"La gran teranyina" (La gran telaraña) es uno de esos libros raros, por escasos y por sorprendentes, por inesperados: es un libro pero es como una lluvia de verano, refrescante y milagrosa, que no han anunciado en Tv3. No suele haber de eso en la producción catalana. Al principio, la primera vez que me hablaron de él, reaccioné con incredulidad. Pero no estaba fundamentado mi escepticismo: el libro existe y además no es patrioterista, ni tan solo patriótico. Aire fresco en forma de papel bien encuadernado.
Como cada vez entiendo menos qué carajo es Cataluña (muchas veces pienso que no existe, y que esa palabra sale de un rincón oscuro y postromántico de mi mente alterada por la demasiada lectura de Lovecraft), he dedicado el verano a leer libros que intentan contar qué demonios es Cataluña. Empecé por "El día del Watusi", continué por "El sexe dels àngels", del añorado Terenci, y luego vinieron "Las sombras se equivocaron de dueño. Las barracas de Can Valero Petit" y por fin "La gran teranyina. Els secrets del poder a Catalunya", que, lo crean o no, va por la cuarta edición. Es un caso paradigmático de boca-oreja en voz baja, asegurándose antes de mentarlo, de que no hay moros en la costa, como los libros clandestinos de antaño, como los tratados dinamiteros, los ensayos nihilistas o las obras del Marqués de Sade.
"La gran teranyina" aparece en un momento tan especial de la historia contemporánea de Cataluña que uno está por convertirse de una vez y adorar a Dios por haberlo permitido, por haberle dado al autor la fuerza y el coraje. Ah, Seigneur, donnez-moi la force et le courage... dijo Baudelaire. Y parece que Dios le dió al autor que se halla bajo el pseudónimo (pseudónimo algo dadaísta) de Roger Vinton la gracia divina y necesaria para elaborar el texto, y que asimismo le insufló coraje al editor -a quién le felicité hace unos días. Yo, que soy de talante pesimista, no esperaba nada parecido a eso en Cataluña, y mucho menos en esos tiempos tan desgraciados que vivimos, con patriotas, botiflers, bons catalans i demás monsergas burguesitas que tan solo pretenden borrar el viejo asunto, tan candente como pendiente, tan complejo y tan trágico, de las clases sociales.
Hace muchos años, en 2001, un par de periodistas escribieron (¡y publicaron!) un trabajo que precede a "La gran teranyina": se trata de
"L'oasi català", texto que apuntaba maneras pero que -lo siento- queda ensombrecido por este que publica ahora Periscopi y que parece mucho más relevante.
Supongo que ya va siendo hora de que cuente de que trata.
Roger Vinton (el héroe que se protege bajo el pseudónimo como un Batman catalán) ha trazado un itinerario por las familias influyentes de Cataluña, las pocas familias que han movido los hilos en los últimos 200 años. Todas ellas entrelazadas por los lazos estrechos del matrimonio conveniente, o los más estrechos aún de los negocios, a menudo convergente. Esos hombres y mujeres (más de los primeros que de las segundas) que están en todas partes: en el Parlamento catalán y en las Cortes de Madrid, en los consejos de administración de las grandes empresas, en las alcaldías importantes, en la banca, en la judicatura, en la Generalitat, en la prensa. Y, como no podía ser de otra forma, en el Futbol Club Barcelona, en donde siempre tienen a su delegado que, muchas veces, es el presidente pero que a veces prefiere estar en la sombrita buena. Se trata, en realidad, de unas pocas familias, no se vayan a creer ustedes que se trata de la invasión de los ladrones de cuerpos. Pocas familias que se lo llevan todo para su casa, todo atado y bien atado. No estamos hablando de millones: estamos hablando de miles de millones y de algo más. Del poder. El poder en todas sus expresiones, con centenares de sirvientes aduladores por bien pagados que son periodistas, intelectuales de tertulieta, editores, diputados regionales o nacionales, poetas y cantautores, subvencionados de toda clase de profesional, profesores univrsitarios, cargos y carguitos, etc. El etcétera no se agota. ¿A qué no saben ustedes con qué familia está emparentado el gran David Madí, jefe de campaña de Artur Mas y asesor de varias multinacionales españolas, ante las cuales se jactaba de ser el próximo ministro de Industria y Energía de la Cataluña independiente?
Esas familias, muchas de las cuales empezaron su carrera multimillonaria en los tiempos de las colonias obreras de la cuenca del Llobregat y del Cardener (en el papel de dueños, tal como lo cuenta la aculturada dócil Silvia Alcántara en la insoportable novelita "Olor de colònia"), abrazaron el franquismo con ilusión y el franquismo les devolvió el abrazo con igual cariño. Luego abrazaron la democracia sin ningún pudor (algunos solo un poco o a medias, como el entrañable Alejo Vidal-Cuadras), y la democracia les premió a tutiplén. Muchas de esas familias ahora aplauden la independencia catalana. ¿Con qué objetivo, tanta conversión, tanto cambio de camisa? Pues con uno solo, el obvio: mantenerse en el poder. Cataluña c'est moi. Y si Cataluña no soy yo la Catalogne n'existe plus.
