viernes, 22 de octubre de 2010

Esquizoanálisis 3


El capitalismo y las máquinas sociales

El proceso de producción se inicia y tiene desarrollo cuando se instala la “Máquina territorial” (máquina social salvaje). Esta se constituye en la primera forma de los social y desde que surge tiene a la tierra (el motor inmóvil, donde los hombres son sus piezas) como objeto del deseo. Esta primera máquina (precapitalista) realiza diversos cortes hasta llegar a codificar los flujos de producción (los medios, los productores y los consumidores), dándole inicio a una estructura lineal que más tarde permitiría hacer una lectura continua de la historia. Pero ante la constatación de la contingencia de los hechos10 (que suponen flujos y cortes) se le empezaba a  generar un grave peligro a esa sociedad que intentaba marcar a los cuerpos (adscribirlos a la tierra), delinearlos y darles una función específica a cada uno de sus órganos.
Siguiendo el criterio de la inscripción, vemos cómo se empieza a reprimir, de entrada, a la producción deseante; lo que no pasa de ella a la producción social, es decir, aquel flujo revolucionario de deseo que no se ha dejado codificar. Y para lograr esta variable, es preciso hacer pasar dicho flujo, según Deleuze y Guattari, “de la producción deseante a la producción social, sin ninguna represión del carácter sexual del simbolismo y de los afectos correspondientes, y sobre todo sin referencias a una representación edípica que se supondría originalmente reprimida o estructuralmente repudiada” (AE, 180). En aquellas sociedades salvajes Edipo todavía no está instalado. El familiarismo expresivo todavía no se ha desarrollado, puesto que las estrategias y políticas que se trazan entre los miembros de una familia, son las que determinan la producción social. Lo que más bien se da es una circulación de tejidos transversales.
Edipo es un límite perfectamente activo dentro del capitalismo, puesto que allí encuentra cómo moverse sobre los flujos descodificados, los cuales han sido sustituidos por una nueva axiomática (la del dinero) que resulta más represiva. Recordemos que el capitalismo (que se instala sobre los flujos descodificados) permanentemente se aproxima al límite (muro de su disolución) pero enseguida se regresa y se disuelve o incorpora a los flujos dentro del socius, haciendo creer que su nueva codificación (o axiomática) es universal. Ese es el juego perverso y encubridor que describe constantemente el capitalismo.
En el recorrido que hacen Deleuze y Guattari, encuentran una nueva Máquina imperial trascendente – despótica (segunda máquina social bárbara). En ella, el Estado se posiciona y adquiere poderío mediante dos acciones: “nueva alianza y filiación directa”. Frente a las alianzas laterales y las filiaciones extensas de la anterior máquina, se impone ahora, la filiación directa (con el dios, por supuesto, como proyección simbólica). Las alianzas y filiaciones primitivas, son reducidas por la nueva inscripción imperial, y se las encausa hacia la alianza directa del déspota con dios, y del déspota con el pueblo (como algo subyacente). El Estado despótico produce un corte en la máquina territorial, dándole a ésta el carácter de piezas productivas (trabajadoras) que se someten a la “idea cerebral”. Esta institución es la única que “surge ya montada en el cerebro de los que la instituyen” (AE, 224). “El Estado no se formó progresivamente, sino que surgió ya armado”.
En lo referente a las relaciones socio-económicas que establece la máquina estatal, vemos que se elimina  la posibilidad del intercambio para ser reemplazada por la figura acreedor-deudor. La deuda es el efecto de la marca, de la inscripción (territorial y corporal). Se marca para “enderezar” al hombre. Se ha concebido el inicio del Estado con la “fijación de una residencia” (territorialidad) y con la “abolición de las pequeñas deudas”. Sin embargo, esto no es del todo cierto, sino más bien un eufemismo. Lo que se da es una desterritorialización (se cambian los signos de la tierra por signos abstractos y se convierte a la tierra en una propiedad del Estado o de unos pocos). En cuanto a la abolición de las deudas (cuando efectivamente se dan) tiene como propósito, mantener el control de la tierra y evitar la aparición de una posible “máquina revolucionaria” que se proponga renovar la distribución agraria. El Estado, entonces, realiza una segunda inscripción (una sobrecodificación de flujos). Ese “cuerpo lleno”, inmutable, se apropia de todas las fuerzas y agentes de producción. “El Estado es deseo que pasa de la cabeza del déspota al corazón de los súbditos y de la ley intelectual a todo el sistema físico que en él se origina o se libera” (AE, 228)
En realidad, el Estado produce una desterritorialización de todas las filiaciones primitivas para adscribirlas a la “máquina despótica”. El viraje que se da en la relación con la deuda busca proporcionarle una dependencia infinita al “deudor” frente al Estado (desconociendo las alianzas primitivas, el intercambio). Es una suerte de “deuda de existencia”, deuda que no se puede saldar porque el acreedor y el crédito son infinitos. El sujeto queda entonces, con una deuda permanente.
El tercer tipo de máquina que ubican los autores es la Máquina moderna inmanente – el Estado capitalista (tercera máquina social civilizada), la cual  aparece cuando se entra en la órbita de la propiedad privada y de las mercancías; cuando aparecen las clases y la riqueza. Se vuelve a incidir sobre los flujos desterritorializados (dinero, mercancía, propiedad privada). Las clases (ya no únicas) en conflicto permanente, le delegan su poder al Estado, el cual se va concretizando aunque aparece como escondido (abstracto) detrás de todas las actividades.  Es decir, hay dos aspectos en el devenir del Estado: 1. Interiorización, en el campo social y las fuerzas descodificadas que forman un sistema físico; 2. Espiritualización, en un campo supraterrestre que codifica a un mayor nivel y forma un sistema metafísico.
Los flujos descodificados (por la sobrecodificación del Estado despótico, primera desterritorialización) someten al Estado despótico y hacen hundir al tirano pero al tiempo lo reviven en formas como (democratización, oligarquización, segmentación, monarquización) y, además, lo interiorizan y espiritualizan.
En el capitalismo hay una “descodificación generalizada de los flujos”, son múltiples los flujos descodificados, aunque todos confluyen. Es en esta conjunción que nace el capitalismo (el hecho singular de la conjunción de flujos hace del capitalismo algo universal). Los flujos descodificados se concentran en la producción constante: “producir para producir”, consumo total que genera más insatisfacción. “La producción capitalista tiende sin cesar a sobrepasar estos límites que le son inmanentes, pero no lo logra más que empleando medios que, de nuevo y a una escala más imponente, levantan ante ella las mismas barreras. La verdadera barrera de la producción capitalista es el propio capital”11. El capitalismo como límite, opera la descodificación de los flujos que las otras formaciones sociales habían codificado y sobrecodificado, y en ese límite construye una nueva axiomática (acto perverso) que reemplaza a la codificación. Y ¿cómo logra operar el capitalismo para que se realice la implantación de la nueva axiomática? Pues a través del Estado, quien regula los flujos descodificados (de la axiomática del capital). Precisamente, el Estado civilizado, nace con esa axiomática del capital. Sólo el capitalismo se construye sobre flujos descodificados (valores de cantidades abstractas en forma de moneda) pero siempre tiene presente que su accionar va hasta un límite (donde se inicia el punto de retorno o disolución). Para su conveniencia, concentra toda su energía en evitar por todos los medios el llegar a ese límite.
El capitalismo tiene una enorme capacidad de esquizofrenizar. La sociedad capitalista produce esquizos como produce cualquier otro producto. Pero a los esquizos trata de guardarlos, de encerrarlos, por supuesto, esperando que desde su misma construcción, desde su mismo interior, pueda venirle la destrucción. Sin embargo, olvida que La esquizofrenia opera en el sentido contrario, pues es el límite absoluto; después de ella no quedan sino flujos en estado libre, un “cuerpo sin órganos desocializado”. Y ahí, en esa práctica perversa, coercitiva, de señalamiento y encerramiento, también involucra a los artistas, los pensadores, y todos aquellos que se levanten contra las dinámicas del mercado.
Finalmente, a manera de resumen, presentamos las particularidades de las tres máquinas sociales que identifican Deleuze y Guattari.

