Para
mi amigo Paco Contreras, por su jubilación
A Paco lo conocí a principios de
diciembre de un ya lejano 2002. Lo recuerdo con absoluta precisión. Se habían
celebrado elecciones sindicales en Andalucía y los dos militábamos en el mismo
sindicato: USTEA. Al día siguiente a las elecciones, nos reunimos en la sede
del sindicato, un pequeño y destartalado piso de la calle Ventanilla de
Granada, junto al instituto Ángel Ganivet. Entre toda la gente que acudió a
aquella reunión (Mario, Isa, Josefina, Juanmi, Adela, Antonio, Lola, y algunos
más) me sorprendió aquel tipo de la coleta, las barbas y las gafas, que ya
pintaba canas en el pelo, y cuyo análisis de los resultados electorales me
pareció el más certero de cuantos se hicieron aquella mañana en aquella sala.
Al acabar la reunión, nos
saludamos con un fuerte apretón de manos y en ese momento nació una amistad que
se prolonga ya durante cinco lustros.
Con el tiempo, nuestra amistad se
fue haciendo más y más sólida. Siempre que había ocasión, nos juntábamos para
tomar un café o unas cervezas. Y hablábamos de literatura, de poesía, de
flamenco, de política, de la vida. Ahora, como digo, nos vemos poco. Pero de
vez en cuando, él me telefonea, o soy yo el que lo llama. Y nuestras
conversaciones se prolongan durante 30, 40, 50 minutos. Nos ponemos al día en
nuestras lecturas recientes. Hablamos de cómo está el panorama político. Se
interesa por mis futuros proyectos literarios.
Para mí, Paco, es uno de esos
amigos absolutamente imprescindibles, a pesar de que, en los últimos tiempos,
no nos vemos todo lo que a ambos nos gustaría. Durante todos estos años, he
tenido la gran suerte de compartir extraordinarios momentos con él, y también
con Inma, su compañera. Durante el tiempo que estuve vinculado al sindicato
USTEA, Paco fue siempre mi referente moral y ético. Un tipo que no se casaba
con nadie, para quien lo más importante, en todo momento, era la defensa de los
trabajadores y la defensa de la escuela pública. Un compañero íntegro, siempre
amable, siempre dispuesto a arrimar el hombro, incluso cuando el viento no
soplaba a favor, o mejor dicho, más aún cuando las cosas no venían bien dadas.
Y por si todo eso fuese poco, es un defensor acérrimo de los derechos humanos,
de la cultura popular andaluza, un feminista convencido y sobre todo, ante
todo, un militante de la amistad.
Ahora, después de una larga
trayectoria como profesor de Lengua y Literatura Castellanas en diversos
institutos, Paco se jubila. Me da envidia sana que mis amigos se jubilen, que
puedan disponer de tiempo libre para disfrutar de las cosas que les gustan,
cuando todavía están en disposición de hacerlo. Paco, con toda seguridad,
pasará más tiempo leyendo, pues los libros son su gran pasión. Y después nos
encontraremos en torno a un café y, con su sonrisa afable y sus maneras de
hombre bonachón, me recomendará tal o cual libro.
Desde lo más profundo de mi
corazón, le deseo todo lo mejor en esta nueva etapa de su vida. Y aprovecho la
ocasión para decirle algo que tendría que haberle dicho hace mucho, mucho
tiempo: que para mí es una de las pocas personas que merecen la pena. Un
imprescindible, que diría el maestro Bertolt Brecht.
¡Salud y larga vida!
Rafael Calero Palma
Salobreña, mayo de 2016
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