Así que ya lo sabe usted: si vota "si" en el referendo secesionista, votará usted por algunas de esas familias y les allanará el terreno. Y si vota "no", o no vota, también les allana el camino. No way out. Porqué las familias más catalanas de todas las familias catalanas se han repartido las posiciones en ambos terrenos de la contienda. Como lo han hecho siempre. ¿Siempre? No: solo casi siempre. Hubo una vez en la que estaban todos del mismo lado: cuando lo de Franco, porqué cuando lo de Franco todos estaban de la parte de Franco. Era la apuesta segura, claro. Y esa gente lo hace todo bien. No toleran la sorpresa, no permiten el error, no conocen la incertidumbre. Uno de los nietos de Cambó, el hombre que subvencionó la aventura golpista de Franco con una generosidad jamás vista en Cataluña, está en el Parlamento europeo y es eurodiputado por Convergència. No se rindan ante su primer apellido, busquen el Cambó en el segundo. Cataluña será de nuestra familia o no será, tal como el obispo Jaume Balmes dijo de la Cataluña cristiana.
Roger Vinton es un escritor hábil, que sabe mediar en un relato que podría ser tedioso, y añade pinceladas de relato novelado, se permite licencias y comentarios irónicos. Solo así se puede hablar de los Sanahuja y de los Molins, fundadores de Convergència pero antes los grandes constructores de los bloques para inmigrantes y charnegos que ahora se desploman, víctimas de la aluminosis. (El juez archivó el caso de la aluminosis, no se si se acordarán ustedes). ¿Cómo hablar, si no, de los Carulla, fundadores de Gallina Blanca -los cubitos de sopa más famosos del franquismo- y a la vez fundadores de Òmnium Cultural y mecenas de la sardana y de la cultura catalana bien entendida? ¿Como hablar de los Trías de Bes, de los Roca i Junyent -uno de los cuales redactor de la Constitución del 78 y hoy abogado infalible de la Infanta Cristina de Borbón?
El libro se cierra con unos árboles genealógicos fabulosos, en la lectura de los cuales uno se pierde y se fascina -yo he sufrido algo parecido a un trance hipnótico mucho más poderoso que el que me dispensó la mejor pasti de LSD que jamás ingerí. Revelación, se llama eso. Cuando uno cierra el libro tiende a pensar que ya está, que por fin entiende la historia de Cataluña de los últimos dos siglos. Lo malo es que también comprende que esas familias van a seguir ahí, por lo menos, durante los dos siglos próximos. Con referéndum o sin él. Gane quién gane, gana la familia. Como la banca, en el casino y en el Monopoly.
Cuando uno -yo, por ejemplo- se embarraca mentalmente intentando descifrar porqué Cataluña es tan cerril, tan endogámica, tan caciquil, tan conservadora, debe leer este libro, que responde a sus cuitas. Una de las primeras personas que me habló de "La gran teranyina" me dijo: "no es una novela, aunque lo parece; no es un libro de historia, aunque también lo parece: es un libro de consulta. Cuando pongas las noticias verás que siempre están ahí, descubrirás que alguno de ellos está ahí. Da lo mismo que se hable de política que de negocios, de la bolsa o de deportes, de cultura popular o de cine: siempre está ahí uno de ellos. Consulta el libro y lo verás". En efecto. Ahí están gentes de Convergència y del PSC, pero también gentes del PP. Y lo bueno es que todos esos están emparentados entre sí. No hay conspiranoias, no hay fantasmas: todo está bien documentado. Hay jueces y notarios, altos funcionarios del estado o de la autonomía, directores de periódicos, incluso bohemios.
Hay ilusos que a ese entramado le llaman "régimen del 78" porqué no comprenden o porqué son ingenuos deliciosos y sin mala intención. Consulta el libro y lo comprenderás.
Y es cierto. Libro de cabecera para entender a esa Cataluña tan eterna como diabólica que trasciende dictaduras y democracias, catalanismo y españolismo, y que demuestra que Cataluña es, efectivamente, algo transversal como transversales son sus familias preponderantes. Yo aconsejo releer el "Catalanes todos" de Javier Pérez Andújar después de la lectura de "La gran teranyina", porqué el texto de Javier Pérez Andújar se revela entonces con todo su brillo y demuestra cuán sabio es este hombre, cuanto le debemos los catalanes.
El libro cuenta la vieja anécdota (yo recuerdo haberla escuchado en boca de mi padre -solo en las grandes ocasiones, y cuando el vino corría abundante por la mesa) de que Miquel Roca y Narcís Serra se jugaron a los chinos cual de los dos se apuntaba a Convergència y cual al PSC. Mucho me temo que, a día de hoy, otros miembros de las familias insignes se están jugando a los chinos quién se apunta al prusés y quien lo rechaza, quién se expone a una inhabilitación y quién va a lo seguro, incluso se juegan a quien le toca federalista, o quien -el más inocente, sin duda- deberá apuntarse a ERC. Y mira lo que te digo: no vaya a ser que a alguno le toque Podemos. O la Cup, porqué a esos chicos hay que empezar a controlarles de una p... vez. Pues eso: eso es Cataluña.
Dejo para el final una observación muy buena de Andreu Barnils, el prologuista del libro. Dice Barnils (cito de memoria): que Roger Vinton sea un pseudónimo no dice nada de él, si no que dice mucho de nosotros. (Nosotros los catalanes, quiere decir Barnils).
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Postdata. En "El día del Watusi", un alto ejecutivo de la banca le habla al protagonista del libro de un periodista catalán en el que se retratan las familias más poderosas de Cataluña, y le cuenta que le ha dado un pastón al autor. "¿Para que no le nombren a usted?" pregunta el protagonista, en un achaque de ingenuidad. "Al revés", les responde el personaje oscuro "Le he pagado para que me nombren". No creo que nadie le haya pagado a Roger Vinton para aparecer ni para desaparecer en este libro, pero estoy convencido de que hay muchos tipos, en la Cataluña de hoy, que le habrían pagado a Vinton tanto para aparecer como para desaparecer.