Cuadro comparativo de las tres máquinas


Máquina territorial (Salvaje)
Máquina imperial trascendente (Bárbara,
Máquina moderna inmanente (Civilizada)
Oralidad.
Voz y grafismo (independientes), son elementos heterogéneos. La voz, representación de la palabra; el grafismo, representación de la cosa (el cuerpo). Régimen de connotación: la palabra (signo vocal) designa alguna cosa, pero la cosa designada no deja de ser signo. Se requiere de un tercer elemento (la vista) para que los integre.

Máquina de esclavitud por la codificación de los flujos sobre el cuerpo lleno de la tierra.

Escritura.
Grafismo y voz (integrados), el grafismo se proyecta sobre la voz (la subyuga) dando como resultado la escritura. La voz es ahora un objeto trascendente (voz muda) que se manifiesta por medio de revelación en la figura del déspota. Se crea un significante único, despótico.

Sobrecodifica los flujos sobre el cuerpo lleno del déspota y de su aparato, el Estado despótico. Proceden por subjetivación y sujeción.
Descodifica los flujos sobre el cuerpo lleno del capital-dinero.
Lleva más lejos la descodificación y crea una axiomática (de la que es modelo) conjugando todos los flujos:
Proposiciones de flujos Vs. Proposiciones de axiomas


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