiar todo los planes urbanísticos, empresariales y de desarrollo turístico.

Tetuán es una ciudad más tranquila que Tánger, con una evidente herencia española de la época del protectorado tanto en el trazado de las calles, la arquitectura y algunas costumbres. La medina está mejor conservada y puesta en valor para el turismo. Chaouen es una ciudad hermosa, que llama la atención al viajero por el azul añil de sus paredes a pesar de no estar cerca del mar sino entre montañas. Merece la pena perderse por las calles cercanas al trazado turístico que lleva hasta la fuente de Ras Elma y detenerse a hablar con la gente, que vive un ritmo más calmado que en las grandes ciudades. Finalmente, de Asilah cabe decir tan solo que responde a las expectativas. Es una hermosa ciudad amurallada, muy cuidada en su casco antiguo y puesta en valor para el turismo y las actividades culturales, llena de artistas y de presencia internacional.

Por último, algunas recomendaciones para el viajero que no conozca aquellas tierras. A los marroquíes, como a todos, les gusta que se les trate con respeto y no con la soberbia del occidental, que el viajero se aproxime a comprender su realidad, las diferencias socioeconómicas evidentes, ciertas trabas a la total libertad política pero también los evidentes y loables esfuerzos de los últimos años para trasformar el país y abrirse al mundo tanto en la legislación como en la acción en proyectos culturales, sociales y económicos, los impulsos que se dan para todo ello desde el estado y la introducción de cambios lentos pero continuos que comienzan a dar frutos en la modernización del país y hay que estar muy ciego para no verlos, aparte de la mejora de la situación económica en medio de una crisis mundial como la que hemos atravesado, a pesar de que las zonas rurales -que no hemos visitado- puedan sufrir de una situación peor y de la escasa oferta a los jóvenes. La vida es notablemente más barata que en España incluso aunque te engañen en las vueltas o en el regateo. No es necesario cambiar moneda. En todos los lugares aceptan euros aunque apliquen un redondeo que les pueda beneficiar y que se traduce, en las compras normales, en unos pocos céntimos. La vida es tranquila y el extranjero que respeta las normas de comportamiento locales no tiene ningún problema. Y no hay tampoco ningún problema con el idioma. En esta zona de Marruecos casi todos comprenden el español y muchos lo hablan.

En la medina de Tánger
Restaurante en la medina de Tánger
En la medina de Tánger
En la alcazaba de Tánger
Obras del nuevo puerto de Tánger
Calle de la zona española de Tetuán
Antiguo consulado español de Tetuán, hoy Palacio real
Zona de entrada en la medina de Tetuán
En la medina de Tetuán
Chaouen
Fuente Ras Elma, en Chaouen

Asilah