A continuación, les comparto un fragmento del estudio que precede la selección de aforismos que realicé para el presente libro.
EL ÚNICO Y SU LIBERTAD
Hacia 1912, veintiún años antes de su muerte, José María Vargas Vila se cuestionaba
sobre el futuro de sus escritos con ese particular tono paradójico que no
escondía el deseo de olvidarlo todo, pero que tampoco negaba la voluntad indoblegable
de luchar encarnizadamente con su pluma hasta el último aliento:
¿Por qué he escrito mis
memorias? nada de ese Pasado me encariña; y, sin embargo, siento el deber de
contarlo, porque, ¿qué quedará de mi Vida tan agitada y tan calumniada, si dejo
a los otros el trabajo de escribirla? ¿todos esos hombres, todos esos hechos,
interesarán a la Posteridad?[1]...
De estas tres preguntas, retomo la última y me atrevo
a aventurar una respuesta, precisamente, con la publicación de este libro, ochenta
y cinco años después de la muerte del gran pensador colombiano. Este trabajo
reafirma que las reflexiones del inolvidable Vargas Vila no han envejecido ni
han perdido su potencia, más bien, han sabido esquivar todos esos lugares donde
se mancilla el pensamiento y se objeta la palabra viva para reaparecer,
imperceptibles, en esquivos instantes y asestar estocadas a la médula de todos
los proyectos totalitarios.
Si bien es cierto que puede parecer oportunista el apelar
a una fecha específica para recordar a un autor, en este caso, la efemérides no
se agota en sí misma, pues aunque sirve como pretexto, da lo mismo que fuera un
lustro, una década o una centuria al tratar de revivir una obra tan amplia,
polémica, fluctuante, aguerrida y provocadora como lo es la de Vargas Vila. Esa
amplitud de matices que se derivan de su trabajo escrito, permite hacer
diversos acercamientos y establecer nuevos diálogos, inexorablemente,
condicionados por el transcurso de los años. Al parecer, la mayoría de los
contemporáneos del autor no lograron dimensionar que estos textos incendiarios
sí interesarían a la posteridad y por eso lo despacharon con presteza, pero quienes
volvemos sobre esta obra de manera retrospectiva podemos certificar que gran
parte de ella sigue interrogando, emocionando o golpeando a la contemporaneidad,
y que aún es mucho lo que se puede descubrir en ella.
Ante la posibilidad de realizar múltiples
aproximaciones o análisis a partir de la obra de este “Genio Latino”[2],
me he decantado por una faceta poco tenida en cuenta en anteriores estudios,
aunque a mi parecer, en ella se encuentra la mayor potencia de su trabajo
reflexivo: el Vargas Vila pensador, preocupado por la estética, afín a una
filosofía a-sistemática y seguro de haber asumido una vida de poeta.
Lamentablemente, esta vertiente de su obra ha sido enterrada por quienes lo ubican
apenas como novelista, historiador, crítico o panfletario. Y no es que
desconozca el alcance que tuvo y la gran popularidad que logró con su abundante
narrativa, ni tampoco que desmerezca su valiente postura como escritor que hace
del panfleto una herramienta de combate:
Hay quien escribe para divertirse, y otros para
divertir; yo no pertenezco a unos ni otros…escribo para combatir, y el combate
es serio.[3]
Esta reflexión anotada en su Diario (Julio de 1927)
muestra la plena conciencia de su opción por la escritura, y además la seriedad
y coherencia que alcanzó con ella, no solo en los libelos incendiarios sino en
lo más sutil de su pluma, en aquellos exquisitos e inaprensibles aforismos que
lo ubican en un honroso sitio de la literatura breve de todos los tiempos.
Exaltar a Vargas Vila como aforista es mi primer
propósito, y con él espero corroborar que en el verdadero aforismo se encuentra
un amplio universo próximo a la filosofía, a la poesía y a la meditación. Por
tal razón, he optado por concentrar el estudio y hacer una selección de textos
de los cinco libros que el mismo Vargas Vila consideraba que lo contenían y lo
revelaban en sus más íntimas ideologías, son ellos: La voz de las horas (1910),
El ritmo de la vida (1911), Huerto
agnóstico (1912), Del rosal pensante (1914)
y De los viñedos de la eternidad (1916):
Toda mi Filosofía, toda mi
ética, toda mi anti-Ética, están contenidos en ellos, así como mis pensares en
Historia, y, el concepto emocional y pasional que de la vida tengo…[4]
Hay otros tres
textos de meditación estética y tono autobiográfico, escritos a manera de
aforismos, que podrían caber en esta selección: Horario reflexivo (1920), Saudades
tácitas (1922) y Antes del último
sueño (1924); sin embargo, no los considero definitivos ni novedosos en la
expresión de esa profundidad que sí encuentro en los otros cinco. Al haber sido
publicados con posterioridad a De los
Viñedos de la eternidad, y por ser retomados de inéditos que se iban
quedando en el camino, sus ideas son reiterativas de lo ya expresado en los escritos
entre 1910 y 1916, con los que el mismo autor había vislumbrado una especie de
cierre temporal.
El otro propósito que persigo con este texto es
mostrar cómo a través del Vargas Vila aforista se nos descubre un sujeto rico
en matices, analista ferviente de sí mismo y de las convenciones sociales,
quien además, establece claras afinidades con la filosofía y el pensamiento
anarquista. No desconozco que muchas de esas ideas se encuentran a lo largo de
toda su obra y a veces de manera más extensa, pero en este trabajo he querido
concentrarme solo en las ideas condesadas que recogen sus libros de aforismos. Claro
que algunas de esas otras obras también son tenidas en cuenta como un apoyo
contextual.
[1]
Pensamiento anotado en su libro Huerto
Agnóstico, editado por primera vez en 1912 (París-México) por la Librería
de la Viuda de Ch. Bouret. Este libro fue reeditado en 1920 (Barcelona) por
Ramón Sopena, como edición definitiva.
[2]
En gran parte de la obra de Vargas Vila se hace referencia a cierto
“Genio”, al que reviste de unas características sobresalientes y cuyo modelo
parece ser él mismo autor, quien esperaba se le reconociera con el título de
Genio Latino.
[3] Vargas
Vila, J.M., Diario inédito (Tagebucher)
El Vargas Vila esotérico y desconocido – Tomo II, (Miami, 1994), Editor
Raúl Salazar Pazos, p. 107.
[4] Vargas
Vila, J.M., en el Prefacio de su libro, De
los viñedos de la eternidad, (Medellín, 1973), editora BETA, p. 9.
Quienes estén en Bogotá, pueden ir a la presentación el próximo 20 de septiembre de 2018