Sábado por la mañana, me quiero ir un par de horitas a la piscina, soy incapaz de aguantar más tiempo, el caso es que he descongelado dos trocitos de costillas de cerdo tan blanco como yo con un guión a medio escribir y con un título pensado “costillas guisadas” fácil y rápido, pero precisamente por ser yo quien escribe el guión he decidido dar un papel diferente a cada ingrediente.
Las costillas seguirán siendo el principal protagonista, el resto de los secundarios serán fundamentales en la trama y desarrollo de este guión aunque estén en un importante segundo plano, pero ya se sabe que hay actores secundarios que salvan más de una película.
Y en un guión se escribe, se tacha, se cambia y se vuelve a rescribir… ¿Asadas?... ¿Me dará tiempo a la vuelta? ¡Sí! Dicho y hecho, me pongo a preparar un adobo para dejarlas que se relajen antes de ser sacrificadas en su particular hoguera, algo que encuentro muy justo ya que yo también me aso fuera mientras controlo que no se socarren.
A veces el humilde cerdo blanco puede resultar delicioso, y no es que pretenda ser racista con el animalito pero el pata negra no es discutible.
Los ingredientes por orden de aparición:
- Las costillas
- Tomillo
- Laurel
- Ketchup
- Miel
- Unas gotas de Tabasco (picante al gusto)
- Sal, un poquito de agua y aceite
En un mortero machaco y mezclo todos los ingredientes, se entiende que todos menos las costillas que van a recibir con alegría esta mezcla con la que compartirán un par de horas como mínimo antes de entrar en su plató particular.
Las coloco en una fuente, añado un poco de sal sobre ellas y un vasito de agua para que no se sequen. A 180º más o menos, con fuego por arriba y por abajo, las dejo hasta que estén bien asaditas dándoles vuelta de vez en cuando.
Las costillas seguirán siendo el principal protagonista, el resto de los secundarios serán fundamentales en la trama y desarrollo de este guión aunque estén en un importante segundo plano, pero ya se sabe que hay actores secundarios que salvan más de una película.
Y en un guión se escribe, se tacha, se cambia y se vuelve a rescribir… ¿Asadas?... ¿Me dará tiempo a la vuelta? ¡Sí! Dicho y hecho, me pongo a preparar un adobo para dejarlas que se relajen antes de ser sacrificadas en su particular hoguera, algo que encuentro muy justo ya que yo también me aso fuera mientras controlo que no se socarren.
A veces el humilde cerdo blanco puede resultar delicioso, y no es que pretenda ser racista con el animalito pero el pata negra no es discutible.
Los ingredientes por orden de aparición:
- Las costillas
- Tomillo
- Laurel
- Ketchup
- Miel
- Unas gotas de Tabasco (picante al gusto)
- Sal, un poquito de agua y aceite
En un mortero machaco y mezclo todos los ingredientes, se entiende que todos menos las costillas que van a recibir con alegría esta mezcla con la que compartirán un par de horas como mínimo antes de entrar en su plató particular.
Las coloco en una fuente, añado un poco de sal sobre ellas y un vasito de agua para que no se sequen. A 180º más o menos, con fuego por arriba y por abajo, las dejo hasta que estén bien asaditas dándoles vuelta de vez en cuando.
Paso las costillas a otro recipiente y las dejo dentro del horno ya apagado para que no se enfríen. Añado a la fuente del asado un poco de agua para ayudar a deshacer lo pegado, remuevo y lo cuelo para evitar cualquier resto que no interesa nada de nada y ya tengo la salsa.