No es gratuito tanto análisis berreta. Eduardo Van Der Kooy
no habla de "un comando venezolano-iraní (con adiestramiento cubano)"
porque se lo crea, ni Mauricio Macri se cree que en su gobierno habrá una
justicia "despolitizada".
Seguramente es la recomendación de los
asesores de campaña, sabedores de que hay público para eso. Uno de los fenómenos de
estos tiempos es ver cómo personas con un muy buen despliegue
profesional, que se manejan con inteligencia media en la mayoría de los órdenes de la
vida reacciona de una forma tan torpe cuando se ve en medio de una discusión
política. Tengo para mí que esto es consecuencia de no haber podido sortear la
trampa despolitizadora a la que nos sometieron durante décadas los
argentinos.
Nací con el gobierno de Frondizi, en las postrimerías de 1960.
Empecé el jardín con Illia, durante la primaria mis presidentes fueron los
generales Onganía, Levingston y Lanusse. Cuando iniciaba tercer año el presidente
se llamó Jorge Rafael Videla. Recuerdo que durante los gobiernos militares
en mi pueblo funcionaba la "Comisión del bien común", una reunión de
señores preocupados por asuntos, digamos comunitarios, como por ej organizar
las fiestas patrias frente a la plaza con las típicas carreras de bicicletas, el
palo enjabonado y esas cosas. Había misa normalmente, estaba la liga de madres
de familia, todos los años se realizaba la exposición rural y hasta teníamos un
delegado municipal que dependía del intendente de Pellegrini.
Todos hacían política, sólo que nadie los votaba.
Todos hacían política, pero nos hacían creer que no...
Mi generación fue educada bajo la consigna de que la
política es sucia o, cuanto menos, un mal necesario. El resto fue llegando por
añadidura, una serie de razonamientos verdaderamente falaces que no resisten el análisis más
simple pero que suenan acordes al sentido común de conciencias predispuestas a aborrecer
la política porque una sociedad formateada para despreciar la política está
condenada a ser manejada por aquellos factores de poder preestablecidos, porque
al despreciar la política se está descalificando la única y gran herramienta
que tienen las sociedades para discutir su presente y proyectar su futuro. En
parte ello es consecuencia de la formación autoritaria. Varias generaciones descreen de nuestra capacidad
para darnos gobiernos que nos mejoren la vida. Es como que está determinado que
no podemos y que sólo "un Franco o un Fidel" pueden conducirnos, como
dice el capítulo uno del manual del buen taxista. Pero por si ello fuera poco,
en los noventa se incorporó otra noción, mucho más audaz y perniciosa que suena muy
atractiva pero es nefasta:
"Necesitamos buenos administradores"
Una síntesis genial que remata en una oración de tres
palabras todo un corpus político-ideológico. La idea es que la sociedad así
como está, está bien y que por ende lo único que falta es que sea bien administrada.
En esa construcción las desigualdades sociales son inevitables, lo mismo que el
desempleo y la marginación. ("Siempre fue así", te espeta el sentido
común encarnado en un interlocutor ocasional) Por eso cuando vienen políticas
que ponen el acento en los desprotegidos, no falta el incluido que pone el
grito en el cielo y emite barbaridades como por ej:
"Pse, mirá vos, yo aporté toda la vida y resulta que
ahora le dan la jubilación a cualquiera que se rascó el higo"
Sabemos que no es así porque quizá sea nuestra generación la
que tiene más padres y madres a quienes vimos romperse el lomo toda su vida
como amas de casa, trabajando en negro o ignorando que su empleador se
quedaba con los descuentos previsionales que le practicaba mes a mes.
Sabemos, además, que a los nuevos beneficiarios de jubilaciones se les
descuenta mensualmente la cuota del aporte que deberían haber hecho si hubieran
estado en blanco, pero eso no importa: El incluido ya esparció su vómito fétido...
Una sociedad con profundas desigualdades necesita antes que nada buenos
políticos, no buenos administradores, porque primero está transformar la
estructura injusta. Luego, cuando lleguemos a un estado de cosas donde haya
distribución de riqueza, igualdad de oportunidades y de derechos, recién ahí
podríamos discutir el tema de los administradores. De momento no parece que
estemos en esa etapa.
Por eso es que no hay que asombrarse cuando en cierta prensa y en ciertos políticos se ven razonamientos o construcciones discursivas tan elementales y que hasta parecen
una tomada de pelo o una falta de respeto a la inteligencia media de las
audiencias. Esos mensajes están dirigidos a un sector social específico, muy
pero muy despolitizado y preferentemente muy anti K, o sea una audiencia muy
predispuesta a consumir esas especies tanto como la del truco fotográfico que
muestra a Cristina ora con la pierna izquierda enyesada, ora con el yeso en la derecha.