Una de las cosas más
terribles de las campañas electorales es que los partidos abren los trasteros y
sacan de lo más recóndito de ellos a las viejas glorias que un día, tiempo ha,
fueron vanguardia. De esta manera, antiguos pesos pesados vuelven a
sentirse, siquiera por un rato, importantes, rememorando los días de vino y
rosas que ya hace mucho que quedaron atrás y en los que ellos eran los reyes de
la baraja. Uno de los que más juegan a este juego, es sin duda, Felipe
González, más conocido últimamente como el Abuelo Cebolleta. Los del PSOE,
viendo que Pedro Sánchez por sí solo no se va a comer un colín, han puesto al
Abuelo Cebolleta a dar vueltas por España, contando batallitas de cuando él
sacaba mayorías absolutas y mangoneaba sin que nadie dijese ni mú.
Al Abuelo Cebolleta,
últimamente, entre reunión y reunión del consejo de dirección de Gas Natural,
le ha dado por defender los derechos humanos. Y para ello, en vez de
defenderlos aquí en España, como si aquí no hiciese falta, el buen señor, se ha
puesto a defenderlos en Venezuela, según él, la peor dictadura del mundo
mundial.
Como la memoria es
selectiva y cada uno se acuerda de lo que le da la gana, el Abuelo Cebolleta ha
formateado el disco duro de su cerebro, y ya no se acuerda de que en la España
que él presidía, los derechos humanos dejaban mucho que desear, y que, por
ejemplo, en sus comisarías, cuando uno entraba, ya sabía que le iban a dar
hostias hasta debajo de las pestañas, como bien se encargó de recordarle el
genial Javier Krahe, en aquella coplilla que le valió la exclusión ad infinitum de la TVE y de los
contratos para cantar en los ayuntamientos socialistas de la época, o sea,
prácticamente todos. Parece ser que al Abuelo Cebolleta se le ha olvidado
también aquel secuestro legal que se perpetraba en este país contra todos los
varones cuando cumplían los 20 años, y que se llamaba servicio militar, más
conocido como la mili. Durante un número determinado de meses, el estado,
legalmente te secuestraba por el solo hecho de ser varón y joven, y te
obligaban a hacer el moñas encerrado, privado de libertad, en los cuarteles,
durante un año o más de tu vida. Parece ser que también se ha olvidado de todos
aquellos chicos, conocidos como insumisos, a los que se les condenaba a
prisión, por decir no a la mili.
El Abuelo Cebolleta
tampoco suele hablar de sus compañeros de viaje. Gente como un tal Luis Roldán,
un tal Mariano Rubio, un tal Juan Guerra, un tal José Barrionuevo, un tal
Rafael Vera, un tal Julián Sancristóbal, un tal García Damborenea, un tal
Galindo, y etc., etc. porque si seguimos no terminamos en varias horas. Como
todos sabemos, esta gente, al igual que el propio Abuelo Cebolleta, sabían
mucho de derechos humanos, así que ahora podrían, todos ellos, dedicarse a dar
conferencias por ahí, contando a quien quiera escucharlos, mil embustes sobre
Venezuela y sobre su presidente, Nicolás Maduro. Eso sí, cobrando cada una de
ellas a cincuenta o sesenta mil euros, que ya sabemos que los socialistas son
muy suyos para eso de poner la mano.