STANLEY BUCHTHAL Y BERNARD COMMENT. MARILYN MONROE. FRAGMENTOS, POEMAS, NOTAS PERSONALES, CARTAS.
Hola, buenos días, sed bienvenidos, por última vez por este curso, a Todos los libros un libro, el espacio de recomendaciones literarias de Radio Universidad de Salamanca. El próximo 5 de agosto se cumplen los cincuenta años de la muerte de Marilyn Monroe, una Marilyn que tendría ahora, de seguir viva, 86 años. Resulta difícil imaginar con esa edad a una mujer que, por esa muerte prematura, a unos jovencísimos treinta y seis años, permanece en nuestras mentes en la imagen de belleza y lozanía que rezuman sus innumerables fotografías. Marilyn sigue con nosotros como símbolo, como icono, y es sabido que los mitos no mueren, no se deterioran, se deslizan, imperecederos e inmarcesibles, imperturbables en su condición sobrehumana, de generación en generación. Es pues de la bella Marilyn Monroe, de su legendaria figura, y no de esa ancianita más que improbable, esa ancianita en la que, para fortuna de sus admiradores (no sé si incluso para fortuna de la propia Marilyn), nunca llegó a convertirse, de la que quiero hablaros esta mañana.
Y lo haré con la presentación de un libro, publicado hace algunos meses, que acrecienta -más aún si cabe- esa cualidad quimérica, esos rasgos de ídolo que la rodearon en vida y, sobre todo, tras su muerte. Un libro que mostrando la cara más humana de la diosa, la más íntima, la más sensible, la más sufriente y a priori más alejada del glamour cinematográfico, de la fascinación hollywoodiense, de la mágica seducción que transpiraba cada paso de la diva por el mundo, contribuye, paradójicamente, a divinizarla un poco más.
Pero vayamos ya con los datos, porque el inmenso encanto de la artista amenaza con hacernos olvidar la razón de mi presencia ante el micrófono. Marilyn Monroe. Fragmentos, poemas, notas personales, cartas, es el título de un cuidado volumen misceláneo, con muchos textos y numerosas fotografías e ilustraciones, en gran formato, que vio la luz en 2010 en la Editorial Seix Barral. La edición original se debe a Stanley Buchtal y Bernard Comment y cuenta también con un interesante prólogo de Antonio Tabucchi. Todos los textos, los de la propia actriz, los de sus editores y los del prologuista, están vertidos al español desde, respectivamente, el francés, el inglés y el italiano por el escritor Ramón Buenaventura.
Pese a que el tópico así lo quiere, pese a que muchos de los personajes que interpretó -recordad, por encima de todos, el memorable de La tentación vive arriba- alimentaban ese lugar común, Marilyn Monroe no se amoldaba en absoluto al consabido papel de rubia explosiva e ingenua, exuberante y algo descerebrada, superficial e inconsciente del mundo a su alrededor (en particular de la brutal fascinación que ejercía sobre los hombres), bellísima pero candorosamente inculta. Por el contrario, lo que se ha ido sabiendo a partir de las investigaciones de estos últimos años (en una figura cuya vida, a partir de su trágico desenlace, ha sido escudriñada hasta el más mínimo detalle), y lo que el libro del que os hablo revela, es que la actriz era una persona relativamente cultivada, que leía bastante, sobre todo poesía, y que, además, era capaz de plasmar en sus propios poemas la perplejidad que el mundo le causaba, las dificultades, de todo tipo, de su difícil existencia, la complejidad de su alma torturada, los sinuosos recovecos de su mente, los oscuros procesos de sus terapias con diferentes psicoanalistas, sus dolorosos internamientos en clínicas psiquiátricas, sus inseguridades y sus miedos, sus incertidumbres y sus anhelos, sus proyectos, su decidida voluntad de seguir aprendiendo, de completar sus carencias culturales y de formación, las muchas heridas de su delicada sensibilidad. Dicho lo cual, llevar las cosas al extremo afirmando, como hace Tabucchi en el prólogo, que Marilyn Monroe era una especie de intelectual escondida, deliciosamente oculta, tras la funda perfecta de su cuerpo universalmente deseado, es, a mi modesto juicio, ciertamente excesivo y hasta, si me apuráis, ridículo, confirmando una vez más que la dimensión mítica de la actriz, su envolvente y arrebatadora capacidad de seducción acaba obnubilando el juicio e impidiendo una lectura ponderada de su personalidad, sin duda fascinante, pero en el fondo humana.
