ANN-MARIE MCDONALD. ASÍ VUELA EL CUERVO
Hola, buenos días. Sed bienvenidos, como todos los miércoles, a Todos los libros un libro, el espacio de Radio Universidad de Salamanca desde el que cada semana os ofrecemos una nueva recomendación de lectura con la intención de facilitaros una elección literaria de calidad. Me mueve la pretensión de proporcionaros una pista fiable que pueda resultaros de utilidad a la hora de adquirir un libro y que os permita desenvolveros con un cierto criterio entre el maremágnum de publicaciones con las que nos asaltan las librerías, los suplementos culturales de los periódicos, la televisión.
La sugerencia de hoy es, sin lugar a dudas, excelente y podéis confiar en que, si os decidís a hacerme caso, no os vais a arrepentir. Hoy, por decirlo así, y más allá de mi propio juicio personal, juego sobre seguro, porque se trata de una auténtica obra maestra, ensalzada por la crítica y valorada en todos los ámbitos en que ha sido juzgada. Se trata de Así vuela el cuervo, una majestuosa novela, de amplísima extensión, 1.020 páginas, escrita por la canadiense Ann-Marie MacDonald y publicada el pasado 2007 por la editorial Lumen, en traducción de Gemma Rovira.
Dejadme que os haga un comentario preliminar sobre el volumen del libro, su inusual y aparentemente desmesurada extensión. Es evidente que para embarcarse en la lectura de una novela de más de mil páginas hay que disponer, en primer lugar, de un tiempo suficiente; si tras mi recomendación os lanzáis a encarar la aventura de adentraros en sus páginas, pues de una auténtica aventura se trata, y muy placentera, por cierto, debéis estar preparados para contar con la compañía de este libro durante algunas semanas. Pero no es, tan sólo, una cuestión de tiempo: necesitaréis, además, hacer un acto de voluntad; en estos tiempos de fugacidad, de ligereza, de superficialidad, de rechazo al esfuerzo, en estos tiempos que privilegian el resumen apresurado, la síntesis frugal, la lectura en diagonal y esquemática, aceptar la convivencia con los personajes de un libro de un modo demorado y tranquilo, constante y reposado, estable y duradero, reflexivo, sosegado y profundo, es tarea que entraña una dificultad inicial de la que debéis ser conscientes antes de enfrentarla. Ahora bien, una vez así dispuestos, pertrechados de tiempo y voluntad, rodeados de bastantes horas libres y provistos de intención y deseo, de ganas e ilusión, sabed que os vais a encontrar una auténtica joya, una maravilla, una historia que os subyugará, que no querréis abandonar tras su lectura, que sentiréis perder al terminarla, una historia que os deparará muchos momentos placenteros, una historia que os conmoverá, que os hará reflexionar, una historia con la que aprenderéis, con la que os emocionaréis, con la que viviréis algunas semanas con esa plenitud que sólo da la literatura…; una historia que se entrelazará en vuestras existencias, de tal modo que, a su término, echaréis de menos a Madeleine McCarthy, su protagonista, a la que extrañaréis, como lo he hecho yo, al no encontrarla a vuestro lado, después de mil intensísimas páginas.
Así vuela el cuervo puede inscribirse, quizá -y reparad en mis dudas-, en el género policiaco o detectivesco. En efecto, en la primera página de la novela se nos muestra un cadáver, se nos habla de un asesinato, y cuando llegamos al término de la novela, mil páginas después, se nos desvelan las claves de esa muerte violenta. En ese sentido, y en tanto a lo largo del libro se mantiene la intriga, se avanza en la pesquisa de la autoría del crimen, estaríamos ante una narración que respeta algunas de las convenciones del género. Pero esto es así sólo en apariencia, porque hasta la página quinientas los protagonistas no descubren el asesinato que se ha anticipado al comienzo, por lo que al menos esas primeras quinientas páginas son también otra cosa, algo más que la acomodación del escenario, la presentación del entorno en el que se producirá el delito.
