Louise Michel
Conocida dentro de ciertos círculos como “la virgen
roja”, y en otros como “La buena Louise”.
Fue una de las más importantes figuras del anarquismo francés en el siglo XIX.
Nació en Vroncourt-la-Côte en 1830 y falleció en Marsella en 1905.
Además de escritora, fue educadora, participante en la Comuna de París,
militante y propagandista libertaria. Gran parte de su vida la pasó en la
clandestinidad, el exilio y la cárcel.
Canto
del cautivo
Aquí jamás se siente el frío;
el bosque siempre su verdura ostenta,
y desde el mar hasta el ramaje umbrío,
llega la fresca brisa que lo alienta.
Y es tal la paz, tan grande y permanente,
que al zumbar del insecto interrumpe
el rugir de la tormenta.
A veces, cuando, envuelta en negro manto
la sombra de la luz pasa la raya,
se escucha el dulce y prolongado canto
que las conchas entonan en la playa.
En tanto que la flor en la espesura,
unida por su amor al aura pura,
constantemente va donde ésta vaya.
Mirad cómo las olas hacia el cielo
dirigen su rizada cabellera,
y con marcha veloz y raudo vuelo
cruza el profundo mar nave ligera.
Y en la noche cubierta de esplendores
brotan fosforescentes resplandores
del seno de las ondas hacia afuera.
Corre, ven a salvarnos, nave amiga;
cambia de mala en buena nuestra suerte;
aquí nos hiere y mata la fatiga,
el presidio es más triste que la muerte.
No nos falta la fe ni la constancia,
y si un día volviésemos a Francia,
sería por luchar con brazo fuerte.
El fuego del combate nos inflama,
la libertad al bueno presta ardor
y la batalla a todos hoy nos llama
a los desheredados el clamor...
A la sombra la aurora ha confundido
Y un mundo surge de verdad y amor.
el bosque siempre su verdura ostenta,
y desde el mar hasta el ramaje umbrío,
llega la fresca brisa que lo alienta.
Y es tal la paz, tan grande y permanente,
que al zumbar del insecto interrumpe
el rugir de la tormenta.
A veces, cuando, envuelta en negro manto
la sombra de la luz pasa la raya,
se escucha el dulce y prolongado canto
que las conchas entonan en la playa.
En tanto que la flor en la espesura,
unida por su amor al aura pura,
constantemente va donde ésta vaya.
Mirad cómo las olas hacia el cielo
dirigen su rizada cabellera,
y con marcha veloz y raudo vuelo
cruza el profundo mar nave ligera.
Y en la noche cubierta de esplendores
brotan fosforescentes resplandores
del seno de las ondas hacia afuera.
Corre, ven a salvarnos, nave amiga;
cambia de mala en buena nuestra suerte;
aquí nos hiere y mata la fatiga,
el presidio es más triste que la muerte.
No nos falta la fe ni la constancia,
y si un día volviésemos a Francia,
sería por luchar con brazo fuerte.
El fuego del combate nos inflama,
la libertad al bueno presta ardor
y la batalla a todos hoy nos llama
a los desheredados el clamor...
A la sombra la aurora ha confundido
Y un mundo surge de verdad y amor.
Los Claveles rojos
(Dedicado a su compañero Théophile Ferré,
ejecutado en noviembre de 1871)
Si voy al oscuro
cementerio
Hermano, tira
sobre tu hermana,
Como última
esperanza,
Claveles rojos
en flor.
En los últimos
tiempos del Imperio,
Cuando el pueblo
se despertaba,
Clavel rojo, eso
fue tu sonrisa
Que nos dijo que
todo renacía.
Hoy día, va a
florecer en la sombra
Negras y tristes
prisiones.
Va a florecer
cerca de la sombra cautiva,
Y dile que lo
mucho que la amamos.
Dile que por lo
rápido del tiempo
Todo pertenece
al futuro
Que el vencedor
en frente lívido
Más que el
vencido puede morir.
William Morris
(Inglaterra, 1834 – 1896). Pintor, impresor, poeta,
artesano y activista político muy cercano al anarco-comunismo. Fue creador del
movimiento de Artes y Oficios. Retomando el interés por la artesanía medieval,
sostenía que el ser humano estaba por encima de la máquina, y por eso estaba en
contra de la producción en masa. En la década de 1880 fundó la Liga Socialista.
Su novela, Noticias
de ninguna parte (1890), es una de las
más populares en la exaltación de la utopía eco-socialista y libertaria.
¿Qué es aquello que viene del oeste arrasando todo?
¿Y quiénes son estos que marchan firmes y extraviados?
Traemos el mensaje que los ricos han enviado
Abatiendo a los condenados a despertar y saber.
No uno, ni siquiera uno o un millar deben morir,
Pero todos y cada uno si oscurecen el día.
Les preguntamos por la vida de arduo trabajo,
Se nos ordenó aguardar el momento por nuestro pan;
Ansiamos expresar nuestros humildes pensamientos,
Regresamos sin palabras, trayendo a nuestros muertos.
No uno, ni siquiera uno o un millar deben morir,
Pero todos y cada uno si oscurecen el día.
Ellos no aprenden; no tienen oídos para escuchar.
Ellos esconden el rostro ante los ojos del destino;
Sus salones brillantes esconden el cielo que oscurece.
¡Pero observa a este hombre muerto golpear las puertas!
No uno, ni siquiera uno o un millar deben morir,
Pero todos y cada uno si oscurecen el día.
En medio de la tormenta él ganó el reposo presidiario;
Pero en el amanecer el sol surgió entre las nubes
Trayéndonos un día de trabajo lleno de esperanzas.
No uno, ni siquiera uno o un millar deben morir,
Pero todos y cada uno si oscurecen el día.
Imágenes tomadas de la circulación libre en la red
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