El libro recoge, en este afán de mostrar la otra cara de la diva, infinidad de documentos misceláneos: poemas, cartas, diarios íntimos, notas tomadas al azar, recetas de cocina, apuntes varios en los que Marilyn muestra los aspectos más recónditos de su alma. Así, y en una enumeración apresurada, vemos pasar por las páginas del libro, una nota personal mecanografiada de 1943 en la que, con 18 años, se plantea sus interrogantes sobre el primer matrimonio a partir de la traición de su marido, sus expectativas vitales, su desilusión. A continuación aparecen algunos poemas sin fecha, esbozos de poemas más bien, textos asimilables a poemas, notas que enseñó a sus amigos íntimos. Se trata de fulguraciones, sensaciones en las que puede vislumbrarse el instinto y los reflejos de un poeta, pero sin su maestría. Su tercer marido, Arthur Miller, escribe sobre algunos de esos textos, sobre la frágil sensibilidad que expresan: Para sobrevivir habría tenido que ser más cínica o por lo menos estar más cerca de la realidad. En lugar de eso, era una poeta callejera intentando recitar sus versos a una multitud que, mientras tanto, le hace jirones la ropa. El libro recoge también diversos cuadernos: uno, de comienzos de los 50, nos muestra su miedo, su temor a defraudar, el pánico de rodar una escena, afloran sus lecturas, utiliza, para referirse a sí misma, las palabras ‘depresiva’, ‘loca’, en un texto emocionante; en otro, de 1955, ofrece un esfuerzo de introspección, nos permite ver de nuevo sus miedos, el comienzo con el psicoanálisis, de modo que los fragmentos recogidos surgen como un esbozo de autoanálisis, conmovedor y apasionante. Hay también agendas, como una de entre 1955 y 1956, en la plasma sus ocurrencias, en una suerte de escritura automática, con imágenes casi oníricas: la mujer de los grandes pechos, los recuerdos traumáticos de la infancia, su maestra infantil, una agresión sexual. Se incluyen, igualmente, notas garabateadas en papeles con membretes de hoteles, como las correspondientes a su estancia, en 1955, en el Waldorf Astoria. Marilyn conoce y trata a la élite hollywoodiense, se muda a Nueva York, su vida va de una costa a otra, aparecen sus sueños, rozando las pesadillas, sus clases de interpretación con Lee Strasberg, letras de canciones. Podemos leer notas tomadas después del matrimonio con Arthur Miller, su traslado a Londres, la lectura por azar del diario íntimo de su marido y la conmoción que le produce, se siente traicionada, hay un tono melancólico, aflora el temor al envejecimiento. Ello es especialmente patente en sus notas de Roxbury, en donde vive con Miller, en 1958. Se observa el rostro con lupa para enumerar los ataques del tiempo, afloran sus tristes pensamientos sobre el fracaso de la maternidad, el ‘otro’ siempre inalcanzable; vemos un alma torturada ante su realidad sin horizonte, frente a la imposibilidad del amor. Aparecen, en fin, notas de cocina, reflexiones sobre su experiencia en el Actor’s Studio, cartas a sus distintos psicoanalistas, una respuesta a un cuestionario para una entrevista. Hay, además, diversos interesantes suplementos, una muestra de algunos de los libros de su biblioteca personal, su foto preferida, el elogio fúnebre que le hace Strasberg a su muerte, una detallada nota biográfica y un glosario final de escritores en el que se resalta su relación con Marilyn.
No dejéis de leer este Marilyn. Fragmentos, poemas, notas personales, cartas, que publica Seix Barral, podréis profundizar en la dimensión más humana de un mito imperecedero del cine y, no sólo eso, de todo el pasado siglo XX. Os dejo con uno de sus textos, teñido, dentro de la naturalidad con la que se narra, de un tono dramático y triste. Alegre en cambio es la aparición de Marilyn Monroe en el vídeo con el que cerramos esta reseña. La diva interpreta, sensual, I wanna be loved by you, entre los disparatados comentarios de Tony Curtis y Jack Lemmon en Con faldas y a lo loco. Con ella (y con la promesa, para después de las vacaciones, de un par de emisiones monográficas "marilynmonroeanas" en Buscando leones en las nubes, mi otro programa en Radio Universidad de Salamanca) despedimos Todos los libros un libro hasta el próximo mes de septiembre. Pasad un buen final del verano.