Más allá de ese asesinato, o en torno o en paralelo a él, Así vuela el cuervo cuenta, a grandes rasgos, la historia, en los primeros años de la década de los sesenta del pasado siglo, de una ejemplar familia canadiense, los McCarthy; una familia modélica, de anuncio paradigmático del american way of life -pese a no ser estadounidense-, compuesta por Jack, el padre, un comandante de las fuerzas aéreas, semirretirado en la Academia militar de Centralia, tras un desgraciado accidente ocurrido en la retaguardia de la Segunda Guerra Mundial; su mujer Mimi, una guapa enfermera acadiana, de la Canadá francófona, entregada con convicción a su papel de eficiente ama de casa; sus dos hijos, Mike, el mayorcito, de doce años, en el que despunta ya el prototipo de joven sano y feliz que nos han pintado el cine y la publicidad de la época, el chico deportista y responsable, el emblema de esa Norteamérica inmediatamente posterior a la victoria frente al nazismo, esa Norteamérica optimista, conquistadora del mundo, la Norteamérica del baby boom, la de la exaltación de la juventud, la de la chispa de la vida, la que encarna el espíritu jovial y entusiasta de la Coca-Cola, la de los Kennedy, la del aterrizaje en la Luna; y por fin, Madeleine, la pequeña Madeleine, ocho años, personaje principal del libro, desde cuyos ojos observamos cómo ese idílico panorama, esa familia feliz sin mácula, esa sociedad inocente y atrevida, ese mundo renacido y esperanzado tras el horror bélico, esa Norteamérica expansiva y segura de sí, empiezan a oscurecerse, a ensombrecerse, a mostrar la inquietante cara oculta de tanta placidez. Y así, en paralelo y en distintos planos, perfectamente entrelazados, asistimos al resquebrajamiento de esos universos modélicos: la crisis de los misiles, las amenazas de la guerra fría, el espionaje espacial, Vietnam, que cuestionan el proyecto de la sociedad de Estados Unidos y, por extensión, también la de Canadá; del mismo modo, en el pequeño universo de Centralia, los abusos sexuales de que son objeto algunas niñas y que perturban trágicamente la modesta cotidianidad de unas vidas aparentemente felices; igualmente, en un plano más corto, la arcádica estabilidad de la familia McCarthy deja atisbar algunos elementos de crisis conyugal a partir de ciertos secretos, de algunos pequeños silencios, de inevitables malentendidos; por último, la existencia toda de Madeleine, su personalidad naciente, la forja de su carácter se ven afectados por los terribles sucesos ocurridos en Centralia en aquellos días de 1962 y 1963.
Novela muy rica, pues, que admite lecturas muy diversas, de diferente complejidad. Novela torrencial también, de escritura muy fluida, que apasiona y arrebata, no deberíais perderos esta Así vuela el cuervo, escrita por Ann-Marie MacDonald y publicada por la editorial Lumen, de la que quiero ofreceros ahora un fragmento esencial, las primeras frases con las que empieza el libro.
Como correlato musical de mi recomendación de hoy os dejo con una canción perteneciente a la banda sonora de una película espléndida, un ácido ataque al estilo de vida americano y una feroz y muy lúcida crítica a la imagen aparentemente perfecta de la familia media americana, American beauty. Se trata de una pieza que lleva el mismo título que el film, una inquietante música, compuesta por Thomas Newman, que suena en una secuencia fundamental, algo enigmática y preciosa de la película. Hasta la semana que viene.
Los pájaros fueron testigos del asesinato. Abajo, entre la hierba que acababa de brotar, destacaban las diminutas campanillas blancas de los lirios de los valles. Era un día soleado. Crujidos de ramitas, primeros indicios de la primavera, olor a tierra de primavera. Abril. Un riachuelo discurría por el bosque cercano, produciendo un refrescante sonido (a finales de verano estaría seco, pero de momento susurraba entre la sombra de los árboles). En las ramas más altas de un olmo, allí era donde estaban los pájaros, posados entre los abundantes brotes plegados y superpuestos como pañuelos por estrenar.
El asesinato ocurrió cerca de un lugar que los niños llamaban Rock Bass. En un prado que había en la linde del bosque. Un espacio apisonado, como si alguien hubiera hecho allí una merienda. Los cuervos vieron lo que pasó. Había otros pájaros en las altas ramas y ellos también lo vieron, pero los cuervos son diferentes. A ellos les intriga. Lo que vieron otros pájaros fue una serie de movimientos. Los cuervos vieron el asesinato. Un vestido de algodón azul claro. Completamente quieto.
Desde lo alto del árbol, los cuervos observaban la pulsera de dijes que destellaba en la muñeca de la víctima. Era mejor esperar. La plata los atraía, pero era mejor esperar.