En el pasado mes de junio di cuenta del lanzamiento de un proyecto editorial de innovanity, Las aventuras de Rod en Atapuerca. Desde entonces, tenía pendiente completar mis primeras impresiones y lo hago ahora, a la vista de cómo ha crecido la iniciativa y la salida al mercado de nuevos libros de la colección: ya son siete volúmenes, uno de ellos para colorear.
Dije entonces y repito ahora que la colección -y todo el proyecto, que va más allá- tiene una excepcional calidad, como pocas veces se ha visto en un producto de este tipo destinado al público infantil de confección española. Si son buenos los primeros resultados, lo mejor es el potencial de crecimiento que tiene y que puede llevar a Rod a ser un personaje muy conocido entre los niños de educación infantil y primaria, a los que va dirigido.
Harían bien los padres en ponerlo en la lista de los regalos de estas Navidades para sus hijos de cara a la festividad de los Reyes Magos.
Harían bien los padres en ponerlo en la lista de los regalos de estas Navidades para sus hijos de cara a la festividad de los Reyes Magos.
Cada uno de los volúmenes es independiente pero todos parten de una misma situación: Raúl, en una excursión a la Sierra de Atapuerca, cae en una cueva y acaba en el mundo en el que vivieron los habitantes de la Sierra hallados en las excavaciones cuyos yacimientos han sido declarados Patrimonio de la Humanidad. Allí, un niño como él, Rod, le sirve de guía para conocer cómo viven aquellos seres prehistóricos. El contraste entre Raúl y Rod es una forma excelente y muy didáctica de divulgar los conocimientos científicos que tenemos sobre la vida de aquellos antecesores nuestros. Por otra parte, tanto Raúl como Rod son personajes con los que fácilmente puede identificarse cualquier niño y especialmente Rod tiene un gran atractivo en su caracterización y en su diseño visual.
El guion de las entregas está muy cuidado y se adapta a la franja de edad a la que van dirigidos los libros sin los fáciles guiños tan frecuentes en la literatura infantil. Sirve también a la perfección para la divulgación científica y, por supuesto, al entretenimiento de los lectores.
Las ilustraciones son excepcionales: en sí mismas y como ejemplo de que hay otras posibilidades de dibujar para el público infantil que no son las convencionales o las habituales del mundo Disney. Sin duda, estimulan la imaginación del niño.
Sus autores, Ion Echeveste y Fran Moreno han conseguido un producto irreprochable que no dejará de crecer, todo ello presentado en una factura atractiva y de calidad en su resultado material, por lo que solo cabe animar al sello editorial, La inventora de palabras, a seguir por este camino.
A poco que acompañe la suerte y no cejen en el esfuerzo, estamos ante una idea que nos deparará sorpresas muy agradables en los próximos años y que debería saltar del ámbito local o regional, como debería pronto presentarse en formato audiovisual.