Doce años
llevaban los Duncan Dhu sin estrenar disco. Desde aquel lejano Crepúsculo con el que anunciaron su
adiós hace una docena de años. Un disco que venía envuelto en una preciosa
portada de Javier Aramburu, quien por aquella época, se había convertido, por
mérito propio, en el creador de portadas más solicitado de la música nacional. Crepúsculo era un disco, en mi opinión, bastante
bueno, pero le pasa lo que a otros muchos discos de la época, que le sobran
canciones. O por decirlo de otra manera: le sobran minutos. Probablemente, si
durara un poco menos, sería un disco genial.
Estos días
los Duncan Dhu han vuelto con El duelo,
su nuevo disco, de cuya producción se han encargado ellos mismos y que ha sido
grabado en los estudios Elkar de su ciudad, Donosti. El duelo
supone para el dúo donostiarra la vuelta tras un largo período en el que
ambos, Diego y Mikel, han estado inmersos de lleno en sus carreras en
solitario. Duncan Dhu ha regresado por la puerta grande, como hay que hacer estas
cosas, con nuevas canciones, con ideas frescas, y con ganas de hacer bien el trabajo.
El duelo es un mini–elepé de seis
canciones, pero vaya seis canciones. Para mi gusto, las canciones de este disco
hay que contarlas entre lo mejor de toda la carrera del grupo, y decir eso, ya
es decir bastante, pues a lo largo de su discografía abundan las grandes
canciones. Cuatro de estas nuevas canciones han sido coescritas entre los dos
miembros del grupo, Diego ha puesto la letra y Mikel la música: (“Cuando llegue
el fin”, “No dejaría de quererte”, “El duelo” y “La última canción”); otro
tema, “Los días buenos”, ha sido compuesto únicamente por Vasallo, y completa
el trabajo una versión, “Llora guitarra”, adaptada del catalán por Diego, —quien
también se encarga de cantarla, al igual que “Los días buenos”, con su
personalísima voz de lija—. Creo que no exagero si digo que Diego Vasallo es, hoy
por hoy, el mejor escritor de canciones de este país.
En lo
musical, las nuevas canciones de los donostiarras se mueven por los caminos del
rock de tradición americana, con influencias del rocakbilly primitivo, del folk,
del blues o del country —preciosas esas armónicas que suenan aquí y allá—, y si
uno rastrea, no es difícil encontrar ecos de Elvis Presley, de Roy Orbison, de
Johnny Cash, y por supuesto, de Bob Dylan, como reconocía el propio Vasallo en
una reciente entrevista, pero también se pueden apreciar en estas canciones, aunque
tal vez de manera menos evidente que otras veces, pinceladas de otras músicas,
como el fado o el tango, algo a lo que ya nos tienen acostumbrados los discos
en solitario de Diego Vasallo. De cualquier manera, creo que los dos aspectos
que más destacan de este nuevo disco son: la magnífica voz de Mikel (nunca había
cantado tan bien como en estas seis canciones), y las letras. Algunos de los
versos contenidos entre los surcos de El
duelo son para quitarse el sombrero. Y para muestra, un botón: “La vida
avanza con el labio partido”, “Compré una ficha de lavado/para este polvoriento
corazón”, “Ni abandonado a mi suerte/dejaría de quererte”, “Robábamos luz/de
cualquier tormenta/frente a la plenitud/de universos en venta.”, “Los días
buenos son zapatos mojados en una ventana”, “Hasta las noches aúllan / al
alejarte”.
Si te interesa
conocer un poco más sobre la gestación y grabación de El duelo, puedes hacerlo viendo el siguiente documental.