Anoche volví a pasar despierta toda la noche. A veces me pregunto para qué sirve el tiempo nocturno. Casi no existe para mí, todo me parece un largo y horrible día. Bueno, pero pensé que más me valía ser constructiva al respecto y me puse a leer las cartas de Sigmund Freud. Cuando abrí el libro la primera vez encontré la foto de Freud dentro en frente del título y me eché a llorar, parecía muy deprimido (la deben de haber tomado muy al final de su vida), murió decepcionado, pero la doctora Kris me dijo que había sufrido mucho dolor físico, lo cual ya sabía yo por el libro de Jones -pero sabiéndolo sigo confiando en mi instinto porque en su amable rostro veo un hombre decepcionado. El libro revela (aunque no sé si me parece muy bien que se publiquen las cartas de amor de nadie) que no era tan estricto: quiero decir que su humor triste y amable e incluso su espíritu combativo eran eternos en él. Aún no he avanzado mucho porque al mismo tiempo estoy leyendo la primera autobiografía de Sean O’ Casey (¿he llegado a contarte que una vez me escribió un poema?). Este libro me altera mucho del modo en que debe uno alterarse ante estas cosas, al fin y al cabo.
Me interrogaron después de meterme en una celda (quiero decir bloques de cemento y todo) para pacientes muy alterados y deprimidos (sólo que yo me sentía en una especie de cárcel por un delito que no había cometido). Lo inhumano de todo ello me pareció arcaico. Me preguntaron que por qué no me encontraba a gusto allí (todo estaba bajo llave; cosas como las luces eléctricas, los cajones de las cómodas, los cuartos de baño, las barras ocultas de las ventanas); las puertas tienen ventanucos para que los pacientes estén visibles todo el tiempo, también la violencia y las marcas de otros pacientes todavía quedan en las paredes. Yo contesté: “Bueno, tendría que estar chiflada para que gustara esto”, luego unas mujeres aullaron en sus celdas -quiero decir que aullaban como si la vida les resultara insoportable supongo-, en momentos así creo que tendrían que disponer de un psicoanalista que hablase con ellas. Quizá para aliviarles aunque sólo fuera temporalmente el sufrimiento y el dolor. Creo que los médicos podrían aprender algo incluso -pero lo único que les interesa es lo que han estudiado en los libros-, me sorprendió que ya supieran todo eso. Quizá pudieran averiguar más de algún ser humano vivo -tuve la sensación de que les interesaba más la disciplina y que se desentendían de los pacientes en cuanto los pacientes habían ‘cedido’. Me pidieron que alternara con los pacientes, que asistiera a Terapia Ocupacional. Yo les dije: “¿Para hacer qué?”. Y ellos me dijeron: “Puedes coser o jugar a las damas, incluso a las cartas, o hacer calceta”. Traté de explicarles que el día en que me vieran hacer eso sería cuando verdaderamente tendrían una loca entre manos. Eran cosas que estaban muy apartadas de mi pensamiento. Me preguntaron que por qué me sentía ‘diferente’ (de los demás internos, supongo), de modo que decidí que si verdaderamente eran tan estúpidos tenía que darles una respuesta simple, de modo que les dije: “Es que lo soy”.
Me interrogaron después de meterme en una celda (quiero decir bloques de cemento y todo) para pacientes muy alterados y deprimidos (sólo que yo me sentía en una especie de cárcel por un delito que no había cometido). Lo inhumano de todo ello me pareció arcaico. Me preguntaron que por qué no me encontraba a gusto allí (todo estaba bajo llave; cosas como las luces eléctricas, los cajones de las cómodas, los cuartos de baño, las barras ocultas de las ventanas); las puertas tienen ventanucos para que los pacientes estén visibles todo el tiempo, también la violencia y las marcas de otros pacientes todavía quedan en las paredes. Yo contesté: “Bueno, tendría que estar chiflada para que gustara esto”, luego unas mujeres aullaron en sus celdas -quiero decir que aullaban como si la vida les resultara insoportable supongo-, en momentos así creo que tendrían que disponer de un psicoanalista que hablase con ellas. Quizá para aliviarles aunque sólo fuera temporalmente el sufrimiento y el dolor. Creo que los médicos podrían aprender algo incluso -pero lo único que les interesa es lo que han estudiado en los libros-, me sorprendió que ya supieran todo eso. Quizá pudieran averiguar más de algún ser humano vivo -tuve la sensación de que les interesaba más la disciplina y que se desentendían de los pacientes en cuanto los pacientes habían ‘cedido’. Me pidieron que alternara con los pacientes, que asistiera a Terapia Ocupacional. Yo les dije: “¿Para hacer qué?”. Y ellos me dijeron: “Puedes coser o jugar a las damas, incluso a las cartas, o hacer calceta”. Traté de explicarles que el día en que me vieran hacer eso sería cuando verdaderamente tendrían una loca entre manos. Eran cosas que estaban muy apartadas de mi pensamiento. Me preguntaron que por qué me sentía ‘diferente’ (de los demás internos, supongo), de modo que decidí que si verdaderamente eran tan estúpidos tenía que darles una respuesta simple, de modo que les dije: “Es que lo soy”.